jueves, 27 de junio de 2019

Sensores? (III)

Soy novato y además sin formación. Pero entiendo el sistema lógico que gobierna el funcionamiento de mi moto. 
Me hago el valiente, me tomo todo esto como un hobby (porque verdaderamente lo es, y encuentro casi tanto placer en enredar con la mecánica como montando por las carreteras), y con el tiempo he ido desarrollando calma, paciencia y, porqué no decirlo, algo de resignación estoica. 
Ya conté que había desmontado todo lo que hacía falta para liberar espacio. Acceder a los recónditos tornillos de regulación del cuerpo de inyección es más una cuestión de tiempo y maña que otra cosa.
Le hice un reset de la regulación del sensor TPS pero no noté ningún cambio en el funcionamiento del motor. Le he puesto un nuevo sensor, sin mayores cambios en la "avería", todo sigue igual, incluso un poco peor, se va agravando cada vez que la arranco.

La batería puesta de cualquier manera
Regular la posición correcta del maldito TPS es cuestión de paciencia y tacto. Y muchos minutos apretando y aflojando esos dos tornillitos. Y aún así tendré que hacerlo de nuevo poniendo un poco de fijatornillos para que no se muevan.

Maldito sensor
Bueno, tras descartar que fuera ese dispositivo, comienzo a barajar otras opciones. Una es que se trate de la mezcla, que haya quedado demasiado fina. Las bujías demasiado claras, prácticamente blancas, me dan una pista sobre esto. Pero ¿puede esto ocurrir de la noche a la mañana? Un día todo funciona perfecto y al siguiente es una jodida mierda que te hace comprender lo que muchos dicen de estas motos italianas. Ummmmm, me resisto a esa idea.

El caso es que para enriquecer la mezcla hay que usar el ordenador y enchufarlo a la centralita. Previamente hay que calentar el motor a más de 60º. Es así. Pero tendré que buscar otro momento. No hay que obsesionarse.

Mientras tanto, además, sigo pensando qué otra cosa podría ser. Se me agotan las opciones. Tengo una centralita de repuesto, pues la moto tiene montada una de Ducati Performance que va con los escapes y filtro abiertos. A veces las ECU se joden porque sí, sin más. Pero primero quiero probar con meterle más gasolina y ver si así se soluciona.

¿Continuará?

Los desposeídos

Ah, sí, Ursula. 
Ursula K. Le Guin ya me dejó en su día un poco traspuesto con "La mano izquierda de la oscuridad", novela espesa, con descripciones de un mundo que me hicieron creerme allí; con ideas que yo no podía imaginar, con arte literario y, además, de esos libros que te hacen pensar y cuestionarte algunas cosas.

Con "Los desposeídos", Le Guin alcanza el súmmum, es una aportación impresionante y única, un libro que hay que leer, y no sé porqué he tardado tanto en hacerlo. Es una historia penetrante, dinámica y, sobre todo, increíblemente bien escrita. 


Me quedo sin palabras para comentar esta maravilla que no dudo en calificar como una de las diez mejores obras de ciencia ficción de la historia. Por ello, me quedo con esta reseña de Alberto García-Teresa, que también podéis leer en su blog:

Hay libros que se quedan dentro de uno y no hacen sino crecer. La ciencia-ficción es un arma arrojadiza contra lo establecido, es la culminación de la literatura como arte subversivo sin renegar de la plenitud de ninguna de sus dos condiciones; ni a la de arte ni a la de subversión. Y títulos como Los desposeídos no hacen sino confirmarlo.
Los desposeídos supone un paso más en la ciencia-ficción política porque, si bien libros como 1984Un mundo feliz o Fahrenheit 451son novelas de denuncia social, esta obra llega a plasmar el ideal al que las anteriores aspiran: en ella se plantea un modelo tangible y asentado de sociedad anarquista que se enfrenta abiertamente al capitalismo, fundamentalmente, pero también al comunismo de estado.
La escritora nos presenta a Urras, un planeta donde conviven varios regímenes, sobresaliendo el capitalista, y que, dos siglos atrás, expulsó a los anarquistas a su luna, Anarres. Allí, los libertarios construyeron una sociedad ácrata que se mantiene aislada pero estable. El conflicto de la novela surge cuando un habitante de Anarres, el científico Shevek, viaja hasta Urras para tratar de impulsar la comunicación entre ambos planetas.
A pesar de este apetitoso planteamiento, la novela debe tener una buena ejecución para que el libro no se quede tan sólo en buenas ideas. Y Le Guin también ahí supera las expectativas.
La obra se articula en dos líneas temporales, una anterior en el tiempo a la otra, que convergen al final. La primera de ellas nos cuenta la vida de Shevek en Anarres, el planeta anarquista y la segunda, su estancia en Urras. Esta alternancia de espacios va enriqueciendo nuestra visión progresivamente y con mucho cuidado, pues cada capítulo (dedicado a un planeta) se centra en un aspecto concreto de los personajes y/o de la sociedad. Es una estructura muy clara y efectiva.
El agudo análisis de Le Guin desmonta todo posible maniqueísmo, dotando al conjunto de una gran credibilidad. Los personajes de la novela son tremendamente complejos y ricos. En ese sentido, la figura de Shevek es una de las aportaciones más memorables. Este físico es el prisma por el que Le Guin transmite su discurso. Apoyándose en su contradictorio individualismo, la escritora construye un protagonista de gran atractivo y solidez. Asimismo, la novela guarda una inmensa galería de personajes estupendamente trabajados, tanto principales como secundarios. La dedicación con la que está tratada toda la obra también se aprecia en este aspecto.
La proyección de Los desposeídos es enorme; podemos incidir en los aspectos políticos, sociológicos o psicológicos del libro, puesto que su implicación en estos ámbitos es muy grande. No en vano, admite dos lecturas: una como obra de reflexión práctica anarquista y otra como novela de choque entre dos sociedades.
La primera se basaría en el elaborado retrato que se realiza de la civilización ácrata. Al mostrarnos plasmaciones reales de las teorías libertarias, el texto sirve de discusión y debate entre los anarquistas. Su máxima aportación, a este respecto, es el presentar este modelo como un sistema vivo, con deficiencias e incoherencias, que realzan la credibilidad de ese mundo. Es por ello por lo que el subtítulo del volumen es Una utopía ambigua; porque Anarres no es un sistema perfecto.
Los desposeídos como obra de choque entre dos civilizaciones se apoya en la perplejidad, en el extrañamiento. Le Guin recoge la incomprensión de los habitantes de uno u otro planeta respecto a su vecino. En ese sentido, es especialmente reseñable la que siente el anarquista hacia el capitalista, aspecto en el que la escritora no tiene referentes. El resultado exige un tremendo esfuerzo de empatía por parte del lector, pero es sumamente gratificante.
La novela es una exhortación a la autocrítica, al inconformismo, a poner el tela de juicio nuestras convicciones y lo establecido. Así mismo, es una abierta apología del anarquismo. Pero a un anarquismo consecuente, crítico, continuamente revolucionario.
Los desposeídos es una lectura maravillosa. Cada expresión, cada gesto, es un pequeño botón de muestra que nos revela cómo es cada civilización. Cada frase está pensada y escogida con paciencia y sabiduría, para que no haya nada indispensable y todo sea trascendente. Es una novela para degustar pausadamente, con la mente despejada.
Después de leer Los desposeídos, después de contemplar Anarres, nos damos cuenta de que la utopía aún es posible. Absolutamente indispensable

lunes, 24 de junio de 2019

Sensores (II)

Es un mundo nuevo para mí, aprendo a base de ensayo y error, a porrazos. 
Pensando que el fallo del motor venía del sensor de posición de las mariposas, hay que hacer una de dos: resetear todo el sistema, o cambiar el sensor. O ambas, que es lo que estoy abocado a conseguir...

Para hacer el reset, es decir, determinar que el punto de partida es correcto y está bien comunicado a la centralita, hay que subir depósito, bajar radiador de aceite, quitar la caja del filtro de aire, y desconectar cables de acelerador y "fast iddle" (mantiene el motor acelerado cuando se arranca en frío). Para desmontar la caja del filtro hay que quitar la batería y desplazar una placa que contiene la ECU y diversos relés y fusibles. Más tarde, para hacer comprobaciones, tendré que conectar de forma precaria la batería.... espero que no pase nada.




Una vez aflojados todos los topes y tornillos de regulación, para permitir que las mariposas cierren totalmente, el TPS debe dar un valor de 150 mv. En mi caso, usando el programa IAWDiag, me ha dado 176 mv, bastante alejado. Para regularlo hay que hacerlo manualmente, aflojando los dos tornillos que sujetan el sensor y girando un poquito a un lado y a otro hasta lograr pararlo en el valor deseado. Y ahora aparece un nuevo problema: si giro hacia un lado, pasa directamente de 176 a 0; si lo hago hacia el otro, pasa a 196. No he conseguido valores intermedios, da un salto. Me rasco la cabeza y lo achaco a que el sensor está definitivamente mal. Lo intento con creces, más de veinte minutos aflojando y apretando, con pequeños golpecitos, moviendo la polea del acelerador... nada, no hay modo. 
Lo dejo todo en standby. Mientras tanto, sigo investigando en la red, bebiendo información, inundándome de conocimientos, algo que puede resultar peligroso y contraproducente, pues los foros pueden ser una gran fuente de desinformación: todo el mundo opina, y cada cual cuenta la feria según le ha ido.
Pero descubro que parece ser que la centralita de mi moto, una Marelli 15M, es un ejemplar antiguo y de escasa capacidad y potencia, y entre sus carencias se encuentra que ofrece datos con poca resolución. Quiere esto decir que cuando marca 176 y giro un poco el sensor y pasa a 0, lo mismo en realidad está leyendo 145, por decir algo. ¿Solución? Usar un multímetro, la vieja escuela, a ver si arroja valores distintos, pero eso ya tendrá que se cuando encuentre el momento.

El que la sigue, la consigue.

viernes, 21 de junio de 2019

Las primeras quince vidas de Harry August

Las primeras quince vidas de Harry August es una novela del género de ciencia ficción escrita por Claire North, un pseudónimo de la escritora británica Catherine Webb. La primera edición de este libro fue publicada en el 2014 en Gran Bretaña y Estados Unidos. En 2015 fue galardonada con un premio John W. Campbell Memorial a la mejor novela de ciencia ficción del año,1​ además de quedar finalista en la misma categoría del premio Arthur C. Clarke.


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En ella, Harry nace como el hijo bastardo de un noble y su sirvienta en 1919, vive una vida normal, casi miserable y triste, condicionada por su posición social, y muere sin pena ni gloria en 1989. Y vuelve a nacer, en el mismo sitio y momento histórico que la primera vez, pero recordando toda su vida anterior. Esta situación le vuelve loco, es internado en un manicomio y se suicida con siete años de edad.
Y vuelve a nacer. Más calmado, decide sacar partido de su situación vital y decide formarse y viajar, conocer. Saber. Vivir. Y así va enlazando una vida tras otra, entablando relaciones de variada índole.

La novela se plantea como una autobiografía, la de alguien que vive 900 ó 1000 años, todos en el siglo XX. Pero a pesar de lo que pueda parecer, la historia no parece ser algo que se repita: algo ocurre que está cambiando el futuro, hay una amenaza, y con el apoyo de otros como él se autoencomienda la tarea de descubrir el cómo, quién y porqué. 
Este libro, muy bien escrito, se estructura en 82 capítulos, breves, que van saltando de una a otra de las primeras quince vidas de Harry, mostrándonos no sólo sus propias experiencias, sino lo que ocurre a otros personajes secundarios. Todo enriquece y sirve para comprender más la acción. Nada sobre y nada falta, es una obra casi maestra. 
¿Se puede hablar de ciencia ficción? Hombre, ciencia hay, pues se tratan temas de física, el asunto del tiempo, y otras cosillas técnicas, pero a partir de la mitad hay un vuelco en la trama y se convierte en algo así como una novela de espías, un thriller o similar. Y no decae, todo lo contrario. Puede parece que el segundo tercio es más lento o simple, pero sólo se estaba preparando el terreno para el despliegue de técnica e imaginación que culmina en un final tremendo. No me gusta llegar al final de libros tan buenos como éste, por la sencilla razón de que pone término a grandes momentos de goce. Uno tiende entonces a calificar negativamente dicho final, "podría haber sido mejor", "no cuadra", y etcétera. Pero lo que hay es lo que hay.

Las primeras quince vidas de Harry August es un libro impecable, muy bien redactado, lleno de ideas geniales, y que da al tiempo, el Cosmos, una nueva visión muy bien encajada en la línea argumental. 
Bravo!!!

martes, 18 de junio de 2019

Sensores, la era moderna

Cuando llegó la inyección electrónica (ie), hace más de treinta años en los coches, fue un avance enorme. Al principio eran sistemas muy básicos y a menudo podían dar problemas en algunos modelos. ¡¡Bienvenidos a la era de la electrónica!!

Ducati fue uno de los primeros fabricantes en implementar la ie en sus motos, y ya el modelo 851 y la Ducati Paso 907 equipaban este increíble avance que hacía olvidarse de la eterna puesta a punto de los carburadores y olvidar los cambios de altura y de clima de una vez por todas. 

Ha llovido desde entonces, y hoy la electrónica lo invade todo. Un mecánico de toda la vida poco puede hacer para diagnosticar un fallo en la alimentación, pero siempre tendrá su punto de intuición y podrá interpretar los síntomas...

Yendo a lo que me ocupa, mi M900Sie del año 2000 fue la primera Ducati Monster en montar ie, y su sistema es bastante sencillo: unos sensores recogen datos y los envían a una centralita que tiene un programa para interpretar tales datos, que a su vez ordena a los inyectores cuánta gasolina y cuándo debe suministrarla. Así de sencillo.

Quitando aparte interruptores de seguridad como el de la maneta del embrague, o la pata de cabra, lo que verdaderamente manda datos que nos importan son los siguientes sensores: temperatura del motor, temperatura del aire, presión barométrica, y posición de apertura de la mariposa.
Si alguno de ellos manda una señal anómala, la ie no funcionará correctamente o, peor, no funcionará en absoluto. 

Un domingo cualquiera di un buen paseo, 300 km, con la moto, ruta variada tocando varios tipos de carretera, sin el más mínimo problema. 
El sábado siguiente, desde el mismo momento que la arranqué noté que algo iba mal. Estas cosas son así, con la electrónica hemos topado. Ayer funcionaba el sensor. Hoy ya no. A joderse.
Síntomas: la moto arranca, le cuesta, pero arranca; a bajas rpm titubea, no tiene potencia, tose; hasta las 3000-3500 rpm se vuelve inestable, da tirones, es incómodo ir en ese régimen; a partir de 4000 acelera más o menos bien. El primer golpe de gas es como si le faltara gasolina, hay un retardo en llegar la aceleración. Y estas cosas van SIEMPRE a peor. No quieras pensar que igual que ha llegado, el problemilla se va a ir. El sensor fallará y fallará y fallará una y otra vez hasta que definitivamente deje de funcionar del todo... y como podemos suponer, sin el dato que aporta, la ie no funcionará. 

Diagnosis: enchufar la moto al programita gratuito IAWDiag, que muestra lo que la centralita lee, y observar si hay algo raro (que los sensores de temperatura muestren datos disparatados, por ejemplo). Arrancar la moto y ver si los datos cambian de acuerdo a lo que se hace con el acelerador.

Datos con el motor apagado:


Datos con el motor encendido y funcionando al ralentí:


A primera vista los sensores de temperatura de aire, motor y de presión atmosférica, tienen un funcionamiento normal. Pero el de posición de apertura de mariposa (tps) muestra algo extraño: con el moto apagado tiene unos valores que pueden considerarse normales; funciona bien cuando giro el acelerador, y siempre vuelve a su sitio inicial, consistentemente. Pero cuando el motor está arrancado, sus valores varían constantemente entre 0'500 y 0'700 voltios (unos 3'5- 5'5 grados de apertura). ¿Es este comportamiento normal? 

Cuando el motor cogió temperatura dejó de toser y hacer cosas raras, y aceleraba en vacío limpiamente. Pero al meter primera y arrancar, vuelven los síntomas descritos más arriba. 

Mi apuesta es que el sensor tps está averiado.

Continuará...

martes, 4 de junio de 2019

Marea estelar

Que David Brin ganara los premios Locus, Hugo y Nebula con esta novela, no quiere decir, ni mucho menos, que lo merezca. Tampoco que no lo merezca. Aunque hay que recordar que es preferible que un premio quede desierto a que se tire por tierra su prestigio otorgándolo a quien no lo merece.

Y con esto no quiero decir que "Marea estelar" no los merezca, no. Yo no soy crítico de literatura, y escribo sólo mediocremente. Pero sé lo que me gusta y lo que no, lo que me entusiasma y lo que me hastía, lo que me sorprende y lo que me decepciona.

Hay que tener en cuenta que forma parte de una trilogía denominada "La elevación de los pupilos", aunque pueden leerse independientemente. De hecho, no se nada de la primera parte, pero puedo imaginar por dónde van los tiros después de leer la que ahora comento.


El punto de partida es un concepto, la "elevación", por el que una especie ya evolucionada coge a otra  inferior y la ayuda a evolucionar, convirtiéndose así en su "pupilo", y contrayendo así una deuda de esclavitud de 100.000 años. Pero el ser humano no necesitó de esa elevación pues es una rara avis que evolucionó por sí sola, aunque ha elevado a delfines (llamados neofines en la novela) y chimpancés, perdonándoles la deuda de esclavitud (toda una afrenta, por comparación, con las demás especies). Estando así las cosas, en un viaje de exploración espacial comandado por 7 humanos, 150 neofines y un chimpancé, la nave Streaker se topa con una flota abandonada de enormes naves muy antiguas, e incluso rescatan el cadáver momificado de un ser muy antiguo que puede ser uno de los "progenitores", raza precursora de sabiduría y técnicas de elevación. Este hallazgo les pone en el punto de mira de otras especies alienígenas que quieren hacerse con tal botín, y a los efectos atacan al Streaker, que se ve obligado a refugiarse, con daños de diversa consideración, en un alejado planeta acuático. Sumergidos en un enorme océano, los tripulantes del Streaker tratan de arreglar la nave, y trazan un plan para escapar sin ser capturados, mientras en la órbita del planeta se produce una tremenda batalla en la que se ven involucradas diversas especies con la finalidad de acabar apresando al Streaker y sus secretos. Mientras tanto, en el seno de la tripulación se fragua un motín, en el planeta se encuentran un par de especies que se desconocían, y otra serie de pequeños eventos. Finalmente, la nave es reparada, los malos derrotados, y los buenos escapan. Fin.
Ese es el argumento sin más.

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Argumento pobre y de escaso recorrido, pero la gracia se encuentra en el modo de contarlo. La imaginación que falta para hacer que una trama sea interesante, David Brin la derrocha para describir a diversas especies extraterrestres, las personalidades de los neofines, y las relaciones entre unos y otros. La acción va y viene, intensificándose al final, pero hay mucha divagación.
Por otro lado, la narración en primera persona desde el punto de vista de todos y cada uno de los personajes en más de cien capítulos, por un lado nos da ese conocimiento de la forma de pensar de cada bicho, pero por otro resta homogeneidad a la narración. 
Para mí, personalmente, aunque el resultado final no deja de ser interesante, no es uno de esos libros que leería de nuevo, ni me suscita interés por leer los otros libros de la serie. Podría haberse hecho mucho más, y aunque no es malo, tampoco creo que sea para considerarlo un clásico.

lunes, 3 de junio de 2019

Homologada queda

Una llamada y el intercambio de varios correos con el Laboratorio de Motores Térmicos de la Escuela de Ingenieros de Sevilla, una visita a la estación de Inspección Técnica de Vehículos...

Se ha completado la legalización de la reforma que incluye en la ficha técnica la posibilidad de montar en la KTM unas ruedas de carretera de diferente medida que las originales.

Esta era una cuestión que yo tenía en mente prácticamente desde que la compré, allá por mayo de 2015. Tras cuatro años de ir tomando forma en mi cabeza, y el uso aparte de la Ley que he hecho de mi juego de ruedas de supermotard los dos últimos veranos, finalmente me dio el último empujón Diego, del Club Trail Andalucía, que ha hecho lo propio para su F800GS. Siguiendo sus indicaciones, la máquina que pueden ustedes ver en las siguientes imágenes, ya es legal




Y aquí una toma parcial de la ficha técnica modificada para dar un zas en toda la boca a los agentes que se froten las manos al verme llegar:


Ahora, por supuesto, soy más libre y feliz.

Yes. Sí.