miércoles, 7 de agosto de 2019

Bricomonoposto

Un día compré en Gualapó un subchasis monoposto para mi rubia. El susodicho es de aluminio, y no de acero como el previsto para la versión biplaza que debe soportar los esfuerzos a que lo puede someter el peso de un pasajero. O pasajera. O equipaje. Además del peso del propio escape que pasa por allí.

El caso es que algún dueño anterior lo había pintado malamente (readverbio, por si no lo habían notado), y tenía pequeñas grietas en el lacado, y en los desconchones por piedrecitas o golpes se veían hasta cuatro colores: el gris del aluminio original, blanco de una imprimación, rojo, y la última capa negra. A saber cuál será la historia...

Llevaba tiempo querer sanear este asunto, y aprovechando que lo desmonté para pasar la ITV, poco a poco, buscando mi momento, he ido haciendo los deberes. Lo primero era eliminar todo rastro de pintura, y para ello usé un decapante en gel, que se aplica con una brochita, se esperan unos minutos, y teóricamente debe arrugarse y basta con rascar con el útlil adecuado para separar la pintura del metal. Eso es la teoría, y la verdad es que los videos que hay por ahí así lo muestran. Pero en mi caso no ha funcionado de ese modo, lamentablemente. Muy lamentablemente.

Se formó una pasta pegajosa difícil de eliminar. Mi teoría es que las diferentes capas de pintura son de compuestos diferentes y han reaccionado con el decapante haciéndolo todo complicado y guarro. Menuda putada. ¡Quién me mandaría a mí!
Al día siguiente le di otra mano de producto con la brochita, por si así se reblandecía aún más, y fui a la droguería del barrio a por disolvente universal que apliqué unas horas más tarde. Ahí ya empezó a desaparecer la mezcla horrenda de colores y olores, y el aluminio hizo su aparición. Albricias, aleluya, osanna en las alturas y todo eso.
Cuando secó bien, usé un cutter para arrastrar lo que había quedado más agarrado al metal, y después dos tardes dándole a la lija para dejarlo todo flamante. 


Así quedó la pieza ya preparada para la imprimación:


La colgué de una tubería que pasa por el techo de mi trastero, y puse debajo papeles varios por si goteaba. Yo nunca he pintado a spray, y me sentía tan atrevido como novato y nervioso. Joder, qué inútil soy. Aunque vestido para la ocasión parezco uno de esos grafiteros malotes que arruinan la estética de nuestras ciudades y trenes:


Sea como fuere, de todo el subchasis sólo se ven cuatro tubos en su unión con el chasis, y todo lo demás está cubierto por el asiento y el colín. Queda semioculta la parte que se ve, y además en negro, con lo que tampoco es necesario un acabado premium, supongo. Es por ello que me lancé al asunto low cost.
Dos manos de imprimación para que quede todo bien cubierto:



Y finalmente otro par de manos de negro satinado:


Decapante (11'99 €), y sprays para imprimación (5'99 €) y negro satinado (5'99 €), fueron adquiridos en Leroymerlin. Lija en dos granos diferentes tenía yo por aquí. Papeles y bolsas de basura enormes para tapar todo lo que pueda también estaban a mi alcance. Varias horas, quizá demasiadas para una tarea tan nimia y sencilla, pero es que yo soy de ahogarme en un vaso de agua, ¿saben? y entre el trabajo, la playa, la familia... cuesta creerlo, pero me resulta difícil sacar momentos para estas cosas.

Ahora tengo la satisfacción de lo hecho por uno mismo, y eso siempre da orgullo y libertad. 
Ou yeah.

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