miércoles, 29 de marzo de 2017

Cortado

Llegar a la solitaria barra de la venta un miércoles cualquiera, pedir un café sin tener que aguardar cola, esperar medio minuto para que te lo sirvan mientras escuchas la conversación de dos lugareños, gente de campo. Salir con la taza, su platillo y un vaso de agua, a la terraza y sentarse a descansar en mesa elegida entre cualquiera, todas vacías.
Es lo normal entre semana. Por eso es un placer. Por eso lo hago.
Huyo, como siempre, de lo típico y de lo abarrotado. Como bien saben ustedes, mis escasos lectores, la soledad es mi compañera habitual, me encanta y la disfruto mucho. 

Esta vez ha sido un café cortado. Otras veces es uno solo, o un americano. Rara vez un con leche, demasiado para la sobremesa. Si hace mucho calor puedo pedirlo con hielo. Y ya que sale el tema, va empezando a ser demasiado agradable la temperatura, 26-27 grados hoy. A poco que trabajes con la moto ya empiezas a sudar.


Con toda la carretera para mí, apenas tráfico, el disfrute ha sido pleno. No hace falta correr para saborear las bondades del motociclismo deportivo, o por lo menos no demasiado. Sólo un poco. 
Uno, con la edad, valora matices, detalles, aspectos que antaño, en nuestros años locos de escapadas semanales en grupo (todos los sábados a las 4 de la tarde, como un reloj), pasábamos por alto. 
Pero es normal evolucionar, educarse, adquirir experiencia, aprender a paladear lo sublime, lo exquisito. No es necesario caer en el síndrome de Staendhal, tampoco es para tanto. Pero sí es cierto que llevo una enorme sonrisa bajo la pantalla del casco, y a veces se escapa una exclamación de euforia, de verdadera alegría, de entusiasmo casi infantil.
Hablar de sensaciones es complicado, me resulta difícil transmitir lo que siento. Lo intento. Pienso que quien no ha montado en moto, o quien no se ha deslizado grácilmente entre curvas, inclinándose, con el viento pegando o el bramido del escape acompañando la acción, es incapaz de comprender. Quizá esté en lo cierto, quizá no.
Sigo aprendiendo, día tras día. Me empujo a continuar, a mejorar, a desarrollarme y evolucionar. Y creía que no iba a poder con ella, con la rubia, pero me doy cuenta de que me he adaptado fácilmente en cuatro o cinco salidas, y ya no me duele el cuello, ni las piernas de tenerlas tan encogidas, y las muñecas resisten cada vez más. Supongo que no soy tan viejo después de todo, o que va a ser cierto aquello que siempre digo: la viejitud es un estado de la mente.
Y yo trato de mantenerme mentalmente joven. Un joven con experiencia, o así quiero creerlo.
He aprendido a disfrutar de las curvas, y dejar pasar las rectas tranquilamente; a no forzar, a fluir (be water, my friend); a esperar la ocasión propicia; a aceptar con estoicismo la situación que no puedo cambiar y pensar que seguramente tiene un porqué, aunque no sea necesario que esto sea así.
Otro modo de vivir la moto, y la vida en general, pues es filosofía que aplico a todo. Y tiendo a ser feliz, me dirijo a ello constantemente, consiguiéndolo a menudo, que no es poca cosa.

Sí, sin duda la rubia me está haciendo más feliz, más pleno, me está redescubriendo. Y sobre todo más libre. 
Libre. Free.

domingo, 26 de marzo de 2017

Monoposto

Desde el 2003 esta moto se vende en dos versiones, una biplaza, y otra monoplaza. La 999 que tuve en su día era monoposto, dado el nulo interés de mi limitador de velocidad por acompañarme en mis salidas. El mayor atractivo estético de la singlepost, y el supuesto peso eliminado, decantaron mi elección entonces.

Para la rubia la cosa ha sido diferente, ya que la elección del color y modelo ha sido más una cuestión de oportunidad que de preferencia. Pero en esta vida hay solución para casi todo, ¿o no?

Esta es mi 749 en su configuración original:


Como yo tenía un colín y subchasis adecuado, tras la ardua tarea de conseguir pintura y acabado adecuados para los plásticos, llega el momento del montaje, empresa que acometo en la soledad del garaje, con las pocas herramientas que son necesarias, y un poco de tiempo par ajustarlo todo bien.

Ya sabía desmontar asiento y colín original de cuando hice la revisión general recién comprada la moto. Fácil y rápido. Quitar el subchasis de acero son cuatro pernos que lo cogen al chasis, y tres tornillos que sujetan el silenciador. 



Me tomo la molestia de pesar los conjuntos, con la nada desdeñable diferencia de prácticamente cuatro kilos:





El subchasis de alu, pintado en negro procedente de un modelo 2006, encaja a la primera en el chasis, no así el silenciador, que me dio un poco de guerra para ajustarlo, y no sé muy bien porqué.
En la siguiente foto ya está el subchasis montado:



Y por fin el trabajito finalizado. Sólo queda hacer una prueba dinámica, porque la visual... buuufffffff. Queda mucho más ligera de atrás, entre el chasis en color negro, sin las estriberas del pasajero, y el monoplaza con sus dorsales blancos.

viernes, 24 de marzo de 2017

Spin


Resultado de imagen de SPIN | ROBERT CHARLES WILSON


SINOPSIS: Tres adolescentes, los gemelos Diane y Jason Lawton y su mejor amigo, Tyler Dupree, contemplan las estrellas cuando, de repente, éstas se apagan. Ha nacido el Spin, un peculiar escudo alrededor del planeta, de origen y objetivo desconocidos.
Spin trata de los extraños años en la vida de este trío, mientras el Universo verá transcurrir tres mil millones de años al otro lado del escudo que resulta ser, también, una discontinuidad temporal creada por fuerzas e ingenieros desconocidos, los misteriosos Hipotéticos. Jason, un genio, invertirá su vida de célibe en una lucha contra el tiempo para descubrir los porqués del Spin, siguiendo primero los dictados de su poderoso padre y enfrentándose a él en momentos cruciales, Tyler se convertirá en médico y será el narrador de la historia gracias a ser el amigo y confidente de Jason, mientras mantiene oculto su amor, nunca correspondido, por Diane, la única que se dejará llevar por el nuevo fanatismo religioso que el Spin desencadena irremediablemente. 
Aprovechando el tiempo al otro lado del escudo, se terraformará Marte y la llegada posterior de un descendiente de humanos nacido en Marte centrado en las biotecnologías ofrece la posibilidad de entrar en el Cuarto Estado, «una madurez más allá de la madurez», casi una inmortalidad…


Este es el último libro que he leído. He tardado más de lo habitual, supongo que al principio no me llegaba a enganchar del todo. Pero insistí, y ahora no me arrepiento. Publicado en el año 2005, ganó el premio Hugo, lo que no es poca cosa. Dado su éxito, el autor decidió continuarlo en modo trilogía, con los libros "Axix" (2007), y "Vortex" (2011). No obstante, Spin tiene un final que considero suficiente sin tener que ahondar más, o por lo menos hoy por hoy tengo otras opciones para leer antes que profundizar en el concepto, y temo que poco aportarían esas continuaciones, o me arriesgo a la decepción, lo que no es de mi gusto o agrado.
Poco más que añadir a la sinopsis referenciada, copiada de la carátula del libro. Está bien escrito, siguiendo la técnica de saltos en el tiempo, y enlazando capítulos hasta que al final todo cuadra, aunque reconozco que durante parte de la novela, sobre todo al principio, puede resultar confuso. 
Es una obra un poco atípica en cuanto a ciencia ficción, pues aunque en algunos aspectos se puede tachar de sci-fi dura, con sus explicaciones lógicas y toda una parafernalia sobre física e incluso medicina detrás, en otro orden de cosas se mete de lleno en la caracterización de los tres protagonistas, así como en la de otros personajes, que es atípica en este género. 
La relatividad del tiempo, la consideración de otras inteligencias más allá de nuestro planeta, Marte, evolución de la especie... todos ellos son temas clásicos, y todos son tratados con cierta profundidad en Spin, de forma bastante ordenada y coherente, y como considero que nadie lo había hecho antes en una misma historia. Son interesantes las conclusiones y reacciones provocadas por la aparición del fenómeno alienígena, sobre todo las relacionadas con la religión y creencias, y las diferentes posturas de los personajes. 
No puedo decir que se trate de una lectura indispensable, la verdad, pero sí es cierto que finalmente me ha gustado, aunque no la leería otra vez. 

lunes, 20 de marzo de 2017

sábado, 18 de marzo de 2017

Condado

Dos antiguos miembros del grupo trail de Huelva, Javi y Enrique, se han podido unir hoy en la pequeña aventura que hemos protagonizado, desde Moguer hasta Almonte casi directamente, y la vuelta pasando a la parte más anortada, más arriba de la autopista del Quinto Centenario.
Como siempre ocurre en las rutas del Condado, la arena ha hecho su aparición estelar varias veces:


Algún tramo era una verdadera trampa con la que había que tener cuidado. Enrique las pasó canutas con su XT, la moto más pesada y cabezona del día.



Para variar, mi LC4 no ha causado motivo de queja alguna. Sigue portándose magníficamente, y aprendo mucho con ella: noble, potente, fácil, fiable y poco gastona. No se puede pedir más. Es un producto cojonudo, y creo que le sacamos un buen rendimiento.



Antuan feliz, como siempre. Le gustan todos los tipos de terreno, como a mí.



Entre pinos y arena, la mañana pasa rápido. ¡Qué gozada!





Una pausa viene bien para tomar aire y comentar algún paso más complicado. Risas, alegría, felicidad. Juntos vamos avanzando sin mayor problema, ayudándonos cuando es preciso. Javi lo está disfrutando a lo grande, viene desde Ayamonte, y se ha recorrido toda la provincia para compartir estos momentos con nosostros... ¡bravo, amigo!



Paramos en Almone para tomar un buen desayuno que nos ayude a reponer fuerzas.



A partir de ahí ya no me entretengo más en sacar inmortalizaciones en dos dimensiones, me dedico a disfrutar de la conducción pura, con un tramo casi final rodeando el embalse de Candón muy divertidísimo, que Antuán y yo hacemos a ritmo bastante alegre, como nos gusta: curvas cerraditas, subidas y bajadas entre piedras y charcos, derrapes, apuradas de frenada, alguna levantada de rueda. Pura diversión.
Pura vida.
Pura libertad.

viernes, 17 de marzo de 2017

AGV Corsa

Mi casco Suomy réplica Capirossi ya tiene más de una década, amén de un porrazo de antología... y reconozco que lo debí haber cambiado hace mucho tiempo. Pero a uno le cuesta desprenderse de sus prendas más queridas, sus complementos, sus camisetas viejas. 
Con un casco se pasan muchas horas, y se acaba adaptando a tu cráneo como si fuera parte del cuero cabelludo. Ni te das cuenta de que lo llevas, y eres reacio a quitártelo cuando paras para repostar. 
Pero el Suomy estaba hecho unos zorros ya. Casi sin espuma interior (tuve que hacerle un apaño cosiéndole un poco de de guata por mi cuenta y riesgo. El forro interior ha sido lavado tantas veces que me extraña que no se haya desintegrado. La visera la he cambiado cuatro veces. 
Pero lo peor es el tema del golpe. Desde el golpe noto que me va más holgado. Eso es muy peligroso.

En fin, que he dedicado horas de mi tiempo, en serio, muchas horas, a buscar sustituto. Esta es una inversión seria, y hay que elegir bien al guardián de tu perola, porque va a estar conmigo varios años en el mejor de los casos, espero.

Reviews, críticas, vídeos, opiniones en foros... las posibilidades que ofrece hoy la red son numerosas, y más si puedo leer en inglés. 

Finalmente me decanté por un AGV Corsa. Este es un casco no barato, de alta gama. Pero no hay que dejarse llevar por el primer impulso, y ahondando en tiendas on line se pueden encontrar cositas de la temporada pasada, o decoraciones lisas, o productos overstock. 
También sopesé el Shark Speed R, y un Shoei NXR, ambos descartados por diferentes motivos que no viene al caso comentar aquí ahora.

Me quedo con el Corsa, y no por la decoración VR46, no, eso es lo de menos. Hay un modelo por encima, el Pista GP, completamente en fibra de carbono, con entradas de aire abiertas sin posibilidad de cierre, y con el spoiler trasero más grande. Se trata del casco más ligero de AGV, destinado a uso en circuito. 
Comparte con el Corsa la forma de la calota, pero éste está hecho en un conglomerado de fibras de carbono y otros dos tipos más, que no lo hace tan ligero, pero sí más que la media (unos 1320 gramos en talla MS, la mía, que es bastante liviano, cosa que se nota no sólo al tenerlo entre las manos, sino sobre todo puesto). El Corsa está enfocado a una conducción en carretera, y por eso permite la regulación de las diversas entradas de aire, cinco en total. Hay cuatro tallas de calota, para ajustarse mejor a las tallas interiores, y ofrece tallas intermedias, lo que más me interesa a mí son las dos tallas intermedias (MS y ML).
Más cosas: el forro no sólo es desmontable para poder lavarlo, sino que además tiene dos posturas, una para verano y otra para invierno, y es totalmente configurable con unos velcros para lograr un ajuste perfecto. Además se incluyen unas gomaespumas para introducir en diversos huecos y lograr un ajuste sin igual, ya que no todas las cabezas son iguales. Cubrenariz y un cierre de neopreno debajo de la barbilla se incluyen asimismo, totalmente desmontables si quieres, y por supuesto un cierre con doble anilla en forma de letra D, estandard de seguridad en competición. La pantalla tiene hasta 5 mm de grosor, y es de gran calidad, antivaho y libre de aberraciones, buenísima calidad óptica. Se acompaña una lámina antivaho pinlock, y un paquete de láminas exteriores desechables para uso en competición...


¿Qué mejor forma de estrenarlo que dar un paseo por carreteras de curvas? ¿Ein?

Eso es lo que hice esta tarde. Con mucho tráfico hasta Zalamea la Real, pero a partir de ahí ha sido un placer total. El casco no es demasiado silencioso, pero tampoco más ruidoso que el Suomy, lo que no dice mucho de él. Pero se le perdona, es un casco casi de circuito, y eso tiene sus consecuencias. Me ha gustado mucho la aireación, y lo fácil que se manipulan las entradas de aire. 
La pantalla transmite seguridad, y el casco me queda bien ajustado, con un interior muy suave. Detalle muy interesante: las gafas entran cojonudamente y una vez puestas no molestan ni duelen ni se mueven o vibran. Es la vez que mejor he ido con un casco y gafas, y eso que es la primera vez. Todavía tiene que ajustarse mejor a mi cabezita, con lo que los augurios son buenos.

Por lo demás, el casco es chulo. No me refiero a la decoración que, la verdad, es ni fu ni fa. Hago alusión a las formas, al diseño. Tiene muchos detalles de calidad, aerodinámica manda, y los acabados y materiales son de primera.

En fin, que creo que he hecho buena elección. Esta marca no se ve mucho por aquí, donde ahora hay una fiebre HJC, y los que buscan algo más exclusivo no salen de Shoei. Ya es raro ver Arai, son prohibitivos. En Huelva ya no hay boutique, y hay que tirar de poca oferta, y lo saben, por lo que los precios son poco ajustados. El mío lo he comprado por internet. Me la he jugado un poco con el tema talla, pero tengo un cráneo normalito con talla media de entre 57 y 58 cm de perímetro. Además se me permitía descambiar por motivo de tallaje incorrecto de forma gratuita (las tiendas on line tienen que currárselo).


Recta final

Los designios del trabajo encomendado a un bohemio artista siguen recovecos inimaginables para el vulgo populacho. 

Las piezas van tomando aspecto casi último, pero un perfeccionista nunca tiene su tarea acabada: solo un buen día decide no ahondar más. Y ya. 

Se sabe cuando se empieza, pero nunca cuando llegará la consumación. 




miércoles, 15 de marzo de 2017

La historia de tu vida

Ted Chiang, autor de origen oriental (como su apellido indica), pertenece a ese grupo de nuevos escritores que mezclan a veces la fantasía con la ciencia ficción. Como ya deben saber, la fantasía me importa bien poco, y con leer en su día El Hobbit y El Señor de los Anillos tuve más que suficiente para toda una vida. En cambio, soy un lector ávido de ciencia ficción en casi todas sus variantes.

Chiang se mueve cómodamente en ambos campos, y a menudo los mezcla dando lugar a relatos que pueden resultar un poco desconcertantes si lo que se busca es CF pura y dura. Como no soy un tipo radical, o lo intento, me lancé de cabeza a probar suerte leyendo algo suyo. Llegué a él tras ver la fantástica, increíble y chocante película La llegada, que ya comenté hace unas semanas por aquí. El filme en cuestión está basado en un relato que tiene por título La historia de tu vida, de Ted Chiang.





Me dije que si la peli es buena, ¿cómo debía ser el libro? Así que no me costó trabajo llegar a esta obra, que cogiendo el título de esta historia, es en realidad una recopilación de ocho relatos de diferente extensión, cuya temática varía mucho de unos a otros, aunque mantiene un estilo común, directo, sin mucha floritura y de fácil lectura.

Los orientales piensan diferente a nosotros, los que nos hemos criado en el seno de una cultura occidental, y filosóficamente, y también condicionados por el lenguaje, usan unas estructuras un poco distintas. Es algo que uno nota enseguida en cuanto lee un par de páginas. No es bueno ni malo per se, pero se nota, y puede resultar agradable notar ese cambio de estilo literario.

En los relatos, el autor se mueve desde la fantasía más extraña, hasta la ciencia ficción dura, pasando por cuestionarse temas sociológicos y filosóficos. Aviso que dichos relatos poco tienen que ver los unos con los otros, y también que unos son más interesantes que otros, o más bien quizá debería decir desconcertantes. La imaginación es el denominador común, y la forma de desarrollar la trama es original, sin duda. Aunque la técnica puede resultar convencional en alguna de las historias, en otras me ha parecido absolutamente vanguardista, transgresor incluso.

En resumen, merece la pena tenerlo y leerlo, y no en vano, galardonado con el premio John W. Campbell Jr., y con un premio Hugo, tres Nebula, un Sturgeon, un Seiun, un Sidewise y dos Locus, brilla como una nueva estrella en el firmamento de la ciencia-ficción.

martes, 14 de marzo de 2017

Marchando

El monoposto va poco a poco. Hay que tener paciencia con los artistas. Es sabido que los pintores son muy suyos, y éste, lo reconozco, es un trabajito un poco especial que exige atención y se sale de la rutina de un carrocero al uso.

La cosa ahora está tal que así:










La moto al final va a acabar quedando chula y todo, ya lo veréis!!!!!

domingo, 12 de marzo de 2017

Mi vida con

Mi vida con una Ducati 749 se ha convertido en algo especial.
Desde pequeño vivo entre motos, y como bien saben, han constituido fuente de placer y dolor, como las mujeres que merecen la pena.

Ahora tengo una vida motociclista muy plena, con la 690 y la 749. Pero esta última me ha abierto las puertas a disfrutar de la carretera de verdad, de un modo que hacía mucho que no lo hacía.

Una Ducati es una máquina especial, incluso hoy en día, aunque es cierto que los modelos actuales distan mucho de ser lo exclusivo y diferente que fueron en su día otros.
Mi 749 no es una moto especialmente potente, ni falta que le hace. Juega con otros atractivos que a veces son difíciles de comprender para quien no ha disfrutado nunca de una máquina así.

Por ejemplo, el miércoles fui a recoger a mi hijo a la salida de la academia de inglés, porque le había prometido darle un paseo. Estaba parado en un semáforo, y a mi lado, un señor con un scooter de esos enormes y lujosos me dijo "es el nuevo modelo deportivo de Ducati, ¿no?". Jajjajajjajajjaja, reí para mis adentros. Sin duda, el tipo no sabía mucho de motos, pero su percepción de la belleza y lo moderno no le traicionaron en realidad.
Sin duda, aunque denostado por la grey, ignorante y zafia (y con poca formación y criterio, como es habitual), Pierre Terblanche hizo un diseño que ha superado con creces la prueba del paso del tiempo, y cuanto más años pasan, más gusta. Eso es loable. Es lo que ocurre cuando el arte triunfa, es lo que califica a lo bien hecho.
Cuando la saga 916-996-998 llegó a su fin, con la creación de la 999 (y 749) se dio un paso de gigante no sólo en el apartado estético, sino también en el técnico. La implantación de la electrónica por línea BUS por primera vez en una motocicleta, ergonomía regulable en una deportiva, inyectores por ducha, numerosas innovaciones en sus culatas para facilitar la combustión y el mantenimiento, y un sin fin de soluciones nunca vistas antes, hacen de ésta una motocicleta muy especial. Y ahora, catorce años después de su lanzamiento, estoy más convencido que nunca de su especial carácter, su único glamour, su diferente personalidad. Porque si algo tiene esta Ducati es que no sólo es diferente a cualquier otra deportiva, sino a cualquier otra Ducati, característica que, por cierto, es común con todos los demás diseños de Terblanche, que salvo el fiasco de las ST  (un jardín en el que Ducati nunca debió entrar, pero no me extenderé ahora sobre ese peliagudo asunto, que ya traté tiempo ha), sus otras creaciones fueron, y siguen siendo especiales y queridas, y en algún caso hasta soñadas, desde la MHe hasta las Sportclasic, pasando por Hypermotard, o aquella lejana y espectacular Supermono.
Pero la muchedumbre ducatista, reaccionaria como todo fanático marquista, no acogió con buenos ojos a un diseño tan rupturista, no fue capaz de comprender, de absorber, de asimilar lo que tenía delante. Sota, caballo y rey. No había más ojos que para la 998, cuya imagen llevaba casi doce años en boga, con sus aciertos, sí, pero también con graves deficiencias que pocos nombran, pero que a mí no me importa señalar: pillarte los pulgares al girar el manillar a tope, su insufrible postura de conducción, la desproporción entre el colín y el resto de la moto, su horrible accesibilidad mecánica para la más mínima tarea de manteniento, la fragilidad ante caídas, problemas de refrigeración, una fiabilidad en entredicho hasta el último modelo de 2001... Pero es cierto que en el mundo de la moto hubo un antes y un después de la 916 de Tamburini, no se puede negar, y le aplaudo por ello. Sencillamente es que la 999 es mejor. En todo.

Lo que vino después... bueno, Ducati se dejó influir por el surgimiento de un nuevo mundo de redes sociales y foros de opinión en internet. La sustituta de la saga XX9, en 2007, fue una vuelta atrás, un paso retrocediendo a lo que los ignorantes continuistas, lo que los conformistas, los aburridos seguidores del "que siga todo igual", quisieron que hubiera ocurrido en 2003. Claro, el problema no es que la 1098 fuera un diseño que naciera viejo de partida, sino que lo hiciera, además, con cinco años de retraso. Una máquina cuya única pieza realmente valiosa era el magnífico basculante, el mejor de toda la saga de deportivas de Ducati en toda su historia, el más bello... y el peor diseñado para montarlo y desmontarlo, como toda la moto. Fue un verdadero desastre en cuanto a diseño industrial, pero esas cosas el motociclista de a pie, el aficionado a pasear por las terrazas de la ciudad con su flamante mono Dainese y casco Arai, ni siquiera se plantea. Su ignorancia es total. Sólo aparecen quejas cuando la mano de obra aumenta abusivamente por cualquier reparación, derivado del tiempo perdido en ella.
Este retroceso, unido a una política caótica de precios y ofertas, promociones extrañas, motos que no rendían como debieran (sobre todo las 848), cansó a los aficionados.
Tuvo su contraparte con su sucesora, la 1199, AKA la Panigale. Una moto espectacular, con algunas soluciones técnicas curiosas, como la situación del amortiguador, o su culata Superquadro. Con un motor totalmente nuevo y no una mera evolución de lo que había antes (como viniera sucediendo desde 1988), la Panigale fue una revolución no sólo mecánica, sino estética, ajustándose a parámetros más convencionales, queriendo llegar a un público mayor, y sobre todo más juvenil. Aunque su ajaponesización fue criticada por muchos, lo cierto es que fue acogida con agrado. Para mí, la Ducati superbike menos Ducati de los últimos tiempos. Demasiados cambios, demasiadas renuncias a todo lo que Ducati siempre había sido desde su participación en campeonatos de superbikes, un gran varapalo al espíritu de lo que la hacía diferente, lo que daba su espíritu a estas deportivas únicas. Y todo ello coincidiendo con la venta de la marca a Audi.
Si hay algo que sabe hacer el grupo VAG es vender. Y si hay que darle la vuelta a un concepto en busca de mayores ventas, se le da. Si hay que hacer un bodrio como la Scrambler, se hace. Si hay que poner sobre la mesa cosas incomprensibles como una Multistrada Enduro, se pone; si queremos hacer una Monster que traicione todos los valores que iluminaron la idea de su creación, pues se tira por la borda todo lo hecho desde 1993. Al carajo. Quédense con sus modernos y plasticosos juguetes de finales de la década. Algunos, un pequeño reducto, amamos lo bien hecho.

Un par de paseos más largos con ella. Y hoy otro más, el tercero. Conociéndonos, aprendiendo a tratarnos. Ya no recuerdo cómo era mi vida con la 999. Pero es curioso que ya no me duele el cuello, ni la espalda, y las piernas se han acostumbrado a la postura encogida y retrasada, tan insufrible en recta a ritmo tranquilo, como adecuado y eficaz cuando se trata de trazar curvas.
Cuando hice mi primera ruta de más de 100 km me asusté un poco. Esta moto puede parecer muy extrema al principio (no deja de ser una superdeportiva) por postura y exigencia, pero la memoria muscular ha aflorado y la adaptación me ha costado menos de lo que esperaba.
El nuevo amortiguador es espectacular en su funcionamiento, los frenos tienen potencia de sobra y con un dedo me basta para detener y colocar la moto donde quiero; la potencia no asusta y es dócil aunque seria, y así sucesivamente con todo.

Un domingo soleado por la mañana es garantía de aglomeración en la Venta del Cruce de Santa Ana:


Muchas motos de diversa procedencia. Esta vez he visto más deportivas que en otras ocasiones, y también algunas caras conocidas, es inevitable tras tantos años visitando el lugar.
Las trazadas, las curvas mil veces repasadas, los puntos conflictivos, todos los secretos de esa carretera... todo eso me trae recuerdos fantásticos de mucho tiempo atrás. Y me gusta ver que sigo aquí, o ahí, según se mire. Disfrutando, viviéndolo, y contándolo.

A la vuelta, pasada Zalamea la Real, tiro por la carretera de Berrocal y enlazo hacia La Palma del Condado por una vía llena de mil curvas lentas y muy lentas, mientras recorro tramos con el río Tinto a la vista, un interesante puerto de montaña y mucho paisaje bonito. Es una carretera generalmente frecuentada por ciclistas, pero no por muchos motoristas, supongo que ahuyentados porque hay que trabajar: hay que moverse de un lado a otro, estar atento a los garrotes, a algunas trazadas que se cierran, a los frenos y al acelerador. Tenía, de hecho mis dudas sobre la eficacia o idoneidad de la 749 en ese ambiente de curvas de 3ª y 4ª a medio gas, y alguna de 2ª, porque estas Ducati están en su salsa en un terreno más abierto, donde dejarla correr en curvas amplias es parte de su ventaja y su especial modo de conducirlas. Pero me equivoqué. Como pez en el agua. No deja de sorprenderme esta rubia a la que estoy cogiendo mucho mucho mucho cariño.

Se hace querer. Le gusta gustar, y a mí que me guste. Jamás lo hubiera dicho, pero está superando con creces todo lo que yo había esperado de ella, ¡¡¡y lo mejor es que sólo estoy empezando a vislumbrar lo que tiene que ofrecerme!!!

Valverde

Lillo estaba teniendo problemas últimamente con su XT660, a la que está poniendo al límite de sus capacidades. A veces nuestras rutas trail se endurecen un poco, y no nos damos cuenta. Vamos a buenos ritmos... y no es lo mismo una KTM 690 que una Yamaha XT.
Ha tenido que cambiar una bieleta de la suspensión trasera para levantar la moto de atrás, y así no golpear el guardabarros con la rueda al hacer tope. Había roto dos guardabarros en muy poco tiempo. 
Ahora su moto está más levantada, y se ha vuelto más juguetona. El se anima fácil, y nos tenía preparada una ruta que... para empezar nos metimos en este berenjenal que parece salido de la selva virgen del Amazonas:



La idea era llegar a Pozuelo, una pequeña localidad aledaña de Valverde del Camino. Por aquella zona, cuna del enduro más auténtico, abunda lo montañoso, riachuelos sin fin, muchas cuestas, y buen terreno.
Estas imágenes parecen tomadas en los Alpes:


Se nos ve muy contentos, y es que lo estábamos pasando de fábula:


En Valverde decidimos desayunar, un poco tarde, casi a las doce del mediodía. Se ve que nos habíamos entretenido más de la cuenta, y las tostadas con buen jamón de la pata nos sentaron de lujo.
Decidimos a partir de ahí abortar el plan inicial de seguir hacia el Norte para llegar a Pozuelo, y en su lugar pensamos en tomar hacia Gibraleón, vía Fuente la Corcha, por una ruta muy divertida que está llena de curvas, buena tierra, muchos charcos muy largos que alguno nos lo pensamos bastante para atravesarlo...

Pero todo salió bien. Al final, el lavado de la moto pertinente con los comentarios oportunos, y deseando repetir estas experiencias.

¡Qué sensación de libertad, de volar, de placer!

martes, 7 de marzo de 2017

Jólins

Bendito walapó.
El que busca, encuentra. La ocasión la pintan calva. El tren pasa sólo una vez. Etcétera y tal. Aplíquense todos los tópicos que vienen al caso, y de repente apareció una de las mejores chuches que todo fanático de lo exquisito quiere para su macchina. 
Y no es que el amortiguador Showa sea malo del todo (que no lo es, funciona dignamente) pero tiene sus carencias cuando uno adquiere cierto paladar. Es mejor que lo que monta cualquier moto japonesa de la época, pero cuando se cruza un bomboncito, hay que aprovechar para aquilatar y poco a poco convertir lo bueno en lo mejor, y después en lo superior.

Aquí tenemos a la rubia en el potro de tortura, apoyada sobre dos borriquetas que la sujetan a través de una vara que atraviesa por dentro del eje hueco del basculante, para poder dejar el basculante sin apoyo alguno. No es estrictamente necesario desmontar la rueda, pero lo hicimos por consejo del jefe del Monkey Road Workshop: hay que quitar todo lo que pueda molestar, y mejor así para mover el basculante.
Se retira la estribera izquierda para acceder al hueco donde va alojado el tornillo que sujeta tanto el tirante de reacción del sistema de progresividad como al propio amortiguador. Tanto este tornillo como el que coge al amortiguador por arriba son de fácil acceso y salen sin problemas, todo muy accesible y limpio, producto de un diseño que, no me cansaré de decirlo, es espectacular y queda bien explicado en el libro de Alan Cathcart sobre la historia de la idea y fabricación de esta moto, desde el punto de vista de su diseñador, Pierre Terblance (que por supuesto atesoro como oro en paño desde el año 2004):


En la siguiente instantánea, nos deleitamos con la imagen de la pinza Brembo en primer plano, flotante, el monolítico basculante heredado de las 999R que ganará varias veces el Campeonato del Mundo de Superbikes, el conjunto tirante-amortiguador ligeramente desplazado a la izquierda, y los colectores de 54 mm de diámetro Termiñoni:



Todo pensado para desmontar y montar fácil y rápido.
El Showa sale sin quejarse, y aprovecho la ocasión para inmortalizar el momento junto a su sustituto de origen sueco. Parecen la misma cosa, pero no lo son:



Una vista del conjunto oscilante trasero desprovisto de elemento amortiguante:



La operación prosigue y casi finaliza en pocos minutos, así de fácil es y ha sido. Sólo a falta de meter el par de apriete con la dinamométrica, a 42 nm ambos tornillos, y después la tuerca del basculante cuando bajemos la moto y saquemos la varilla que hemos usado para apoyar en las borriquetas (a 72 nm), sin olvidarnos de dar el correspondiente apretón a 180 nm para el eje de la rueda trasera.



Tornillo inferior:



El de arriba:



¡Trabajo finalizado!



Sólo queda probar en carretera, cosa que estoy deseando, para ajustar si ha lugar los reglajes que he puesto como recomienda el manual de la moto.

Una operación más sencilla de lo que parece, que apenas ha necesitado de un par de llaves allen de 6 y 8 mm, y si uno quiere hacer las cosas perfectas, la dinamométrica.

lunes, 6 de marzo de 2017

alternativas

El problema es que hemos recibido una educación culturalmente tendenciosa. Pero no me malinterpreten, eh. Tal cosa es inevitable. Quiero decir que somos lo que somos en gran parte porque estamos influidos por lo que nos rodea, aunque no queramos. 
Por tanto, en Occidente, ya desde muy pequeñitos, se nos instruye en el bien y el mal, lo que es correcto y lo que no. A partir de ahí, en función de unos valores socialmente aceptados, se construye toda nuestra vida, nuestro edificio de pensamiento, nuestros límites, expectativas, ajustamos nuestro comportamiento, valoramos a los demás, los juzgamos y nos juzgamos.

Ah, el bien y el mal, esa cuestión tan interesante. Pocos son los que se paran a pensar en ello, en el porqué. ¿Por qué se dice que algo es bueno o es malo? ¿Quién lo decide? ¿Por qué lo aceptamos? ¿Qué causas y consecuencias tiene el tratar un hecho como benigno o maligno?

Y es que hay que ver la manía de etiquetarlo y encasillarlo todo. Incluso hay hechos, conductas, incluso objetos y fenómenos atmosféricos, que tachamos de bueno y malos. ¿No es interesante? 

A mí, desde la temprana adolescencia, me entró una gran curiosidad sobre este asunto, aunque en mis estudios filosóficos del instituto no se profundizó gran cosa. Lo poco que sé de filosofía lo he aprendido mucho más tarde, leyendo e investigando por mi cuenta. Me gusta, o mejor dicho, me gustaba.

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Pero la cosa es que muy pronto llegué a una conclusión que estaba ahí, delante de mis propios ojos, y no me costó mucho trabajo ni tiempo. Descubrí también, lógicamente, que antes que yo, y durante miles de años, este dilema había sido objeto de estudio por mis antecesores humanos.

El Bien y el Mal (filosofía e imágenes)

Tan sencillo como eso. El mal y el bien no existen per se, sino únicamente en cuanto que hay una mente humana para señalarlo, y siempre en función de una subjetividad plena.

En la naturaleza no existe esa dicotomía, y yo, que con el tiempo me he ido convirtiendo en un ser lo más naturalista posible, he estudiado el fenómeno no sin cierta profundidad, con conclusiones tan fenomenales como, valga la redundancia, concluyentes.

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Leí lo que muchos filósofos que me precedieron tuvieron que decir sobre el bien y el mal, desde Platón hasta San Agustín, Krisnamurti, Buda, Perogrullo... Pero encontré fallidos sus intentos porque, en su mayoría, estaban basados en la educación que habían recibido. Estaban condicionados por sus dioses, los dioses que habían heredado y que apenas se cuestionaban, llegando a ideas que eran tan subjetivas como inválidas para mí.
No fue hasta autores más modernos, despojados en parte de ese lastre religioso o moral, gente como Kierkegaard, Nietzsche, y afines, en que empecé a encontrarme más a gusto.

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Y yo, que me crié en el seno de una familia profundamente religiosa, creyente y practicante, me alejé de aquello. Todo me pareció, de repente, totalmente artificial, creación humana, alejado de lo verdadero. Lo verdadero es lo natural, lo que puedo ver y tocar en lo que me rodea. 
Y surgen analogías y problemas ficticios que sirven para comprender. Por ejemplo, imaginemos un planeta Tierra en el que no hubiera seres humanos, y en el que se produce un terremoto que destruye media península ibérica, provocando un tsunami que arrasa con Europa casi al completo. ¿Podríamos tildar tal suceso de malo? Si no hay ningún ser humano que lo sufra o lo perciba, que lo vea o certifique, ¿tiene sentido hablar de que ello es malo o bueno? Y entonces, ¿qué cambia con la presencia del observador?

Quizá, he pensado, sería mejor vivir en un cuento en que los virtuosos eran recompensados y los pecadores castigados, incluso si los criterios de virtud y pecado se le escapaban, que vivir en una realidad donde no había ninguna justicia en absoluto.

No espero justicia en este mundo, porque no creo en el bien y el mal. ¿Eso es triste o terrible? Me atormenta a veces, es lo que hay, pero tampoco puedo hacer nada por cambiarlo. Por tanto, solo me queda aceptarlo.

domingo, 5 de marzo de 2017

La expectativa

Expectativa, oh, sí.
Salgo con el coche lleno de aparejo, conduzco hacia la playa mirando al cielo de reojo. Hay nubes que se mueven muy rápido, unas grises, otras más oscuras, algún claro en lontananza. Ahora no llueve, pero puede descargar en cualquier momento.
Todo es nervio y prisa, como si el viento fuera a desaparecer o yo a dejar de disfrutar por navegar un par de minutos menos.
Un coche guiado por un señor anciano me lleva más despacio de lo que yo quisiera... paciencia, calma, el mar no se va a ir.
Por fin llego al spot elegido, bajo a la arena a paso ligero a valorar las condiciones. Ummmmm, la cosa está buena: viento constante, dirección idónea, poca gente, marea en su punto dulce. Maravilloso.

Montar la cometa de 8 metros se hace en un suspiro, y ahora viene el proceso de enfundarse el neopreno, recoger todo bien, ver qué hago con la llave del coche...

Es un privilegio y una rareza navegar en nuestra playa con un kite pequeño. La FX de 8m es poco potente, tira como una 7 normal, y eso con un twint tip significa muuuuucho viento.... o que yo he mejorado mucho mis habilidades (como dice el maestro, le voy pesando menos al kite). Será que hace mucho viento, entre 25 y 30 nudos.

Veo la zona de mar abierto, al fondo, muy embravecida. Me quedo por los bajos, jugando a saltar y a dar alguna voltereta. Con mucho cuidado, porque las cometas pequeñas son rápidas y hay que acostumbrarse.

Voy a probar mar adentro, enormes olas, más de dos metros, y algunas series de tres metros. Las espumas las salto sin problema (menos mal que no vine strapless hoy), y al fondo la cosa es muy seria. Me da un poco de yuyu porque donde estoy ahora no hay nadie más. Veo algún windsurfer a mi altura, los máquinas que tiran forward loops...  me pego una surfeada gloriosa que me lleva hasta el chiringuito Fashion, eso es muy lejos derivando, pero es que uno empieza a surfear (y las olas son tan grandes que lo puedo hacer con el twintip sin ningún problema, dejando que la cometa haga drift de manera natural) y sigue, sigue, sigue...

Un par de buenas ceñidas para volver al sitio, otra buena sesión de saltos, algunos bastante altos. Me encuentro gritando de euforia. Adrenalina, emoción, alegría.

Después de casi cinco años, sigo emocionándome. Esto es fantástico. Sigo progresando, aprendiendo, luchando y viendo recompensa al esfuerzo, a la dedicación. Pero no pienso en esos conceptos remuneratorios, sino en el disfrute, en la vida que da. Como dice el maestro Luiky: PURA VIDA.

Cuidado ahí, una gran nube negra que tenemos casi encima. Enfilo hacia la orilla, ya está bien, más de dos horas sin parar son suficientes después de tantas semanas sin navegar.

Un día para enmarcar.

Gracias, océano.

sábado, 4 de marzo de 2017

cita:

Los sentidos se deleitan con las cosas que tienen las proporciones correctas.

Santo Tomás de Aquino

miércoles, 1 de marzo de 2017

Reentrada

Van varias semanas sin mojarme en el mar. Uno le acaba cogiendo gusto al agua salada, incluso en invierno, y cuando pasan tantos y tantos días sin viento... algo te falta.

Pero el hombre es un animal de costumbres, y también de fácil adaptación a todo. A todo se acostumbra uno, dicen. Hasta a la sequía de viento, añado.

Hoy no he podido más, y me he lanzado en una apuesta para una tarde de very low wind, en la que lo he peleado, y se ha hecho lo que se ha podido.


A estas navegadas se le llaman "quitamonos". No es realmente navegar, sino una pugna constante por no derivar y poder, al menos, arribar al punto de salida en la orilla, mientras se intenta aprovechar al máximo el escaso componente eólico, esquivar la corriente omnipresente en los primeros metros de orilla, etc.
Hoy escogí el skimmy, juguetito que me gusta mucho y que me aporta satisfacciones incomparables, buenas sensaciones, y es una escuela fantástica para el equilibrio y el manejo de los pies.

La puesta de sol ha sido bella, con un cielo despejadísimo, y me ha regalado esta imagen instantaneizada con colores fidedignos y sin filtros:



Es tiempo ya de volver a montar el hidrofoil y comenzar a aprovechar los térmicos de nuestra costa, con la idea de llegar al verano bien preparado técnicamente. Mientras tanto, sigo disfrutando estas tardes en soledad, momentos fantásticos y únicos que no quiero desaprovechar...