Claudio Castiglioni era un hombre de negocios. Pero antes que empresario era un enamorado del motociclismo. Su pasión le llevó a convertirse en uno de los nombres propios del deporte de las dos ruedas. No en vano dedicó parte de su fortuna a rescatar de la agonía a varias marcas italianas (como Ducati en los ochenta o MV Agusta en los noventa) para acabar lanzando al mercado algunos de los productos más míticos de ambas, como la Ducati Monster y la 916 o la MV Agusta F4. Castiglioni falleció la mañana del miércoles en Varese (Italia), su localidad natal, a los 64 años. Fue precisamente MV Agusta, compañía que adquirió en 1991 y cuyo mando cedió a su hijo el pasado año, la que anunció su muerte, ocurrida tras perder una larga lucha contra el cáncer.
Su padre, Giovanni, había fundado en 1978 Cagiva, una empresa metalúrgica que producía accesorios y pequeñas piezas de metal y que terminaría dando nombre, también, a una de las mayores constructoras de motos de los ochenta. Unos años antes de aquello, Claudio y su hermano mayor Gianfranco, fascinados por las carreras y la velocidad, empezaron a adquirir motos a un ritmo frenético hasta terminar comprando una planta de Harley-Davidson en Schiranna, junto a Varese, donde empezaron por construir las primeras motos de calle con motores de dos tiempos.
Pocos años más tarde, los Castiglioni compraron motores Ducati, se pasaron a las plantas motrices de cuatro tiempos y se lanzaron de cabeza a las grandes cilindradas. De aquel empeño nacieron las Cagiva Elephant y Mito, tremendamente popular en los noventa. Y de aquel empeño data también la vorágine de adquisiones. A mediados de los ochenta, Castiglioni ya no se conformaba con comprar motos ni hacer las suyas propias y dio el salto a recuperar fábricas al borde del colapso, por lo que compró Ducati y su planta de Bolonia en 1985.
Y no solo la sacó a flote, sino que además se empeñó en poner al día el estilo de sus máquinas. Hizo de la Ducati Monster la primera moto naked (desnuda) del mercado: el apelativo le venía de que el diseño prescindía en gran medida de los carenados, poniendo al descubierto el motor y el bastidor. Además, encargó a su ingeniero jefe, Massimo Bordi, un proyecto revolucionario. Ambos son responsables de incorporar a sus proyectos la distribución desmodrómica, con cilindros de cuatro válvulas para motores bicilíndricos, característica de todas las Ducati hasta la fecha.
El éxito en las carreras no le fue esquivo. Logró que su Cagiva se adjudicara victorias en el Campeonato del Mundo de 500cc, con pilotos como Eddie Lawson, e incluso se apuntó campeonatos del mundo de motocross. Con Ducati bajo su mando, dominó también el campeonato mundial de superbikes. Y con Husqvarna, otra de las casas italianas que adquirió, hizo lo propio en las modalidades de enduro, motocross y supermotard.
Randy Mamola, el hombre que dio a Cagiva su primer podio en el Mundial de 500cc, recuerda que hizo un trato con el jefe: "Si gano el Mundial, me regalas tu Ferrari Testarossa. Si hago un podio, al menos, regálame una llanta", le dijo. Mamola se subió al podio un domingo de 1988, en el circuito de Spa-Francorchamps, y obtuvo más de lo que había pedido. "Me regaló el Ferrari. Me quedé anonadado. Yo empezaba a colaborar con Riders for Health [fundación impulsada por motoristas cuyo objetivo es hacer llegar ayuda sanitaria a países en desarrollo] y él valoraba muchísimo aquel compromiso", recuerda.
Después de que Cagiva, implicada en otros proyectos industriales, tuviera que vender Ducati en 1996, Castiglioni centró sus esfuerzos en MV Agusta, empresa que devolvió a la vida y a la que dedicó sus últimos 15 años, tras venderla y recomprarla hasta en dos ocasiones. A todo le dio un toque personal. A todo se dedicó en cuerpo y alma. Por eso no resultó extraño ver en su funeral, llorando, a Giacomo Agostini, el hombre que dio ocho títulos a MV Agusta antes de la llegada de Castiglioni.
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