domingo, 29 de enero de 2017

Seguimos

Tardes que acaban en un plisplás. Así de entretenidos estamos. Pero la cosa ya va llegando a su final. Cada minuto suma algo, son momentos entre amigos, cada uno aporta su grano de arena a la pequeña montaña que es repasar a base de bien esta máquina. Ella me lo devolverá con cariño y muchas horas de diversión y disfrute, estoy totalmente seguro.

Resumen de una semana:

Cambio de aceite y filtro. Estaba muy usado y quemado. A saber cuándo fue su última renovación...


Desmontaje para limpieza de sus componentes y renovación de hidraúlico en la horquilla Showa pata negra. Una belleza por dentro, impresionante los acabados de esas piezas que no se ven, calidad por los cuatro costados.






La moto en pelotas para acceder bien a las bujías. Es muy escandaloso verla así, pero se llega fácil. Está diseñada para que sea fácil, dentro de lo que cabe. Cosas de los bicilíndricos. Desmontar las bujías de la KTM es más difícil.

A por lo más delicado: cambio de correas de distribución. Si metemos la pata aquí, la moto va para el desguace...

Tarea realizada con éxito. 
Al final de la tarde del viernes la moto arrancó a la primera fácilmente. Menudo alivio escuchar el bramar del Termignoni!!!
Faltan solo un par de detalles: sangrar el circuito del embrague, rehacer la rosca para el diábolo del basculante, ajustar la horquilla.

Ya mismo estamos rodando con ella por las carreteras de nuestra sierra.

jueves, 26 de enero de 2017

El problema de los tres cuerpos

Con el nombre de un clásico problema de mecánica orbital, me llega esta novela.

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El autor, CIXIN LIU (Yangquan, Shanxi, China, 1963), también conocido Liu Cixin, primero el nombre y posteriormente el apellido, como se escribiría en la cultura occidental, es el escritor de ciencia ficción más prolífico y popular de la República Popular China.

Liu ha sido galardonado ocho veces con el Galaxy Award (el equivalente en su país al premio Hugo) y el Nebula chino, antes de convertir su Trilogía de los Tres Cuerpos en una obra capaz de vender un millón de ejemplares solo en China, despertar el interés unánime de todo Occidente y obtener el premio Hugo 2015 a la mejor novela con El problema de los Tres Cuerpos.

Siempre he defendido el relativismo del lenguaje, es decir, que saber, o mejor dicho, emplear una lengua determinada, hace que tu forma de pensar, de razonar, incluso de montar tu propio entramado filosófico vital, sea diferente. Siempre decimos que los chinos son raros, o que los alemanes son cabezotas y duros, etc. Esto tiene su reflejo, inevitablemente, en la literatura, y El problema de los tres cuerpos es un claro ejemplo. 
Porque no sólo la acción se desarrolla en China, y gran parte de ella durante una etapa determinada, la Revolución Cultural de 1967, sino que vemos que la vida de los personajes no es como la vivimos en Occidente. La forma de pensar, de reaccionar, de llevar los problemas, los suicidios, el entorno laboral... todo es como muy chino.

La novela es muy interesante, se lee bien y rápido, y uno se queda con ganas de más, pues te deja al final con un cliffhanger de órdago, predisponiendo a la lectura inmediata de la segunda parte de la trilogía, El bosque oscuro, y la tercera, Callejón sin salida
En torno al problema físico que cité al principio, se elabora la existencia de una civilización extraterrestre situada a cuatro años luz. El primer contacto con los alienígenas, y las consecuencias que ello produce, tanto en la Tierra como en Trisolaris, es de lo que trata el libro. Es difícil hablar más sin contar algún spoiler, por lo que aquí lo dejo.

Merecidamente ganó el premio Hugo en 2015, y fue nominado al Nébula. El libro es bueno, sin duda, y ardo en deseos de leer los otros dos para conocer la solución al problema.

martes, 24 de enero de 2017

Chequeo

Seguimos. Cada día avanzamos un poco más.

Chequeo, del inglés to check, comprobar. Aunque quizá el término no es totalmente correcto o aplicable al caso. Ahora se trata de hacer un mantenimiento mínimo debido a todo vehículo usado y adquirido.
No conociendo verdaderamente el pasado que ha tenido, se impone necesariamente hacer una revisión completa de los aspectos más comunes a toda moto, y en lo tocante a las italianas como ésta, hay que tener en cuenta puntos especiales, como el cambio de correas de distribución (operación a realizar cada dos años o 20.000 km).

Con la ayuda y consejo de Monkey Road Workshop, en su taller vamos haciendo cada día pequeñas operaciones que en la soledad de mi garaje serían especialmente gravosas o, directamente, imposibles.

Cambio de líquido refrigerante:


Sustitución aceite de horquilla:


Esta tarde he tenido poco tiempo porque antes me dediqué a otros menesteres. Mañana esperamos aprovechar más rato.

lunes, 23 de enero de 2017

La rubia

Bueno, cuarenta y ocho horas más tarde, dos días de dar vueltas al coco, de reprimir sentimientos que afloraban, de pensar pros y contras...

No citaré a los clásicos, cosa que se suele hacer en estos casos. No hace falta. De hecho, sería una redundancia cuando hablamos de una clásica también, o de una futura, aunque yo creo que ya lo es pese a que ella no lo sepa. 

Sí, doce años más tarde (¡cuantísimas veces he recordado triste aquel aciago día en que se llevaron a mi amada 999 hacia Asturias!), una italiana viene a mi casa, esta vez rubia:


Han sido años de dudas, de búsqueda, de un par de oportunidades que pasaron y las perdí por no decidirme a tiempo. Miré, lo reconozco, otras opciones, siempre dentro del ámbito de motos europeas y bicilíndricas. Motos más modernas y potentes, pero quizá no tan carismáticas como la obra de Terblanche, ese sudafricano que tuvo que salir de Bolonia absolutamente incomprendido, a pesar de los magníficos diseños que han salido de sus lápices. 

Cuando uno llega a una edad, a unos kilómetros y, porqué no, a otra manera de ver la vida y la moto, los caballos importan, pero menos. De ahí la elección de esta 749 MY2005, máquina de potencia más que suficiente para divertirse, y con todo el buen hacer en chasis, suspensiones y frenos, amén de la estética, de la gama superbike de Ducati.

Ahora ando con tareas de entretenimiento y mantenimiento, cosa que siempre hay que hacer cuando se compra algo de segunda mano, y más si es una Ducati. Ya tengo el manual de taller, y esperando me hallo a que me llegue el pedido de consumibles específicos para estos motores tan especiales: correas de distribución, filtros, bujías... Todo se lo voy a hacer yo, es otra forma de conocernos mejor, de disfrutarla, de vivirla. 

viernes, 20 de enero de 2017

dos de sci-fi

Hace tiempo que no escribo sobre cine, y no porque no vea pelis. Simplemente, hay poco que me llame la atención, y dentro de lo poco que hay, menos son las que merecen que me moleste en reseñar algo aquí. Me da pereza el escribir por escribir, por rellenar, cuando el contenido de este bloc es algo voluntario, mayormente para mi recreo y asueto, y no por obligación, dinero ni cualquier otra motivación externa a mi propia voluntad soñadora.
Compartir es querer, y yo os quiero, sí, oh amigos. Soy así.

Y también, como ya deberían saber, soy un gran amante de la ciencia ficción. Me apasiona desde que empecé a leer, hace ya más de 40 años. Joder, cómo pasa el tiempo.

La lectura de libros, sobre todo cuando son buenos, el algo que no me cuesta, y aunque no me tengo por un gran devorador de páginas, sí creo que han pasado por mis manos la mayoría de los clásicos de este nicho, tildado por muchos como "friki", de la sci-fi.

Y si hay algo que puede rivalizar con la lectura apasionada de un buen libro, eso sólo puede ser el visionado de una película. Pero, claro, hay películas y películas, pasa como con todo. Y ello es fácilmente determinable si uno tiene una mínima educación, criterio estético, experiencia, visión de juego.

Ultimamente he visto dos filmes. Uno me ha parecido fantástico. El otro no tanto. Y paso a relatarles porqué.

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"Pasajeros", en la lengua cervantina
La protagonista de Los Juegos del Hambre tiene un papel importante en Pasajeros, pero lo comparte con Chris Pratt, que ya desmostró sus cualidades en Moneyball (de la que hablé aquí en su día) y Guardianes de la Galaxia (un divertimento cojonudo, por cierto). 
Esta película esta catalogada como de ciencia ficción... pero no lo es ni lo más mínimo. El argumento se puede extrapolar al tiempo presente y con circunstancias análogas, por ejemplo que la acción se desarrolle en un barco que cruza el Atlántico. Se trata de una enorme nave que lleva como carga a 5000 pasajeros y 258 tripulantes, en animación suspendida, en un viaje que durará 120 años hasta un lejano planeta a colonizar. Deberían despertar de su sueño inducido unos cuatro meses antes de la llegada, pero ocurre algo imprevisto, y el bueno de Pratt es sacado de su paseo en brazos de Morfeo antes de tiempo, concretamente noventa años antes de tiempo. Imaginen su cara cuando descubre primero que está solo, y después que le quedan 90 años de esa soledad, con la única compañía de un robot barman (que habla más de la cuenta). La nave está gobernada en modo de piloto automático, y no tiene manera de cambiar eso, y pasa más de un año viviendo a todo tren, o al menos al tren que le permiten los lujos y comodidades previstos en la nave. Pero la soledad y la desesperación pueden volver loco a cualquiera, y antes de llegar al punto de no retorno decide "despertar" a otra persona para que le haga compañía. ¿Quién mejor que una chavala guapa, lista y divertida? Pues eso.

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A partir de ahí, imaginen ahora la cara de ella cuando descubre que ha sido despertada por Pratt antes de tiempo... Y mientras tanto la nave sigue su curso con una acumulación de fallos y errores, tanto informáticos como mecánicos, que la llevan poco a poco hasta el desastre. Y ahí la linda parejita deberá jugarse el pellejo para salvar a los 4998 pasajeros restantes y la tripulación, y que todo siga su curso.

En fin, que el argumento no es para tirar cohetes, y todo se reduce a juegos de efectos especiales, muy bien hechos, sí, pero que ya no llaman la atención de nadie en los tiempos que corren. El formato es un poco como otras pelis famosas, del tipo El Coloso en Llamas, Titanic, etc. Y no porque transcurra en un futuro lejano, con tecnología avanzada, y en el fondo del espacio, ya le califica per se de ciencia ficción. No al menos para mí.
Simplemente, una peli entretenida sin más, de esas que uno ve y enseguida se olvida de ella.


Pero, oh amigos, ahora les presento justamente lo contrario, una película que: se desarrolla en el presente, en la Tierra, y en la que no hay explosiones ni tiros ni guerra (aunque se quiera), y en la que lo interesante no es la presencia intimidatoria de unos seres alienígenas, no, sino el planteamiento total. Es una acción totalmente nueva, algo que no se ha visto antes, y me resulta alegre y desconcertante al mismo tiempo, y me emociono en ver que algo nuevo y distinto es posible. Porque, esta vez sí, estamos ante una magnífica obra de ciencia ficción, de la buena.

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Todo ello mezclado con una historia conmovedora que atañe al mundo personal de la protagonista indiscutible. Es precisamente esta historia lo que más se ha denostado desde la crítica, y yo creo que precisamente meter ese enfoque personal y dramático le da un plus brutal al film, ya que de otro modo sería algo frío e inexplicable para el espectador. Tiene que tener ese drama que va y viene, que salta de atrás hacia adelante y de delante hacia atrás sin ton ni son, sin que uno sepa muy bien si fue antes o después, hasta que al final te das cuenta de cómo va la cosa.

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La acción se presenta cuando una lingüista es reclutada a la fuerza y deprisa por el ejército para que ayude en la tarea de comunicarse con los seres que han aparecido en doce naves enormes. Lo particular de la cosa no es solo la apariencia física de los alienígenas, que ya es bastante inquietante, sino su medio de comunicación que es tan diferente que, siguiendo las teorías más relativistas del lenguaje, lógicamente afecta a su modo de pensar y ver el mundo, el universo. 
Ante la imposibilidad de acceder a su forma de emitir sonidos, la doctora emplea la escritura, y aquí llega el follón, pues los bichos heptápodos emplean unos círculos con diversas protuberancias, lo que entraña un follón de significados y teorías. Pero lo más grande es que esta forma de escribir, de comunicarse, determina su pensamiento, y provoca que se pueda ver el tiempo. Para ellos, el tiempo es circular, no hay presente, pasado y futuro, sino un contínuo, y pueden acceder a cualquier momento cuando quieran. Por lo tanto, saben lo que va a ocurrir en el futuro, igual que pueden revivir el pasado. 
Y han llegado con buenos fines, a salvarnos, a ponernos en común, a impedir nuestra propia autoextinción. Pero claro, doce naves, en doce partes del planeta, algunas de ellas enfrentadas ideológica o militarmente... imaginen la que se lía. Nadie se fía de nadie, y la idea general es aniquilar a esos invasores sí o sí.

En definitiva, se trata de una ciencia ficción dura, vanguardista, y temo que no todos los que vayan a verla la comprendan, o les guste. Eso sería raro y me asustaría de verdad. Para mí, es un hito, un pedazo de película, y seguramente la vea de nuevo pronto.

jueves, 19 de enero de 2017

Volver

Como Fausto, intento negociar con el mismísimo demonio para volver a ser aquel chaval de 24, o de 34 años. Y socarrón me contesta: "Con tu turbio pasado y tu incierto futuro, tu alma apenas tiene valor. No, no hay trato" . 
En fin, me consuelo con una vuelta en la moto, pero regresando al pasado a mi manera.


Y jugando a soñar, o soñando con jugar, llegué a contactar con Manuel, un señor bien educado, recién prejubilado, que gusta de disfrutar de los juguetes a su manera. Me recoge en un Mini Cooper S con varios detalles de personalización, como unas estupendas y muy macarras llantas, o una chapita trasera en la que en vez de leerse "Mini", hay estampada una bandera de Gran Bretaña. 

Dado a caprichos de usar y tirar, Manuel me lleva hasta lo profundo de su garaje, y allí levanta el velo en forma de funda, y aparece esta joyita, una 749 modelo 2006, con su abolutamente divino y obligatorio escape Termignoni. 

Falta de uso, tuvimos que empujarla tres veces para que arrancara, pero lo conseguimos. Llegué a pensar que a Manuel le daba un jamacuco. Pasado el sudoroso trance, me fui a dar una vuelta con la modelo de cintura estrecha y largas piernas. Rápidamente mi cuerpo recordó aquellos dos años que pasé a lomos de mi 999 Monoposto, y las sensaciones se hicieron concretas, palpables, reconocibles. 

Dicen que a estas motos, las superbikes de Ducati, las amas o las odias. Eso dicen. Yo no concibo que se pueda odiar algo así. En cinco minutos esta pequeña máquina me ha transmitido más que los dos o tres años que estuve rodando ininterrumpidamente con la GSXR600. Y eso es mucho decir.

No hay nada comparable a la sensación del chasis de estas máquinas, al taco suave pero poderoso de su bicilíndrico, al bramar del escape, a su estética llena de detalles. Son motos duras, afiladas, y quieren ser gobernadas. 

No es moto para viejos. No bike for old men.

domingo, 15 de enero de 2017

Trabaja, compra, consume & muere

Hace unos meses murió mi tío Pedro.
Me hago mayor, y con ello, empiezan a desaparecer seres queridos que han estado ahí toda mi vida.
Uno reflexiona cuando llega a este punto, o al menos yo lo he hecho, inevitablemente, sin buscarlo.
Pensamientos que van y vienen en los momentos más inesperados. Son las típicas preguntas sin mucha respuesta que asaltan cuando uno llega a la mediana edad (curioso término éste, el de mediana edad, eh).

Yo no es que conociera mucho a mi tío Pedro, quien nos ha dejado a los 80 años de edad, harto de trabajar, por una afección cardíaca. Una vez me dijo que él jamás había tenido vacaciones en toda su vida. Ni un sólo día. Yo le miraba entre asombrado y casi incrédulo cuando me lo contaba.

Toda una vida dedicada al trabajo para sacar a una familia adelante, tres hijas, mis primas hermanas, a las que dio estudios, y a las que nunca les faltó de nada. Mi tía Carmen, su viuda, se ha quedado muy triste, y es tan sacrificada y fuerte como lo fue él. Desgraciadamente, acarrea serios problemas de salud, y falleció asimismo a las pocas semanas, mitad de un tumor que no acabó de curar, mitad por pena, estoy convencido.

El miércoles pasado estuve de entierro, de nuevo. Mi tía Matilde, hermana también de mi padre, pasó a mejor vida tras casi un año en una residencia para mayores, con muchos problemas de riñones y sistema digestivo, y con la cabeza ida (¡qué gran misterio es la mente!).

¿Estuvieron ellos en la rueda de la economía materialista que hoy lo invade todo? La verdad, no lo sé muy bien. La vida en un pueblo de 3000 habitantes, en Extremadura, no es igual que en una gran ciudad. Las necesidades son diferentes, los objetivos también.

Hoy es difícil escapar a esa carrera de ratas en la que se ha convertido la sociedad de casi todo el globo. Un ciudadano medio se mete en una de esas norias, como las que tienen los hamsters en sus jaulas, y venga a correr más y más, pero en realidad nunca se mueven del sitio.

Y uno tiene la sensación de que por más vueltas que de esa noria, por más rápido que la hagas girar, nunca vas a escapar. No obstante, hay quien lo hace. Hay varios modos. Uno es la evasión mental, a la vez la más sencilla y la más compleja.
Otra es la evasión material, real si queremos llamarlo así, sólo al alcance de personas sin muchas responsabilidades (o más bien ninguna): abandonar todo y retirarse a vivir fuera del sistema. Hay ejemplares humanos que lo han conseguido de uno u otro modo.

El planteamiento vital de mi generación era muy básico, y si se seguían unas mínimas reglas, todo era más o menos fácil: estudiar, comenzar a trabajar, y ya no se para hasta la muerte. Se trabaja para ganar dinero con el que poder costear el gasto que provoca la simple acción de vivir. Pero uno es educado, casi sin darse cuenta, en el gasto porque sí, el consumo puro y duro. Se consume de todo: energía, información, ropa, comida, aficiones, sexo... y pronto muchos se encuentran consumiendo lo que te permite consumir, comprando dinero. Sí, es así, uno compra dinero para pagar cosas. Eso se llama "financiación".

Mis abuelos jamás financiaron nada. Ahorraban, y cuando tenían suficiente, compraban algo que fuera absolutamente necesario. Huían de lo superfluo, educados en la austeridad y en la ausencia de caprichos. Mis padres, casi igual. Mis padres vivieron de alquiler, lo que es curioso tratándose de un hogar en el que entraban dos sueldos, pues ambos trabajaban. No fue hasta que a los 38 años mi padre aprobó su última oposición (la quinta en su currículo), que decidieron tener, por fin, una vivienda en propiedad.

Pero mi generación, y no digamos ya las que han venido después, hemos sido criados diferente en cuanto a expectativas y objetivos, y en las formas también. No nos ha faltado de nada, hemos tenido muchísimos juguetes de todo tipo, hemos salido de parranda desde la temprana adolescencia, pronto tuvimos carnet de conducir y coche a nuestra disposición, hemos podido estudiar la carrera que hemos querido... y casi sin darnos cuenta, ya estábamos metidos en la carrera de ratas.

Mi evasión. Opto por la mental en primer lugar. Intento no formar parte. El mundo laboral, que me roba ocho horas al día de mi vida de lunes a viernes, lo llevo de manera estoica, y con el tiempo he aprendido a no vivir por encima de mis posibilidades, lo que no es fácil cuando hay tantas facilidades para hacer lo contrario.

De un tiempo a esta parte, pocos años quizá, llevo una vida más austera, más desapegada de lo material. Algunos se reirán cuando lean esto, pero así al menos lo siento yo.
Lejos quedan los tiempos en que quería ir a la última. Hace años que no salgo de compras. La ropa me da igual, y casi casi que también mi estado de desaliño general. No busco tener la última tecnología y, de hecho, mi terminal telefónico data del año 2011, y así seguirá siendo mientras su programación lo permita.
Mi coche particular pronto cumplirá diez años, y lo que le queda. El familiar lo he ido cambiando por múltiples averías graves, y el que ahora habita en mi garaje ahí se quedará hasta que reviente, por supuesto.
Aunque tengo varias bicis, me desvivo por las antiguas, y elimino todo lo que sobra.

La vida simple. Porque hemos tendido durante mucho tiempo a complicarlo todo, y sin necesidad. Intento educar a mis hijos en este concepto, en lo simple, en lo natural, en la Navaja de Ockham.

Leo libros impresos en papel, mucho, cada día más.

Prueba viviente de mi vida simple: bici de 1996 sin cambios ni suspensiones.

sábado, 14 de enero de 2017

Frior

Queda claro que este año 2017 me estoy tomando con calma publicar en el bloc. No hay prisa.
Mejor dedicar más empeño en escribir o narrar cosas más especiales. Al fin y al cabo, no quiero que esto se convierta en un diario que aburra y espante a los sufridos que lleguen aquí por casualidad, casi por equivocación.

Llevamos unas semanas de sequía de viento en Huelva, y hoy ya no hemos podido aguantar más. Mi Juli de mi alma necesitaba una sesión como agua de mayo (más bien como agua de enero) tras unos avatares familiares y laborales que lo han tenido apartado del viento varias semanas. 

Pero la previsón es de viento del Norte, o más exactamente del Noreste. Componente jodidilla. Eso es poco aprovechable en general, y al final decidimos acercarnos a probar en un sitio a priori propicio: Sanlúcar de Barrameda, enclave singular, bello, asqueroso, triste y alegre, rico y pobre, contaminado y virgen, bien y mal situado. Todo ello a la vez. Sí, increíble.
Vista general desde el paseo marítimo donde hemos aparcado, justo donde montaríamos el aparejo y nos haríamos a la mar. ¿O era al río? Qué se yo:


Efectivamente, lo que se ve al fondo es Doñana, centro neurálgico de aprovechados, corruptos, sobreprotección de unas especies y eliminación sistemática de otras, todo ello sin el más mínimo criterio ecológico ni, mucho menos, moral.


Enero, viento del Norte, todo ello significa frio. Si cuando es caliente la cosa, hablamos de calor, ¿por qué no llamamos "frior" cuando el tema está helado que te cagas? Pues eso, ha hecho frior en el agua. Es algo que no todos lo llevamos igual. Ejemplo: mi hijo Manu lo odia, se le montan los dedos de las manos y los pies, y se le ponen rojos. Empieza a tiritar y de repente se va al coche a cambiarse de ropa. Tan es así que me ha dicho que no quiere volver a navegar hasta la primavera. Pero a mí prácticamente no me afecta, lo llevo bien. No se me enrojecen los pinreles ni se me montan los dedos ni sufro calambres.
Julio hoy se ha tenido que salir cuando llevaba hora y media en el agua con claros sintomas de enfriamiento. Yo llevaba puesto un chaleco anti-impacto sobre el neopreno, que algo de viento y frio te quita, y mi gorro de neopreno (antiestético pero eficaz), y esas cositas pueden marcar la diferencia.

Sea como fuere, una vez dimos por finalizada la sesión, nos acercamos a Bajo de Guía para tomar un almuerzo como es debido que nos ayudara a recuperar las calorías perdidas:





Y de postre, una de las especialidades de esta curiosa población, el tocino de cielo, que fue de una calidad suprema, se deshacía en el paladar, de una suavidad y textura sin parangón. Y servido sin nata ni caramelo líquido, como debe ser. ¡Válgame dios, menuda delicatesen!


Finalmente un café para redondear tan buena comida, y un camino de vuelta con amena charla con mi windbrother, mientras sonaba flamenquito en Radio3. ¿Se puede pedir más?