En cuanto desenvolví el meticulosamente protegido objeto fui directo a comprobar el correcto funcionamiento de su principal característica: la alarma.
Menuda tontería, dirán ustedes, y lo harán pecando de la más supina de las ingnorancias, desde luego. No es lo mismo la alarma del Casio F91W de mis hijos, que la de mi Bellmatic. Sí, vale, la función al final es la misma, claro que no voy a discutir ese punto. Pero cojan ustedes un relor de cuarenta años, de movimiento completamente mecánico y automático, y añadan esa curiosa complicación. Y además que mantenga la hora con una mínima variación diaria de segundos respecto al reloj atómico de Ginebra. Y por ende que vaya todo ello montado en la caja más cómoda y bonita de los varios tipos de Bellmatic que se fabricaron, y encima que mantenga el brazalete original...
No les aturdiré más con mis pajas mentales, y les cuelgo directamente el momento congelado en el tiempo y plasmado electrónicamente a través del socorrido aifón que tan gran servicio me está prestando últimamente:
Bellísimo. |
Coño! Podrias pedirle a tu modelo que se depile el brazo de una puta vez, QUE NO VEMOS LOS RELOJES!!!
ResponderEliminarA ver: depilarse es de gays. ¡Un momento, me acabo de dar cuenta de que usted se depila!
ResponderEliminarMUAHAHAHAHAHAHAHA