miércoles, 31 de marzo de 2010

Acertijo de Einstein

Dicen que lo propuso el científico, en un rato de su juventud, y aseguró que sólo un 2% de la población podría solucionarlo. Como en tantas otras cosas, creo que fallaron sus previsiones, porque yo mismo lo he sacado, y aunque tengo cierta capacidad deductiva y me considero un ser razonablemente inteligente, no creo que me encuentre en un nivel superior al 98% de mis congéneres.
En fin, juzguen ustedes mismos, y no se rindan, que al final sale. Es absolutamente lógico:

• 1. En una calle hay cinco casas, pintadas de diferentes colores, en una fila de izquierda a derecha.
• 2. En cada casa vive una persona de diferente nacionalidad.
• 3. Los dueños de éstas cinco casas beben distintas bebidas, fuman distintas marcas de cigarros y tienen una mascota diferente.

La pregunta:

¿Quién es el dueño del pez?


Pistas:

• 1. El británico vive en la casa roja.
• 2. El sueco tiene un perro.
• 3. El danés bebe té.
• 4. La casa verde está a la izquierda de la casa blanca.
• 5. El dueño de la casa verde bebe café.
• 6. La persona que fuma Pall Mall cría pájaros.
• 7. El dueño de la casa amarilla fuma Dunhill.
• 8. El hombre que vive en la casa del centro toma leche.
• 9. El noruego vive en la primera casa.
• 10. El hombre que fuma Blends vive al lado del que tiene gatos.
• 11. El hombre que tiene caballos vive al lado del hombre que fuma Dunhill.
• 12. El hombre que fuma Blue Master bebe cerveza.
• 13. El alemán fuma Prince.
• 14. El noruego vive al lado de la casa azul.
• 15. El hombre que fuma Blends tiene un vecino que bebe agua.

miércoles, 24 de marzo de 2010

deadliest catch

La captura más mortal

Todos tenemos un trabajo, por desgracia. Y los que no lo tienen, desean tenerlo, no por el trabajo en sí, sino por lo que podemos hacer después con lo ganado. Es nuestro sino, punto.
Y en el tranquilo pueblecito Unalaska, al que pertenece el puerto de Dutch Harbour, en Alaska, no son una excepción.

Cada mes de octubre, se reunen 250 barcos en el puerto Dutch Harbour de Alaska, esperando salir a la pesca del cangrejo real, uno de los grandes premios del océano. Las recompensas de una temporada exitosa pueden ser inmensas.

Pero los riesgos también son enormes. En todas partes los pescadores tienen los trabajos más peligrosos del planeta. En Europa, tienen 50 veces más probabilidades de morir mientras trabajan que si desarrollaran cualquier otra profesión. El clima extremo en el mar pone a estos hombres prácticamente en un constante peligro de ahogo, hipotermia y lastimaduras graves con las redes, las sogas y el equipamiento pesado. Y cuando las poblaciones de peces y mariscos decrecen, se ven forzados a viajar lejos de sus casas con la esperanza de llenar sus congeladores, a menudo exponiéndose durante semanas al clima más severo del planeta.
Los pescadores de cangrejos de Alaska están entre los más expuestos al peligro en su tipo. La temporada de pesca es corta — tal vez tan corta como de cuatro días, y rara vez de más de doce. Pero en esas pocas jornadas frenéticas, deberán soportar olas de 12 metros, vientos de 130 kilometros por hora y el riesgo constante de ser golpeados por una oscilante trampa de acero para cangrejos de 318 kg de peso. Son comunes los turnos de 20 horas, por lo general en temperaturas bajo cero, y sobre cubiertas resbaladizas que cabecean constantemente en ángulos peligrosos. Casi cada pescador de cangrejos de Alaska regresa a la costa con alguna clase de herida: manos y dedos aplastados, y costillas y extremidades rotas. Y en los peores accidentes la gente muere: más del 80% ahogados, como resultado de haber sido arrastrados por la borda, a causa de los mares increíblemente violentos.

Un ejemplo:


Condiciones brutales:


Por último, el peliagudo asunto de las olas:

domingo, 21 de marzo de 2010

JA JA JA

Había una gitana gorda de mandil que vendía fruta en los mercadillos y que conoció a un señor de mucho dinero que se enamoro de ella y la quitó de la calle y la trataba como a una reina. Viajes, coches, casas, lujo y más lujo....


Un día, fueron a Marbella a pasar unos días, y asistieron a una fiesta de gente de mucho postín y adineradas. Estaba la gitana con dos señoras más charlando de los lujos y placeres de la vida cuando dice una de ella:


- El otro día, fui con mi marido a una exposición de coches y al pasar por delante de la firma Mercedes vi el último modelo descapotable ¡que me encantó! Y al día siguiente mi marido me lo ha regalado.


Dice la gitana: "maravilloso, maravilloso"


Dice la otra señora, pues yo fui con mi marido a una exposición de joyas y al pasar por delante de un expositor, vi un collar de oro blanco con rubíes y esmeraldas, ¡qué divino! Al día siguiente, mi marido me lo ha regalado.


Dice la gitana: "maravilloso, maravilloso"


Y le preguntan a la gitana,


- Oye, o sea, ¿tu marido no te regala nada?



Y dice la gitana:


- Si, mi marido me ha regalado un profesor de dicción.


- ¿Cómo? -dicen las otras-.


- Si, yo antes decía "asandia" y ahora digo "sandía", antes decía "malacotones" y ahora digo "melocotones" y antes decía "me sua er coño" y ahora digo "maravilloso, maravilloso".

miércoles, 17 de marzo de 2010

Gandini


El Miura

Y no me refiero a la ganadería, oíga. Aunque es cierto que guarda gran relación con el mundo taurino, al que era un gran aficionado il signore Ferruccio, quien se empeñó en nombrar a sus retoños con denominaciones de famosos astados o, como es el caso, con el de una ganadería, perteneciente a un tal Eduardo Miura -ejem-, conocida por ser sus toros de especial bravura y agilidad.




La tauromaquia es algo recurrente en la historia de Lamborghini, y de hecho su escudo está ocupado casi enteramente por un gran toro -lo que me parece un logo magnífico, bravo y potente-.


No se pierdan el bello volante, la rejilla del cambio, o el asa para el pasajero. ¡Bravo! ¡Bravo! plas plas plas plas...Una foto, en verdad, es casi imposible que le haga justicia.

El Lambo Miura fue un hito no sólo en la historia de la pequeña fábrica de Sant'Agata Bolognese, en Bolonia, a pocos kilómetros de Maranello, que es donde se encuentra su rival directo, sino que para muchos aficionados ha sido el primer gran superdeportivo, el primer supercar, y tuvo que vérselas con ejemplares tan duros de roer como el Ferrari 250LM o el Ford GT40.

Producido entre los años 1966 y 1972, el Miura comenzó como un concepto de chasis de motor trasero y estructura muy rígida y ultraliviana, algo nuevo para automóviles de calle en esos años. Existiendo ya un chasis sin nombre, que había sido expuesto en el Salón de Turín en 1965 -y con gran aceptación-, la marca encargó la realización de la carrocería a la empresa Bertone. El encargado final de dar cuerpo al Miura fue Marcello Gandini -autor, entre otros, de excelsos diseños como el Alfa Romero Montreal, el Ferrari Dino 308, Lambos Countach y Diablo, Bugatti EB110, y el De Tomaso Pantera 200-, quien sustituyo a Giugaro en dicha empresa, y esculpió magníficamente, de un modo casi berniniano, el aluminio para el Miura.

Es difícil plasmar con un teclado lo que supone ver uno de estos coches en vivo, su belleza casi sensual. Su simplicidad es parte de su éxito, y al mismo tiempo sus líneas mezclan a la perfección el glamour y el exceso de los deportivos y la dolce vita de los sesenta. Fue el primer coche de fabricación en serie con un motor transversal V12 situado justo detrás del conductor.

Su escasa altura, unida a la desmesura de su ancho, unido a muchos detalles de diseño como el posicionamiento de la rueda de repuesto o del depósito de gasolina, lograron un reparto de pesos de 45/55, prácticamente perfecto. Otros detalles de cosmética fueron los faros emergentes, enrasados con la carrocería, una luna delantera sumamente inclinada -para desgracia de los ocupantes que eran susceptibles de adquirir algo más que un lindo bronceado en verano-, las ventanas pequeñas, grandes entradas de aire tras las puertas para refrigerar los frenos traseros...

El interior del Miura, aunque estrecho, no era muy incómodo -a pesar de llevar el motor bramando y escaldando el ambiente a escasos centímetros de tu nuca-, y sí muy bonito, como pueden ver en esta foto:


Los primeros Miura fueron nombrados P400, y eran equipados con un motor V12 de 3'2 litros. Luego los P400 serían conocidos como Posterior 4 litre, dado el aumento en el tamaño del motor de los modelos siguientes. El Miura P400S es una evolución del P400 con pequeños ajustes en su apariencia y aumento en la potencia del motor de 350 a 370 CV. Finalmente, el Miura P400SV constaba de revisiones en la carrocería y chasis reforzado, como asimismo un aumento en la potencia del motor a 385 CV, siendo su aspecto más agresivo con unos pasos de rueda más anchos para acoplar las nuevas ruedas y ganar estabilidad.

En total, se fabricaron un poco menos de 763 Miura entre 1966 y 1972, de los cuales 175 son 'SV'.

Las principales características del SV: 1.250 kg de peso, 385 cv, par de 420 N/m a 5.800 rpm; de 0 a 100 en 6'2 segundos, velocidad máxima en torno a 275 km/h.

martes, 16 de marzo de 2010


Ale hop !!


Dedicado a Pedrito, para que vea que no hace falta una S1000RR para volar...


la mermelada de la abuela


Todos, o casi, hemos tenido una adolescencia. Algunos incluso llegan a la juventud, la sobrepasan con cierta madurez, y terminan con una lustrosa lápida justo después del dorado otoño de la vejez. Otros seguimos en esa edad, como eternos teenagers, por nuestra incapacidad natural de madurar y hacernos productivas personas de provecho.

Allá por los primeros noventa, en pleno boom o estallido mediático de la escena grunge, quedé mentalmente tocado y físicamente boquiabierto cuando vi y escuché por primera vez a una de las más importantes bandas de Seattle interpretando en directo, en la MTV, su legendario tema "Jeremy". No tardé en conseguir el cedé original por cortesía de mi colega Mariano -al que hace demasiado tiempo que no veo-, siempre a la vanguardia musical.



Aquél fue el primer álbum de su carrera musical, titulado Ten. También fue el más exitoso del grupo, y a mí, personalmente, el que más me gusta. Es potente, a veces crudo, siempre magnífico en su composición musical y en sus letras. El virtuosismo de la guitarra solista, y la voz única de Vedder han marcado un antes y un después de la corriente supuéstamente underground del rock alternativo tan de moda en los años noventa, lo que es una total paradoja que me encanta, por supuesto.



Un poco de historia:

El guitarrista Stone Gossard y el bajista Jeff Ament tocaban juntos en una pionera banda de grunge llamada Green River . Después de la disolución de Green River en 1987, Ament y Gossard tocaron juntos en Mother Love Bone -para muchos, los ideólogos e iniciadores del movimiento Grunge, junto a Soundgarden- a finales de los años 1980. La carrera de Mother Love Bone se vio truncada por la muerte por sobredosis de su cantante Andrew Wood en 1990, poco antes del lanzamiento de su álbum debut, Apple. Debido a esto, Gossard y Ament tardaron meses en volver a querer tocar juntos, además de hacer que la música de Gossard de los meses siguientes se volviera más oscura que la previa. Después de unos meses, Gossard comenzó a practicar con el guitarrista de Seattle Mike McCready, cuya banda Shadow acababa de disolverse; McCready fue quién animó a Gossard a volver a tocar con Ament. Los tres decidieron entrar al estudio para grabar unas sesiones instrumentales con el batería de Soundgarden, Matt Cameron, por un lado y con el antiguo batería de Shadow, Chris Friel, por otro. Cinco de las canciones grabadas - "Dollar Short", "Agytian Crave", "Footsteps", "Richard's E" y "E Ballad" - se compilaron en un casete llamado Stone Gossard Demos '91 que utilizaron para intentar encontrar un cantante y un batería para el trío.
El músico y surfero de San Diego, California, Eddie Vedder adquirió una copia de esta demo en septiembre de 1990 de manos del ex-batería de Red Hot Chili Peppers Jack Irons. Vedder escuchó la cinta y al día siguiente escribió las letras para "Dollar Short", "Agytian Crave" y "Footsteps". "Dollar Short" y "Agytian Crave" después serían retituladas como "Alive" y "Once", respectivamente. Gossard y Ament escucharon la demo con las letras y voz de Vedder, y quedaron con Vedder para que fuese a Seattle para una audición. Mientras, Vedder había escrito la letra para "E Ballad", retitulada "Black". El vocalista llegó el 13 de octubre de 1990 y ensayó con el resto del grupo (ahora con Dave Krusen a la batería) durante una semana, escribiendo once canciones en el proceso. Poco después ontrataron a Vedder como vocalista y firmaron un contrato con Epic Records.



Hoy, en la oficina, rodeado de personal anodino, con caras de aburridos en sus tediosas y monótonas tareas administrativas, me he enchufado el ipod, como es costumbre en mí por la mañana temprano, y he atacado a mis somnolientas neuronas con Ten. Y decidí dedicarles esta entrada, a modo de homenaje personal a este grupo que llevo escuchando dieciocho años. Ya han alcanzado la mayoría de edad en mi corazón, y lo he escuchado tantas tantas tantas veces, que tengo muchos recuerdos personales asociados a las diversas canciones.




Les invitó a hacerse con el cd, si es que son tan brutos e ignorantes que no lo tienen todavía, y a escuchar atentamente los gloriosos riffs, la profunda voz, los ritmos sincopados de la batería, el bajo omnipresente... a disfrutar de un grupo de calidad incuestionable para el alma sensible y curtida, para el corazón instruido.

Amén.

lunes, 15 de marzo de 2010

cita:

Ferrari

El problema es pretender tener un Ferrari siendo un paupérrimo ser.

Un Ferrari, pasta mediante, es el coche más fiable del mundo y puede durar más de 200 años.

Básicamente como todo. Lo que no se puede es pretender que un coche en cuya naturaleza está el circular al límite de lo que da, dure y aguante exactamente igual que un Ford Focus y cuyas piezas y mano de obra la regalen.

El que diga que tuvo que vender su Ferrari porque se rompía a menudo, ya sabe lo que es: Un pobre, simple y llanamente.

Leído a Countach, vicepresidente e ideólogo de Sportcarclub.

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domingo, 14 de marzo de 2010

El día de Brad Pi


Pi, usualmente escrito con la correspondiente letra griega , es la relación entre el la longitud de una circunferencia y su diámetro. Los entusiastas de las matemáticas celebran el día de Pi, como es lógico, cada 14 de marzo.
Pi es un número irracional, lo que significa que un listado de sus cifras decimales continuará indefinidamente sin repeticiones. El símbolo fue utilizado por primera vez en 1706 por William Jones, convirtiendose sin embargo en popular después de ser adoptado por el maestro suizo de las matemáticas Leonhard Euler en 1737.Con el uso de ordenadores, han llegado a ser calculadas miles de millones de cifras decimales de Pi. He aquí, sin embargo, que bastarían 39 cifras decimales de Pi para calcular el tamaño del universo con un margen de error inferior al de un átomo de hidrógeno. Esas 39 cifras decimales son éstas: 3.141592653589793238462643383279502884197. Ir más allá es pura gimnasia, pero he aquí que, sin gimnasia, tampoco tendríamos a Brad Pi.

viernes, 12 de marzo de 2010

jueves, 11 de marzo de 2010

the way girls are


viernes, 5 de marzo de 2010

Roma



Roma


Con motivo de celebrar el undécimo aniversario del día en que me ahorqué, he viajado a Roma no sólo con la compañía de mi contraria, sino también con la de mis muy queridos progenitores, sin cuya presencia la cosa hubiera sido incluso peor...


Dejando aparte consideraciones personales sobre mi relación de pareja -que seguramente será objeto de una entrada posterior, en tono cuasipoético y apocalíptico, sin duda-, relataré algunas cuestiones que para bien o para mal han llamado mi atención. Tendrá que tener en cuenta el lector que no es la primera vez que piso la città eterna, por lo que mi punto de vista es el de aquél que ya ha visto la película, y ahora tiende a fijarse en otros detalles más profundos o que anteriormente pasaron simplemente desapercibidos.


El vuelo. No pensarían que he ido en coche o a nado, ¿no? El trayecto fue cubierto, ida y vuelta, por Vueling. Billetes adquiridos via intenet, eligiendo los asientos, que es algo que está muy bien, porque prefiero los que están junto a las alas, justo donde la salida de emergencia, donde hay más espacio entre las filas. El avión, un Airbus A320, bastante normalito, con acabados mediocres, aunque no es muy ruidoso, al menos donde yo estuve sentado. Su velocidad de crucero es de 900 km hora, y la altura de vuelo rondando los 35.000/37.000 pies. En la ida tuvimos un viento de cola de 200 km/h, lo que nos plantó en Roma desde Sevilla en unas dos horas. A la vuelta fue al revés, y se fue el viaje a casi tres horas, eternas, con turbulencias, aunque el aterrizaje fue mejor a la vuelta. Como dato curioso hay que señalar que el viaje de Roma a Sevilla lo comandó una señorita. La tripulación, exclusivamente femenina, normal. Se paga por todo en estos vuelos de bajo coste, hasta por un poco de agua -dos euros-. Es de remarcar cuánto daño está haciendo esto de las compañías de bajo coste, oiga. Ahora vuela cualquiera, lo que implica compartir durante un tiempo más largo del deseable una cabina cerrada con gente generalmente ineducada, burda, zafia y mucho niño chico consentido y maleducado. Una pena que pasara lo del Concorde. Por mi parte, en mi próximo viaje aéreo haré un pequeño esfuerzo por ir en una compañía fetén, con mullidos y más cómodos asientos, azafatas más cañón, un poco de comida para que se haga el viaje más llevadero, y un servicio de aeropuerto más eficiente.




Correcto, sin más. Que no es poco, tratándose de volar.



El hotel. Tras un paseo de casi una hora en un ridículo taxi Opel Meriva, pilotado por una simpática italiana peliteñida, llegamos al Westin Excelsior, en plena Via Veneto, junto a la Embajada Americana. Ya conocía el hotel de una visita anterior hace casi diez años, y no ha cambiado gran cosa desde entonces: sigue teniendo ese olor rancio en los pasillos a moqueta vieja, una decoración muy pasada de moda en las habitaciones, y un ambiente decadente en las zonas comunes, aunque no tanto como el Palace de Madrid -que pertenece a la misma cadena-. No obstante, el personal es muy atento, aunque salvo una recepcionista que sólo vi el primer día, nadie habla español -lo que no fue una sorpresa para mí-, y ésta lo hacía bastante regular, aunque yo he intentado no hablar en mi lengua materna con los autóctonos, en mi ansia de aprender el idioma local. No he tenido tiempo de hacer uso del spá, aunque tampoco soy aficionado. Los precios, tipo Gran Lujo o, como diría mi abuela Gabriela, que en paz descansa, Gran Robo: un cafe latte en el salón, siete euros. Cuatro mini bollitos de acompañamiento: 9 euros.




¡Qué presencia, qué localización, que bonito... qué caro!



Decadente a tope. En este saloncito fue la clavada de los bollos.


El taxi. A pesar de tener transporte público en forma de autobús y metro, la vía escogida para movernos ha sido el taxi, que es algo típico y recomendable por su velocidad y no excesivo precio. Mi idea inicial de alquilar un auto para conducirlo ayudado por un Tomtom fue enseguida rechazada por mi padre, y desde aquí lo agradezco, porque conducir en Roma es mucho conducir en Roma. Y hubiera salido más caro sin ninguna duda. El taxista romano suele ser un tipo que gusta de aprovechar el tiempo, y huye del prototipo de taxista español que funciona como el modo "eco" de un cambio automático y no pasa de 1500 rpm en su Skoda Octavia. En cambio, el romano revoluciona el motor de su bólido, apura la frenada, aprovecha rebufos, hace trazadas imposibles, adelanta en huecos casi inexistentes y domina a la perfección todo tipo de superficie, tanto en seco como en mojado. Me pregunto porqué no hay más italianos compitiendo en F1 o WRC con éxito. Para mí es divertido ir en un taxi romano. Mi esposa y mis padres lo pasan regular. Nada de esto sería posible sin la anchísima manga de la policía, tanto local como carabinieri, que es omnipresente allá donde vayas en Roma.


La policía. Efectivamente, hay mucha presencia policial. De todo tipo: local, secreta, camuflada, antidisturbios y los carabinieri. Y entre estos últimos están los que van en Fiat normales, y los que van en Alfa 159, que son una Squadra especial con coches más potentes y chulos, identificados con un dibujito en la aleta delantera -una pantera, creo recordar-. Da gusto pasear por las concurridas calles de las zonas más turísticas sin la presencia de sospechosos habituales, y están siempre dispuestos a ayudar en tu propio idioma -sí, sí, saben idiomas- y señalar el mejor camino hacia el siguiente monumento o museo.



Yo, de mayor, quiero ser carabiniero, o como se diga.




Los restaurantes. Mi padre es muy aficionado a la Guía Michelin, y a los restaurantes de estrella. Por tanto, no ha desaprovechado la oportunidad de visitar unos cuantos en este viaje, con resultado variopinto. También algunos que escapan a ese prototipo finolis y sofisticado, con desigual éxito. Yo siempre he pedido pasta, salvo en la brasería Al Cepo, donde me recreé con un fantástico Chateaubriand acojonantemente bueno. Como platos estrella, he probado raviolis rellenos de foie en Glass Hostaria, en pleno Trastévere -muy chocante encontrar un restaurante de esa calidad en la zona en que se enclava-, y rellenos de merluza y gambas en Acquolina Hostaria in Roma. Decepcionante la estrella Michelin en Baby, caro y regular. Fuera de estrellas, visitamos Enoteca Antiqa, donde tomé una pasta tipo espagueti casero, buenísima, ambientada por muchos escoceses -que anduvieron todo el finde por allí con motivo de un partido de la UEFA-; Felice a Testaccio, comida buena, atención chulesca y sitio pésimo; y en Harrys Bar, con un carpaccio bueno pero deficiente queso parmesano, excesivamente caro por muy bueno que sea el sitio donde se encuentra. Para seguir ese ritmo, preparen ustedes la cartera, y olvídense de comer barato y bien en Roma, porque no lo harán. Comerán barato, al nivel de Madrid, pero no mejor que aquí. Y a veces, pagando caro tampoco se come bien.




Los romanos. Excepto el personal del hotel y los taxistas, que son generalmente abiertos y simpáticos, los romanos son chulos. Pero chulos de putas, mayormente. Se creen los mejores del universo, y no se han percatado de que su imperio se cayó hace 1.600 años. Visten ropa excesivamente ajustada, y sus peinados dan risa. Los escaparates se encuentran llenos de ropa de diseño, pero nadie la viste en la calle. No es la moda, la frescura o el estilo que uno puede ver paseando por Londres o París, por ejemplo. A falta de visitar Milán o Florencia, el romano de a pie es un tipo normal, delgadito, espigado, con cara de pocos amigos, y bastante gilipollas. Sobre todo si es maitre de un restaurante y se cree el centro del Universo culinario.


Las romanas. ¿Qué? ¿Dónde? Brillan por su ausencia, supongo que sus chulos las tienen enclaustradas, aunque alguna feílla sí que se ve por la calle haciendo la compra. Una pena, yo tengo idealizada la idea de la donna italiana tipo Gina L, Sofía L, o incluso la lacia L Pausini -pero está buena, al menos-. Incluso Sabrina la de Boys-boys-boys fue un boom impregnado en mi temprana retina. Pero uno llega a Roma, la ciudad abierta, la ciudad del Amor, y no encuentra nada de eso, ni tampoco a Audrey montando en Vespa. Va fan culo!!!!


Los autos. He visto un solo Seat en cuatro días en la ciudad de Roma. Prácticamente ningún coreano, y muy pocos japoneses. En cambio, veinticinco a treinta Renoles o Poyó, varios Fors Focus y Mondeos -siempre versión familiar-, poquitos Mercedes y BMW -incluso en Huelva son legión comparado con lo poco que hay allí-. Sí hay miles de Fiat, Lancia -raros de ver aquí, la verdad-, y Alfa Romeo. Pero hay un verdadero boom de coches pequeñitos, lo que se comprende viendo las largas distancias a recorrer en medio de atascos constantes, así como la ausencia de aparcamiento asequible. Por ello, los escúter se cuentan por miles, aparcados en interminables hileras en cualquier lugar de la ciudad -nunca sobre la acera, eso sí-. Los Smart, Toyota IQ, y coches de ese estilo son los reyes de las parrilas de salida en que se convierte cualquier semáforo: cuatro carriles ocupados por seis coches en paralelo dejando menos de un palmo entre espejos retrovisores, es digno de ver. Verde, aceleración, curva con embudo a dos carriles, y ni un roce, ni un pitido, ni un mal gesto. El más rápido gana. Así de limpio y sencillo. A pesar del caos que a priori pueda parecer la conducción romana, rige un estricto cumplimiento de las leyes de la preferencia, el aprovechamiento máximo del espacio, y sobre todo la tolerancia y la facilitación de la maniobra del que viene de frente invadiendo nuestro carril impunemente.








El más popular en Roma, sin duda.


En el hotel, no es raro ver, como el primer día que estuvimos allí, un Ferrari 612 bicolor con horrible tono de cuero interior, junto a un Smart Brabus a full -unos 25.000 € puesto en la calle, mi padre no se lo podía creer cuando se lo comenté-. El BMW X6 ha desbancado claramente al X5 en la preferencia del nuevo rico italiano -si es que tal cosa existe allí-, y es el SUV más visto actualmente por los barrios buenos. Todos los días he visto varios 430 en todos los colores, 599, California, Aston Volante, Maserati GT, y numerosísimos Quattroporte. También me ha llamado la atención el ver cada día dos o tres Exige, en cualquier color.





Bernini. Ya no me llama la atención visitar viejas y emblemáticas iglesias, o ver los techos de la Sixtina donde mi mujer quedó extasiada y boquiabierta durante más de veinte minutos. Mi revelación ha sido, esta vez, Juan Lorenzo Bernini. Bueno, no él, sino su obra, que he podido conocer más profundamente en una visita a Villa Borghese, donde se aglutinan sus esculturas más imponentes. Después de estudiarlo y poder tocar los mármoles labrados por su manos, he llegado a la conclusión de que es el más grande. Miguel Angel está bien, sí, pero no se le acerca, sinceramente. Miguel Barceló es un bastardo innombrable a su lado, un colegial ridículo y aprovechado, como Mariscal y todas estas generaciones de las últimas décadas -entre los que incluyo, por supuesto, a Dalí, aunque a éste le salva su arquitectura-. Ya hablaré sobre el arte en otra entrada.







Lo mejor del viaje, con diferencia.


La Cappella Sistina. Iba a escribir algo sobre esto, pero no merece la pena.



El gasto. ¿Qué mas da? Para una vez que voy cada diez años más o menos, no repararé en ello. Aún así, fui bien preparado, porque no se puede ir a un sitio así con lo puesto.



jueves, 4 de marzo de 2010

Perdido

PERDIDO

Y yo sigo pasandolo genial mis martes por la noche, con un ron + zumo o un Martini, algun sandwich o pieza de fruta fresca, un par de onzas de chocolate, y 40 minutos en los que olvido qué estoy haciendo, dónde estoy ahora, porque pertenezco a este mundo, y si existe una razón por la que hago lo que estoy haciendo.




Yo era superfan de LOST hasta que empezó a verlo todo el mundo. Dejé de sentirme especial y para solucionarlo dejó de gustarme. Desde entonces la sigo pero opino que es una bazofia porque no cumple mis espectativas. Me vuelvo a sentir especial de nuevo.


A todos nos ha pasado eso alguna vez. Todos queremos sentirnos especiales, no realmente serlo, sino sentir que lo somos aún sin serlo realmente. Por eso intentamos aferrarnos a esas pequeñas cosas que nos proporcionan tal sensación. Aunque sea algo subjetivo, aunque nadie más lo aprecie, simplemente para nosotros es suficiente.

Yo antes era un acérrimo defensor de las motos Ducati. Eso fue hace ya varios años, cuando ni siquiera participaba en el Mundial de Velocidad, cuando simplemente nombrar a la casa de Bolonia hacía rememorar los tristes episodios de poca fiabilidad y muchos quebraderos de cabeza de Mototrans y los bodrios que se vendieron por aquí en la época del totalitarismo proteccionista anti importación de productos extranjeros. La Monster me enamoró, todavía me gusta mucho. Y me introdujo en el mundo del desmo.
Más tarde, las motos rojas se popularizaron, en medio de una bonanza crediticia sin igual en la historia conocida del hombre, lo que tuvo como consecuencia el acceso de miles y miles de jovenes ignorantes, necios y zafios a los mandos de gloriosas y fantásticas máquinas rugientes usadas, sobre todo, para pasear y exhibirse en los locales de moda. Supongo que a Ferrari, Porsche o Lamborghini les ocurrió lo mismo, a otra escala.
Perdí el interés por el producto, para mí dejó de ser algo especial tener una Ducati. Estuve casi cuatro años sin montar en moto, sin moto, simplemente pedaleando en mis bicis de montaña, dando algún paseo con mi descapotable por esas carreteras que conozco como la palma de mi mano de tanto arrastrar la rodilla por ellas.
Un día, un amigo me dijo "vamos a acercarnos al concesionario, a ver la nueva 1098 de cerca". Le acompañé. Llegué, ví y lloré. Mi amigo me vio allí, en cuclillas, mientras tocaba sutilmente el basculante glorioso y fantástico de una de aquellas superbikes, sin poder contener mi emoción.
Fue la primera y hasta ahora única vez que me he emocionado de esa manera ante algo material, a pesar de que una moto fabricada y diseñada con ese cariño y entusiasmo va más allá de lo que meramente denominamos "cosa".



No puedo renunciar a eso. No a Ducati. No a la emoción.