martes, 5 de diciembre de 2017

Periplo lusoibérico: día cuatro

Amanece en Luarca. Dormimos en el hotel rural Tres Cabos, la gran sorpresa del viaje, un sitio fantástico en el que descansar verdaderamente, rodeados de naturaleza, y con el mar a tiro de piedra. El trato de Tomás, quien lo regenta, muy cercano y sumamente amable; la buena cocina disponible, desayuno maravilloso con vistas de infarto, habitación con decoración moderna y acogedora, muy cómoda... todo de diez. No lo esperábamos, y la verdad es que nos vino muy bien poder tendernos en esa cama king size y disfrutar de la tranquilidad y comodidad del lugar.



Tras breve paso por Luarca, donde nos internamos en el colmado "Los Lalos" para abastecernos de quesos típicos y otros caprichos, enfilamos la A-8 que nos llevará a Salinas, un pequeño pueblo costero con una playa urbana kilométrica, sitio habitual de surferos. 



Cafelito y vermú, y palante. Siguiente parada: Gijón. Ya conocíamos Oviedo de un viaje anterior, de modo que está vez visitamos la otra gran ciudad del Principado, llena de edificios clásicos, limpia, patria de Jovellanos, que tiene otra gran playa. Anduvimos bastante, pero pronto nos aburrimos, tampoco hay mucho que ver...


Continuamos hacia el Este, parando en Llastres, de impactante belleza y enclave privilegiado. En el mirador de San Roque almorzaríamos, extasiados por la estética y satisfechos por los ricos manjares, rematados por arroz con leche y leche frita. 

En la positivación electrónica digitalizadas a todo color no se puede apreciar la nieve en las montañas del fondo. Una pena el mojonero aifon4. 

Penúltima parada en Ribadesella, parada técnica para adquirir otros quesos, y disfrutar de las vistas del Sella, bello rio. 

Finalmente hemos arribado a Llanes, lugar con cierto encanto, y hemos paseado hasta decir basta, con cervecita y otro vermú vespertino antes de descansar un rato en el hotel, previa frugal cena, y a preparase para cambiar de provincia mañana. 


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