sábado, 29 de agosto de 2015

los cristales rotos

En 1969, en la Universidad de Stanford, (USA), el Prof. Phillip Zimbardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y color.
Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York, y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Dos autos idénticos, abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes, y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada lugar.
El auto del Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas, ya sea robándose lo utilizable o destruyendo el resto. El de Palo Alto se mantuvo intacto.
Es común atribuir a la pobreza las causas del delito, postura en la que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras (de derecha y de izquierda).
Pero el experimento no finalizó allí. A la semana, cuando el auto del Bronx estaba deshecho y el de Palo Alto impecable, los investigadores rompieron el vidrio de este último. Como resultado, se desató el mismo proceso que en el Bronx: robo, violencia y vandalismo. ¿Por qué un vidrio roto en el auto del barrio supuestamente "seguro" desata un proceso delictivo?
Es que no se trata de pobreza. Es evidentemente algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Acá viene lo interesante: un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, desinterés, despreocupación, que va rompiendo códigos de convivencia. Es como una sensación de ausencia de ley, de normas, de reglas, algo así como que "vale todo". Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.
En experimentos posteriores, (James Q. Wilson y George Kelling), desarrollaron la "teoría de las ventanas rotas, la misma que desde un punto de vista criminológico, concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores.
Si se rompe el vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás.
Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importar a nadie, entonces allí se generará el delito.
Si se cometen pequeñas faltas (estacionar en lugar prohibido, exceso de velocidad o no respetar luz roja), y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.
Si permitimos actitudes violentas como algo normal en el desarrollo de los niños, el patrón de desarrollo será de mayor violencia cuando estas personas sean adultas.
Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a los asaltos), serán los delincuentes quienes ocuparán esos espacios.
La teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez a mediados de la década del 80 en el Metro de Nueva York, en aquellos años el lugar más inseguro de la ciudad. Se comenzó de lo pequeño a lo más grande: grafitis, suciedad, ebriedad, evasiones del pago de pasajes, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes, lográndose hacer del subte un lugar seguro.
En los ?90, Rudolph Giuliani, sobre la base de las "ventanas rotas" y el Metro, impulsó una teoría de "tolerancia cero". La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana. El resultado práctico fue un enorme abatimiento de todos los índices criminales de la€ ciudad de Nueva York.
Cabe aclarar, para la gente de pensamiento "progre", que la expresión "tolerancia cero", si bien podría sonar a una especie de solución autoritaria y represiva, su concepto principal radica en la prevención y promoción de condiciones sociales de Seguridad. No se trata de "linchar al delincuente". No se trata de avalar la prepotencia policial, ya que de hecho, también puede aplicarse la "tolerancia cero" respecto de los abusos de autoridad. No se trata de "tolerancia cero""frente a la persona que comete el delito sino frente al delito mismo.
Se trata de crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana.
Es bueno volver a leer esta teoría y de paso difundirla. La solución a este problema YO NO LA TENGO, ESTIMADO LECTOR pero he comenzado a reparar las ventanas de mi casa, estoy tratando de mejorar los hábitos alimenticios de mi familia, le he pedido a todos los miembros de la familia que evitemos decir malas palabras delante de nuestros hijos, también hemos acordado no mentir, ni siquiera mentiras pequeñas, porque no hay mentiras pequeñas, ni grandes, una mentira es una mentira y punto, hemos acordado aceptar las consecuencias de nuestros actos con valor y responsabilidad, pero sobre todo dar una buena dosis de educación a nuestros hijos, con esto espero comenzar a cambiar en algo lo que antes hubiera hecho mal, he soñado que los míos algún día repitan esto el día de mañana, con la finalidad de que los hijos de mis hijos, o los nietos de mis hijos vean algún día, un nuevo Mundo, un Mundo sin ventanas rotas.
Por Juan Carlos Aiello - Licenciado en Estrategia y Organización Empresarial.

Este copy/paste me ha parecido adecuado ponerlo en este mi bloc. Hace ya mucho, quizá años, leí sobre esta teoría, y el tiempo me ha demostrado, con claros ejemplos prácticos, en el día a día, que es cierta. Y lo que es peor: que cada vez es más frecuente el deterioro de la sociedad, al menos donde yo vivo, como consecuencia de la realimentación de sus efectos.
De este modo, por ejemplo, una calle está limpia, y un día aparece (y no por arte de magia precisamente) una cagada de perro. Si los servicios de limpieza municipales no hacen su trabajo (que es lo normal, que no lo hagan), en un par de días serán varias las cagadas, y antes de que te des cuenta la acera se habrá convertido en un campo minado de excrementos perrunos, como si alguien hubiera colocado un cartel luminoso que dijera "toilette canino". En mi propia calle sucede.
Asimismo, si en algún punto de un parque hay papeles y plásticos por el suelo, pronto se convierte en un auténtico vertedero, pues ya la gente no se preocupa de buscar las papeleras, considerando que no es incorrecto arrojar desperdicios al suelo.
Me entristece muchísimo ver cómo padres que van con niños pequeños, en lugar de dar ejemplo y educar a sus hijos, tiran colillas al suelo, no les importa que sus niños hagan lo propio con envoltorios de caramelos, arrojan papeles y desperdicios por la ventanilla del coche, etc. 
En verdad creo que formo parte de una generación perdida, de un conjunto de padres que han pasado de encargarse de la educación de sus hijos (que es una tarea enojosa, dura y que ocupa el 95% de nuestro tiempo), a dejarlos en una permisividad absoluta. Nuestros hijos nos ganan, cuando debería ser al contrario. Veo padres débiles, vagos, blandos. Padres que han perdido todo rastro de dignidad, con los que sus hijos hacen y consiguen aboslutamente todo lo que se les antojan. Padres que no luchan, se rinden a la primera; hijos que no conocen un no por respuesta, ni la frustración. Hijos exigentes que se creen en la posesión del derecho a tenerlo todo y tenerlo ya, y no entra en sus esquemas el no obtener al instante cualquier deseo que se le ocurra.
Vamos bien.

miércoles, 26 de agosto de 2015

500

Este coche se ha comido un Fiat 500, o es su primo de zumosol:


Semejante autocarro es lo que la agencia de alquiler nos tenía preparado en el aeropuerto de Fiumicino, Roma, para que recorriéramos la Toscana cuatro personas. Menudo cambio!!!  Sí, porque lo contratado era un Mercedes Clase A, uno de esos elegantes, finos y apetecibles compactos alemanes de tracción delantera. Vale, nos aguantaremos, éste no es tan glamuroso (la verdad, no lo es en absoluto), pero mucho más útil, por lo que pudimos comprobar en el mismo instante en que metimos cuatro grandes maletas en el compartimento dedicado para ello... y todavía sobraban muchos litros de volumen de maletero, cosa que jamás hubiera ocurrido con el Merchito.


Bueno, es cierto que visto de frente nos recuerda muy vagamente al estupendo diseño del Fiat 500 del que procede. Algo es algo. De todos modos, estoy seguro que el tener una apariencia juvenil, desenfadada, semi-sporty, y evocativa del pasado, era algo muy alejado de la idea de Fiat cuando los que tienen que decidir qué coche se va o no se va a hacer dieron el visto bueno para semejante cosa.

En Italia he podido ver que existen diversas variantes del 500, de las que yo sólo conocía un par de ellas, y la verdad es que por aquí, salvo el inicial y simpático pequeñín de la gama, el 500 a secas, no se ve mucho. Pero allí he podido ver miles de unidades en todos los colores y acabados del 500 (excepto del Ferrari), el 500 L, una versión tipo SUV, el 500 Living (que es el que nos tocó)... en todo tipo de variedad cromática, y conducido por seres humanos de muy distinto sexo y edad. Son legión, en suma.

El Fiat 500 Living, prima facie, es un vehículo automotriz feo a primera vista. Es regordeto, por no decir directamente obeso. Para que se hagan una idea, tiene el tamaño exterior de un Altea XL, pero con formas redondeadas y abultadas, una especie de pez gordo con ojos saltones. La zona del maletero aparece como un añadido, las ruedas se ven pequeñas para sostener semejante buque, y hace uso de trucos visuales para aligerar la sensación de peso, como pintar los pilares de color negro. Pero no pueden engañar a nadie: al bicho le pesa el culo. Tela.

La versión probada montaba un motorcillo de en torno a los 1'6 litros de cilindrada, y 120 cv, que es el tope de gama, ouh yeah. Menos mal que la transmisión manual de cinco velocidades permite trabajar al motor en su rango bueno de rpm, cosa que hay que buscar a toda costa, pues en caso contrario nos dejará en la estacada vilmente. Dejar que el motor baje de 2000 rpm es la muerte a pellizcos cuando se trata de encarar una cuesta arriba, por mínima inclinación que ésta tenga. De modo que en las reviradas y preciosamente sinuosas carreteras toscanas pronto uno aprende a jugar con las inercias, no dejar que el motor se duerma, y pisa sin miedo con el pie derecho a la mínima ocasión.

A pesar de todo, el monstruo salido de las profundidades marinas abisales se comporta dignamente, el comportamiento dinámico es bueno, sobre todo para tratarse del tipo de carromato que es, y eso teniendo en cuenta que durante toda la semana que ha durado la prueba siempre ha tenido que cargar cuatro personas adultas en su interior.

La dirección es asistida eléctricamente, y no hace cosas raras. La suspensión absorbe sin problemas todo tipo de baches y escalones, y se aguanta medio bien en las curvas sin balancear demasiado y sin propiciar bamboleos ni rebotes que nos hagan dudar de la trayectoria. Me pregunto cuánto tiempo durarán desempeñando así de bien su función los amortiguadores...

El consumo es reducido, con dos depósitos hemos hecho poco más de 1800 km, lo que hace 900 km por unos 45 litros más o menos, y eso está muy bien cuando se trata de una mole con ese peso, cargada y por carreteras lentas y autopistas con límite de 130, amén de la conducción a la italiana, a la que pronto me acostumbré.

Por lo demás, un coche correcto si no eres muy exigente con los acabados y los materiales: los plásticos tienen demasiado tacto y sonido a... plástico. Los asientos son cómodos, y hay mucho espacio interior, delante y detrás, y un buen maletero, ¿cómo no?
El tacto de los mandos es paupérrimo, pareciera que se van a desprender las palancas de intermitentes y del control de crucero, por ejemplo, y el freno de mano es incómodo de accionar con esa forma de acelerador de avión que algunos fabricantes han decidido montar.

¿Me lo compraría? Definitivamente NO. Es un tipo de coche que tiene su mercado, sobre todo en Italia, por lo que veo, pero aunque es práctico y barato (supongo), es sobre todo anodino en el plano estético, no aporta nada, un mero electrodoméstico con ruedas. No pretende, claro está, ser otra cosa, y en ello reside, quizá, su dignidad, si es que un coche puede tener tal atributo.

martes, 25 de agosto de 2015

Oh, la Toscana !

Desde el cuarto de baño, esto es lo que veo al levantarme cada mañana:


En estando en la Toscana, región sublime de Italia, los sentidos quedan plenos de señales de belleza por doquier.
Se come bien en Italia. En Pienza nos tomamos un bistec a la fiorentina de 1750 gramos de peso, regado con vino de Montepulciano. Entró fácil. Estaba todo muy rico, como sería la tónica general en este viaje:


La visita a este país hermanado en cuanto a carácter con el nuestro se planteó hace meses entre unos amigos y nosotros, y ya a primeros de marzo teníamos reservado los billetes a Roma, desde donde, mediante coche alquilado, recorreríamos un total aproximado de 1.800 km: 


No podían faltar las obligadas visitas culturales en Florencia, claro:



Una pequeña pausa para enseñarles esta belleza que encontré casualmente mientras me tomaba un espresso:


Sigo con Florencia. Aquí la cara más fea y descuidada del Duomo:


Unos 1700 cuadros nos esperaban en este otro sitio:


Otro día subimos hasta Pisa, sólo para ver esto: 


Momentos de relax también los hubo, eh. En general, la cerveza italiana es buena, y los parques está cuidados, limpios, y llenos de pinos centenarios, amén de todo tipo y clase de arboleda:


San Gimigniano es una visita obligada. El pueblo es la belleza hecha calles, piedras, personajes y paisajes estupendos:


La villa que alquilamos junto a Sinalunga ofrecía, entre otras maravillas, una piscina con trampolín. Como un niño chico me tiré por lo menos catorce o quince veces desde él.


En Cortona tuvimos un almuerzo fenomenal. Aquí los cuatro viajeros, a la izquierda el que esto escribe y su limitador de velocidad. A la derecha mi tocayo y su limitador rayando el corte de encendido. Grandes risas, un vino que entraba como el agua, ravioli que quitaban el sentido, y un pintoresco sitio en el que logramos aparcar gratuitamente por primera y única vez en todo el viaje:


Para rematar, las últimas 24 horas las pasamos en Roma, por motivos de logística aviónica, de modo que no pudimos resistir a la tentación de recorrer varios kilómetros a pie, uno 6'5, para pasar por enclaves insignes que son un must si uno va por la capital azzurra.



Me dejo muchas cosas y muchas imágenes en el tintero, pero tampoco se trata de aburrirles con mis peripecias. En general, la experiencia ha sido inmejorable, y debo confesar que inesperadamente satisfactoria, tanto por lo recorrido, como por la compañía, lo que es mucho decir.

martes, 11 de agosto de 2015

Acotando el asunto

Cuando era niño me dijeron que la filosofía era la ciencia que se ocupaba del Bien, la Verdad y la Belleza. Aún me golpea ese aserto por inútil y restrictivo. Todas las ciencias naturales y sociales son un terreno abonado a la filosofía; y lo mismo hacen las artes, la literatura, la política, la historia y la actualidad. A menudo me sorprende lo que un buen filósofo es capaz de hacer con un tema del que todavía no se había ocupado la tradición filosófica. El ensayo Sobre la manipulación de la verdad (On bullshit), de Harry Frankfurt, es un hermoso ejemplo.

De mentiras o sandeces no se ocuparon ni Platón, ni Mill ni Nietzsche y, sin embargo, la historia de la filosofía es la historia de la lucha contra la tontería. Sócrates, que tenía buen ojo para detectar a los profesionales de la sandez, dejaba en evidencia a muchos estúpidos que se creían autoridades. Y solo aceptó el veredicto del Oráculo de Delfos, que lo nombraba el hombre más sabio solo al darse cuenta de que su sabiduría consistía en conocer la profundidad de su ignorancia...


Ahí queda eso.

lunes, 10 de agosto de 2015

The outsider

Es la historia de mi vida. A veces con causa, pero reconozco que la mayoría de ocasiones eran sin ella.

Hay muchas bandas de rock que me han marcado, sobre todo en la franja de edad entre 17 y los 30 años. Muchas, y todas han sido por diferentes motivos. 
No en vano, aquí me ven haciendo mis pinitos:

Circa 1995

Pero sin duda, y pueden llamarme raro por ello, Tool se configura como la que más me impresionó. Y lo sigue haciendo. No hay una sola vez que no escuche un tema suyo que no se me ponga la piel de gallina. Literalmente. Me emociono tela.

Este grupo dio un nuevo significado para la palabra rock, al menos para mí. Su vocalista, Maynard James Keenan, fundó un grupo paralelo, que también se trata de una superbanda, llamada A Perfect Circle.
Les dejo aquí una grabación en directo de su tema The Outsider: Se dice que Maynard tenia una novia, la cual solo pensaba en suicidarse... y la dejó... Pero en la letra pareciera que sólo quisiese llamar la atencion: "Reyna del drama"... "Anhelando la fama y toda esa decadencia"... apretando el gatillo desmotrará que su drama fue sincero...


sábado, 8 de agosto de 2015

SLK reloaded

La mañana perfecta.

Perfecta para dar un paseo a cielo abierto, o en moto, o en bici. Cielo abierto en todo caso.

Apenas 22º a las 9 a.m., cayendo gotas desperdigadas, casi despistadas diríase. Sobre mi cabeza las nubes tapan la visión azulada del resto del Universo, pero no importa. Es incluso mejor. Como la amenaza de lluvia está latente, son pocos los ciclistas que me han estorbado, porque realmente son eso: estorbo. Pero ese asunto ya ha sido tratado y, como todo, es inútil. Ya no me enfado.

Necesitaba un paseo con mi pequeño biplaza, hacía tiempo que no iba en solitario por esas carreteras casi abandonadas, unas mejor y otras peor conservadas. No revelaré el recorrido, pero sirvan de prueba fehaciente y de pista para los más avispados, los siguientes dos pictogramas:

Circa Puebla de Guzmán

En llegando a Sanlúcar de Guadiana, viendo el susodicho río, frontera divisora natural
El auto, como es norma habitual, ha estado impecable. Yo en cambio me he notado un poco oxidado, pero enseguida he cogido ritmo y confianza. Gran disfrute y desayuno discreto en San Bartolomé de la Torre, como viene siendo habitual cuando visito esta zona.


Watch talk: el ruso

Le salva el encanto de su exotismo.

Es una pieza no exenta de belleza y originalidad, algo difícil en los tiempos que corren. Ya les hablé de este peculiar sumergible aquí, y ahora, tres años y medio más tarde, me veo en la obligación de hacer una review postrera, para comentar como fue la aventura...

Calidad de mercadillo gitano, sin más
Lo que ven es una jodienda que, a la mayoría, obliga a adquirir una correa nueva. El problema es que la correa original está indisponible, ni siquiera llamando a la mismísima Rusia. Debieron romper el molde. Y es una pena, porque es un elemento diseñado pensando en el conjunto, que se adapta copiando las formas de la caja, y lleva grabado el número 1967. De modo que he tenido que echar mano de mi cajón de sastre y usar uno similar que tenía casualmente. Así puedo seguir disfrutando del puzle casi completo.

Pero lo primero que le ocurrió fue la rotura súbita, estando en reposo, del cristal. El famoso cristal curvado (domed) que luce y que le da esa estética retro tan fantástica, apareció una mañana rajado de lado a lado. Como ocurriría un par de años más tarde con la correa, el fabricante hace oídos sordos a un claro problema de ajuste o de calidad, y además no suministra un cristal de recambio (el affaire de los cristales rotos de los 1967 es demasiado popular para ignorarlo, pues son mayoría los que aparecen rotos misteriosamente).
Nada que el maestro Quiroga, afamado relojero de Sevilla, no pueda solventar. Me colocó un cristal mineral ciertamente curvado que encaja a la perfección con la imágen del Vostok, y además lo reguló dejándolo con una precisión asombrosa para tratarse del tipo de mecánica de que se trata, y para postre le realizó una prueba de estanqueidad con resultados muy satisfactorios.

Pero el peluco se ve que no fue bien rematado. La correa me jugó una mala pasada hace unos días, mientras remaba sobre la tabla de surf: se soltó un pasador, el señalado con las flechas en la imagen que sigue:


No lo perdí milagrosamente. Lo guardé en la bolsa de las toallas de la playa, y en casa lo recoloqué con tranquilidad, tras un minucioso examen buscando las causas del "accidente". No encontré nada raro, salvo la idea mental de que el pasador flexó un poco por ser, quizá, demasiado delgado. Eso nunca pasaría en un Seiko.

Una pena todo esto, porque en otros aspectos el reloj está bien pensado. Me gusta mucho el tamaño de la corona y su accionamiento, y la sensación cuando lo terminas de enroscar (notando claramente que topa con una junta de goma, asegurando la impermeabilidad). Me gusta la robustez de su movimiento. Me gusta el sistema de cierre de la tapa trasera, que no he visto en ningún otro reloj, pensado para no pellizcar la junta tórica y estropearla. Mola mucho.
Y, por supuesto, su estética. Es sencillo, funcional, muy legible. Bello.

En fin, el reloj no se va de mi lado. Me gusta mucho. Es muy especial.

viernes, 7 de agosto de 2015

ya no...

Tanto tiempo perdido...
Tanto esfuerzo desperdiciado...
Tanta energía malgastada...

Y ¿para qué?

I don't give a fuck.

Ya no me enfado.


Y no es fácil, pero tampoco difícil. En mi caso fue cuestión de tiempo. Caer en el estoicismo, o el pasotismo, puede ser triste, pero también sin duda reconfortante a veces.
Ver las cosas desde otro punto de vista, más exterior, desde más lejos, la distancia, la autonomía de la voluntad....

Hay mucha paja ahí fuera, sólo hay que lanzar unas paladas al aire para separar el grano, no es tan difícil. Pero a menudo lo más básico y fácil lo vamos olvidando...

horizontes perdidos

No, no he perdido el Norte, aún. 

Pero sí he acabado de leer esta novela de James Hilton: 


La novela, escrita en 1933, nos adentra en Shangri-La, un valle con un monasterio budista (o cristiano-budista, como se descubrirá) en el Tibet, rodeado por terribles e inexpugnables montañas. En este lugar, con un microclima perfecto, los lamas alcanzan edades avanzadísimas, hasta más de doscientos años, y la filosofía de vida, la ausencia de violencia, la maravillosa relación con los aldeanos... hacen pensar todas estas circunstancias que estaríamos en un entorno paradisíaco, una utopía no sólo social, sino metafísica y biológica.
A dicho lugar llegan, aparentemente por accidente, cuatro personas: tres británicos que son una misionera cristiana, un cónsul, el ayudante militar de este diplomático, y un comerciante norteamericano (que resultará no ser comerciante...). Estos cuatro sujetos, que han llevado vidas muy distintas entre sí, chocan con una realidad desconocida que les asombra y apabulla, y comienzan a plantearse muchas cosas.

Hay mucho escrito sobre Shangri-La, e incluso se cree que existe de verdad. Pueden consultar la wiki para más información.

La novela fue llevada al cine en dos ocasiones, la primera en 1937 por Frank Capra, y en 1973 por Charles Jarrot.

Llegué a ella un poco por casualidad, y la verdad es que había oído hablar de Shangri-La en diversas ocasiones. El relato no es muy largo, y se hace entretenido, con una narrativa estupenda y rica en vocabulario. Las descripciones, necesarias para la introducción en la historia, son perfectas y no se hacen pesadas, y la semblanza de los personajes se lleva a cabo de manera genial. 
Esta historia es, en realidad, ciencia ficción, y por eso la he leído con avidez y alegría. Hay que tener en cuenta el momento histórico en el que fue escrita, y el estilo narrativo es propio de aquellos años, recordándome a autores como Lovecraft o Verne. Un hito más que en modo alguno debe ser pasado por alto y que, por lo tanto, recomiendo vivamente.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Un poco de solaz


Una vez más, nos escapamos, el limitador de velocidad y yo, hacia aguas más frías y occidentales. 
El Sur de Portugal, el Algarve, se revela como un destino que puede ser paradisiaco en algunos aspectos, y descubro, con cada excursión hacia Poniente, que cada vez me gusta más a pesar del nefasto recuerdo que tuvo lugar por allí hace casi un quinquenio...

Pelillos a la mar. 

En esta ocasión nos hemos quedado en algún punto entre Lagos y Sagres, una zona con playas abundantes, visitables, pero cuyas aguas están heladas. Los paisajes espectaculares se suceden, atravesar los pequeños pueblos que inundan sus carreteras secundarias siempre es un placer, degustar pescado fresco por módico precio, pasar la noche arropado con sábana e incluso colcha a finales de julio... son experiencias agradables que quedan en nuestra memoria y que desearemos repetir pronto.

Pero sobre todo, lo que más me ha gustado de este corto viaje ha sido la paz. La calma me ha inundado, y me doy cuenta de que cada vez lo hace más a menudo. Tomarse las cosas con tranquilidad, sin prisa, disfrutando del momento, se va convirtiendo en un leit motiv cuya práctica se ha vuelto cada vez más interesante. ¿De qué vale la prisa? La pausa incita a la reflexión, a la contemplación, y eso eleva el espíritu, enriquece incluso. 

Intento que esos días ajetreados, esa sensación de perentoria necesidad de abarcarlo todo, la idea de que el tiempo (¿qué es el tiempo?), las ocasiones, se acaban rápidamente, que todo eso quede atrás. Lamento profundamente haber entrado en situaciones de ansiedad motivadas por la prisa y el ansia. Intento educarme, trato de comprender, y en esta labor autodidacta voy avanzando lentamente, aunque con éxito, creo.

¿Me hago mayor? Es más: ¿me hago viejo? Yo, que siempre he dicho que la viejitud es un estado de la mente... Bueno, no es senilidad precoz, espero, sino más bien un cambio en la forma de percibir la realidad. Un experimento de conducta. Veremos en qué acaba todo esto.

martes, 4 de agosto de 2015

Colapso


Día: domingo sobre las 11:30
Lugar: playa de Nueva Umbría, a la que se accede desde El Terrón, término de Lepe, mediante un carril en muy mal estado, lleno de enormes agujeros, descarnado de asfalto, y estrechándose al final.

Los veraneantes domingueros se obcecan en llegar hasta la misma orilla montados en sus latas con aire acondicionado. Es una costumbre muy española esa de querer llegar montado en coche hasta la misma puerta de la iglesia, del gimnasio, del bar, del trabajo o de la tienda. Y claro, el caos ocasionado es lamentable, pero lo es precisamente por su propia evitabilidad (si es que tal palabro existe).

En la imagen podemos ver un auto incapaz de salir del atolladero en el que se ha metido, en forma de trampa de arena. Pero no podemos ver lo que queda detrás del fotógrafo: un atasco monumental en una vía con coches aparcados a ambos lados donde cabe un electrodoméstico a ruedas circulando de puro milagro. Claro, llega al final, se encuentra con el panorama, y ahora a ver ¿cómo vuelve por donde ha venido? Para empezar lo tiene que hacer marcha atrás. Después tiene que ir peleándose con todo el que se encuentra de frente (o de culo, en este caso), para también recule a su vez... La locura padre. 

En mi posición de espectador privilegiado, que sólo pasaba por allí para conocer esa playa, a lomos de mi magnífico artefacto, observaba esta escena entre sorprendido y divertido. 

En fin, supongo que se habrá repetido en innumerables lugares ese mismo día. Y se seguirá repitiendo domingo tras domingo, año tras año, vida tras vida.