jueves, 28 de marzo de 2019

frenada, vibraciones y dobleces

Llevo un tiempo detectando unas vibraciones en el tren delantero de la 749 a la hora de frenar, que tienen lugar sobre todo cuando lo hago de forma más suave. Si freno a fondo no suele ocurrir. Para más irritación, no siempre pasa.
Cuando vienen estas cuestiones, me rasco la cabeza, pongo cara de ido, me abstraigo... y pienso en las múltiples causas que pueden llevar a la solución del problema. No era algo realmente grave, porque no era una vibración fuerte que impidiera el uso del freno como me ocurrió en su día con la minigixxer (discos alabeados totalmente por calentón en unas tandas en Jerz en pleno mes de julio...). Era, más que nada, algo molesto, sobre todo en cuanto a la suavidad y tacto.

Porque uno con el tiempo y la práctica desarrolla un gusto por la calidad, y gusta de que las cosas funcionen como es debido. Y en una moto deportiva con 16 años, es frecuente encontrar pegas, pequeñas contrariedades. No me quejo, es el precio por comprar una deportiva usada (quizá mal usada a veces, o mal mantenida, o vaya usted a saber).

De modo que empecé por hacer un reapriete de la dirección en lo que atañe a los rodamientos. Se desmonta la pletina superior, aflojo completamente la tuerca especial que sujeta todo el conjunto, inspecciono, limpio un poco la zona (aparenta estar en buen estado, aunque con rodamientos de esta edad nunca se sabe) y no veo señales de óxido ni exceso de suciedad, reaprieto todo con los pares exigidos en el manual.


Además le dí a los frenos una buena ración de producto limpiafrenos, pensando que también podían estar los discos y/o pastillas contaminados. Un par de días más tarde subí a la sierra a comprobar cómo funcionaba todo, y aunque en principio parecía estar perfecto, sentí de nuevos esas extrañas vibraciones que no respondían a esfuerzos o condiciones determinadas, sino que seguían apareciendo de modo aleatorio. 
Seguí rascándome el cráneo.

Circulando muy despacio con el casco de ciudad (uno abierto, que deja entrar todo el ruido, apenas aísla), escuché un roce irregular, un swish-swish-swish, y me puse a darle al coco. Los discos no estaban gastados medimos el grosor y estaba en torno a 4'75 mm, muy lejos del límite establecido por el fabricante, pero sí presentaban irregularidades en las pistas, seguramente por haber sido usados con pastillas demasiado gastadas, por ejemplo. Y el roce señalado, ummmmm, un pequeño alabeo que cuando se frena fuerte es absorbido por ser discos anclados flotantes, pero no al circular despacio o frenar flojito...

En fin, que tomé por la calle de enmedio y encargué unos nuevos discos flotantes de la marca NG, para sustituir a los viejos Brembo. La operación se llevó a cabo en las instalaciones de MR Performance, además sede del CSMZAB -Club Social de la Mecánica Zen y Amantes de la Birra-, bajo la atenta mirada y consejos de su Presidente, Antonio Lozano, y con la colaboración desinteresada del siempre solícito Vicente.

Para aflojar los tornillos que sujetan los discos (unos torx 40) se emplea la herramienta universal junto con un destorgolpe. Suelen estar bastante duros porque llevan fijatornillos a mogollón y llevan mucho tiempo sin moverse, y además sufren diferencias térmicas, todo ello un cóctel idóneo para el gripaje. Unos buenos martillazos y salieron sin problema.


Quitar viejos y poner los nuevos es coser y cantar, sólo hay que poner un poquito de fijatornillos y emplear la dinamométrica (importante siempre, sobre todo en lo que afecta a la seguridad en la conducción).


Por último, se monta la rueda en su sitio y se bombea la maneta de freno tres o cuatro veces para que coja presión.


Sólo queda hacer prueba de carretera, ciudad, con frío y calor y otras diversas condiciones, para comprobar que el problema se ha resuelto. Pero eso será otro día. Sólo decir que del MR Performance a casa todo fue suaaaaave como la seda... bien!!

Irrealidades virtuales

Ha llegado a mis manos, cedido temporalmente por mi colega Juan Ramón, una recopilación de cuentos de Alfred Bester, reunidos bajo ese título. 
Me ha tenido bastante entretenido, y aunque no todas las historias mantienen la misma calidad, hay algunas que son realmente sabrosas y he disfrutado muchísimo.



Enumeración de elementos leídos:
- Desapareciendo
- Oddy y ello
- Estrellita, estrellita
- 5.271.009
- Tiernamente Fahrenheit
- La elección de Hobson
- Acerca del tiempo y la Tercera Avenida
- El tiempo es el traidor
- Los hombres que asesinaron a Mahoma
- El hombre Pi
- Ya no hacen la vida como antes
- ¿Desea esperar?
- El orinal floreado
- Adán sin Eva
- Y quedan 3 1/2
- Galatea Galante
- El diablo sin gafas

Todos ellos han sido previamente publicados en uno y otro lugar (revistas, otras pequeñas recopilaciones, etcétera), salvo el último, que lo es en esta ocasión póstumamente. 

Bester ha sido para mí un descubrimiento tardío, y ya he reseñado por aquí alguna de sus mejores novelas que, sin duda, me han entusiasmado, tanto por la historia que cuentan, como el peculiar estilo del autor, que volvemos a encontrar en la mayoría de las narraciones de "Irrealidades virtuales".
Totalmente recomendable si quieren pasar un buen rato.

martes, 19 de marzo de 2019

280

Fueron esos, unos 280, los kilómetros que recorrimos en una atípica ruta de fin de semana este variopinto grupo de aficionados a la moto:


Desplazamiento con exceso, quizá, de distancia, dado que un par de las máquinas eran nuevas y sus pilotos no demasiado duchos en el noble arte del curveo. Todo transcurrió sin incidencias, y tuvimos ocasión de pisar sobre variada mezcla de carreteras. 
Suerte de poco tráfico, ninguna incidencia que destacar del lado mecánico, sin sustos ni caídas... al menos nada digno de mención.

El punto final, como guinda de una tarta ya de por sí bastante gustosa, una bajada hasta el embalse del Corumbel desde Berrocal, una delicia de asfalto impecable y 127 curvas en sólo 21 km. Hicimos en el embalse una parada de reagrupamiento, y todos sonreíamos, sudorosos, y comentábamos ésta o aquella curva, la frenada de más allá, la subida anterior, o la menor o mayor potencia de los motores.


Tres naked y una Mojonda Adventure Sports 1000. Disfrutar de cualquier moto es una cuestión de actitud, y esta experiencia así lo demuestra. Dame unas curvas en la montaña, y todo vendrá servido por añadidura. Como verdaderos roadracers, unos warriors, unos kneesliders, los outsiders del lado oscuro del motociclismo, lo que no se cuenta porque no se puede ni debe. Así fuimos, somos, seremos.
Libertad, sensaciones, emoción. Eso es.

No puede faltar un buen fin de fiesta, como mandan los cánones. Nos quedamos Antonio L. y servidor, y para amenizar un poco llamé al limitador, que nos acompañó un ratito mientras daba cuenta de su respectivo tercio:


el día que el mundo se fue

- Algo que nunca podré tener.

- A la deriva y en paz.

- Lo frágil.

- Lo venidero.

- Ido, todavía.

- El día que el mundo se fue.

- Y todo lo que podría haber sido.

- La persistencia de lo perdido.

- Dejando la esperanza.

Aunque pudieran parecer declaraciones, observaciones, o meras descripciones de cómo uno se siente a veces, no son más que los títulos de los temas del disco dos de "And All That Could Have Been/Still" (2002) de Nine Inch Nails. Con esta obra magnífica, mitad grabada en un concierto en directo, mitad breve recopilación de algunas canciones de temática íntima (aunque ¿qué canción de Trent Reznor no lo es en mayor o menor medida?), uno tiene la sensación de estar montado en la vagoneta de una montaña rusa, lo mismo bajando a velocidad vertiginosa, que subiendo lentamente, acelerando, sufriendo una fuerte presión al tomar aquella curva...

Lo que me sirve, me viene de perlas, para pensar en aquellas cosas que una vez quise hacer y que, por hache o por be, al final se truncaron. Eso no es ni bueno ni malo, nunca lo podré saber, y me viene al recuerdo aquella fábula de origen oriental del chino cuyo hijo se partió una pierna en una caída del caballo. 

Acometo el listado, que es más corto de lo que en un principio pude imaginar:
- Tener una hija. En mi mundo mental imaginario enfocado hacia el futuro ya tenía nombre, se llamaría Lola. No Dolores, ni mucho menos María Dolores. No. Se iba a llamar Lola. Seguro que me iba a dar muchos dolores (precisamente) de cabeza, pero en lo global, la suma, sería algo maravilloso.

- Ir con mi coche a Nurburgring Nordsleife. Tener el viaje organizado y truncarse es algo que me ocurrió. Ya no volvió a surgir la oportunidad de volver a empezar, incluso vendí mi coche. No es traumático, simplemente creo que hubiera sido un viaje casi épico, un must para todo petrolhead. Quizá no soy suficientemente aficionado. Quizá no lo quise con la intensidad necesaria.

- Hacerme entender, y querer convencer a otros de que mi opción es la correcta. He tardado mucho en comprender que cada persona vive su realidad de manera diferente, y que los conceptos del bien y el mal difieren de un sujeto a otro. No hay grandes diferencias, pero sí son suficientes como para chocar frontalmente a veces. Mejor dejar pasar, asumir nuestras diferencias y vivir en paz con uno mismo.

- Seguro que hay muchas otras cosas, pero ahora no caigo. O a lo mejor no había tantas como yo en un principio creí. Y eso es bueno. Seguramente soy conformista (no lo creo), o no deseé tanto como en un principio había pensado. De cualquier modo, qué más da. Soy lo que soy y no me arrepiento de nada.



Bola extra:
Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una casita del campo. Se dedicaba a trabajar la tierra y tenía un caballo para la labranza y para cargar los productos de la cosecha, era su bien más preciado. Un día el caballo se escapó saltando por encima de las bardas que hacían de cuadra. El vecino que se percató de este hecho corrió a la puerta de nuestro hombre diciéndole:

-Tu caballo se escapó, ¿qué harás ahora para trabajar el campo sin él? Se te avecina un invierno muy duro, ¡qué mala suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Quien sabe.

Pasó algún tiempo y el caballo volvió a su redil con diez caballos salvajes con los que se había unido. El vecino al observar esto, otra vez llamó al hombre y le dijo:

-No solo recuperaste tu caballo, sino que ahora tienes diez caballos más, podrás vender y criar. ¡Qué buena suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Quien sabe.

Más adelante el hijo de nuestro hombre montaba uno de los caballos salvajes para domarlo y cayó al suelo partiéndose una pierna. Otra vez el vecino fue a decirle:

-¡Qué mala suerte has tenido! Tu hijo se accidentó y no podrá ayudarte, tú eres ya viejo y sin su ayuda tendrás muchos problemas para realizar todos los trabajos.

El hombre, otra vez lo miró y dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Quien sabe.

Pasó el tiempo y en ese país estalló la guerra con el país vecino de manera que el ejército iba por los campos reclutando a los jóvenes para llevarlos al campo de batalla. Al hijo del vecino se lo llevaron por estar sano y al de nuestro hombre se le declaró no apto por estar imposibilitado. Nuevamente el vecino corrió diciendo:

-Se llevaron a mi hijo por estar sano y al tuyo lo rechazaron por su pierna rota. ¡Qué buena suerte has tenido!

Otra vez el hombre lo miró diciendo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Quien sabe.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Serpiente del sueño

Vonda N. Mclntyre obtuvo los premios Nebula (1978), Hugo y Locus(1979) con esta novela de pretendida ciencia ficción, que no deja de ser una historia de aventuras del género de la fantasía. 

La novela parece dirigida a un público, si no infantil, sí al menos adolescente. No más. Aunque detrás de esta somera percepción inicial, y analizando un poco más profundamente los hechos narrados y las circunstancias en que tienen lugar los acontecimientos, los sucesos que llevan a la protagonista a viajar de un lado para otro, sus relaciones con los demás personajes, etc, nos damos cuenta de que subyace una cierta ideología de género.
No en vano, la autora es una reconocida activista por los derechos de la mujer, y se nota por su valentía y audacia al poner a una en el papel principal de la obra, en el tratamiento que se da a la actividad sexual (tomada como algo libre, sin necesidad de compromiso y con una cierta promiscuidad libertina), pero sobre todo en dar al hombre un papel de personajes secundarios evidentes y, en todo caso, los malos son siempre del sexo masculino. Curioso, cuanto menos.

Serpiente, que así se llama nuestra heroína, es una "curadora" en un mundo postapocalíptico, que pertenece a una casta dedicada a la práctica de la medicina, para lo que tiene que usar tres serpientes distintas de cuyos venenos se aprovecha para sus fines. En un planeta asolado por un desastre nuclear hace mucho tiempo, no hay sociedad, sino pequeñas tribus, y alguna ciudad que otra (que se rigen por el sistema de ciudad-estado). Hay también, signos de tecnología de origen extraterrestre, pero nunca aparece ningún alienígena ni es posible el contacto con esos seres.
En una intervención para sanar a un niño, los miembros de su tribu matan una de las serpientes de la curadora, del tipo "serpiente del sueño", de origen alienígena, cuya especie tiene unas características muy especiales sin las que no puede seguir ejerciendo su profesión. Comienza así un viaje en busca de una serpiente del sueño sustituta, empresa árdua ya que son escasas.

Supongo que la historia gustó en su día por el contenido feminista, pero poco más. El argumento es pueril, el desenlace es absolutamente previsible, las conclusiones o enseñanzas... nulas.

Bajo mi punto de vista, se puede leer como curiosidad, pero en general lo considero prescindible. Una pena. 

viernes, 1 de marzo de 2019

días blancos

Aprovechando un par de días en que el cuervo menor vacacionaba entre semana, nos pegamos un relativo madrugón (madrugón para mis acompañantes, no para mí que acostumbro a amanecer a diario a las seis de la mañana), para coger carretera y manta, literalmente, en dirección a Pradollano, urbanización en término de Monachil, donde se ubica la más grande y meridional estación de esquí de Europa. 
El día vino con nubes, y con pronóstico de chubascos posibles, cosa que ocurrió, y fue de menos a más, hasta que se convirtió en algo tan inclemente que tuvimos que irnos después de un par de bajadas tras parar para tomar un tentempié. 


A pesar de la nevada, no había mucho viento, pero la visibilidad era regular. No hizo especial frío, y la nieve se encontraba en buen estado incluso para evolucionar grácilmente con una tabla de snowboard bajo mis pies. 

En este punto tengo que señalar que hacía dos años que no pisaba Sierra Nevada, y me he encontrado mayor. La elasticidad abandona mi cuerpo, y he tenido que condurar mis reservas energéticas para no desfallecer demasiado. Aún así, puedo seguir disfrutando de las curvas y desniveles,  y aunque al principio no iba muy seguro, enseguida cogí confianza. Todo esto no es difícil si tengo que ir esperando constantemente a mis acompañantes, menos duchos que un servidor, y en escasa forma física.

Tras pasar tarde y noche en el pueblo de Monachil, donde tenemos casa de un familliar, volvimos a la carga el día siguiente, con un Sol en pleno apogeo. Días así son los que han convertido a esta singular estación en un proyecto muy atrativo, pues con la nevada de la tarde anterior, teníamos una combinación de temperatura agadabilísima y nieve en perfecto estado, permitiéndome aventurarme fuera de pista varias veces, notando asombrado cómo me hundía hasta las rodillas si bajaba un poco la velocidad, y viendo por el rabillo del ojo salir spray de nieve en polvo en las curvas... ¡realmente sensacional!





Pepe fue de menos a más, en una rápida y segura progresión, pero iba muy cansado, no está acostumbrado a hacer tanto ejercicio. Disfrutamos muchísimo los dos, y yo le animaba constantemente a que bajara de toeside y a que me acompañara en mis incursiones fuera de pista. Grandes risas y gritos, algunas caídas y más risas. Exploramos gran parte de la estación, visitamos la zona de la Laguna de las Yeguas, pero allí la nieve estaba peor, había más placas de hielo y no nos gustó.
Subimos a la zona del Observatorio:



Incluso nos atrevimos con el punto más algo, el Veleta, desde donde tomé esta imagen en la que se ve Borreguiles allí abajo, muuuuuy lejos. Desde allí arriba hicimos una larguísima bajada non stop, empalmando con la pista del Río hasta Pradollano, lo que significa prácticamente seis kilómetros. 

Desde el Veleta les saludo
A hora prudente, y antes de agotarnos del todo, decidimos retirarnos. Devolvimos los útiles alquilados, fundamentalmente las tablas, y nos pegamos un merecido homenaje en Crescendo, un menú a base de sus especiales hamburguesas aderezadas con guacamole.




Una experiencia notable, pero aún quedaba la dura vuelta, un trayecto de varias horas hasta casa. A pesar del cansancio y la paliza de coche, es una de las muy pocas veces que he llegado de vuelta con muchas ganas de repetir, pero la verdad es que no sé si tendremos ocasión de hacerlo de nuevo esta temporada, tanto por disponibilidad de tiempo como de dinero, porque nunca se me olvida la famosa frase que le dijo un vendedor de El Corte Inglés a mi padre, siendo yo pequeño, cuando éste resopló y casi silbó cuando le dijo aquél el precio del conjunto de botas, esquís y chaquetón plumífero: "este es un deporte para potentados, señor". Sólo el forfait de dos días para los tres que íbamos nos costó 254 euros. Toma castaña pilonga.