jueves, 21 de abril de 2016

Un fuego en el abismo

Con este título tan sensacional, Vernor Vinge nos regaló, a principios de los noventa, un texto en forma de excelente novela de ciencia ficción que logró hacerse con un premio Hugo.


Efectivamente, fue en 1993. 
El señor Vinge es un matemático y escritor estadounidense que ya ha ganado tres de estos codiciados premios, y no por casualidad, como he podido comprobar tras la lectura de esta obra ejemplar, exponente máximo de la calidad de la ciencia ficción en su rama más dura.
Creador de conceptos tan innovadores como el de "singularidad tecnológica", y conocedor de la física que gobierna el Universo, trata de aplicar en sus escritos la realidad, si es que tal se puede afirmar cuando hablamos de ficción. 

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El señor Vernor, semisonriente.
El Un fuego sobre el abismo, Vinge nos traslada a una época futura muy lejana. Pocas son las referencias a nuestro planeta, que parece haber desaparecido o encontrarse en un allá lejanísimo. 
Diversas especies conviven en armonía aparente, en un entorno galáctico en el que el comercio pacífico es la norma, a pesar de los muy distintos intereses, comportamientos y aptitudes de sus pobladores. 
En una estación orbital, un ente es despertado, una conciencia que pasa a ser autónoma, y no se acaba de aclarar en ningún momento si es de origen tecnológico, artificial, o era un ser muy antiguo que dormitaba a la espera de ser reactivado. Sea como fuere, este bicho, o plaga (como se le denomina en la historia contada), provoca todo un sendero de caos y destrucción a su paso, o simplemente es que es su forma de vida, o bien lo que quiere es quitar de enmedio a rivales que antaño, en los albores del tiempo, lo relegaron a su anterior estado de catalepsia...
Lo conocido, y con ello abarco todos los mundos habitados por sea cual sea la especie, es arrasado de manera inmisericorde por fuerzas que van más allá de toda comprensión, control e incluso previsión. Millones de almas perecen sin sentido y sin poder oponer la más mínima resistencia, tal es el poder casi absoluto de esta cosa mala.
Pero dos escroditas (seres arbóreos curiosos), una humana y un protohumano (aparentemente un hombre pelirrojo formado a partir de los cadáveres de varios tripulantes hallados en una nave naufragada tiempo ha, recompuesto por otro ente, otro poder llamado "Antiguo", rival de la plaga y muerto asimismo durante la acción devastadora de la misma), que huyen en una nave a velocidades hiperlumínicas seguidos por un ejército que quieren darles muerte, tratarán de llegar a un remoto planeta en los límites de "la lentitud" (punto muy alejado de la galaxia en el que hay poca evolución tecnológica), en el que se haya una posible solución al problema de la plaga y la supervivencia de sus propias vidas.

No puedo contar más sin desvelar detalles que arruinen su lectura, pero ante este simple argumento, el desarrollo de los acontecimientos, su descripción, es tan memorable que el tiempo pasa volando mientras paso una página tras otra hasta llegar al desenlace final. 
Vinge hace gala de una imaginación tremendísima, no sólo con la creación de diferentes tipos de seres vivos inteligentes, sino con la descripción de las relaciones que se establecen entre ellos, la profundización en distintos tipos de sicología, y las diferentes actitudes de adultos, niños, masculinos y femeninos.

Pocas veces he tenido la ocasión de disfrutar tanto con una lectura de este tipo, y tan es así que ya me he hecho con alguna otra obra del autor que pronto les reseñaré por aquí.

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