viernes, 7 de octubre de 2011

La decepción

Hace cosa de un mes, más o menos llevé mi Seiko FFF a un pequeño, desordenado y antiguo "taller-relojero" situado en el centro de mi ciudad. Y lo llevé allí porque es el único que hay aquí, o el único que conozco.
El sitio es verdaderamente pintoresco, con un mostrador/vitrina a través del cual se puede ver el lugar de trabajo del relojero en cuestión, lleno de todo tipo de objetos relacionados con su profesión, y algunos no tanto. Un montón de pilas viejas -y gastadas, claro, como él mismo me aclaró-, un cenicero lleno de colillas -sí, el tipo trabaja mientras fuma, algo que considero improcedente en un oficio en el que la limpieza debería ser como la de un quirófano o una patena-, relojes a medio desmontar aquí y allá, alguna herramienta gastada... todo ello con una pésima luz.
Sigo: llevé mi reloj no porque estuviera estropeado ni nada, sino por capricho, por cambiarle el dial y la aguja trotadora, a modo de tuneo personal. Por supuesto, llevé en una pequeña cajita el dial a sustituir y la aguja nueva, junto con otra más por si se doblaba o algo. Uy, uy, uyyyyyy, veremos veremos, porque esto es un poco delicado, hay que sacar el movimiento, desmontar agujas y volver a montarlas al final, y eso es muuuuuuy complicado que quede bien. Yo estuve a punto de decirle que si él era un relojero o un simple cambiapilas, pero me mordí la lengua. Cualquier día moriré envenenado, lo sé.
En fin, que allí lo dejé, le di mi número de celular, y me armé de paciencia.
Pasadas unas semanas, y después de yo acercarme un par de veces a preguntar, por fin me llamó para decirme: "mira, Pedro, no sé dónde has conseguido ese dial, pero eso no sirve para nada, ya te advertí que esto era muy delicado, todo va a la décima y la centésima de milímetro; ese dial es demasiado pequeño, y las patillas no coinciden, y hace falta herramienta especializada; es mejor que pidas otro dial y cuando lo tengas, lo mandas todo al Servicio Técnico Seiko, que no sé si hay en Sevilla o tienes que irte a Madrid".
Sinceramente, no me asombré, no me enfadé, ni siquiera pestañeé. "Dígame cuánto le debo", y me contesta "no, nada, nada, si no he hecho nada", "pero, ¿no lo ha abierto para comprobar que no servía?", "no, no, no hace falta, se ve a simple vista". El HIJOPUTA ni lo había desmontado para comprobar nada.
Ahí queda eso, de momento.
Anteayer tuve que llevar a un joyero cerca de mi casa un brazalete de un reloj vintage para quitar unos eslabones. Yo no tenía la herramienta necesaria, de modo que el tipo me dijo que me pasara más tarde a recogerlo. De paso le pregunté si él sería capaz de cambiar un dial y una aguja, y me contesto, casi ofendido, que por supuesto, que eso era algo elemental. Vale, era por preguntar, por saberlo. Gracias.
Me pasé cuando me dijo que lo hiciera, pero me confesó que no fue capaz de hacerlo y que se lo había dejado al "chico relojero que pasa todos los días por aquí", y que lo tendría a última hora. Yo, que soy persona dada a no forzar las situaciones y a la que la vida a enseñado a tener paciencia, y más con los caprichos, fui al día siguiente por la tarde. Y me confesó que es que no tenía los alicates que hacía falta. Cuatro euros me cobró. Por ese dinero me podía yo haber comprado la herramienta, COJONES, y lo hubiera hecho en cuestión de un par de minutos en mi casa.
Y todavía se atrevía a decirme, osaba asegurarme, que me cambiaba el dial y la aguja.

MUAHAHAHAHAHAHAHHAHAAAAAA!!!!

Lo que he hecho es encargar por interné las herramientas necesarias para mi labor modificadora: un útil para extraer agujas, principalmente, y unas pinzas antimagnéticas. Prometo reportaje, que espero llegue a buen puerto. Porque me conozco, lo realizaré, y finalmente iré con el relor modificado en mi muñeca a decirle al del "taller-relojero" que lo que hace falta es más profesionalidad.

Han sido dos casos en muy breve espacio de tiempo y relacionado con el submundo de los relores, pero vamos, no se vayan a creer que esto de la falta de profesionalidad es raro. Por desgracia es la norma. Ya no hay gente, mecánicos verdaderos, amantes del reto, curiosos por ver el más allá de un problema y resolverlo. Podría contar innumerables casos relacionados con las bicis, o las motos... pero no se trata de aburrir al personal.

El contar estas anécdotas fue, más que nada, porque quiero compartir con ustedes el placer de poder resfregarle al timador ese, al sinvergüenza, que no se puede engañar así al prójimo. Que hay que ser profesional, que hay que esforzarse, y que todo no va a ser cambiar una pila o una correa.

1 comentario:

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