domingo, 29 de abril de 2018

Cita:




“Los Estados Unidos se habían convertido en un lugar donde los artistas del espectáculo y los atletas profesionales eran confundidos con gente de importancia. Eran idolizados y tratados como líderes; sus opiniones eran buscadas en todo, y ellos se consideraban a sí mismos con idéntica seriedad…, después de todo, si un atleta cobra un millón de dólares o más al año, sabe que es importante…, así que sus opiniones sobre los asuntos internacionales y la política nacional tienen que ser importantes también, aunque demuestre ser ignorante y semianalfabeto cada vez que abra la boca.”


De “viaje más allá del crepúsculo”, de R. A. Heinlein. 

lunes, 23 de abril de 2018

Anatema

Por fin. 
Por fin terminé de leer esta novela de Neal Stephenson.
Y es que ha costado lo suyo...


La lectura de este tocho me ha dejado casi sin aliento. El autor crea no sólo un mundo, que es quedarse corto, sino todo un Universo paralelo. ¿Qué digo? ¿Un Universo? Eso sería quedarse aún más corto, si es que ustedes son capaces de comprender el alcance de mis afirmaciones. El autor creo hasta cinco Universos, y deja claro que son un mero apunte de un número infinito de Universos que pueden interrelacionarse. De hecho, en su novela, el Universo del protagonista, una especie de monje novicio de un "monasterio" dedicado a la ciencia (no a la religión), entabla contacto con una nave recién llegada a las cercanías de su planeta, Arbre. La sorpresa es mayúscula cuando descubren, al fin, quién viaja en la impresionante nave, que más bien es algo así como un enorme arca en el que viajan miembros de otros cuatro Universos... en fin, no quiero desgranarles el resto, pero básicamente ese es el argumento.
Entre medio, multitud de diálogos sobre filosofía, física, y organización política y cultural del planeta Arbre. Tanto como para aburrir.
Dicen los críticos que las primeras cien páginas hay que pasarlas sí o sí, hay que sufrirlas. Son dedicadas a la vida en el cenobio (monasterio), sus ritos, relaciones jerárquicas, el planeta... un auténtico coñazo, la verdad, pero me emperré en seguir dadas las buenas calificaciones que recibió el libro en su día.

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Este es un libro complejo, pedante a veces, pero siempre ilustrado. En él se establecen paralelismos entre la ciencia y la historia de "nuestra Tierra" y Arbre, y las discusiones científicas entre los monjes son curiosísimas y aleccionadoras. 

Para mi gusto tiene diversas pegas. La primera es, por supuesto, la longitud en letras, excesivo número de palabras y páginas. Tanto para contar tan poco es frustrante, y te quitan las ganas de seguir leyendo, o incluso te da pereza comenzar con un nuevo libro una vez terminado éste.
La segunda es la innecesariedad de crear un lenguaje propio, algo que ya vi por primera vez en La Naranja Mecánica, tan vanguardista y adelantada a su tiempo, o tratada con mejor criterio y razones en la obra de China Mieville (La ciudad y la ciudad, Ciudad Embajada).
La tercera es, por supuesto, un final demasiado incierto, llámenlo "abierto". ¿Qué pasó finalmente con la nave? ¿Y las relaciones futuras entre los Universos conocidos? ¿Qué fue realmente de Fra Jad? Poderes sobrenaturales sin explicación, saltos entre Universos, en el tiempo y en el espacio. Demasiados cabos sueltos quizá preparando una saga (horror!!). El tiempo lo dirá.

No lo recomendaría sin antes haber leído otros muchísimos libros, pues ésta no es una obra para novatos en las lides de la ficción científica, hay que llegar a ella con un bagaje serio detrás, y no sólo de ciencia ficción, sino de filosofía, para entender bien la profundidad de lo que se explica. Se puede leer sin ello, pero la experiencia, me temo, no será igual. 

Larga, enrevesada, con muchos capítulos prescindibles, y demasiados personajes que pintan poco o nada, un lenguaje inventado, y una prosa que no emociona lo más mínimo, todo revuelto con un argumento sin acabar. Todo apunta al desastre, pero es curioso que o yo no me he enterado de nada, o hay mucho márketin detrás de la "crítica oficial", o Anatema vale no tanto como se dice.

martes, 17 de abril de 2018

Fork rebuild, pero menos

Sí, menos. No hizo falta llegar a más, con un simple cambio de aceite bastaba. Una barra tenía pinta de no haberse hecho nunca, o si alguna vez lo fue, eso ocurrió hace algún quinquenio que otro.
La otra sí había sido abierta más recientemente, cosa patente por el aceite de color rojo, distinto del verde de la barra contraria.
En MR Performance me dicen que eso se debió, seguramente, a un cambio de retén. Increíble, pero cierto: se cambia un sólo retén y el aceite correspondiente a su barra, y la otra se deja intocada (palabro que acabo de inventar y seguramente no exista, jeje). Es de suponer que la viscosidad usada fue la correcta... Si hay que suponer, supongamos.
El caso es que la barra intocada estaba rellena de un aceite que aunque no tenía muy mal color, sí desprendía ese olor a descomposición que indicaba cosas malas.

De esta guisa, mientras, esperaba en mi garaje la Diabla, como alguno la llamó hace unos días:


Igual que pasó en la 749, cambiar el fluido hidráulico ha sido como la noche y el día. En mi experiencia, no es que se gane nada, pero sí se recupera lo que debe ser. Más sensibilidad en el primer tramo, justo lo que hace falta para absorber las pequeñas irregularidades, es el primer premio tras el cambio de aceite. Otra ventaja añadida sería, teóricamente, el mantenimiento de sus prestaciones con el abuso y cambio de temperatura. 
Yo no es que tenga mucho feeling y tacto, pero en mi paletismo al manillar, me doy cuenta de esas diferencias de comportamiento, y me place mucho tener las cosas a mi gusto. Las Ducati se destacan por la calidad de sus suspensiones, y la M900S tiene, además, un montaje molón que permite jugar y buscar tu reglaje ideal, o al menos adaptarla a tus gustos. 
Disfruto tanto montando en ella como enredando en sus regulaciones, mantenimiento y puesta a punto. Es una moto agradecida, sencilla dentro de lo que cabe, fácil de acceso mecánico, bonita y suficientemente potente para divertirme. ¿Pa qué más?
¿Ein?
¿Pa qué?

domingo, 15 de abril de 2018

cita:

Smile, listen, agree, and then do whatever the fuck you were gonna do anyway.

Robert Downey Jr dixit.

lunes, 9 de abril de 2018

conversaciones (IV)

"¿Tú me preguntas por el progreso?"

Me temía lo peor. Empezar su disertación con una pregunta tan directa... nunca podría traer nada bueno, pero es el precio a pagar por las enseñanzas del Maestro, el Gurú, el Master Sensei del Conocimiento. No pude sino agachar la cabeza con la mayor de las humildades hasta que mi barbilla topó con el esternón.

- Son cuestiones tan esenciales que una distracción tal me provoca retrasos en mi más introspectiva meditación. La molestia que acabas de causar en mi espacio-tiempo es prácticamente irreparable, babosa de la ciénaga más oscura. Qué digo, eres la baba que deja tras de sí la babosa de la ciénaga. Peor aún, eres el protozoo que nada en la baba de la babosa.

Me quería morir. ¿Tan torpe había sido? Intento leer y estudiar y conversar de temas afines con mis condiscípulos, pero quizá no soy el adecuado para esta forma de vida, que necesita de mayor virtuosidad, de un talento natural mucho más profundo.
Y de repente se lanzó a arrojar palabras como una ametralladora:

- Para el hombre, progresar es avanzar hacia lo que considera deseable; es, pues una noción cuyo sentido se difumina al deshumanizarse. Pero, incluso circunscrito el progreso a la subjetividad humana, es difícil definirlo con precisión, puesto que las personas abrigan deseos diferentes y no coinciden al definir la medida en que algo es valioso. Se registra, sin embargo, un mínimo consenso universal: el progreso consistiría en ir desvelando el misterio de lo real, en encarnar valores ejemplares y en inventar técnicas para adaptar el mundo a la conveniencia humana.

Completamente ojiplático me quedé, y a punto estuve de pedirle que lo repitiera despacio, incluso casi fui corriendo a por lápiz y papel para apuntar sus afirmaciones. Pero no había acabado. Había sido una mera pausa para tomar aire:

- Esas tres empresas tienen como protagonista no a las masas, sino a las minorías egregias. Entre millares de millones de individuos, destructores o simplemente consumidores, unos cuantos pensadores y creadores son los responsables del gran avance realizado y del venidero.

El alma se me caía a los pies. Yo ya intuía algo de lo afirmado con esas sentencias, pero jamás hubiera sido capaz de plasmarlas en verbo tan magistralmente.

Con las mirada en el infinito, el Hombre que Susurra a los Milenios quedó en profundo trance, y lentamente adquirió forma estática en una de las diecisiete posturas del guerrero que conozco, y que mantuvo durante 143 minutos absolutamente inmóvil.

Sé que jamás podré acercarme siquiera a ser como la sombra del protozoo que nada en la baba de la babosa, pero intento al menos... progresar!

domingo, 1 de abril de 2018

Monstrua

Es un hecho que hubo un antes y un después de la Ducati Monster. No sólo en mi vida, sino en la de muchas personas en particular, y para el mundo de la moto en general. En realidad, para el Mundo de la Moto, con mayúsculas.
Hay mucho escrito, no cuesta trabajo encontrar información sobre su historia y sus logros.

El hecho de que, después de haber barajado varios modelos, me haya decantado finalmente por una Monster 900, ha sido fruto de la oportunidad, el amor, la economía, el amor, y la suerte. Y el amor.

¿Quizá una M1000 hubiera sido mejor? Ummmm, ya llevan el chasis grande de las ST, y no el pequeño y ágil de las 851 que sí lleva la 900. Vale, el motor es un poco más potente, con doble bujía y mejor electrónica para su inyección de combustible, pero realmente, ¿hasta qué punto es necesaria tanta potencia en una moto desnuda?

Lo ideal, como máquina de colección, hubiera sido una primera serie de carburación... pero ¿quería yo una moto de colección? ¿Quería algo sólo para bajar a verla al garaje, o más bien para disfrutarla en mis carreteras favoritas? Así pues, la fiabilidad y consistencia de la inyección electrónica, unida a los componentes de lujo de la versión Speciale, hacen que conducir esta maravilla sea un acto puro de placer. ¿Cómo describir el tacto del motor, lleno en toda su banda de revoluciones? ¿Su sonido grave y fuerte? ¿La perfección de tiralíneas de su chasis?
No se puede. Hay que probarla. Hay que vivirla. 



Tabernas!!!!

"Id a Tabernas", nos decían. "Lo pasaréis bien", nos dijeron. 

Y es verdad.

Expedición largamente estudiada, planeada, planteada, y finalmente realizada en compañía de Perico, quien se constituye así en un alter ego ideal para estas lides de viajes traileros.
El viaje iba a tener de todo, como pronto ibamos a darnos cuenta. Ya se sabe: una cosa son los planes, y otra muy distinta la realidad pura y dura, las limitaciones, el tiempo, y los elementos (contra los que no se puede luchar, como me enseñó mi padre siendo yo ya muy chico).

En principio saldríamos el sábado previo al Domingo de Ramos, para dos día de ida, otros dos días de rutas por la zona, y dos días para la vuelta. 
La ida sería todo por carreteras secundarias hasta Fiñana, pasado Granada, y a partir de ahí seguiríamos un track hasta la mismísima Tabernas. 

Pero Giselle, y posteriormente Hugo, dejaron persistentes lluvias y fuertes vientos, que aconsejaron retrasar el inicio de nuestra aventura hasta el Lunes Santo. No hay problema más que Perico debía estar en Huelva el Jueves por la tarde para atender un compromiso familiar. Le hice saber mi disposición para que así fuera, y salimos sobre las 9:45 el lunes por la A-49 rumbo a la sierra de Cádiz. Nos quitamos kilómetros fácilmente, pues nuestras máquinas van cómodas a ritmo de autopista, con la única limitación de la aerodinámcia. El culo aún no nos dolía... íbamos con la adrenalina a tope por realizar un viaje de este tipo, felices, entusiasmados!!!

Tras recorrer algunos cientos de km por la zona de Algodonales, La Muela, Olvera (increíbles paisajes y curveras carreteras), paramos en Setenil de las Bodegas, con sus peculiares "cuevas", donde tomaríamos un refrigerio y comentamos las primeras jugadas:


No quisimos perder mucho tiempo, pues nos quedaba tela de camino por delante.
Carretera y manta hacia Antequera, donde almorzaríamos sobre las 16:00 más o menos. Allí mismo, en la terraza de un snack-bar, Perico reservaría sobre la marcha un hotel en Guadix para pasar la primera noche, cosa que habíamos dejado en el aire porque no sabíamos el ritmo de avance que tendríamos.
Por el camino hicimos una parada turística en la Fuente de los Cien Caños, cerca de Zafarrayas, donde me tomaron esta instantánea, en la que se observa que ni cien caños podían dar abasto a drenar el abundante agua que venía de la montaña:


Muchísimas curvas, vistas preciosas, y horas de moto más tarde, llegaríamos a Granada, y viendo que se nos echaba la noche encima, hacemos los últimos 48 km por autopista hasta Guadix, con el Sol poniéndose a nuestras espaldas. Sierra Nevada nos vigilaba, fría y cruel, y nos enviaba su gélido aliento, convirtiendo toda aquella zona en un auténtico iglú. Unos 48 km muy chungos, en los que se sumaron muchas horas de moto, cansancio, frío, y ganas por llegar de una puta vez. 
Pero nuestra determinación, una vez más, nos empujaba metro a metro, milla a milla, hasta las mismas puertas del Hotel de 4 estrellas que en económica oferta habíamos reservado, con desayuno buffet incluído!!!
Misión cumplida de momento.
Unas duchas reparadoras, un poco de estiramientos, ropa de calle y a dar una vuelta para tomar algo y reírnos un poco. 
El día dos se presentaba magnífico: sol radiante, y el frío que desapareció en cuanto abandonamos el asfalto en Fiñana para adentrarnos en un tipo de paisaje que no nos abandonaría ya hasta el último día.
Un track nos llevó hasta Tabernas, pero pasando primero por el Calar Alto, un puerto de montaña de más de 2000 metros, con nieve en sus cumbres. Contraste de paisajes según la pista diera a la cara Norte o a la Sur. Subimos mucho por una pista que en general estaba en buen estado y sobre la que nos divertimos muchísimo. Poco antes de llegar a los observatorios astronómicos que hay allí, la pista se abre, curvas amplias y buena visibilidad, lo que propició que exprimiéramos todo el poder que quedaba en la recámara de nuestras ktm, a pesar de que la altura había mermado sus capacidades. Muy divertido, largas derrapadas y buenas velocidades.








Conduje unos metros por nieve, y así puedo decir que he tocado un tipo de terreno más, jejejej. 
Todo el viaje lo hemos hecho con Mitas E-09 detrás y Metzeler Unicross delante, con un comportamiento excelente en off, como ya sabemos, pero sorprendentemente bueno en curvas de carretera, lo que propició buenos ritmos en asfalto y diversión en las super-reviradas carreteras tanto de la sierra gaditana y malagueña, como las desconocidas y fenomenales que nos esperaban el Almería. 
Llegaríamos a Tabernas, al fin, a mediodía, donde tras instalarnos en el hotel rural Jardín del Desierto, regentado por Guillermo, tomaríamos un buen almuerzo en Las Eras, a base de un pantagruélico menú a 10 euros, con bebidas, postre y cafelito incluido. El día aún tenía cosas que ofrecer, pues tenía prevista una ruta circular que rodearía el pueblecito del espagueti western. Así pudimos comprobar de primera mano la sequedad de todo, y digo todo seco. 
Ha llovido en toda España durante tres semanas seguidas, pero en Almería han caído, literalmente, cuatro gotas... Bueno, no crean ustedes que es algo tan dramático, ellos están acostumbrados y tiene sus maneras y sus recursos. Y uno de sus recursos es el turimos que genera ese desierto, que es precisamente lo que nos atrajo a nosotros hasta allí.
Cañones, desfiladeros, caminos revirados, rectas interminables y polvo, mucho polvo, que nos obligaba a recorrer ciertos tramos o bien separados por distancia prudencial, o bien prácticamente en paralelo.







Ibamos sumando km y más km, y ya llevábamos unos cuantos de off. Pero nos quedaba tela que cortar.
Esa noche cenamos donde pudimos, porque estaba casi todo cerrado, siendo víspera de un día grande de Semana Santa por allí, con su peculiar forma de entenderlo como narraré más adelante. Un par de hamburguesas con su preceptiva cerveza, un poco de charla, paseo por el pueblo para bajar un poco la comida, y a descansar.
El día tres teníamos previsto llegar hasta Almería, ir en busca del Cabo de Gata, y una pequeña vuelta pasando por Agua Amarga, Carboneras y Níjar. El principio de la ruta transcurrió por la Rambla de Tabernas, espectacular es poco:


En la capital de la provincia ni entraríamos, bordeándola hasta el aeropuerto, pasado el cual iríamos por la misma playa lo más cerca que pudimos hasta el mismo Cabo de Gata:







Perico no conocía Almería, ni el Cabo de Gata, y le gustó mucho el paisaje, las vistas, las carreteras, las pistas... le gustaba todo, al jodío, jaajajajjajaj. Una paradita en el Cabo para hacernos unas tomas fotográficas atestiguadoras de nuestra presencia allí, y seguimos hasta San José por una pista que... bueno, en el Google Earth cuando la tracé no vi nada raro, pero cuando llegamos a la puerta intuímos que se trataba de un camino peatonal exclusivo y excluyente para seres vivos humanos a pie, pero es cierto y verdad que no había ningún cartel de prohibición de vehículos a motor, aunque había una señal borrada que tenía todas las trazas de ser tal cosa. No obstante, la anchura de la vía (cuatro o cinco metros), las rodadas, y que había una ancha entrada con un candado, indicaban que por allí se circulaba... de modo que echamos mano del ingenio ibérico, y pasamos con las motos apagadas, y como todo el trayecto era cuesta abajo, podríamos alegar, viendo que las bicicletas estaban permitidas, que no íbamos a motor. La gravedad era nuestra amiga, nuestra impulsora, nuestra compañera. Así hicimos los 3'2 km de camino prohibido hasta enlazar con una pista más ancha que nos llevaría hasta San José, donde finalmente pararíamos a tomar una cerveza... que se convirtió en dos, y después en comer una magnífica sama, o "zama", como decía el camarero, y que no es más que una hurta, que estaba riquísima, unas almejitas y esas cosillas. El sitio nos pareció inmejorable, sentados alrededor de un tonel a metro y medio de las motos aparcadas, junto al paseo marítimo de ese pueblo que se ha convertido en centro turístico cien por cien.
Sin más demora, tomaríamos carretera hasta Agua Amarga y Carboneras, y desde ahí hasta Níjar, el municipio cuyo término comprende toda la zona del Cabo de Gata y alrededores, conocida por su cerámica. En Níjar ni paramos, y cogimos directamente por una carretera peligrosa, escaladora, con precipicios a los lados, que lleva hasta una aldea llamada Huebra, donde cogeríamos pista campera preciosa, rápida, con largas subidas a fondo y curvas enlazadas para abrir gas y gozar la potencia de nuestros monocilíndricos.

Esta dispositiva es subiendo el puerto de Níjar, abajo se puede ver parte del pueblo, y al fondo, el mar de plástico de invernaderos:


A mitad de trayecto nos encontramos con una verja con candado que nos cortó el paso, y tuvimos que trazar una alternativa sobre la marcha, cosa que Perico solventó sin problemas. Por fin volvimos al Jardín del Desierto, previo lavado de las motos y engrasado de las cadenas para el viaje de vuelta del día siguiente.
Lo que quedó de la tarde, y la noche, transcurrieron sin más especialidad que vivir de soslayo la Pasión de Cristo en Tabernas, una Semana Santa curiosa sin nazarenos, con pasos sobre tronos,  o palios de Virgen sin palio (sí, sí, como lo oyen), llevados por nazarenas; bandas de músicas que bebían cubatas desde dos horas antes, y todo el público local jaleando a ratos y pidiendo silencio en otras ocasiones... Lo normal, vamos.

No pude evitar que Perico me tomara este retrato con la silueta del gran Eastwood caracterizado en el Bueno, el feo y el malo.


Esa noche dormimos como dos niños chicos. El hotelito está en una calle apartada aunque cénrtica, bien situado para ir andando por todas partes, pero muy tranquilo, y el único ruido que escucharíamos sería el propiciado por otros usuarios del hotel, sin mayor trascendencia. 
El día cuatro tenía como reto volver de un tirón hasta Huelva, lo que viene a ser como recorrer toda Andalucía de costa a costa. Estuvimos estudiando el mapa, las carreteras, enlaces, y posibilidades. Ya que fuimos por el Norte de Granada en la ida, esta vez volveríamos por el Sur, la costa, aprovechando que hay una autopista que une Almería con Málaga, que discurre paralela a una carretera nacional. Iríamos por la A-7, y si nos aburríamos mucho, pasaríamos a la carretera...
La salida fue buena, enseguida, antes de las 10, estábamos ya rodando a buen ritmo, pero fue pasar Almería y una persistente niebla nos envolvió. En esas circunstancias, no tenía sentido ir por carretera, de modo que tiramos, empujados por las pistonadas de las 690. Pasado el túnel de Aguadulce la niebla se disipó, y el Sol comenzó a invadirlo todo. Esto nos animó, y tiramos millas y más millas, por esa A-7 que era la primera vez que yo la rodaba. Y me gustó. A ratos ves el mar, sube y baja, tiene curvas y túneles. Es variada y bella, no como la monótona A-92, que era la otra alternativa y que yo quería evitar a toda costa.
Poco a poco llegamos a Málaga, y ahí ya cogimos una suerte de carreteras secundarias hasta Morón de la Frontera, comeríamos un buen secreto ibérico con jamón, y una ración de queso, y finalmente enlazaríamos con Sevilla y la A-49 de nuevo hasta Huelva, donde llegamos con el culo cuadrado, sanos y salvos, sobre las seis de la tarde, superando todas las expectativas, sin duda.

Desde aquí tengo que dar las gracias a mi compañero de fatigas y alegrías traileras, Perico, siempre dispuesto y solícito, que escucha y razona, y también propone sabiamente. Sin él, esto no hubiera sido ni la mitad de bonito. Hacemos buen equipo. Una pena que por circunstancias de fechas, cantidad de días, y esos detalles que suelen frenar el ánimo, no nos acompañaran más amigos.

Y por supuesto, dar el reconocimiento que se merece a esa implacable máquina de tragar kilómetros, dentro y fuera del asfalto. Fieles, nuestras dos KTM 690 han cumplido con creces. Lo podíamos haber hecho con casi cualquier otra pero, ¿nos habríamos divertido tanto?