miércoles, 10 de diciembre de 2014

las pequeñas percepciones


"Hay signos a millares que hacen pensar que en todo momento existen
en nosotros infinidad de percepciones, pero sin apercepción y sin reflexión,
es decir, cambios en el alma misma de los cuales no nos damos cuenta,
porque las impresiones son o demasiado juntas, de manera que no tienen
nada que permita distinguirlas por separado, pero aunque estén unidas a las
otras no por ello dejan de producir efecto y de hacerse notar en el conjunto,
aunque sea confusamente.

Así es como la costumbre da lugar a que no pongamos atención al movimiento de un molino o a un salto de agua cuando desde hace algún tiempo hemos vivido al lado. No se trata de que dicho movimiento no impresione siempre a nuestros órganos, y que a continuación no ocurra en el alma nada que responda a dichas impresiones, en virtud de la armonía entre el alma y el cuerpo, sino que esas impresiones que se dan en el alma y en el cuerpo, privadas de los atractivos de la novedad, no son lo bastante fuertes como para atraerse nuestra atención y nuestra memoria, ocupadas en objetos más llamativos.

Toda atención exige memoria, y a menudo, cuando no estamos suficientemente advertidos de que debemos poner atención a algunas de nuestras propias percepciones actuales, las dejamos pasar sin reflexionar e incluso sin darnos cuenta; mas si alguien nos advierte inmediatamente después, y nos hace notar, por ejemplo, algún ruido que se acaba de oír, nos acordamos de él, y nos damos cuenta de que ya hemos tenido antes alguna impresión del mismo. Se trataba, por tanto, de percepciones de las que no nos habíamos apercibido en el momento mismo, sino que la apercepción en ese caso solo se producía en virtud de una
advertencia, tras un cierto intervalo, por pequeño que fuese."

"Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano (1703-1704)"
Gottfried Wilhelm Leibniz (alemán, 1646-1716)
Filósofo, matemático, jurista, inventor, físico, diplomático, teólogo, químico,
ingeniero, historiador, autor de una obra inmensa. Buscó construir un lenguaje universal a partir de las matemáticas.

Me doy cuenta de que no estaba loco. La reflexión de esos pequeños momentos de soledad y paz a menudo me lleva a conclusiones. Me alegro muchísimo de haber encontrado, por pura casualidad, en una navegación (literal) por el inmenso océano de información que es la red, el texto de arriba, que no ha hecho sino refrendar lo que yo ya sabía sin saberlo. Paradójico o no, así es la cosa.
Es un interesante ejercicio mental la meditación, el intento casi imposible de vaciar la mente, tratar de no pensar en nada. Digo tratar porque conseguirlo es harina de otro costal. Cuando estamos en ese estado de privilegio y sosiego, oh, amigos, a menudo nos podemos centrar en pequeñas cosas, detalles que suelen pasarnos por alto. Y encontramos placer en lo diminuto, en el párvulo gesto, en lo inapreciable. Es bella tal cosa.

Anécdota: Al final de una clase de yoga, Elena, la maestra (y quiero dar a esa palabra una acepción de respeto y sabiduría que merece) nos ordenó colocarnos en la posición del diamante, cerrar los ojos y concentrarnos. Yo hice lo propio, sobre mi esterilla de color azul, ignorando el dolor en los empeines por recaer todo mi peso sobre los talones, y de repente ella me tocó con el dedo índice en mi entrecejo (que yo tenía fruncido en un gesto constreñido, aún sin darme cuenta), y abrí los ojos. Allí estaba ella, delante de mí, en cuclillas, sonriendo y diciéndome: "concéntrate en no concentrarte". Relajación, pero sin flaccidez. Serenidad pero sin distracción. Concentración, pero sin tensión. De eso se trataba.