miércoles, 22 de junio de 2022

lunes, 20 de junio de 2022

Este sí, la orca asesina

Por fin se alinearon los astros y tuve el privilegio de pilotar esta máquina, que desde el primer día que se puso a la venta me había estado llamando la atención.
Como ya he ido comentando por aquí, y es algo que puede observarse cotidianamente, las berlinas y grandes sedanes han ido dando paso a los SUV, que aunque presentan las conocidas desventajas dinámicas que ya han sido explicadas, han dado lugar a una imaginativa capacidad por parte de los diseñadores para exponer diversos puntos de vista, la mayoría unos auténticos bodrios carentes de gusto ni proporciones, por no hablar de los ingenieros que deben conseguir que dichas tanquetas funcionen  con una mínima capacidad dinámica. 

Alfa Romeo siempre ha sido un fabricante que me atrae, en primer lugar por sus diseños, todos logrados; en segundo lugar, por el carácter deportivo que saben dar a su producto, da igual que sea un compacto ciudadano, una coche familiar tipo ranchera, o como en el caso que nos ocupa, un SUV; y por supuesto por su pasado glorioso en competición. 
Es una pena que el conductor español tenga tantos remilgos a la hora de comprar un coche, y se deje llevar por leyendas sobre fallas eléctricas y problemas subsidiarios, temas que se arrastran desde hace cincuenta años... Eso sólo va en detrimento de ellos, que nunca van a saber lo que es conducir un Alfa Romeo, y mucho menos lo que implica tener uno.

Justamente éste es el vehículo probado:


El automóvil en cuestión tiene un motor diésel turbo de 2.2 litros, 210 cv, 470 Nm a 1.750 rpm, cambio automático de 8 velocidades por convertidor de par, y tracción trasera que se convierte en total cuando detecta pérdida de adherencia.
Exteriormente es impecable, con una pintura bonita y de calidad, y varios detalles de diseño, como la distintiva calandra con su inconfundible imagen de marca, o la integración de pilotos con el portón del maletero, y las proporciones entre tamaño de ventanillas y superficie metálica. El auto, sin duda, es agradable a la vista, y destila deportividad y elegancia, una mezcla difícil de conseguir, pero por eso Alfa es lo que es. 
Las puertas suenan bien al cerrar, las franquicias con perfectas, las enormes llantas de 20 pulgadas (incluidas en un paquete promocional en el momento de la compra) son distinguidas y no excesivamente llamativas, rellenando correctamente el paso de rueda. El volumen del maletero es correcto, lo que se espera de un vehículo de este tamaño.

La dirección es muy rápida, con una desmultiplicación muy pequeña de 12:1 (en un Porsche 911 actual es de 13:1). Esto, unido a los ajustes de suspensión y chasis, la propulsión trasera con diferencial autoblocante, las llantas de 20 pulgadas, y un volante pequeño (y precioso) con un tacto maravilloso a pesar de su asistencia eléctrica, hace que sea fácil comerse el interior de las rotondas, o dar un bordillazo con la rueda trasera interior al girar en una esquina. 

El interior del modelo probado es como entrar en un hotel de lujo. Asientos de cuero bonitos, cómodos y que sujetan, apliques de aluminio que rematan la madera que domina el salpicadero, la consola central entre los asientos y parte de las puertas, ajustes más que perfectos, las obligatorias pantallas digitales en el cuadro y en el centro del salpicadero, mandos fáciles de usar, todo a mano como debe ser. El aislamiento es brutal, no se escucha el sonido a tractor a régimen de ralentí (que es ostensible desde fuera del coche), ni ruidos  aerodinámicos. El silencio parece haber sido una consigna, al menos en estas versiones movidas por motores que usan de eso que llevan las calderas. Habría que ver cómo pasa el sonido de los modelos motorizados con gasolina, que siempre tienen un tono más agradable y emocionante en la parte alta de cuentavueltas. 
A este motor no se le puede pedir emoción, pues se acaba pronto, teniendo el pico de potencia máxima poco antes de las 4.000 rpm, pero el cambio ayuda mucho a extraer buen rendimiento. El convertidor funciona a la perfección, suficientemente suave como para no notar su actuación en conducción tranquila en ciudad, por ejemplo, pero todo lo rápida y eficiente que debe ser cuando se trata de reducir para adelantar en carretera. No es un cambio deportivo, pero tampoco lo pretende, porque este vehículo es lo que es, un SUV, que aunque nos regale ciertas capacidades dinámicas para separarse del resto de rivales, no hay que equivocar el concepto.
Si quieres que se mueva con alegría, hay que pisarle, y si le pisas cumple con su cometido, a cambio de elevar el consumo según me cuenta el dueño. La media en conducción normal que incluye todo tipo de vías, ronda los 7'5 litros a los cien km, nada exagerado para un bicho de su volumen y peso.

Aparte de la estética y calidades, que marcan la diferencia incluso comparándolo con fabricantes alemanes de prestigio, es su conducción lo que llama la atención. En Alfa han hecho un magnífico trabajo en este aspecto, haciendo que este aparato sea ágil y seguro, haciéndote olvidar que vamos sobre 1800 kg. Se come las curvas sin balancear, acelera y frena sin cabecear, firme pero cómodo, y eso es producto de un chasis muy bien parido. No se debe dejar todo en manos de la electrónica, que sirve para disfrazar partes ciclo pésimamente pensadas (como ocurría con la primera generación del Mini moderno, carente de estabilidad alguna y prácticamente inconducible si se desconecta el control de estabilidad). Este coche puede llevarse muy rápido en carreteras de curvas sin descomponerse lo más mínimo. Una gozada conducirlo.


En definitiva, este es un aparato que si yo tuviera la pasta que cuesta, no dudaría en comprarlo para disfrutarlo todas y cada una de las veces que me pusiera a su volante. Es bonito, rápido, diferente. Es un buen coche, pero me gustaría probar un Giulia antes de decidirme.

miércoles, 8 de junio de 2022

jueves, 2 de junio de 2022

El juguete medio lógico

 En unas ciudades tomadas por vehículos SUV, que poco a poco han ido haciéndose legión, el conductor a manos del utilitario común y normal, el típico hatchback de tamaño pequeño o medio, puede sentirse intimidado al verse rodeado de esos aparatos de altura elevada, masa monstruosa, en verdad inútiles. 

El SUV se ha impuesto, el marketing, la moda, los fabricantes, han hecho bien su trabajo, y ahora lo normal al adquirir un vehículo nuevo es pillar uno de estos engendros que no son ni todoterrenos, ni turismos, ni furgonetas, sino todo lo contrario. No hacen nada perfecto, pero cumplen, que es de lo que se tratan. Y el tamaño y la altura importan, ya lo creo. Hay que sentirse poderoso, importante, inexpugnable, a los mandos de tu electrodoméstico, porque se trata de eso: de lo que uno siente, de lo que está dentro de tu cabeza, de tu mundo, tu universo. Da igual que exista un universo objetivo allá afuera, con sus propias e inmutables reglas físicas: tú tienes las tuyas, y si te convencen de que un SUV es mejor, lo interiorizas, lo asimilas... entonces el daño ya estará hecho.

Y cuando lo que te rodea te hace parecer pequeño, la solución es unirte a tu enemigo.

Mi hermana pequeña ha cambiado su viejo VW Passat Variant (un coche muy cómodo, amplio, estable, seguro en su conducción, de buena calidad), por un Seat Arona, acabado Style, motor de tres cilindros de gasolina, un litro de cilindrada con turbo, 110 cv, y cambio DSG de 7 velocidades. En palabras de mi hermana, "gasta menos, corre más, es más fácil de conducir, y puede hablar por el móvil y poner música de Spoty". Nada que objetar.


Es cierto que la estética no es lo más conseguido del Arona, sobre todo la parte trasera, zona del pilar C y maletero, que presenta unos recursos estilísticos discutibles, como si no hubieran sabido como acabarlo. Es decepcionante, cuando vemos que el mismo grupo, el T-Roc de VW, su rival directo, o el Skoda Kamiq, por no salir de VAG, tienen mucho mejor resuelto este asunto. Y no es que se trate de imagen de marca, porque no se parece en nada al Ateca o el Tarraco, sus hermanos mayores. 

La vista lateral se ve comprometida, por tanto, por esta aberración trasera, los ojos se van irresistiblemente a este fallo estético. Por delante ni fú ni fá, uno más. Es, en definitiva, uno de esos coches anodinos, una creación que lo mismo podia ser un Seat, que un Renault, un Citröen, un Kia, o ...

El horror

En cambio, por dentro me ha gustado mucho. Aunque no es un coche económico, 26.000 euros ha costado, los acabados de los plásticos son de lo más barato, parecieran sacados del siglo pasado: duros, rígidos, sobre todo en el salpicadero (una pieza grande y siempre a la vista, que debería por tanto estar mejor cuidada). Pero incluye todos los gadget de un coche moderno: pantalla totalmente digital en el cockpit, gran pantalla central, conexión con teléfono móvil y acceso a sus características personales, bandeja para carga inalámbrica del mismo... 
Además, el coche es muy amplio en las plazas delanteras, mucho más de lo que su tamaño exterior pudiera sugerir, y el puesto de conducción es cómodo, todo está en su sitio, y hay buena visibilidad (todas las ventanillas son grandes y vas un poco elevado). Detrás es correcto para llevar a dos adultos con solvencia. El maletero es grande, me ha parecido mayor que el de un Golf, lo que tampoco es tan difícil.



En cuanto a la conducción, dos cosas llaman la atención: el motor tiene brío, me ha sorprendido dada sus características de cilindrada y par, y el cambio es muy suave. El tricilíndrico empuja desde abajo, sin vibraciones, y más de lo que parece, haciendo que acelere rápidamente. El DSG no se nota, hay una evolución en el funcionamiento enorme desde el que monta mi Touran, por ejemplo. Diez años de evolución se notan, y mucho. 

El coche es lo que es, un utilitario disfrazado de algo más, pero no nos debemos llamar a engaño: el Arona no es más que un Ibiza levantado con unos protectores en los pasos de rueda. No es un todoterreno, ni tampoco lo pretende. Se desenvuelve a la perfección en su ámbito de actuación, que es la ciudad y sus circunvalaciones, y con nota. No es un deportivo al que haya que exigirle prestaciones, aunque corre lo suficiente para meterte en problemas con la Ley a la mínima de cambio. Frena bien, se aguanta en curva como el que más, no tiene reacciones extrañas ni mucha transferencias de peso a pesar de estar condicionado en su diseño. 

Es un utilitario moderno, de estos tiempos que corren, que puede colmar tus deseos y necesidades sobradamente. Es el cochecito ideal para mi hermana. 

Yo nunca me compraría un Arona.