sábado, 9 de septiembre de 2017

Y más.

No es mi intención, ni tampoco se puede pretender, hacer una entrada cada vez que coja una moto. 
Bien es cierto que llevar una Ducati por una carretera de curvas es para mí una experiencia sin parangón, pero es difícil transmitir esas sensaciones una y otra vez al lector que, desde la distancia, se aburre de imágenes casi idénticas repetidamente. 
 No obstante, he de decir que hoy ha pasado algo diferente. Aunque a mí es normal que me ocurran estas cosas, no por ello dejan de hacer cada salida algo, digamos, especial.

Decidí hacer un camino algo distinto al habitual en su primera mitad, ascendiendo por la provincia. Tirar por la carretera que lleva a Sotiel Coronada (dicen que en un futuro más o menos cercano será inundada en parte por una presa que harán en el Alcolea) es algo disfrutón para comenzar la fría mañana a 18º. ¿Fría? Raro, como poco. Cielo casi cubierto y temperatura que contrasta con los días pasados. 
Mientras el estribillo de "Wild Frontier", de The Prodigy, se repite en mi cabeza inexplicablemente, pasado el Cerro del Andévalo me vienen ganas de evacuar líquidos acumulados en la vejiga urinaria, y paro para ello. Me doy cuenta de que es una larga recta. Curioso. Larga recta. No puedo evitar tomar pictograma recordatorio para compartir el momento:


Es una alegoría metafórica tremenda. La recta simboliza todo aquello que uno tiene que pasar para llegar a lo que te gusta de verdad, en este caso las curvas.



Tomar dirección Valdelamusa y coger hacia Oriente en busca de la N-435 por un tramo divertidísimo de curvas lentas y varios puentes (no en vano a este trozo se le llama cariñosamente "la carretera de los puentres"). Una vez en la nacional, subir hasta Aguafría como la última vez que vine con la 749, para desayunar en el mismo lugar:



El tramo hasta aquí ha sido extraño recorrerlo con mucho viento y frío. Lugares donde la hojarasca cubría completamente el carril, sufrir los embates del aire en plena curva, tráfico casi nulo... Ha sido como algo un poco fantasmal, una especie de otra dimensión, un no encajar del todo.
Mientras tomo el café leo la prensa digitalizada en mi pequeño aifón 4 de 2011 (me robaron mi flamante 7 plus hace un par de semanas, sniffffff), y me entero del incendio que asola la zona de La Granada de Riotinto y El Castillo de las Guardas desde ayer por la tarde. ¡Y es que ayer por la mañana yo estuve rodando por aquella zona! Menudo desastre.

Acabo rápido, no me quiero entretener mucho hoy.

Llegar a mi casa y hacer un pequeño mantenimiento en forma de limpieza de los alrededores del tapón del depósito de gasolina. La miro, no puedo evitar soñar despierto. Me tiene enamorado. Sí, se que es un simple objeto mecánico, material, pero me ha robado el corazón.
No es la primera vez que me pasa, me dirán, pero es cierto que estoy disfrutando muchísimo esta máquina, quizá por la conjunción de circunstancias que inundan mi vida en la actualidad. La valoro mucho por lo que es, pero mucho más por lo que significa para mí.

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