jueves, 28 de diciembre de 2006

Hace unos meses, mientras practicaba descenso con Antonio, Fernandito y Dani en Olhao, Antonio partió la cadena justo delante de mis narices. El fin de semana pasado me ocurrió lo mismo, y cosa curiosa, justo en el mismo punto del circuito: saliendo de un peralte mientras pedaleaba con fuerza.
Siempre he asociado la rotura de cadena a un cambio mal hecho -forzando mientras la cadena estaba demasiado tensa-, un eslabón un poco jodido o debilitado por una mala acción previa, o simplemente una cadena vieja o mala. Pero mi transmisión está prácticamente nueva, limpia y engrasada, y me tomo mi tiempo para que esté perfectamente puesta a punto. Aun así, casi me parto la rodilla al crujir ese eslabón maldito.
Gracias a unos amigos portugueses que me dejaron un troncha pude salir pronto del aprieto y perdí poco tiempo en una mañana que para mí, como suele ser habitual por mis compromisos familiares, era contrarreloj.
Cuando comenté mi avería con Dani, que tiene a sus espaldas mucha más experiencia que yo en temas de descenso, me preguntó: ¿ha sido en tal peralte de derechas y pedaleando, verdad? Y me dio la explicación: al comprimirse la suspensión por el efecto de apoyo, al tiempo que daba pedales con fuerza, se ha producido un sobreestiramiento de la cadena que ha desembocado en la rotura de un eslabón.
Es un efecto típico del llamado "backpedal": la suspensión trasera al comprimirse provoca un alargamiento de la distancia entre el eje del pedalier y el eje de la rueda trasera. Este efecto es mayor o menor según la ubicación del punto de giro del basculante, de si hay o no una articulación horst link, o del tamaño y localización de los puntos de giro en un sistema de pivote virtual. Es en estos últimos en los que este efecto es menos acusado o incluso inexistente, y los primeros, los tipo kona, en los que el efecto es más acusado, salvo en aquellos diseños en los que el punto de giro del basculante y el eje de pedalier son solidarios, como en la Cowan DS y la Cove G-Spot -que pudimos ver en el primer freerider que aparece en el nuevo video Cranked 6-. De todos modos, yo sabía de la existencia del backpedal, que había sufrido, sobre todo, subiendo trialeras en plato pequeño, pero no había caído en lo que podría suceder en pleno descenso, donde, si lo pensamos, es más fácil su aparición por los mayores recorridos de suspensión. Efectivamente, subiendo un repecho con la bici de enduro, sentado y pedaleando fluidamente para que no afecte al sistema de suspensión, lo que se puede notar al pasar sobre una piedra o una raiz es un efecto de "atrancamiento", como si nos quedáramos momentáneamente parados, aunque si vamos con la velocidad adecuada y ayudamos un poco con el cuerpo sobrepasaremos el obstáculo sin problema.
Pero yendo a mayor velocidad y con una bici de largos recorridos, en las que apoyar en un peralte mientras pedaleamos puede suponer hundir la bici diez o doce centímetros, la cosa se agrava: en el fervor del pedaleo levantados, que de por sí ya aplica una buena cantidad de fuerza, la cadena se ve de pronto estirada un par de centímetros, con el resultado fatal que todos conocemos ya. El truco está no en entrar pedaleando, sino en comprimir la suspensión, y cuando vayamos a salir del peralte, ayudados por la descompresión, empezar a pedalear asegurándose de que ya no se va a hundir más el amortiguador.



En fin, mucho ojo en los peraltes y ya sabéis, liberad vuestros pedales y... a correr!

miércoles, 27 de diciembre de 2006

ingeniería bicicletil

SISTEMAS DE FRENO
Es cierto que no he practicado disciplinas duras con mi Da Bomb Cherry Bomb, y por tanto, no he podido constatar la falta de rigidez o resistencia que siempre se aduce sobre el horst link, o articulación en las vainas, frente a la articulación sobre las punteras, en los tirantes. Este ha sido siempre el aspecto que yo he visto más negativo en este tipo de suspensión, sobre todo en bicis destinadas a un uso duro a favor de la gravedad, como el freeride o el descenso.


Pero ahora que lo he podido probar a fondo en mis carnes, creo que las ventajas a la hora de frenar del horst link son tan grandes frente al monopivote o al paralelogramo deformable four bar linkage, ya sea tipo Kona o tipo Rocky Mountain, que una vez más mi mente se ha abierto respecto de este asunto, que yo creía cerrado. Para mí hay dos grandes familias en los sistemas de suspensión trasera: los monopivotes y los que incluyen una articulación horst link. En los primeros, incluyo a los efectos de fuerzas de frenado a los sistemas de paralelogramo deformable con articulación sobre las punteras, en los tirantes, caso de Kona, o Trek en sus Session, puesto que se trata de verdaderos monopivotes a los que se les ha añadido una serie de palancas para desmultiplicar las fuerzas sometidas sobre el amortiguador y crear la curva de progresividad requerida; y también incluyo a esos otros sistemas más o menos camuflados con basculantes y unas bieletas en vez de un paralelogramo, al estilo de las motos, como los usados por Commençal y Rocky en sus RMX, pues igualmente anclan la pinza de freno trasero sobre el basculante formado por las vainas. En los que usan horst link he decidido incluir, tanto a los paralelogramos de cuatro barras como el caso de mi Da Bomb y las Mondraker Factor o Foxy, por ejemplo, como al FSR de Specialized, que es lo mismo de las Devinci o las Norco. Los tan de moda sistemas de punto de pivote virtual de las Santa Cruz, Lapierre, Giant o Iron Horse, que si nos fijamos tienen una articulación en las vainas, solo que en lugar de junto al eje trasero, lo tienen cerca del pedalier, y por la parte superior del triángulo trasero funcionan como un four bar linkage, no pueden ser asimilados a los sistemas con enlace "horst", porque al fin y a la postre, al frenar se produce el mismo efecto de bloquear todo el triángulo trasero como más adelante explico. Establecer un paralelismo entre el vpp y el sistema turner tipo kona de toda la vida puede parecer descabellado, pero si lo pensamos bien, en cuanto a transmisión de fuerzas en la actuación del freno trasero, deben ir englobados en el mismo saco.


El fondo de la cuestión estriba en el punto al que se ancle la pinza de freno, bien en la vaina, bien en el tirante, pues tanto en una como en la otra ubicación provoca efectos muy distintos en el funcionamiento de la suspensión. Veamos un claro ejemplo de esto, fácilmente comprobable por nosotros mismos sin salir de casa. Si me subo en mi Stinky y amortiguo repetidamente sin tocar los frenos, puedo constatar que la bici sube y baja sin moverse del sitio porque la suspensión actúa libremente. Pero si pruebo a hacerlo accionando fuertemente el freno trasero hasta bloquearlo, ocurre algo curioso: cuando se comprime la suspensión, la bici avanza, y cuando el amortiguador se extiende, la bici vuelve a su sitio original. Esto es así porque al frenar, la rueda se hace un bloque con el basculante, el cual, al amortiguar describe una curva que hace girar, aunque sea levemente, la rueda. En la práctica se traduce en que si frenamos bruscamente sobre baches, cada vez que la suspensión se comprima, al mismo tiempo se ve obligada a empujar a la bici -y su piloto, claro- hacia delante. Mover ese peso rápidamente no es físicamente posible, y el movimiento de la suspensión se ve, por tanto, muy ralentizado e incluso, en los peores casos, bloqueados. Lógicamente, este efecto será mayor o menor según el recorrido de la suspensión, la velocidad, el peso total, y la localización del punto de giro del basculante.


Ahora hagamos lo mismo con una bici con horst link, y descubriremos -en mi caso, maravillado- que si hundimos la suspensión con el freno accionado, la bici no se mueve del sitio, porque el llevar la pinza sujeta al tirante y no a la vaina lo asimila a llevar un sistema de pinza flotante con un tirante horizontal de reenvío al cuadro -como el sistema DOPE que Kona ha introducido este año en su gama, el tirante de reacción de las Stab de toda la vida, o el que lleva la Gemini DH y las Foes de descenso, por poner tres ejemplos claros-, que no hace sino independizar el funcionamiento del freno del de la suspensión: si se bloquea la rueda por acción del freno, el basculante puede subir y bajar sin que la misma le acompañe en su giro. La rueda bloqueada no forma un bloque con las vainas, sino que lo hace con los tirantes o con la pieza que va unida por un lado al eje de la rueda y por arriba al tirante de reacción, de modo que se contrarresta el giro del basculante al amortiguar y así la rueda no empuja a la bici en su compresión, y como resultado la amortiguación sigue funcionando si frenamos al pasar por baches, porque no tiene que desplazar ningún peso extra.


Esto es, explicado un poco rápido, lo que ocurre cuando frenamos, y el efecto de llevar un horstlink o un sistema de freno flotante. El caso es que incluso los corredores profesionales de descenso prefieren acarrear un sistema de freno flotante que les permita frenar y amortiguar al mismo tiempo, aunque implique mayor peso y complejidad mecánica.


Liberad vuestro sistema de frenada y de paso echad un vistazo a http://www.therapycomponents.com/floater.htm



jueves, 21 de diciembre de 2006

perestroika burriclética


El freeride, entendido normalmente como una particular manera de practicar el ciclismo de montaña un poco más extrema de lo común, se encuentra compuesto de diversos modos de montar: campillos, calle, montaña pura y dura, construcciones artificiales, y, básicamente, todo aquel modo de bicicletear que incluya saltos, bajadas, derrapes, frenazos y curveo más o menos técnico.


Pero hay un componente común en todos ellos que no se da en otras disciplinas como el rally XC, o el ciclismo de carretera. La búsqueda de ese poquito más, el reto constante de saltar más alto, más lejos, caer desde más arriba, hacer ese truco imposible, o guardar el equilibrio en intrincadas pasarelas cada vez más dificultosas. De este modo, cada uno se pone su propio nivel, y disfruta a su modo de tan variopinta modalidad, dentro de sus posibilidades, aunque sin olvidar el lema olímpico de "citius, altius, fortius", totalmente aplicable al caso.




X-up incipiente

En casos extremos, el freeride se llega a convertir en algo más que una mera actividad lúdica, y pasa a formar parte de uno mismo y su particular visión de la libertad en bici mejor entendida. En algunos, cuyo grado de freerider alcanza un estadio evolutivo importante, llega a ser un estado mental, al más puro estilo creativo o surfero, si se me permite la analogía, e invade casi cada sector de nuestra vida: desde la forma de vestir hasta la manera de pensar, porque esa búsqueda de la vía más especial para rodar, esa lucha interior para acometer un gran cortado, hacen que poco a poco, a medida que vas superando retos, se produzca un efecto de "apertura" de la mente, una vez que se aprende a superar al que es el peor enemigo del freerider radical: el miedo interior. Gracias a la "perestroika burriclética", con el tiempo se aprende a respetarlo, a controlarlo, superarlo, y finalmente hasta a reirte de él.


Ya sabéis: libera tu mente, y tu cuerpo le seguirá.

domingo, 10 de diciembre de 2006

el equilibrio


Todos sabemos que un ciclista puede ir tan duro como su material se lo permita, y que una mejora del material es tan buena como el atleta sea capaz de exprimirla. Un exceso de habilidad o innovación, y habremos creado un desequilibrio. Nuestra meta ha sido siempre ser tan equilibrados como podamos con lo que nuestros ciclistas necesitan.

Lo vi ayer bicheando por el Kona Site, y me gustó esta filisofía, así que os la pongo aquí, toma castaña pilonga!!

Sed libres para elegir vuestro material, sobre todo la Julia.

martes, 5 de diciembre de 2006

Reconozco que mis habilidades ciclistas quedan lejos del virtuosismo, y se acercan más bien a la mediocridad, que es lo normal. Pedaleo, lo que para muchos ya es bastante. Ah, se me olvidaba decir que también sé nadar, lo que sí que me coloca físicamente por encima de muchos más de los que creemos, os lo aseguro.

Aún así, creo que mi aptitud habilidosa no está reñida en ningún modo con querer llevar buen material. Digamos que no soy un pijo, y tampoco me muero por ir a la última moda. Esa época terminó para mí mucho antes de cumplir los veinticinco, creo. En cambio, he de reconocer que me gusta el detalle. Sí, el detalle que marca la diferencia. Por ejemplo, cuando cambié la horrenda Drop Off Triple OEM de mi Stinky, obsesionado con montar una pletina simple, me pude conformar con la 66 RC, una VF2, o incluso una SL. Pero no. Compré la RC2X, tope de gama, no por necesidad real, sino por pegarme el capricho de ver esa pedazo de horquilla puesta en lo que antes era el punto más débil de mi Kona. Con el tiempo y el uso, la verdad es que acerté con la elección, pero reconozco que eso ha venido después.

Quitar el freno delantero de mi P2, o el empecinamiento de convertirla en singlespeed, son otros ejemplos de personalización, pero el colmo ha sido comprar un rotor de disco "Dirty Dog", que es una de las piezas más molonas que he visto por ahí últimamente.



Del mismo modo, cuando jodí las bielas Hussefelt de mi bici de campillo, no puse otras iguales. Sopesé la posibilidad de montar unas Race Face de camuflaje como las de Berrecloth, pero al final consideré que unas Deity blancas eran una opción más cool. Tengo pensado poner en la Stinky un disco trasero más pequeño, por ejemplo. Y sus ya maltrechas bielas Truvativ no han durado ni un año de trote cochinero y están pidiendo ya un cambio antes de que su holgura incipiente vaya a más... había pensado en unas Race Face Diabolus, pero su precio un tanto elevado me quita las ganas. En cambio, unas Hone o incluso unas XT, serían, a pesar de su evidente vulgaridad y anodina estética, algo diferente en una bici de freeride. Y para lo que se estila en este mundillo, baratas. Finalmene, le he metido un juego Saint, bruto y duro a más no poder.. y son muy pocas las bicis que lo llevan de serie, a pesar de su evidente calidad!!!

Quiero decir con esto, que no se trata sólo de comprar piezas caras porque sí, sino en buscar ese poquito que diferencie mi bici. A veces con una pequeña inversión se consigue, pero otras, hay que gastarse medio sueldo en un puto buje Chris King para darse el gustazo de escuchar esa incondible carraca de acabados perfectos... ¿quién sabe si será lo próximo?

Sé libre, colega.

lunes, 27 de noviembre de 2006

El Zaudín

Ese lugar en el extrarradio de Tomares, que está en el extrarradio de Sevilla. Allí me he pegado algunas leches memorables, y he sacado los pocos truquillos que sé hacer con mi campillera. Aquí os pongo unas fotos del último día que estuve allí con Manu.




La segunda foto es la que más me gusta. Es de Fernando, un chavalito que promete, pero que tiene el camino viciado no por su culpa... o quizá sí.



Este es Manu empezando a saltar. En un par de años me deja atrás, el muy jodío.

jueves, 16 de noviembre de 2006

La Julia no se lo creía, pero ahí va eso:

Mi espíritu aterido
se resiente, se enfría,
pierde la calidez
que le cararcteriza.
Está casi muerto, herido,
no le presto atención,
no lo cuido, lo descuido,
y como de él me olvido
su vigor desaparece,
y se esfuma.
Y se desperdicia.
¡Qué gran error!
Increible estulticia.


Lo escribí hace quince años, en un arrebato nihilista. Una época de bajón que me dio en mi adolescencia. Hay más, por lo menos veinte de ellos, ya los iré poniendo si ha lugar.

Por lo demás, aquí os dejo una foto cachonda de este verano en Tavira con mis vástagos:

No todo es bici y freeride en este blog, y me ha venido a la cabeza esta tarde una serie de pensamientos que no he podido resistir dejar aquí plamados.

Hace poco más de un año, mientras en Francia había serias revueltas callejeras por la amenaza de una nueva legislación laboral que dificultaba, aún más, el acceso al mundo del trabajo, en nuestra piel de toro se convocaban macrobotellones con el afán de romper un récord de asistencia nocturna en completo derroche del bebercio más cutre. Así nos va, de tripartito en tripartito. Venga toros, y fútbol, mucho fútbol a todas horas, el circo contemporáneo que hace de catársis de la masa embrutecida y aborregada.

En un Estado cuyo afán es controlarlo todo de manera casi totalitaria, donde desde la tierna infancia se nos dirige y encamina recibiendo la más tendenciosa de las educaciones, en una sociedad cuya escala de valores no es que sea triste, es que ha desaparecido todo rastro de valentía, dignidad, seriedad y honor, tenemos lo que nos merecemos. En nuestras manos está, cada cuatro años, hacer uso del derecho, no, de la obligación, de voto. Pero es inútil. Son todos de la misma calaña.

El frustrante contrato social al que me veo obligado a pertenecer, como ya dijo Rousseau, me tiene atado y bien atado a este "do ut des" a gran escala. Trabaja y paga impuestos, recibe a cambio la protección del Estado, la seguridad y la comodidad de no vivir en la época de las cavernas. Me resigno. Uno más que se resigna y trata de subsistir tan estoica como escépticamente, porque sí, he perdido la fe en la raza humana, que acabará, como muchos antes que yo ya vaticinaron, autodestruyéndose. O a lo mejor no es tan grave y me estoy haciendo una paja mental que te cagas...

Una sonrisa recorre mi rostro mientras escucho, con los auriculares puestos, a Beck cantando la maravillosa "Diskobox", y me doy cuenta de que mientras haya visionarios como él, habrá pequeños momentos en mi vida que valdrán la pena. Sé libre, amigo. Piensa por tí!!!

martes, 14 de noviembre de 2006

Definitivamente, se puede considerar el freeride como un arte. Como manifestación de la creatividad individual, no cabe duda que no hay dos trazadas o dos saltos iguales, y que hay quien lo hace con más estilo y quien lo ejecuta de un modo no tan limpio. No me refiero ya a la mera construcción de saltos dobles en el campillo, o de pasarelas en tu montaña preferida -"bridges" en el inglés original-, sino a la propia forma de superar tales obstáculos. Hay diversos modos, desde la manera pausada y estudiosa del estilo, midiendo exactamente la velocidad y la distancia, hasta la denominada en British Columbia, cuna y meca del deporte-arte al uso, como "quick and dirty", rápido y sucio, un estilo quizá no tan llamativo visualmente, pero igualmente divertido y peligroso, que podemos disfrutar cuando vemos algunos videos extremos de NSX, protagonizados por gurús consagrados como "Dangerous" Dan Cowan, Ritchey Scheley, "Super T" Tyler Klasen, o Geoff Gulevich, entre otros.

Hablamos de tipos que llevan muchos años, no sólo bajando a saco por las más intrincadas veredas y vericuetos de las arboladas canadienses, sino también construyendo e ideando auténticas locuras artificiales de madera para su goce y disfrute personal.



La serie de North Shore Xtreme, cuya versión VIII se puso a la venta en España a primeros de 2006, es toda una colección de drops brutales, equilibrios imposibles ejecutados con total naturalidad, y algunos descensos vertiginosos al más puro estilo quick&dirty. En sus últimas versiones podremos ver también freeride en montañas nevadas e incluso por la noche. Otra serie de videos, tan legendaria o más, es New World Disorder, estrenada a primeros de 2006, con introducciones en tono humorístico, o la serie de videos Cranked, con sus famosas calaveras. La lista de videos espectaculares es larga, pero con "The Collective" y su secuela "Roam", tuvo lugar un punto de inflexión, porque, aunque aparecen descomunales saltos y piruetas circenses, el montaje cinematográfico, la fotografía, música y enclaves escogidos, los hacen especialmente atractivos. Parece que cuando se ha llegado a un punto en que dejarse caer por gigantescos cortados y hacer grandes backflips en supercampillos era todo lo que aparecía en los videos, alguien tuvo la genial idea de ofrecer algo más.

Por eso me considero un ferviente seguidor del espectáculo de freeride que suponen las creaciones The Collective, en el que la figura del freerider como personalidad de pro famoso pasa a un segundo plano, y hay que verlo como un todo global, el conjunto de diversos elementos que son la esencia de este deporte-arte: la bici, la montaña, la técnica, la belleza. La diversión. El arte.

Libera tu creatividad, y ya estás tardando en ver el NWD 7: FLIPA

martes, 7 de noviembre de 2006

Ahora, después de un tiempo, tengo la certeza de que algo ha cambiado, no sólo físicamente, sino en mi estado mental. Perder unos kilos a cuenta de la intensa actividad aeróbica entraba en mis cálculos, aunque no fuera algo deliberadamente planeado. El aumento de la fortaleza de brazos y espalda sí me pilló algo más por sorpresa, pero bienvenido sea. Mis cortas, pero intensas excursiones de rally-enduro han influido en mantener mi cuerpo en forma de un modo que yo nunca esperaba a mis treinta y cuatro años, pero ha sido el freeride lo que me ha cambiado de verdad.
Desde que dejé el bonito mundo de las BH California y GAC Akimoto en mi temprana adolescencia, nunca volví a coger una bici, y hace apenas año y medio, casado y padre por dos veces, decidí abandonar lo que había sido mi mundo en cuanto a afición se refiere: las motos deportivas. Busqué un sustituto en la bici, pero pronto me di cuenta de que eso de pedalear incansablemente durante horas no estaba hecho para mí, más que nada por una cuestión de aburrimiento, de modo que me fui introduciendo en la calle, el campillo, el free y el descenso, por este orden temporal. Me hice con un cuadro P2, que fui montando y mejorando en componentes con el tiempo, y posteriormente una Stinky entró en mi trastero. Una visita a Vallnord primero, me descubrió el descenso puro y duro, y luego un par de fines de semana en la Pinilla me hicieron disfrutar como un niño chico con los enduros, la sección de pasarelas y cortados, y las trialeras y zonas de curvas entre los pinos.

He sentido la emoción antes y después de afrontar ese cortado que una persona en su sano juicio nunca se plantearía. He notado la adrenalina corriendo presurosa por mis venas. El temblor de las manos por los nervios. El reto sicológico de luchar y romper la barrera de una pasarela de equilibrio. El sonido del viento en el casco bajando a toda velocidad entre las sombras de los árboles que mis hombros esquivan a duras penas. El agotamiento físico y mental al final del día. El corazón golpeando duramente el pecho. Pero también he conocido el dolor. He visto la soledad, y el silencio del bosque tras una dura caída. Afortunadamente, las lesiones me han respetado toda la vida, quizá porque soy consciente de mis limitaciones técnicas.

Pero el freeride me empuja a explorar esos límites, elevando la autosuperación hasta las últimas consecuencias. Creo que es sólo cuestión de tiempo el que me haga daño de verdad, pero no tiene porqué ocurrir necesariamente, espero. Mi empeño en avanzar, por ahora, es irrefrenable, y espero estar aún lejos de mis límites, porque me conozco y sé que cuando llegue a ellos, el freeride habrá dejado de tener sentido para mí. En fin, uno se acostumbra a saltar cortados de dos metros, y busca uno de tres. Pero sé que tarde o temprano dominaré el de tres, y entonces habrá que encontrar uno de cuatro metros, o que haya que hacerlo a toda velocidad, por ejemplo. Siempre subiendo el listón. Quizá las pasarelas de equilibrio que vemos en los videos canadienses surgieron de esa búsqueda del todavía más difícil, aburridos ya de vuelos tan imposibles como peligrosos. Pero fijaros que al final han desembocado en lo mismo: tarimas a cuatro y cinco metros de altura y de sólo unos centímetros de anchura en las que una rueda de dos pulgadas y media apenas cabe...



La cuna del freeride más radical se ha convertido en un espectáculo de tintes circenses, en los que es bastante fácil hacerse daño de verdad ¿a cambio de qué? A esa pregunta se tiene que responder cada uno, está claro. La mente es algo muy poderoso, y el autocontrol puede llevarte a hacer cosas increíbles, pero también hundirte en la mediocridad más absoluta. Olvidáos de tal o cual cuadro, de esa maravillosa horquilla, o del cambio RQTRX que nunca falla, porque es cierto que el mejor material siempre ayuda, pero lo importante, lo sabemos todos, está en nuestro interior, en nuestras manos y nuestros ojos. En la coordinación, la fuerza, la destreza y la resistencia.
Libera tu mente, freerider!!

domingo, 5 de noviembre de 2006

Me gustaría empezar mi vida bloggera con una reseña hacia mi querida Julia D'Espagna. El miércoles pasado se le cruzó un pino mientras "entrenaba" el descenso de Rute, en Córdoba. El mu jodío, para variar, se emocionó de lo lindo y perdió el control de su Kona en medio de una trialera a 35 km/h...
Ahora le esperan unas semanas de inactividad y larga recuperación para que una rótula partida quede como nueva.
Desde aquí, este pequeño rinconcito en la inmensidad de la red mundial, va mi ánimo y deseo de pronta recuperación, oh amigo. Sed libres y pedalead a tope!!!


El Jules volando con su apestosa Kona en Casares.

PD: ya sabes que eres el hermano que nunca tuve.