lunes, 25 de marzo de 2013

Tardes que sorprenden

Oh, ah, uy.
El cielo se cubre, el tono gris lo invade todo.
El anemómetro marca 18, 19, 17... más tarde baja a 12, 11, 9.
Tomo unos ravioli, como los de hace un par de días, pero les he añadido un poco de Pimienta y el plato ha cambiado como de la noche al día.
Miro un par de páginas en internet que me cuenta en tiempo real las condiciones de mis spots más cercanos. Nadie parece ir a la Canaleta hoy. ¿Qué hacer? Ninguno de mis compañeros habituales decide tirar.

No obstante, mis ganas, mi soledad en casa, y la previsión de no poder navegar en los días venideros, pueden más que la lógica que quiere imponer el conjunto de los elementos que me rodean. Pero yo soy el que decido. Ayer escuché un dicho: el que no va, no navega. Eso es así.

Cojo mi Cabrinha de 12 y todos los demás avíos, y me planto directamente en El Portil. El viento está un poco perezoso, y echo un buen rato charlando con algunos habituales del lugar. Hay una inmensa nube que se desplaza hacia nuestra posición, y decidimos esperar a que pase. Normalmente, cuando un nubarrón se acerca o se aleja, se produce un cambio en el viento, que puede afectar no sólo a su fuerza, sino también a su orientación. He sido testigo de ello en varias ocasiones ya.
La nube está encima, no llueve ni parece que lo vaya hacer. Pasa lo feo, y se queda un sol radiante: es el momento, el viento ronda los 15 nudos a ojo de buen cubero, así que no me lo pienso y monto el aparataje. En diez minutos estoy metido en el agua planeando cómodamente.



Hoy me vino mejor el agua plana del Caño de la Culata, y me dediqué a jugar con la cometa, colocándola en distintas alturas, y a perfeccionar los cambios de dirección. Mis abdominales me lo han agradecido después de la paliza de los dos últimos días... llegando a tener ayer una dolorosa contractura. Hay que ponerse fuerte, está claro. Este no es deporte para viejos.
Después de navegar entre las 17:15 y las 19 casi ininterrumpidamente, con una media de 16 nudos y rachas de 21, se me quedó una sonrisa en la cara que pude durarme varias horas, por no decir días, dando lugar a cierta cara de tonto:


Acabando de recoger la cometa, después de cambiarme. Cielo despejado, buena temperatura y viento.
Aquí en esta otra pictografía informática, se me ve hidratándome un poco justo recién quitado el neopreno:


No es lo más cómodo cambiarse en un SLK, pero es lo que hay. Al menos tengo un vehículo para ir a la playa y no depender de nadie. Siempre dije que el mercedito es un coche muy deportivo, no ya en su propio concepto, sino que su ámbito lúdico es extrapolable al kitesurf y al ciclismo, pues he metido en su interior hasta una bici de descenso... varias veces.

Los bi



Ah, las bicilíndricas. Según muchos motociclistas, la configuración de un motor de dos cilindros es la mejor opción para una moto. A esta conclusión se llega después de probar de todo, y al final, incluso dentro de los bi hay sus diferencias: boxer, en línea transversal, en uve cerrada, uve abierta, uve transversal...
El secreto del bicilíndrico es que, aunque no ofrece la potencia de un tetra, a cambio permite un control mayor en el desarrollo del par motor, una pulsación, una transmisión entre el motor y la rueda que hace que la conducción sea dulce, progresiva, predecible. Con su natural capacidad para traccionar, los pilotos con más kilómetros a sus espaldas, están de acuerdo en otorgar el galardón de motor favorito a los bi, sin ninguna duda.

Hay marcas que son famosas por sus bicilíndricos, aunque en alguna época de su vida fabricaran otros motores. El caso más emblemático es Harley-Davidson, con su peculiar "pam-patapán-pam-patapán". Asimismo, los bicilíndricos en L de Ducati son legendarios; y quién no esboza una sonrisa ante una Moto Guzzi Sport. Igualmente, BMW es un clásico entre los clásicos en cuanto a motores bicilíndricos, aunque provengan de un motor inicialmente diseñado y fabricado para equipar a avionetas...

Pero hay, o había, un fabricante que también se ha caracterizado por sus diseños: Buell. Fundada por Erik Buell, y acogida en el seno de Harley, hicieron una joint venture para sacar provecho uno del otro, y así, mientras Harley facilitaba motores de Sportster para Buell, al mismo tiempo recogía parte de los beneficios al ser accionista al 49% en la marca.
Las motos Buell fueron entrando poco a poco, desarrollando un concepto americanizado del icono italiano, la Monster. Así, hacía motos naked de aspecto agresivo y sonido imponente, y desde el primer momento tenían una imagen de moto corta y alta, y postura casi de campo.
Con la generación XB de 2003, se incluyeron una serie de soluciones que iban mucho más allá de mejorar la potencia y suavidad de los arcaicos y sosos motores de Milwakee: geometrías extrañas (que funcionaban muy bien), aceite del motor dentro del chasis, transmisión por correa, discos de frenos perimetrales, escape bajo el motor...
Una pena que finalmente, alrededor de 2010, la marca quebrara, y Erick se vio obligado a vender toda su participación a Harley, quien no ha vuelto a desarrollar más motos. De hecho, su último modelo fue una deportiva equipada con un motor Rotax, la misma base que usó Aprilia muchos años antes para sus Mille. Tuvo que hacerlo para poder ofrecer una moto verdaderamente competitiva, pero, claro, coincidió en el tiempo con máquinas de características inhumanas que le sacaban 50 cv de diferencia y además eran más ligeras y baratas... El desastre se veía venir.

Siempre es una pena la desaparación de un fabricante de motos, pero en este caso es, si cabe, más doloroso porque Buell hacía un producto totalmente distinto a la competencia, tenía personalidad y sus motos eran de un carácter peculiar. No podían no gustarte si eres un amante de las motos y los motores.

domingo, 24 de marzo de 2013

la tragedia

Para muchos, demasiados quizá, la vida se reduce simplemente a esto:



Nunca lo entenderé. Disfrutad todo lo que podáis, sed felices, sed libres. Sed.

Un día cualquiera

Hoy podría haber sido un día cualquiera. Pero no lo ha sido.
Todos los años, por estas fechas, soy abandonado a mi suerte durante nueve o diez días. Mi limitador es gran aficionada a la Semana Santa, y no sólo participa en innumerables actos y liturgias de su hermandad, sino que tiene que ver TODAS las cofradías que salen. Así se siente realizada, le gusta, disfruta de esas sevillanas maneras de entender la fe.
Yo no.
Yo paso.
Fui abandonado por la fe hace muchos años, si es que alguna vez estuve en posesión de tal don.
Pero no me andaré por las ramas: hoy, domingo, he amanecido cuando mi cuerpo ha querido, que tampoco ha sido muy tarde dado que ya, a mi edad, no soy dado a excesos y me acuesto a horas prudentes.
Pude ver la carrera de fórmula uno en Malasia, que ha tenido un par de momentos interesantes, siendo el resto, como de costumbre, un verdadero coñazo.
Mi plan era esperar pacientemente a que se levantara el viento alrededor de medio día, y así ha sido más o menos.
He almorzado tranquilamente sobre las catorce horas, cuando recibí un par de mensajes de otros surfipandorguistas, y quedamos emplazados en la Canaleta sobre las tres de la tarde. Perfecto. Justo en ese momento consultaba en la web las circunstancias meterológicas a las que debía enfrentarme.
De modo que a las 3 y poco ya estábamos metidos en la mar, con un viento de unos 15 nudos con rachas de 17 más o menos, lo que ha propiciado una navegación muy cómoda y placentera con mi cometón de doce metros, el perfecto para la ocasión.

Sobre las cuatro, un amenzador nubarrón se acercaba más y más a nuestra posición, y en esas circunstancias siempre es recomendable salir del agua porque nunca se sabe lo que puede pasar: un rayo, una racha enorme, una lluvia granizada torrencial... En fin, que allí estábamos, seis individuos enfundados en nuestros húmedos neoprenos, bajo la lluvia, esperando a que el mismo viento que trajo la nube, se la llevara. Como efectivamente ocurrió. Lo malo es que con la nube también se fue el viento, como pueden ustedes ver en el gráfico. Se intentó, pero las cometas ya no tiraban de nosotros, de modo que desmontamos el tinglado y nos fuimos al bareto de rigor donde me zampé mi buen café y una gran tostada con paté. Delicioso.

Un rato de amigable charla con el hombre que susurra a las cometas y con Abellán, y para casa, a descansar. Porque tengo los abdominales reventados, al final no podía ni encogerme en el agua para ponerme la tabla en los pies. Me duelen hasta las costillas flotantes, figúrense la cosa...

Como despedida de este día raro, atípico Domingo de Ramos, tomé un momento parado en el tiempo, una instantánea que plasmase la imagen de la cometa antes de recogerla. Buena temperatura, sol a media altura, toda la playa para nosotros:


Ahora, en la soledad del salón de mi casa, mientras escucho a Jesus and Mary Chain, me surgen pensamientos, ilusiones, expectativas.
El maestro me ha regalado un bocadillo que le ha hecho su pareja, con el pan untado en manteca "que se derretía al pasar el tocino por encima", y relleno de pringá de matanza. Hecho con cariño en San Bartolomé, ese pueblo que es la puerta del Andévalo y que tantas cosas gustosas para el paladar tiene.
Con qué poca cosa nos contentamos y somos felices algunos hombres. Y ya lo dice mucho mi limitador: "es que sois muy básicos".

sábado, 23 de marzo de 2013

Dakar













primavera

Llegado el primer equinoccio del año, parece que una varita mágica hubiera tocado nuestra costa y de repente nos encontramos con un día fantástico. Contra todo pronóstico, porque la mañana empezó lluviosa, igual que los últimos veinticino o treinta y cinco días...

Así y todo, no se debe perder la esperanza, y viendo la evolución climática hora tras hora, en un sinvivir, al final cojo los bártulos y tiro para la playa que me vio dar los primeros bordos pandorgueros.

La cosa pintaba MUY bien, y con la 12 metros me metí de lleno sin pensarlo, con la intención de atravesar la barrera de olas orilleras a base de insistir, y poco a poco me introduje más allá de la linde espumosa. A partir de ahí, fue el disfrute. Simplemente. Nada más. Una horita de ir y venir y de probar cosas y maniobras. Y cuando noté que empezaba a cansarme, y tras apretar bien el culo con tres o cuatro rachas más fuertes de la cuenta, decidí salirme. Un placer aprovechar la fuerza de la ola para llegar a la orilla, cambiando la cometa de lado a lado, surfeando, algunos buenos carvings, un par de minisaltos, y a descansar.

Al ratito de salir subió el viento más y más. De nuevo, me fui del agua en el momento justo.
He aquí la evolución de la fuerza eólica:


Entre las 17 y las 18 fue mi momento. Gran día. Al final, y como despedida, tiré alguna inmortalización y me he permitido el lujo de montar el siguiente minivid:

dolor

martes, 19 de marzo de 2013

W O W

Un gran wow a esta increíble preparación. Una Ducati 749 titanizada: la potencia de una 600 moderna preparada, con el pulsante modo de entrega de par de un bicilíndrico, y sólo 145 kg...

Progresos, reinicios.

Ayer, mes y medio más tarde, cogí la bici. Entre las lluvias, los días cortos, el esguince de rodilla y los cortes en los piés..., unido a los días propicios para la práctica del pandorguismo, no he pedaleado en modo deportivo en estas seís últimas semanas.
Poco, de casa a la playa del cruce y vuelta non stop, en modalidad contrarreloj. Como resultado acabé bastante agotado, con mucha hambre, un poco preocupado por pensar que a lo mejor me había fastidiado la posible tarde del día después, o sea, la de hoy, por castigar así a las piernas, y por último, aguantar la bronca del limitador que me acusaba de haber tardado muy poco, "que te vas a hacer daño" y añadió "tonto".
Bueno, en su descargo diré que, bueno, que un poco de razón tenía...
Hoy no pondré esas incrustaciones del Endomondo, porque creo que, en verdad, seguro que ya están hartos de ver casi siempre el mismo mapita con rutas similares, vez tras vez, día tras día. Quien quiera verlo en detalle puede clikar aquí.

Hoy, en cambio, ha sido un día muy diferente, desde la carga de trabajo con fiestecita al final..., como toda la mañana de perros, lloviendo casí sin parar. Pero, milagrosamente, sobre las 14:30, escampó y un magnífico sol casi primaveral me recibió a la hora de la sirena (figurada, claro, que los tiempos de la revolución industrial y sus sirenas de fábricas ya pasaron).
Parece que sobre mediodía se levantó un bonito vendaval, y ya de camino a casa fui wasapando con unos, y llamando a otro, para ver cuál era el plan vespertino.
Me esperaba un almuerzo digno de un marajá, de los que se toman con vino y te mandan a la siesta directamente... Hice un esfuerzo por no comer más de lo debido, y tras un café reponedor enfilé con todo el material hacia El Portil.
Introduzco ahora una novedad bloguera consistente en acoplar en estas historias un gráfico de abscisas y ordenadas explicativo de las condiciones eólicas, o sea, de la fuerza del viento:


Oh, maravilla de gayfón, ahora me permite hacer estas cosas. Mola. Habiendo llegado a la playa sobre las 16, un pelo antes más bien, pueden ver que la cosa estaba caliente: unos 20 nudos. Durante la hora y media de navegación la cosa ha rondado esos 20 nudos, con el máximo de unos 22, y rachas de 27.
Loco de mí, me llegué a plantear la cometa de doce metros, pero en verdad supe nada más ver el movimiento de las hojas de palmera, que el día era perfecto para mi nueve. Disfruté desde el primer bordo, aprendiendo a controlar bien esa pandorga, la pequeña de las que tengo, que es la que menos he cogido. Sus movimientos son rápidos, es un trapo al que le gusta jugar con la velocidad para extraer lo máximo de ella, y hay que moverla mucho, casi constantemente. Eso puede ser divertido, pero también agotador porque te obliga no solo a ejercitar más los brazos, sino también a un plus de atención para vigilar y evitar que toque el agua con tanto vaivén. Cosa que hoy me ha ocurrido dos veces, por cierto, pero enseguida recompuse la acción y recuperé sin dudar la tabla que perdí en una curva tomada un poco agresivamente...
Estoy contento. Qué digo, estoy feliz, porque esta tarde he comenzado a practicar el salto, o más bien a despegar del agua. Porque eso es todo lo que he logrado, despegarme una cuarta (aunque después Javi, que me miraba desde la orilla, asegura que era bastante más, que me elevaba más de lo que parecía) del agua, una pequeña o mínima volada, varias veces, sin caerme ninguna, oh, aleluya.
Todo es una cuestión de decisión, observación de las circunstancias propicias, y timing.

Una tarde magnífica que al final se cerró, empezando a llover justo cuando entraba en Huelva de vuelta de la playa. Ojalá todos los días de navegación fueran como el de hoy.


domingo, 17 de marzo de 2013

Extraño

Un fin de semana extraño, la verdad, es éste que está a punto de finalizar.
Muchas ganas de practicar el surfipandorguismo, y las previsiones del windgurú eran bastante propicias... hasta que la dura realidad nos ha puesto en nuestro sitio a todos aquellos que teníamos ya el material preparadito para meterlo en el maletero del coche. La prometida borrasca no ha sido tal, ha venido muy floja, sin apenas viento, y con poca lluvia a excepción de hoy a mediodía que ha llovido un poco.
Yo, en cuanto ví que en el Estrecho estaba entrando algo de Levante, ya sabía que aquí no iba a soplar nada, como al final y a la postre ha sido. El sábado no subió de los 10 nudos, y hoy el tope han sido unos 4 tímidos nudillos de nada.

En fin, así es la vida, llena de expectativas que a menudo no se cumplen, pero que nos alimentan empujando a nuestros sueños y, por ende, a nosotros, hacia adelante.

Mientras tanto, desechada la idea/proyecto de correr la media maratón de Punta Umbría a mediados de Abril por razones que ahora no viene al caso explicar, y parada la cuestión de la fabricación de la Summit a la espera de entrevistarme con el soldador fabricante (aún reconociendo que albergo pocas esperanzas de consumar su realización), sigo con otra idea que ya dejé entrever hace muchos meses, durante mi convalecencia femoral.

No me extenderé ahora con los detalles. Sólo dejaré unas pocas pistas aquí y allá para que los más avispados vayan cazando el concepto. En primer lugar, señalar que mi retiro del maraviloso mundo de las motos deportivas es prácticamente un hecho, comprensible tanto desde el punto de vista de la versión más racing (tandas en circuito),  como de la más "tranquila" y apacible modalidad turístico-festiva en carretera abierta, dadas las incomodidades que causan en mi persona la atroz e injustificada persecución policial de la que es objeto el gremio de las motos RR.

En principio, la Minigixxer está en venta por módico precio, y ando en divagaciones sobre qué aparato adquirir para seguir con mi afición a las dos ruedas motorizadas en una versión un poco más campestre, fuera carretera (off the road). Todo depende. Puedo compaginar la Susi con una barata y viejuna moto de segunda pata. Puedo esperar a vender la Susi, lo que puede ocurrir pasados muchos meses,  o no ocurrir. Y puedo entregarla como parte de pago (asumiendo una minusvaloración que, a la postre quizá fuera lo menos malo), para adquirir una nueva montura, moderna y chachi.

En estas estoy envuelto, y ayer sábado estuve viendo y probando esta motocicleta:


Una pena, porque era la moto perfecta para mis pretensiones iniciales: fiable, sencilla, bonita, medianamente potente, ligera para el tipo de moto de que se trata... pero el anuncio de venta no se ajustaba realmente a la realidad, o yo (por descargar de responsabilidad al vendedor) no supe interpretar lo que se ofrecía.
Un viejo dicho reza que "nadie da duros a peseta". Gran verdad, y la experiencia me lo demuestra. En esta ocasión me estoy tomando la búsqueda de una nueva moto de una manera más calmada y exhaustiva que en anteriores veces. Ya aprendí que hay que ver varias motos, y no hay que fiarse de gangas. Esta moto de la que ahora hablo estaba "en precio", dada su antigüedad y el tipo de moto que es. Pero claro, cuando la veo de cerca encuentro algunas cosas que no molan: el cuenta kilómetros está fijado con bridas y no funciona, o sea, que su kilometraje es indefinido e imposible de averiguar o de atestiguar; el tubo de escape presenta alguna fuga y el silenciador se mueve libremente ocasionando ruidos y problemas; la llanta trasera tiene una raja, no un golpe, no, una raja; el motor presenta puntos de desgaste por el uso; el protector del cárter tenía dos remaches rotos y presentaba holgura... Por lo demás, fue una gozada arrancarla a patada, ¡y a la primera! Qué bonita sensación arrancar una máquina de éstas a patada.
A ver, el precio es barato, y con una mínima inversión podría quedar bastante bien y preparada para la lucha que yo tengo en mente... pero seguramente es preferible seguir mirando con tranquilidad y esperar un poco a ver si aparece algo más atractivo.

La opción de comprar algo nuevo, después de desechar las dos potentes máquinas europeas de 800 cc, me deja con sólo un par de elementos:

Yamaha XT660Z Tenere

KTM 690R
Cada una tiene sus ventajas y sus desventajas, y el precio es prácticamente el mismo. A ratos prefiero la una, y a ratos la otra. Reconozco que, en general, me tira más la naranjita, pero es posible que la japonesa sea al final y a la postre más válida para mis pretensiones.

Dejemos que pasen los días y se aclaren un poco las ideas, y mientras tanto a lo mejor sale otra oportunidad.

jueves, 14 de marzo de 2013

The best

Un video para ver cómo se la gastan algunos en las olas al tiempo que son traccionados por una pandorga acrobáticamente manejada:



Ainssss, qué penaaaaaa, se acabó abruptamente cuando más entretenidos estábamos, eh?!?!

martes, 12 de marzo de 2013

Veneno

Con este nombre ha bautizado Lambo a su última y estrafalaria creación. Porque, sí, hasta lo de Santa Agatha Bolognese a veces hacen este tipo de incongruencia...
Ya dieron el cante con el reciente Sesto Elemento, un bodrio propio de tunero de polígono basado en el Gallardo. Mira que es bonito un Balboni. ¿Por qué hacer eso?

Ahora salen con esto:

lamborghini11 Lamborghini Veneno; 3 unidades, 3 millones de euros

No es más que un Aventador camuflado de extravagancia que parece salida de una peli de ciencia ficción de serie B de los años ochenta. O peor.

lamborghini2 Lamborghini Veneno; 3 unidades, 3 millones de euros

No entiendo sus formar puntiagudas y en exceso afiladas, y esas bocas enormes abiertas en el paso de las ruedas traseras, justo tras las puertas diminutas. ¿Y qué me dicen de las llantas y neumáticos con el perfil en color rojo? Lo peor.

Esperen, esperen, que la cosa puede ser aún más ridícula:

lamborghini3 Lamborghini Veneno; 3 unidades, 3 millones de euros

Tanto hueco, tantas lineas ahí que parece la estantería de la biblioteca de Constantinopla. Cabe el Espasa enterito, y podría ordenarse por temas. Añadimos un par de salidas más de aire en el capó, y una enorme con forma de bumerán justo antes de la luna delantera. Todo ello, claro está, condiciona el diseño de los faros, que se salen de la norma lamborghiniana haciendo algo totalmente diferente al estilo de la marca.

Vamos, por favor. A eso le quitan el toro del morro, y puede haberlo hecho cualquier chino, pero no, lo ha hecho Lambo, en serie limitadísima de sólo tres unidades, menos mal, a razón de tres millones de euros cada una, más impuestos (en Españistán eso significa 4 millones gracias a IVA e Impuesto de Matriculación). Manda muchos huevos, con perdón.

lamborghini4 Lamborghini Veneno; 3 unidades, 3 millones de euros

Me niego a comentar el diseño de la parte trasera, y sólo haré un par de apreciaciones: ¿dónde se supone que irá la matrícula? ¿Qué hay de las normas antiatropello de peatones que obligan a eliminar todos los elementos afilados, aristas, salientes y demás de los vehículos? ¿Cómo lo hacen Ferrari, Pagani, Lamborghini, para sortear la legislación? La verdad, no quiero saberlo.

En fin, acabo con unos fríos datos: totalmente construido en fibra de carbono, su peso se queda en 1'5 toneladas; tiene 750 cv y puede alcanzar los 355 km/h.

Ja ja ja, y yo pensando que en los tiempos que corren a lo mejor estas marcas iba a hacer un esfuerzo por ofrecer unos deportivos más asequibles, más en consonancia con la que está cayendo... Pero está claro, eso me pasa por elucubrar y pensar con mentalidad de pobrecito. Eso es así.

reza, ama, navega

Sí, oh, amigos. A veces hay que hacer acopio de valor y lanzarse, porque una vez que uno ha llegado hasta aquí, ¿cómo vas a reculara y largarte a tu casa con el rabo entre las piernas como chihuahua cobardica? No, hijo, no. Miedo nunca.
Así que, el que crea, que ore a su dios o dioses varios. Yo, como mucho, me presento al oceáno: lo miro, lo estudio, cuento las series, el tiempo entre olas, observo la dirección del viento, su fuerza, si rola o no, si hay rachas, si la corriente te arrastra hacia un lado de la playa; ¿hay obstáculos a la vista, otros navegantes, un espigón, pescadores en la orilla, recogedores de coquinas que se ganan la vida? ¿La marea está bajando o está subiendo? ¿Hay nubarrones en lontananza?
Pero retrocedamos un poco. Cuando iba a cargar mis cosas en el coche, y habiendo pasado hace meses la fase de ¿qué cometa me llevo, la 12 ó la 9?, haciendo uso del famoso dicho de "si se tiene, se lleva", me doy cuenta de que no tengo el arnés. ¡El horror!, pieza imprescindible del uniforme de guerrero pandorguista. No arnés, no glory.
Bueno, uno tiene recursos: cojo uno que tengo por ahí de cuando hacía windsurf, que no es lo mismo porque son más débiles y el gancho tiene la forma un poco diferente. Cuando llego a la playa, me encuentro directamente con el hombre que susurra a las cometas, mi gurú del viento, el maestro, y me lleva a un chalet en primera línea de playa donde ya están los demás cambiándose, preparándose para la batalla. Abellán, Sergio, David, Laura, Yolanda y el citado maestro, Manolo, forman conmigo el conjunto osado e intrépido que surcará el embravecido mar frente al chiringuito Camarón. Sergio me deja su arnés, y el se pone el de su chica (que hoy no ha podido estar con nosotros). Menos mal, un arnés muy similar al mío, de calidad, con su leash y todo.
Ese pequeño detalle me hace enfrentar la situación con otra disposición.
Bajamos a la playa portando nuestro material, enfundados en los neoprenos. Hinchamos las cometas, tendemos las líneas, preparamos todo. Algunos paseantes nos observan curiosos y miran al mar, recelosos, asombrados de nuestra ocurrencia, de nuestra locura.
¿Les falta razón? El agua está brava, realmente. Hay una molesta ola orillera que forma una barrera a traspasar, y luego, dentro, montañas desordenadas empujadas por un viento medio que ronda los 20 nudos. Voy con la cometa "pequeña" de 9 metros, una cometa de olas que no es muy tirona, y a la que tengo cierto apego porque fue con la que aprendí.
Todo bien, paso la espuma y el choppy sin mucho problema, y decido seguir hacia adentro para ganar espacio y poder ceñir bien a la vuelta. Tiro y tiro y tiro. El viento sube y tengo que frenar un poco la cometa, le cojo el punto después de un par de pruebas.
De repente, afrontando una ola, llevo la cometa un poco más bruscamente que de costumbre hacia el cénit (para que me ayude a subirla), y me veo elevándome en el aire, por sorpresa, totalmente inesperado. MI PRIMER VUELO. No me asusto ni pierdo el control, llevo tiempo esperando esto, y si las condiciones hubieran estado un poco más suaves, yo mismo lo hubiera buscado adrede, que ya va siendo hora. La cometa me sustenta y me posa suavemente sobre el agua mientras yo la bajo rápidamente para que tire de mi y no hundirme. Todo sale a la perfección!!!!

Gran alegría me invade. Me parecieron tres o cuatro metros, así que sería uno y medio o a lo sumo dos. Esto es así. Esto es un deporte de sensaciones, y lo que importa es lo que uno siente, no lo que realmente es.

En un momento dado, veo a David que se acerca y me grita: "¡No te alejes tanto, vuelve, vuelve!". Atiza, miro y ya estaba casi en el Terramar y metido unos 400 metros para adentro, y sin darme cuenta. De modo que doy la vuelta y comienzo el retorno. La vuelta es diferente, siempre es diferente. El mar es así, y eso es bonito, obliga a que te adaptes constantemente. En este caso lo es porque la dirección de las olas influye mucho en la navegación con kitesurf. A la ida vas enfrentando las olas, escalándolas o aprovechando sus rampas para saltar. A la vuelta te ayudas de ellas, la cosa es más suave, puedes surfearlas y alcanzas gran velocidad si haces bien tu trabajo.
La cosa es no parar de divertirte, y si la cosa se pone chunga por tamaño de la ola o fuerza excesiva del viento, mejor salirse. Siempre.
Llego al Camarón sin problemas tras un larguísimo bordo, paro a descansar un par de veces durante unos segundos, suficientes para que la pierna trasera coja un poco de oxigeno y se refresque en el agua. hago cuatro o cinco mini bordos, me cruzo constantemente con las chicas (que van estrenando cometas, unos colores chulísimos, las tías van muy fuerte, Laura lleva once años dándole a esto) y con el maestro y David. Los otros se dedican a surfear por la orilla, recortando olas, carveando duramente y pegando grandes botes. Hoy era el día propicio para ello.
Sigo frenando la cometa, la cosa se pone más y más dura. Me veo un poco cansado, las piernas no responden como al principio, la rodilla izquierda me molesta un poco. Es el momento de acabar la sesión, de modo que, surfeando un par de olones me planto enseguida en la orilla mientras una pareja mayor se detiene a observarme, supongo que alucinando por ver a unos locos que luchan con el mar y el viento en las condiciones que había. Bajo la cometa y Víctor, que acaba de llegar, me ayuda. Han pasado unos escasos 40 ó 45 minutos, y me doy cuenta de que hice lo correcto al decidir salirme. Justo entonces la fuerza del viento sube y sube más y más. Se salen todos, se pone demasiado fuerte. Los más aguerridos cogen cometas pequeñas, de 5'5 y 7 metros, y siguen dándole: el maestro y Sergio con tablas de surfkite, cogen velocidades de infarto y recortan las olas lanzando salpicaduras y cortinas de agua al aire. Espectacular.
Un nubarrón se acerca, causando este desaforado vendaval. Decidimos dar la jornada por finalizada y recoger los trastos.
Nos ayudamos unos a otros porque el huracán dificulta el plegado de las cometas. La camaradería es evidente. Volvemos al chalet de Sergio, reducto de calma, a la protección del muro que lo rodea, con sus mangueras que usamos para enjuagar el material. Algunos se duchan y todo.
Hay que amar esto para hacerlo un día como el que ha pasado. Estoy cansado, pero muy contento por haber navegado con éxito en esas condiciones, porque eso curte mucho, se aprende a controlar y manejar con naturalidad, se crea la memoria muscular, se entrena, se endurece. Una vez vestido de persona, nos vamos a la cafetería de turno a tomar un colacao y una tostada para reponer fuerzas, se comenta alguna jugada, nos reímos, quedamos emplazados para la próxima.

Hoy tengo unas terribles agujetas, pero hasta me gusta, fíjense si soy raro.

Añadido: justo antes de cenar, de repente, me vino un flash. ¡El arnés! lo dejé colgado en el patio de mi casa secándose, y no olvidado en la Canaleta el sábado como había pensado. Menos mal, un gasto imprevisto como ese puede descuadrar las previsiones venideras de inversión.
Aquí, la prueba evidente de mi felicidad:

Grande

Lo he calculado, y estoy seguro de que el GRAN Robby Naish es de los pocos que tienen más de 10.000 horas de navegación en su vida. Con creces.

Me he quedado corto, seguro.

Para despejar dudas, aquí lo vemos pletórico y elegante celebrando su cincuenta cumpleaños.

Ole. Y ole.

domingo, 10 de marzo de 2013

W O W

Cosa más preciosa, mother of the beautiful love!!!
El minimalismo al poder. Quítese todo lo que sobra en una normalmente anodina Guzzi, píntela de un color sobrio (los valientes visten de negro), y con un par de detalles adecuados obtendrán esto:







Me encantan las formas del del conjunto depósito/asiento/colín. Me chiflan las llantas de 16" con gomas de perfil alto. Me flipa el contraste de la refrigeración líquida en conjunto con los frenos de tambor. O la horquilla invertida y la simplicidad del monoamortiguador anclado directamente al basculante rígido sin articulación en el cardán.
Gloriosa, sencillamente.

miércoles, 6 de marzo de 2013

airstyle

Fueron los inicios del cometeo, kitesurf, o tambíen conocido como pandorguismo playero. La cosa de coger más y más aire fue lo que enganchaba, y engancha, de esta actividad. Los primeros años, los kiters pegaban unas voladas de aúpa, y se puede comprobar en los videos viejunos demostrativos, con el gran Robby Naish entre otros, flotando durante interminables momentos sobre las aguas.
Luego llegó la época del estilo wake, el freestyle, con trucos en potencia en los que, desenganchados del arnés, cuantas más volteretas des, más puntuación sacas en los campeonatos...
Y de entre todos estos saltadores de hoy, de repente sale Toby, el del video que les cuelgo a continuación, que pasa de modas y sigue con su forma de hacer las cosas al modo de la vieja escuela, oldschool. A él le gusta llamarlo "airstyle":

El agua plana del Portil, y condiciones ideales de viento para ir y venir ganando terreno a barlovento sin sufrir fuertes tirones, ha hecho que haya disfrutado de una placentera tarde, la octava del año, pudiendo comprobar que mi rodilla va por buen camino y todo quedó en un susto. Menos mal. Salí muy contento, aunque la sesión fue breve... o es que simplemente me quedé con ganas de más, pero es que no pude comenzar antes por otras obligaciones. En fin, al final, después de guardar el material y vestirme de persona, estuve hasta que casi se hizo de noche charlando con unos y con otros, que es otra buena cosa que tiene esto del pandorguismo: une mucho. Ha sido guay.

martes, 5 de marzo de 2013

trail extremo

Ya puse el video de los rusos chalaos, también alguna foto de motos viejunas, y es posible que en el pasado colgara algún otro filme de Muebleuwe GS800.
Le toca el turno a las Tiger 800XC, en este montaje patrocinado por Icon, un fabricante de ropa técnica de protección para deportes extremos. En él, un par de pilotos de cross hacen todo tipo de diabluras con dos motos que van adaptando a las diferentes circunstancias, básicamente cambiando neumáticos. Los más avispados verán que ahora salen con guardabarros delantero, luego no, después sí de nuevo... y otros detalles.
Por lo demás, salvo los escapes y unos pocos aditamentos (cubrecárter, defensas de motor), las motos están de serie. Es largo, pero entretenido porque van por todo tipo de caminos, bosques, nieve, desierto, playa, ciudad, campo abierto...

trail viejuno

lunes, 4 de marzo de 2013

Pantah!







Espada de fuego

En 1992 hubo una conmoción en el minoritario mundo de los aficionados a las motos deportivas: apareció en la escena la Honda Fireblade, la mítica CBR900RR, sí, sí, doble erre, que mola más. Fue la primera RR de la historia, y todo tiene su porqué. CB era por tener cilindros en número par y en disposición en línea transversal, la primera R era reservada a las deportivas (igual que sin ella estaríamos ante una naked, y con una F, de fairing, ante una moto carenada), 900 por la cilindrada, a medio camino entre las populares 750 y las excesivas 1000, y la RR final de "racing replica".


1992

Honda prometía la manejabilidad de una 750 con la potencia de una 1000... pero en realidad quedaba entre dos aguas, y no daba ni lo uno ni lo otro. Tenía otras características peculiares, como la obstinación de Tadeo Baba, el alma máter inspiradora del proyecto, por que su llanta delantera fuera de 16 pulgadas de diámetro para mayor manejabilidad... pero lo que logró en verdad es que la moto fuera muy delicada de tren delantero. Sus meneos a alta velocidad, en cambios de rasante o en cambios bruscos de dirección eran fenomenales, y el concepto de "shimmie" se convirtió en algo habitual en los cafés de los quemados de fin de semana.


La segunda en 1996, entre nosotros "la vaquita"
Se fue pasando de los originales 893 cc y 124 cv de la primera versión, a 918 y 130 en la segunda; pasando por los 929 cc y 151 cv de la tercera, por fin con inyección electrónica, que vino acompañada por un considerable aumento de peso, llanta de 17, y cifras mentirosas en banco de potencia y prestaciones reales, como se comprobaría fácilmente después.


Tercera versión, año 2000, engordando.
La cuarta versión fue la de 954 cc, ya en 2002, y aunque prometía la misma potencia que la anterior, era una máquina mucho más ágil, explosiva y emocionante. Y además bonita, la verdad. Se hizo un esfuerzo en contener el peso, y fue la primera vez que se montó de serie unos discos de freno delanteros de 330 mm de diámetro.


Versión 2004, cada vez menos 900, cada vez más lejos del concepto.
Pero en 2004 llegó la primera CBR1000RR, con una estética totalmente nueva: escapes bajo el colín de aspecto monoplaza, doble faro con tomas ram debajo, chasis y basculante monolíticos, larga distancia entre ejes, y un extraño amortiguador de dirección electrónico. Esta moto coincidió en el tiempo con mi Ducati 999, y tuve ocasión de probarla en la sierra gracias a mi amigo Gabi, en una tarde de intercambio. Recuerdo que no me gustó mucho: era dura de mover entre las curvas, el motor no acababa de explotar, los frenos eran de pena, y al lado de mi Ducati la moto parecía un buque por su anchura y tamaño y general. Tenía 998 cc y declaraba 172 cv de potencia. Este modelo recibió un lavado de cara en el año 2006, con cambios en la parte delantera del carenado y algunas partes internas del motor.
Finalmente, en 2008, llegó a los concesionarios una versión totalmente renovada que nada compartía con todo lo anterior... pero esa es otra historia.


2004-5, en tono oscuro. Afilada y rápida, sobre todo en recta.

El caso es que el viernes fui a Sevilla en moto con unos amigos, y a la vuelta cambié mi moto con Pedrito, que tiene una CBR1000RR de 2005 con algunas mejoras: amortiguador y muelles de horquilla Olhins, escape completo, Power Commander, latiguillos metálicos, desarrollo acortado... y cerca de 40.000 km.
Bajarme de la mía y circular con esa Honda fue como atravesar un portal dimensional.
La Fireblade 1000 de Pedrito es la mejor Honda que he probado: muy potente, demasiado quizá; mucho más manejable de lo que yo recordaba, al nivel de mi Susi, y muy muy suave, sin vibraciones. Quizá ese manejo tan ligero se deba a que el amortiguador sea un poco más largo que el original, pero no le pregunté tal dato al dueño. Desde luego, la que probé hace años de Gabi no tenía nada que ver. En lo único que fallaba era en los frenos.
Cuando me monté de nuevo en la Minigixxer, volvía a la realidad. Se acabó el efecto hiperespacio, el botón on-off que era el acelerador de aquel monstruo impresionante, y vuelta al anodino mundo de las motos de 600 deportivas, muy revolucionadas, con vibraciones, ruido y pocas nueces. Al menos mi moto es más estrecha y eso gusta mucho, al menos a mí.

Tardaré en olvidar esa catapulta con ruedas que aceleraba por encima de la raiz cuadrada de 62.500 y más allá sin aparente esfuerzo.

No hubo ocasión de inmortalizar a la bestia, pero ya se la pueden imaginar, toda negra ella.

La no violencia

Leyendo anoche el blog de mi guruji, a quien tengo por maestro tremendo del arte del yoga, y a quien le debo mucho, o al menos bastante, de mi actual cuerpo y alma, leyendo su blog (como iba diciendo) vi que dedicó una entrada a la “ahimsa”, la no violencia, un punto importante, si no crucial, de Yama, la ética del yoga.
En esa entrada se habla de Ghandi como uno de los principales ejemplos y modelos a seguir en ello.

Aprovecho la ocasión que me brinda este pequeño espacio para exponer mi opinión, que difiere, en mucho, de la de mi querido gurú. Para mí, el político indio no era pacífico en absoluto. Hay muchas maneras de ejercer la violencia, y no quiero pensar que mis escasos o inexistentes lectores tomen por tal el mero y único acto de violencia física. Eso sería grosero, un entendimiento soez del concepto de “violencia”. Hay muchos tipos de violencia. Quizá para un niño pequeño sí, una bofetada, un empujón, sujetarlo contra su voluntad, sea la única manera de violencia que pueda comprender su cerebro. Pero a ese niño le queda mucho por aprender, y con el tiempo se dará cuenta de que hay violencias peores.
Hay violencias que no se manifiestan como esa forma básica y primigenia, violencia consistente en el no hacer, o en el no dejar hacer, o simplemente violencia verbal, gritar, amenazar, chantajear, abusar de poder, manipular. Hay violencia que se ejerce sobre nuestras personas y, es increíble, ni nos damos cuenta.

A menudo, por desgracia, la violencia sólo se puede combatir con violencia. Es raro el caso en que la verdadera violencia es contrarrestada con buenas palabras y raciocinio.

¿Hay algo más violento que una manifestación? En muchas manifestaciones, por no decir todas, un grupo de personas exigen algo en su provecho personal (algo que, por lo general, no afecta al resto de conciudadanos). ¿Quién no ha sufrido alguna vez un corte de carretera o de un puente o de la vía principal de su ciudad, causando molestias, perjuicios insalvables, incluso amenazas y daños materiales para, ay, aquel que osare ejercer su derecho de libre circulación por los espacios públicos? Oiga, en ejercicio de su derecho de manifestación usted se puede tumbar sobre el suelo de una carretera, impidiendo así la circulación normal de vehículos a menos que pasen por encima de su cadáver.
Eso, precisamente eso, es un claro ejemplo de violencia. Un chantaje en toda regla, una imposición de un ser sobre el otro para alcanzar un fin egoísta y personal. Y al vecino que le ondulen.
Normalmente la cosa no pasa de ahí. En casos extremos puede haber luchas callejeras como ocurría con los Astilleros de Cádiz cuyos trabajadores cortaban constantemente el puente de acceso a la ciudad y tenían que intervenir las fuerzas armadas para poner orden. Para algunos, increíblemente, eso no es violencia.

Imaginen ahora que alguien quiere lograr algo, y para coaccionar al Estado, al poder público democráticamente elegido por todos, por todos, decide tumbarse sobre la vía del AVE impidiendo su circulación y perjudicando a cientos de pasajeros. ¿Hay algo más violento? A ver, lo hay, claro está. Pero esa actitud es bastante violenta, y seguramente haya que solucionarla por la fuerza. Ah, pero él estaba pacíficamente tumbado en la vía, no estaba haciendo daño a nadie…

Volvamos a Ghandi, el gran ejemplo de la Ahimsa. Ciudadano ejemplar de un estado en vías de desarrollo, bajo la protección y dirección del Reino Unido, se unió al clamor que quería y pedía la libertad, la independencia y la marcha, o expulsión en su caso, de los ingleses de la India, a la que había exprimido hasta la saciedad. Claro caso de violencia contra violencia: los ingleses estaban ejerciendo una supremacía militar, obraban con fuerza; los indios, unos más explícitamente violentos que otros. Porque hubo indios violentos, claro que los hubo, en el sentido más común del término, que atentaban contra la autoridad de la Reina de Inglaterra. Hasta que Ghandi encontró la manera de ejercer la violencia “pacíficamente”, y vendió ese rollo a todos sus seguidores, e incluso a quienes no lo eran (porque tenía muchos enemigos, como todos los políticos, y de hecho acabaría asesinado, como supongo todos ya saben), pero que le apoyaron en su momento porque les interesó. A muchos interesaba una liberación del yugo anglosajón.
Pero sus métodos, lejos de ser pacíficos, eran meros y comunes chantajes y coacciones. Es cierto que él no iba pegando mamporros por la vida, pero sus mamporros eran de otro tipo. Quizá era la mejor opción dentro de la violencia, porque a la violencia hay que responder de manera proporcional (en caso contrario, el que reprime la violencia se convierte en abusador o ente de peor calaña incluso), pero violencia al fin y al cabo. De hecho, pregonaba públicamente la total fidelidad a los dictados de la conciencia, llegando incluso a la desobediencia civil si fuese necesario...

Mira, mira qué cara de buenín!!!

Porque, digo yo, ¿cuántos actos de nuestra vida no se rigen por la violencia? Lo que ocurre es que la violencia se ha civilizado de tal modo que acaba por pasar inadvertida, como ya dije al principio.

Epílogo:

plegable!!

Siendo yo un chaval, la segunda bici que poseí fue una G.A.C. de paseo, plegable. Era muy muy muy pesada, tenía transportín y hasta luces, delante y detrás, cuya electricidad era suministrada por una dinamo que iba a la rueda delantera y que, cuando estaba conectada, era insufrible por el freno que suponía. De color roja, la recuerdo con nostalgia, pero también con odio.
Yo hubiera querido una Motoretta.

En fin, ayer, más de treinta años más tarde, tuve la ocasión de probar una bici plegable moderna, una de esas bicis que tan de moda se van poniendo en las grandes ciudades. Pero no se crean que fue una Brompton, que eso es gama alta y de lo mejor y bastante caras, por cierto. No.
La Monty F-19 es el objeto de mi discurso. Monty, antaño fabricante de magníficas bicis de BMX y de trialsín, tiene ahora su parcelita en este nicho de mercado moderno que son las bicis plegables, la solución perfecta para el ciudadano joven con poco espacio en su cuchitril de soltero, que le permite circular a los sitios de moda o a su lugar de trabajo de una manera ecológica y políticamente correcta.
Yo sigo prefiriendo ir en moto, y si es a escape libre, mejor aún. Es mi venganza por los fuegos artificiales de las Fiestas Colombinas, o los cohetes del Rocío, o los petardos de Navidad, o los ruidos de cláxon, gritos, algarabías, alborotos y más cohetes y petardos cada vez que el Real Madrid o el Barça ganan algo.

La Monty F-19 es una bici curiosa, supongo que como todas las plegables de ruedas pequeñas de hoy. Es muy fácil de plegar y desplegar, y tiene soluciones ingeniosas para hacer que los pedales ocupen menos espacio, y que no te rompas las uñas doblando el cuadro en tres partes, bajando y subiendo la tija del sillín, y tal y cual.
Pero a mí lo que me gusta es la dinámica de la bicicleta, y como tal, ésta cumple a la perfección. Es un velocípedo muy fácil de conducir, y pude comprobar además que simplemente subiendo o bajando el sillín, se adaptaba perfectamente a mí, a mi limitador, a mis dos cuervos e incluso a mi sobrina de seis años.
Esta cosa mola, y para muestra, un botón:

El atuendo hipster no es impresdindible, pero un jersey con coderas y una gorra para la calva ayudan un poco al rollito neo-snob, ¿o no?

Se nota que los ángulos están estudiados, y sus componentes tienen una calidad aceptable dado el uso al que va dirigido. Queda comprobar la durabilidad en buenas condiciones, y sobre todo ante un trato duro con lluvia o sol, el paso por baches sucesivos, algún choque imprevisto con bordillos y obstáculos móviles como otros ciclistas, perros y peatones desprevenidos...

La calidad no es para tirar cohetes, eso está claro, y poco más se puede pedir por lo que cuesta. La bici cumple, lo que ya es bastante, y se nota que se ha hecho un esfuerzo por hacer las cosas medio bien.
A mí, en definitiva, me ha gustado, aunque reconozco sus limitaciones de diseño y componentes, y estoy deseando poder comprobar lo que es una Brompton para flipar en serio.

viernes, 1 de marzo de 2013