lunes, 23 de abril de 2018

Anatema

Por fin. 
Por fin terminé de leer esta novela de Neal Stephenson.
Y es que ha costado lo suyo...


La lectura de este tocho me ha dejado casi sin aliento. El autor crea no sólo un mundo, que es quedarse corto, sino todo un Universo paralelo. ¿Qué digo? ¿Un Universo? Eso sería quedarse aún más corto, si es que ustedes son capaces de comprender el alcance de mis afirmaciones. El autor creo hasta cinco Universos, y deja claro que son un mero apunte de un número infinito de Universos que pueden interrelacionarse. De hecho, en su novela, el Universo del protagonista, una especie de monje novicio de un "monasterio" dedicado a la ciencia (no a la religión), entabla contacto con una nave recién llegada a las cercanías de su planeta, Arbre. La sorpresa es mayúscula cuando descubren, al fin, quién viaja en la impresionante nave, que más bien es algo así como un enorme arca en el que viajan miembros de otros cuatro Universos... en fin, no quiero desgranarles el resto, pero básicamente ese es el argumento.
Entre medio, multitud de diálogos sobre filosofía, física, y organización política y cultural del planeta Arbre. Tanto como para aburrir.
Dicen los críticos que las primeras cien páginas hay que pasarlas sí o sí, hay que sufrirlas. Son dedicadas a la vida en el cenobio (monasterio), sus ritos, relaciones jerárquicas, el planeta... un auténtico coñazo, la verdad, pero me emperré en seguir dadas las buenas calificaciones que recibió el libro en su día.

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Este es un libro complejo, pedante a veces, pero siempre ilustrado. En él se establecen paralelismos entre la ciencia y la historia de "nuestra Tierra" y Arbre, y las discusiones científicas entre los monjes son curiosísimas y aleccionadoras. 

Para mi gusto tiene diversas pegas. La primera es, por supuesto, la longitud en letras, excesivo número de palabras y páginas. Tanto para contar tan poco es frustrante, y te quitan las ganas de seguir leyendo, o incluso te da pereza comenzar con un nuevo libro una vez terminado éste.
La segunda es la innecesariedad de crear un lenguaje propio, algo que ya vi por primera vez en La Naranja Mecánica, tan vanguardista y adelantada a su tiempo, o tratada con mejor criterio y razones en la obra de China Mieville (La ciudad y la ciudad, Ciudad Embajada).
La tercera es, por supuesto, un final demasiado incierto, llámenlo "abierto". ¿Qué pasó finalmente con la nave? ¿Y las relaciones futuras entre los Universos conocidos? ¿Qué fue realmente de Fra Jad? Poderes sobrenaturales sin explicación, saltos entre Universos, en el tiempo y en el espacio. Demasiados cabos sueltos quizá preparando una saga (horror!!). El tiempo lo dirá.

No lo recomendaría sin antes haber leído otros muchísimos libros, pues ésta no es una obra para novatos en las lides de la ficción científica, hay que llegar a ella con un bagaje serio detrás, y no sólo de ciencia ficción, sino de filosofía, para entender bien la profundidad de lo que se explica. Se puede leer sin ello, pero la experiencia, me temo, no será igual. 

Larga, enrevesada, con muchos capítulos prescindibles, y demasiados personajes que pintan poco o nada, un lenguaje inventado, y una prosa que no emociona lo más mínimo, todo revuelto con un argumento sin acabar. Todo apunta al desastre, pero es curioso que o yo no me he enterado de nada, o hay mucho márketin detrás de la "crítica oficial", o Anatema vale no tanto como se dice.

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