viernes, 7 de diciembre de 2018

singletrack fury: Dulce otoño 

Todo empezó con un día de vacaciones en medio de una semana, que me sirve para ampliar el puente de la Constitución. Cojonudo. 
Me gusta ir en coche hasta Aljaraque, donde ya entro directamente en faena sin tener que hacer el odioso carril bici... pero no pudo ser. 
En fin, salir desde casa ya pedaleando es algo que no hacía desde... ya ni me acuerdo. Sea como fuere, la ida siempre se hace más corta, y vuelven a mi cabeza esos recurrentes pensamientos de que es un lujo tener el campo tan cerca. Vivir en una ciudad pequeña tiene sus indudables ventajas.
Enseguida me di cuenta de que iba a hacer un día magnífico de preinvierno. Pareciera que estamos en septiembre, en vez de diciembre, pero el color y la humedad que el campo ofrece nos hace salir de dudas rápidamente.


Armado con mi Santa Cruz vuelvo a pasear tranquilamente por algunas zonas que hace muchos meses que no rodaba. Encuentro senderos nuevos, y otros que unos recientes trabajos de desbroce han dejado casi impracticables.

El Sol me acompaña en todo momento. Un miércoles cualquiera es ideal, poca gente en los caminos, y me encuentro con el curioso fenómeno de unas telas de araña impregnadas con el rocío:




Los mejores singletrack se convierten en una fiesta de luces y sombras en las que el suelo agarra espectacularmente y es una delicia acometer las curvas apoyando fuerte en el manillar.
De vez en cuando decido parar para echar una meada, tirar fotillos, o simplemente observar en silencio los sonidos de la naturaleza. Esto es un chute en toda regla, hay que saborearlo en toda su extensión, y creo que el ciclomontañismo (aún en su versión más light del mero cross country que estoy haciendo) es algo más que pedalear y pedalear.


Me pregunto si los leñadores hacen esto adrede:

Abruptos cortes de caminos...
Disfruto mucho con mi clorofílico velocípedo de aluminio y ruedas de 26", tan lejos del mainstream como yo mismo del ideario filosófico del ciclista común. Pero no es algo buscado, sino una llegada a esa meta por mera eliminación, simple cuestión de gustos y de evolución. Cuarenta años dando pedales te llevan a ciertas conclusiones, y uno está ya casi de vuelta de todo, me hago más exigentes con algunas cosas, menos puntilloso con otras, y directamente paso de las demás.


Ay, una pena que siga encontrando estos lamentables espectáculos en medio del bosque. Es el efecto de los "cristales rotos" llevado a otro escenario. Algo tan lamentable como fácil de remediar:


También uno halla asentamientos humanos en medio de ninguna parte, familias enteras de inmigrantes que se afincan en chabolas y viven rústicamente, o mejor dicho, medievalmente (sin luz, ni agua corriente.... y mejor no pregunto qué hacen con sus necesidades fisiológicas o con los desperdicios). ¿Acaso la autoridad no los detecta? ¿A qué se dedica el temido SEPRONA? ¿Sólo a perseguir motos de enduro? En fin...

En la vuelta a la ciudad me detengo un ratillo en las salinas. Hay muchas aves picoteando en las aguas mínimamente profundas. A pesar de su alto contenido en NaCl, deben medrar ciertos crustáceos o algo, que les atrae. 

Espejo salado

Nada como llegar a casa y prepararme un redesayuno como es debido, yum yum


En fin, ruta light, muchas paradas, baja media, y demasiado trayecto fuera del campo. Pero mucho peor es no hacer nada y quedarse aberronchao en la mesa camilla, con el pijama puesto y viendo la tele...

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