jueves, 31 de marzo de 2016

light wind kites

Pronto me dí cuenta de que, viviendo donde vivo, y pasando el verano donde lo paso, si quería navegar en primavera y sobre todo en verano, es necesario tener una cometa específica para vientos flojos. 
Lo primero es determinar qué se debe entender por vientos flojos (light o low wind, en adelante LW). Para mis circunstancias personales, y entretanto no sea yo poseedor de un hidrofoil, es decir, usando tablas más normales, generalmente surfboard con volumen, skim o retrofish, las pretensiones son poder navegar con garantías de ganar barlovento a partir de unos 9-10 nudos. Mi experiencia por debajo de esa línea roja es que es una lucha demasiado cruenta, y a menudo estéril, en la que finalmente sólo conseguiré frustación y desesperación. Mejor dedicarse a tomar birras en el chiringuito, dar un paseo en catamarán, o si hay algo de ola jugar con un SUP de alquiler.

La cometa con la que entré en el universo LW fue una Cabrinha Velocity 16m 2013 que el Gurú del Viento me dejó probar. En unión de mi Liquid Force Fish me hizo ver la luz en un santiamén. Enseguida quise tener algo así, pero su alto precio me echaba para atrás. No obstante, quien la sigue, la consigue, y en pocos meses compré a buen precio una Cabrinha Crossbow LW 16m 2012 con su barra. 

Velocity 2013

La cometa que me guió y enseñó todo sobre LW

A pesar de haber un año de diferencia entre ambos modelos, las diferencias eran algo más que una simple evolución, pues la Crossbow es un kite más freeride, más usable en su concepto de diseño, y la Velocity en realidad es una derivación hacia la competición: materiales más ligeros, un poco más potente, y giraba mejor gracias a esa mayor ligereza. También la Velocity va unida a una barra con un sistema de depower a base de poleas y con trincadriza, con desmultiplicación 2:1, y su anchura es de 65 cm, por los 60 cm de la Crossbow. 
Ambas cometas tienen una construcción de cinco costillas y diseño de high aspect ratio (alargada y estrecha), generan bastante potencia, son buenas ceñidoras, y aunque ambas son del tipo de cometa de "park and go", la Velocity tiene mayor velocidad de giro. En cuanto al relanzamiento, jamás tuve que hacerlo porque nunca he estrellado ninguna de ellas, pero temo que puede ser el punto débil de estas pandorgas. 
A la barra de mi Crossbow le hice un tuneo convirtiendo su sistema de depower típico de cincha 1:1 a uno similar a la barra de la Velocity, con poleas y trincadriza, que me permitía mucho más freno si el viento subía. Desde mi punto de vista, una cometa tan potente como esa me podía meter en un brete si el viento subía o racheaba de 12 a 16 ó más nudos...

El tiempo pasaba, y el mundo LW se revolucionaba, aunque sólo el Hombre que Susurra a las Cometas y yo eramos los únicos que disfrutábamos de sus mieles. Cuando Cabrinha puso a la venta la nueva Contra 2014, supuso una revolución para muchos. Y también para mí. 

Contra 2014, marcó la diferencia.
Una tarde típica, en primavera, la probé, y pude comparar, vis a vis, con la Crossbow. De repente, mi adorada y hasta entonces magnífica cometa que tantas y tantas tardes de gloria me había ofrecido, se convirtió en el patito feo: la Contra 15m 2014 era más potente, más rápida, más ligera, saltaba más, se relanzaba de maravilla, y tenía mucho más depower que la Crossbow. 
No obstante, como enemigo de la obsolescencia que me precio ser, seguí luchando con mi cometa de introducción a esta categoría de la navegación, frente a toda una hornada de nuevos kiteros que sucumbieron a las mieles de la Contra. 
Aguanté un año más, pues era capaz de sacar buen rendimiento con el aumento de mi pericia y el uso de juguetes de todo tipo, sobre todo el skim y el fish, que son el complemento ideal para estas lides.
Mientras tanto, gracias a las labores de mi Maestro y compañero de fatigas de vientos ligeros, pude probar otras cometas del ramo.
Por mis manos pasó la Velocity 18m 2015, en un llamativo color rojo: una bestia considerable, lo más potente que ha pasado por mis manos, una auténtica máquina de competición hecha para correr en línea recta a toda velocidad. Con ella conseguí volver al sitio un día con unos 6 nudos a bordo de mi Phenom 5'11. Impresionante. Pero adolecía de los mismos defectos que las otras Velocity y mi Crossbow: lenta de giro, mucha presión en la barra. No es una cometa de freeride ni tampoco para inexpertos.

Velocity 2015

Durante el verano pasado pude dar el paso de adquirir, por fin, una Contra 15 m 2015, mi actual kite de LW, del cual estoy enamorado. También probé los modelos de 17m, tanto 2014 como 2015, y realmente no me gustaron: bastante más lentas en comparación, menos rango por arriba, y gano muy poco por abajo. La Contra 15m 2015 me parece un kite fantástico por lo ya dicho: es potente, rápida, se relanza fácil, y tiene una  presión en barra correcta, sin ocasionar la tendinitis crónica que mantuve durante todo el tiempo que manejé la Crossbow y la Switchblade 2013. Con ella todo es fácil y seguro, y la he utilizado con éxito hasta 17 ó 18 nudos. Muy polivalente, se puede surfear con ella porque tiene mucho drift, y hace kiteloops con gran facilidad. Manejarla con un twintip requiere un periodo de adaptación, y exije un sobreesfuerzo a  la pierna trasera, pero una vez que le coges el punto, puedes saltar con kiteloops, hacer giros radicales y gozar de lo lindo.

Contra 2015, la mía.
No obstante, soy de la idea de que este tipo de kites, por el efecto del abrumador viento aparente que crea, acaba tirando mucho en el centro de la ventana, en dirección downwind, y son más adecuadas las tablas con las que te puedes oponer a este efecto más fácilmente, como los skims, tablas de surf y similares.
Recientemente he tenido la ocasión de probar una Contra 15m 2016, y tengo que decir que no me ha gustado tanto. Quizá la barra ha tenido algo que ver, pues se trataba de una barra fija de 55cm, pero me pareció más lenta y no tan potente como la mía, cosa rara.

Contra 2016, muy chula.

También pude testear en varias ocasiones la Slingshot Turbine 2014, de 17m. Es una cometa muy diferente a la Contra, un poco más de la vieja escuela del LW, hecha para "park and go", lenta y muy potente, con una construcción que enamora, pues se ve bien hecha y es, además, muy ligera, lo que le permite volar y mantenerse en el aire sin siquiera dudar, desde los 5-6 nudos. El Maestro ha dado varios cursos con ella con vientos ínfimos, algo del todo surrealista. Esta cometa, con su respectiva barra, genera mucha potencia, y se nota muy ligera en todo momento. Tiene poca presión en las manos, pero la barra hace cosas raras, se mueve un poco inestablemente, y la cometa tiende a caer hacia abajo mientras navegas, por lo que hay que estar un poco atento. No transmite mucha información por lo comentado de la inestabilidad y poca presión, y cuesta un poco hacerla girar. Es una buena opción si eres una persona pesada y comodona que no le gusta mucho mover la cometa.

Slingshot Turbine
En estas cosas, como casi todo en la vida, es cuestión de prioridades y compromisos. La cometa perfecta no existe, y lo que ganas por un lado lo pierdes por otro, está claro. Y con este pequeño y perogrullesco interludio paso a hablar de la última que he probado: la Ozone Zephyr. 
Ozone, con esta cometa, fue la avanzadilla de las LW tras muchos años desaparecidas. En los albores del kitesurf también hubo cometas de 16, 18 y más metros, pero eran unos monstruos tipo C, peligrosas, ingobernables y traicioneras si el viento subía un poco. Por eso se abandonaron. Pero el desarrollo de las cometas tipo bow, y la experimentación con formatos híbridos y nuevas barras, ha permitido una práctica más segura y fácil.

Ozone Zephyr
La Zephyr del 2015 es una cometa de 17 metros de cinco costillas, con una forma que recuerda mucho a la Slingshot Rally o la Turbine, pero es muy diferente en su comportamiento. Supongo que el bridaje sin poleas, un diseño tipo C abierta, no tan plana como aquellas, marca la diferencia. A pesar de su enorme superficie vélica, en el aire no parece tan grande, juraría que es más pequeña, y realmente no genera excesiva potencia. Hay que moverla para que sintamos su fuerza. La cogí con unos 12-14 nudos, y en igualdad de condiciones, con mi Contra 15m ya iría bien potenciado de sobra, pero la Zephyr tuve que moverla bastante, y me daba la impresión de que iba atrancado y no arrancaba a planear eficazmente. Quizá fue cosa de adaptación. Con el paso de los minutos fui acostumbrándome al taco de la barra, muy diferente a las Cabrinha: esta Ozone tira más de las líneas delanteras, transmitiendo toda la potencia a través del arnés y dejando poco feeling en la barra, no tan ligera como la Turbine, aunque más estable en sensaciones. Me gustó que su recorrido de depower es bastante corto, con poco que sueltes barra despotencia una barbaridad, con lo que llegamos a la segunda gran diferencia con las demás cometas LW: su rango. Estuve navegando hasta los 18-20 nudos posiblemente, bastante viento para una cometa de este tipo, y fui cómodo, incluso disfrutando mucho. De hecho, la solté y cogí mi Switchblade de 12 metros y la tuve que frenar, y la notaba más potente que la Zephyr.
No entiendo muy bien el concepto de esta Ozone, pues es muy poco potente abajo. Se mueve bien para su tamaño, quizá la más rápida entre las mayores de 15m, pero sus prestaciones dejan bastante que desear en cuanto al rango por debajo de 12 nudos, que es el que se supone que tiene que abarcar. Quizá la pruebe otra vez para aclararme un poco.

En resumen, es impepinable que en las costas de Huelva, en las que las brisas térmicas son una constante desde la primavera hasta finales del verano, sepamos aprovechar estas condiciones con un ala de este tipo. Mi consejo es que probéis para elegir con tiento, y que os déis un tiempo para acostumbraros a su tirón y su forma de maniobrar que no tiene nada que ver con las cometas normales, aunque... ¿cuáles son las cometas normales?
¿Ein?

Spring boost

Ya la tenemos encima, hemos entrado de lleno. Durante el día, al sol, uno podría estar en manga corta, y un día como el de ayer, casi rayano en el mes de abril, un miércoles cualquiera, propició una navegada de las que tardan en olvidarse.


Más de tres horas en el agua, con tres cometas diferentes, durante las que pude extraer todo el jugo a unas condiciones cambiantes que fueron de menos a más, y pude explorar diversos tipos de navegación y de diversión. 


A pesar del reciente cambio al horario de verano, casi se nos hizo de noche, lo que propició alguna bella instantánea con motivo del sunset, típicas en la zona.



El maestro Lolo me prestó gentilmente una Ozone Zephir 17 para aprovechar los iniciales momentos de baja intensidad de viento. Un kite muy distinto a la Cabrinha Contra 15 a la que estoy muy acostumbrado. La Ozone tiene una forma de tirar muy distinta, tiende a colocarse más al borde de la ventana, lo que facilita la ceñida en esas condiciones de low wind, pero también la hace menos potente. 
Me llevó un buen rato acostumbrarme a su entrega de potencia, con un tacto de barra menos directo, aunque me gustó mucho su depower y su extensísimo rango. Es rápida para su tamaño, tanto, que entre ese dato, y que no es muy potente, me hace dudar de que realmente tenga una superficie de 17 metros cuadrados. 
Buena construcción, aunque su diseño de cinco costillas y los materiales empleados la hace quizá un poco pesada para el concepto de cometa de que se trata.

la búsqueda

Mi trayectoria al volante de una lata comenzó allá por enero de 1990. Con un permiso B1 recién salido del horno, enseguida pusé mi culo sobre el asiento delantero izquierdo de un Seat Fura Crono (“Vuela bajo” decía la publicidad). Considerado un deportivo por la marca fabricante, era la versión poorman de un GTI a la española.
¡Acojonante!

Ese pequeño pero cómodo vehículo de 1400 cc y 75 cv me encantaba. Alternaba su uso con un Volvo 340 que montaba un motor Renault de 1700 cc a gasolina. Este sueco era un tiesto de mucho cuidado, también tremendamente comodón, pero su propulsión trasera daba más de un susto en cuanto caían cuatro gotas, y jamás llegó a funcionar correctamente el aire acondicionado, amén de algunos problemas con los frenos y la bomba de vacío. Yo amaba el pequeño Seat tanto como odiaba el Volvo, que además era horriblemente feo y anodino, el vivo ejemplo de un diseño y un comportamiento que no podría emocionar jamás a nadie con la más mínima sensibilidad.
Igualito al que pasó por mis manos. Feo y malo.

Mi adorado Fura fue entregado para dar paso a un Citroën ZX Volcane, el GTI de los franceses, que para ser francés tenía un diseño mínimamente aceptable según los cánones imperantes en aquellos tiempos. Su motor a inyección de 1900 cc y 130 cv, una suspensión adecuada, y los acabados interiores, estaban a un nivel muy diferente a los antecesores que habían poblado hasta entonces el establo familiar.

Por aquellos tiempos, mi padre acababa de reventar, por puro kilometraje, y también por falta de calidad de fabricación, un Peugeot 505 GTD Turbo al que jamás pudieron solucionar las pérdidas de aceite que dejaron una eterna mancha en el suelo del garaje. Una serie de averías consecutivas acabaron con la más grave, la rotura del turbo subiendo la cuesta de Sanlúcar la Mayor.
Gastón y malo, muy malo, problemas por doquier.

Mientras tanto, el ZX, que fue el coche más deportivo que había pasado por mis manos, cercano a los 100.000 km, tuvo todo tipo de fallos e inconveniencias: motores de ventanillas, aire acondicionado, dirección, centralita, y un consumo hiperbólico de aceite de un litro cada 1000 km (que la marca consideraba normal y se negó nunca a justificar) que acabó con el levantamiento de la culata y el cambio de los retenes de las válvulas, que estaban cristalizados, agrietados y rotos, lo que costó 100.000 pesetas. Automáticamente ese coche fue desaparecido de nuestro hogar a cambio de un Seat Ibiza sdi, que a la postre ha sido el mejor, más longevo y fiable vehículo que ha pasado por mis manos, con un motor cuya tecnología pertenecía a una era superada décadas atrás, pero que cumplía sobradamente su cometido a pesar de los 65 cv.

Cuando empezó mi vida laboral, mi primer coche propio fue un Ibiza tdi 110, algo excitante para entonces, un motor con mucho par que movía con alegría la carrocería. Recuerdo que gastaba poco y corría mucho, pero fue incapaz de aguantar mis continuas idas y venidas de Huelva a Sevilla y viceversa. Dos caudalímetros y un turbo más tarde, con sólo 65.000 km, y con mi primogénito en ciernes, pasé a un Renault Megane Break dti, otro de esos coches cómodos y anodinos, poco prestacional, que prestó un buen servicio hasta que comenzaron los problemas uno detrás de otro: elevalunas, luces fundidas, amortiguadores, alternador, y finalmente gripaje de la bomba de agua. Esta última avería tuvo miga, porque la bomba se movía merced a un engranaje que lo conectaba con el árbol de levas… lo que supuso la parada en seco de la distribución con el coche lanzado a 120 por la autovía. Imaginen el desaguisado. Se reparó y un par de meses más tarde, cuando el aire acondicionado también decidió pasar a mejor vida, lo entregamos para poner a nuestro nombre un Seat Altea XL con motor tdi de dos litros y 140 cv.

Maletero enooorme, estética atroz. Economía al poder.

El interior ya era obsoleto y simplemente feo y malo cuando salió al mercado...

El Altea, otro nivel. Este producto de la nueva era de Seat, fue un coche bastante satisfactorio: era cómodo, corría mucho, gastaba poco, tenía un motor buenísimo y mucho espacio interior, no llamaba la atención y cumplía su cometido a la perfección. Hasta que un grenlim decidió hacer su aparición. Menos mal que lo hizo en periodo de garantía. Se encendían testigos en medio de pitidos y avisos sonoros de todo tipo; se ponía en modo de protección y no dejaba al coche subir de revoluciones ni de velocidad; se paraba y no arrancaba hasta pasados 40 minutos; dejaba de funcionar ABS, control de tracción, ESP… Una pesadilla que el taller oficial jamás fue capaz de solucionar, y me tuvo tres años y medio tirando de coche de sustitución, normalmente un Ibiza de tres cilindros, hasta que dijimos “basta”, y hartos de la incompetencia y falta de profesionalidad de Huelva Motor, lo entregamos para adquirir un sustituto que nos trasmitiera más tranquilidad: el actual VW Touran 1.6 tdi, con cambio DSG.
Me gustaba. Una pena de electrónica, el mal de nuestra época.

El Touran, ese coche cuyo diseño jamás emocionará, pero precisamente es esa cualidad lo que posiblemente lo haga tan aceptado entre cierto público. Su cuadrado aspecto exterior lo hace muy habitable y permite un maletero tremendo. Cómodo, seguro, fácil. Me gusta, a mi limitador le gusta, a los niños les gusta. Y por fin, durante miles de km encontramos la tranquilidad, la calma, algo tan necesario en la vida familiar. Porque un coche que se avería, que no da seguridad, es una pesadilla, te mina la moral, te rompe los planes, revienta proyectos, acaba con los nervios del más templado.
Práctico, eficaz, familiar a tope. 

La paz era en nosotros… hasta que con 93.000 km y cuatro años recién cumplidos, algo llamado “mecatrónica” hace que el cambio automático de doble embrague deje de funcionar. Bueno, es cierto que ha establecido un récord. Pero no es menos cierto que es verdaderamente penoso que no haya sido capaz de dar con un vehículo utilitario que sea algo, mínimamente, fiable. Allí lo he dejado, en el taller de Huelvawagen, donde conseguí llegar de milagro a baja velocidad, con mucho tiento con el acelerador, mientras las marchas saltaban, se salían, y parpadeaba insistentemente algún testigo en el cuadro.

Cuando lo compramos, y viendo la trayectoria que habíamos seguido (la experiencia es un grado), acordamos una extensión de garantía de tres años, cinco en total, que es lo que nos va a salvar, a pesar de que la avería es común en ese tipo de cambio automático y reconocido por la marca. Mientras tanto, nos han dejado un vehículo de sustitución. Yo rezaba porque no fuera un Polo de tres cilindros, pero me alegré mucho cuando vi que no, que se trataba de un Passat. Algo es algo.

¿Mi otro coche? Bueno, el otro acaba de cumplir ocho años sin el más mínimo atisbo de problema. Pero sólo tiene 50.000 km, que no suponen nada para su V6 de 3500 cc. Lleva una vida reposada, y aunque lo he estrujado alegremente varias veces, incluso en circuito, jamás se ha quejado y siempre ha rendido al máximo nivel, o al menos tal y como yo esperaba de él. Supongo que le quedan mucho años conmigo, dada su edad y su pertenencia a un nicho pequeño en el que la compraventa y el valor son conceptos muy volátiles.

¿Qué me deparará el futuro? ¿Seré capaz de encontrar un vehículo que satisfaga mis necesidades, con la necesaria y mínima fiabilidad? ¿Existe tal cosa?

Aún me quedan muchas marcas por probar. Por mi casa no han pasado ni americanos ni japoneses, aunque eso no quiere decir nada. La experiencia me dice que lamentablemente es más cuestión de suerte que otra cosa, y que ningún fabricante tiene la panacea de la seguridad total. Por suerte, soy joven y creo que me quedan mucho años de conducir por delante... seguiremos buscando y probando.

viernes, 25 de marzo de 2016

que nadie vaya a llorá

Bellísimo. Confieso que la emoción ha sido en mí, y tres veces lo he tenido que ver hasta que he logrado tranquilizarme.


miércoles, 23 de marzo de 2016

hardtrail, el video

Esta vez la cámara la llevaba el otro. También se encargó de la edición, en cuyo transcurso perdió calidad. Pero lo interesante, que es el espíritu de la ruta, y los parajes y caminos que pueblan nuestra tierra, se mantienen intactos y dignos de ver.


lunes, 21 de marzo de 2016

hardtrail preprimaveral

El miedo es libre, y el agua asusta. Contra eso, llegada una cierta edad, es difícil luchar.
La reeducación, sin voluntad por parte del sujeto, y más si implica de salir de la zona de confort, es algo muy complicado. 
Últimamente, el grupo de wasap de los traileros echa humo. Hemos tenido una incorporación múltiple desde una ruta que convocó Zanzon. Aún así, cuesta trabajo mover a la gente si el clima amenaza con demasiado calor, polvo, frío o agua, los enemigos naturales del motociclista.
Está claro, uno hace estas cosas para disfrutar, y si piensa que vas a sufrir, mejor quedarte en casa...


De los cinco que estábamos apuntados a priori, finalmente sólo quedamos dos. El incombustible Antuán, sin duda alma máter del grupo, principal animador y creador de rutas, él no podía faltar. De modo que entre los dos confeccionamos un track más que entretenido.
Lo pasamos bastante mal, como se puede apreciar en la siguiente instantánea:


En todo el día nos llovió durante más o menos un minuto. Un sol radiante y primaveral, y ausencia de frío, fue la tónica general de la mañana. 
Algunos tramos con barro, pero muy llevadero, y charcos o riachuelos que hacían nuestras delicias. Jugamos como lo que somos: niños con juguetes caros:



Alguna parada para comentar paisajes, pasos técnicos, o simplemente echar un pitillo y unas risas:


La inexplorada ruta Murdockiana 2015 nos prestó un tramo bello, simpático, delicioso. A Antuán le encantó, pero él qué va a decir: le mola el endutrail tanto como a mí, y no se arredra ante nada. Claro, es fácil hablar así cuando uno lleva una máquina tan fantástica como las nuestras:





Un tramo de verdadera adenalina, con rectas en las que sacar provecho de la caballería de las LC4, y en las que era más fácil pasar a una rueda a gran velocidad sobre los charcos, que esquivarlos:


La parte final nos llevó a cruzar una vez más el Tinto, algo que ya carece de secretos para nosotros:


Ahora toca plasmar uno de los momentos más esperados de toda ruta, el desayuno, ocasión propicia para todo tipo de comentarios sobre divino y humano, críticas hacia los que no vinieron, alabanzas a las motos, y la ingesta de cosas propias de la tierra para reponer energías y prepararnos para lo venidero:

Contemplo embelesado mi montura


Pronto llegará el calor, el polvo, la sequedad, y con ellos la prohibición, como cada año. ¿Cuántas rutas tan divertidas como esta última quedarán?

El libro del día del juicio final (Doomsday book)

Connie Willis nos trae esta novela histórica, con la excusa de la posibilidad de una máquina del tiempo que permite viajar al pasado, que en 1992 ganó el Nebula, y el 1993 los premios Hugo y Locus. Los tres. Toma ya.

Tamaña hazaña no es moco de pavo.


Pero no sé, la verdad. Es de estos libros en los que la ciencia ficción es una excusa, un medio demasiado instrumental, algo que está, que aparece en la trama, pero que igual se podía haber escrito sin su intervención. Y me pregunto seriamente qué habría pasado si esta novela hubiera sido simplemente la narración del impacto de la peste en la Inglaterra del siglo XIV. Con toda seguridad hubiera pasado totalmente desapercibida, ignorada.
Pero, bueno, es que no es sólo eso. Se combina con la aparición de otra plaga en el presente (en realidad es en el futuro del año 2050), una gripe terrible por su contundencia y rapidez de expansión.
Tenemos entonces la comparación de dos épocas, y el tratamiento que se da a las enfermedades en ambas, enfermedades muy graves capaces de diezmar la población. Y ahí es donde está quizá lo curioso de esta novela, el compaginar y desarrollar en una trama paralela cómo los personajes se enfrentan, cada uno con los medios de que dispone, a problemas similares.
Grandes diferencias, claro, no sólo técnicas, sino también mentales, evolución de la cultura, del pensamiento. Claro, lo primero no podría haber sido sin lo segundo, pues es la evolución mental lo que lleva a la tecnológica, aunque se puede notar que en el 2050, igual que pasa hoy día, aún queda mucha gente que sigue pensando como en 1348...

Otorgar esos tres premios a este libro es, sin duda, excesivo. Siempre bajo mi punto de vista. Debió coincidir una ausencia de buenos trabajos en ese momento, o algo así.

De todos modos, la palabra enganchar no es adecuada hasta las páginas finales, pero sí entretiene, sobre todo la parte dedicada a la Edad Media, no tanto a la contemporánea.

Si les gusta el tema, adelante, es casi seguro que echarán un buen rato. Pero si lo que les mola es la ciencia ficción dura, este no es su libro. Lo tengo claro.

miércoles, 9 de marzo de 2016

tres 690R en el sendero

Eso mismo, no hay más. Tres amigos, tres motos, unos senderos entre pinos. Sudor sin sangre, café, agua, risas y disfrute. No hay más.

Para muestra, un botón con música de esa banda increíble, The Smashing Pumpkins, con un desconocido tema para la mayoría, magnífico desfase de guitarras que se acoplan y desacoplan en armonía, llamado "Starla":


domingo, 6 de marzo de 2016

No siempre

El aficionado a los deportes de vela, tan dependientes de las condiciones meteorólogicas, sufrimos diversos incovenientes. 
Otra vez fui hoy a Matalascañas, en busca de ese Noroeste frío, demoledor, en un spot que habitualmente permite aprovecharlo.
Pero hoy no, no pudo ser, se anortaba demasiado. Era impracticable, inkiteable si se me permite el exabrupto.
Pero hay que ir. Si no se va, no se navega. Y no vale que te lo cuenten después.

La rectilínea carretera, bien preparada para la fauna sobreprotegida de ese invento deleznable llamado medio ambiente. Esa vía es mi compañera. Con un paisaje típico, que puede enamorar seguramente.
Pinos que acompañan el camino. Poco o nulo tráfico. Buen día, mucho sol.


Bueno, el premio fue el rato de charla junto al chirinquito al final del todo, junto a los palos que limitan la playa con el Coto de Doñana, charla con Luiki y Jesurf.

Todo ok. Todo bien. Es parte del juego con los elementos, y veo, como siempre, lo positivo. Que lo hay, aunque no lo crean o lo sepan vds.

El Este

Un persistente viento del Noroeste nos lleva visitando varios días. Es difícil de aprovechar por aquí, sobre todo si se anorta más de la cuenta...
Pero siempre hay opciones, y una de ellas es Matalascañas. Algo tiene el sitio, coge lejos y a desmano, y el frío unido a esas circunstancias, nos deja solos a los más fatigas, o aguerridos, o lo que sea. 
Allí nos plantamos el maestro Lolo y yo, para disfrutar de una tarde fenomenal, con buen viento y agua muy fría. 
Al final de la navegada, un recomponedor y calentito colacao es inevitable:



Este soy yo, aunque el contraluz impide certificarlo: 


El astro rey se asoma entre nubarrones queriendo acostarse ya. Al final y a la postre, se nos hizo noche durante la vuelta, pero todo ello mereció la pena, sin duda.


País vecino

Uno de los habituales compañeros de rutas en moto, el lepero Manuel Angel, ha organizado una salida al país vecino, subiendo desde Castro Marin hasta Mértola, acompañando el fronterizo Guadiana en buena parte del trayecto.

Partimos de nuestros domicilios en varios grupos, y nos juntamos todos en la gasolinera justo antes de la frontera. Formamos un grupo bastante numeroso y variado, con máquinas de diversa cilindrada, desde 400 a 950 cc. En la mitad del abanico, la mía, una 690 con las virtudes de unas y otras... y también sus defectos. Pero tenemos que adaptarnos y aprender a vivir con ellas. El tiempo nos une, alcanzamos el centaurismo, nos hacemos uno (dos y uno, la santísima dualidad, tan difícil... ¿acaso existe tal?).

En Alcoutin paramos a tomar un refrigerio, era más de la una de la tarde. Calculando el tiempo que me llevaría la vuelta hasta casa, decido volverme ya, pues quería estar a la hora de almorzar, teniendo otros planes para la tarde. 

Aparcando para desayunar el elenco de aguerridos traileros.

Un poco de charla en el encuentro inicial.

El lepero guiando al grupo en tramo junto al río.

Al fondo se recortan los molinos en territorio español. Tan cerca y tan lejos.
Un pequeño vadeo superado con éxito:



Breve parada de reagrupamiento y recuento de participantes.

Pista agradable.

Alguna que otra subida. Nada puede pararnos.



En resumen, buena y multitudinaria experiencia, sobre todo porque tuvimos la agradable sorpresa de tres nuevas incorporaciones y un antiguo compañero que volvimos a tener entre nosotros. Pocas o ninguna incidencia, charlas amenas, risas, y buenas sensaciones que animan a repetir y a seguir en la brecha.

Oh, sí.

Joy

Jennifer Lawrence me sorprende, y para bien, en este su último trabajito fílmico: 


Muy bien acompañada de De Niro, Isabella Rossellini, y un genial y simpatiquísimo Bradley Cooper, se revela como una actriz con potencial elevado. Creo.

Por lo demás, la peli, con un argumento básico y fácil, se desarrolla durante casi dos horas alargando (mala costumbre) la historia casi agónica de cómo una chica con cierta iniciativa y mucha inventiva es capaz de luchar prácticamente en solitario en contra de todo y de todos. 


Muchos tópicos en este divertimento que me ha hecho pasar un buen rato: el bien contra el mal; tipos que parecen duros y que son, en verdad, blandos; madre luchadora; familiares aprovechados; lucha comercial encarnizada; y el bueno gana al final.

En suma, he pasado un rato agradable y, en verdad, de eso se trataba. Sólo por eso merece aprobar. Pero es una obra bien hecha, bien grabada, bien expuesta, bien interpretada. Casi un 7 sería lo más justo. Véanla, les gustará seguro.

Chica dura, durísima.