El horror. Así de sencillo. Así de claro.
Todo empezó hace más de una década, cuando Tamburini tuvo que salir por la puerta de atrás de Borgo Panigale. Sí, fue una pérdida importante, sobre todo cuando al poco tiempo pudimos ver las maravillosas F4 y Brutale que dibujó para MV Agusta, acogido por sus amigos los hermanos Castiglione. ¿Qué sería hoy de MV si no hubieran pasado sus motos por los pinceles del estudio de Pinin? ¿Ein?
No tiene sentido hacerse tal pregunta, lo que pasó, pasó, y no hay que darle más vueltas.
Lo que está claro es que al menos quedó en Ducati su más aventajado pupilo, un diseñador incomprendido, radical, poco plegado a lo convencional y lleno de montones de ideas, tan peculiares como asombrosas, tan originales como especialmente válidas y aplicables al mundo de la moto. Por supuesto, estoy hablando ahora de Pierre Terblanche, cuya mente ha parido, entre otras, las magistrales líneas de la Supermono, la 916 –sí, no todo el mérito es del maestro Massimo-, la primera Multistrada, la SS de inyección, y la gloriosa 999 –cuyos hitos deportivos no ha alcanzado a soñar siquiera la saga de las 1*98-. Dejaremos el escabroso y controvertido tema del acierto o desacierto de la 999 para otro momento, porque ahora prefiero gastar un poco de mis energías en lo último de Ducati. También Terblanche tuvo que abandonar su puesto en Italia.
Cuando vi los primeros bocetos de algo que pretendía ser llevado a la fabricación en serie, algo que parecía sacado del lamentable magazine Maxitunin, algo que una mente equilibrada, normal, formada en los esenciales principios de la estética, de lo útil, de lo bello, jamás hubiera plasmado en papel siquiera, cuando los vi en los mentideros de la red, merced a unas supuestas fotos robadas, fotos espía –MUAHAHAHA-, jamás se me pasó por la cabeza que Ducati osara fabricar eso. Parecía un mal chiste, tuve la misma impresión de acabar de despertar de una pesadilla vaga, incierta, de cuya trama ya no recordaba nada.
Más ortopédica que la Sportster, oiga. |
Hasta el nombre es horrible. La Ducati Diavel hacía furor entre montones de niñatos que inundaban los foros monomarca de expresiones como “masmola”, “pepinazo”, “te kagas”, y similares patadas al noble diccionario de la Academia.
Yo ya tenía un embrión de opinión formado en alguna parte de mi enjambre de neuronas. Esa primera impresión fue a más a medida que las fotos robadas se popularizaban. Ya estaban repartidas por toda la red, desparramando el mal gusto, el horror, por las pantallas de los aficionados a las dos ruedas. Por fin se presentó en sociedad, y las expectativas se cumplieron, sin duda.
Unos meses más tarde visité personalmente el concesionario Ducati más cercano con la intención de verla in situ, de poder contemplar en vivo la obra maldita de algún degenerado, de alguna mente depravada, pero el intento fue en vano: “no tenemos stock, la demanda es tan grande que ha desplazado incluso la fabricación de los demás modelos para poder atenderla”.
Imagínense mi desolación al comprobar, una vez más, que la mayoría frecuentemente se equivoca. ¡Agotada! ¡Lista de espera! Increíble, pero cierto.
Pero hace un par de días la vi. Ya la tenía olvidada, menos mal, y cuando más tranquilo estaba, PLAF, bofetada veraniega en todo lo alto, colleja despertadora, patada en la barriga, y así sucesivamente.
Me jodió el día, no tanto como cuando me partí la pierna, pero bastante sí. En vivo no sólo confirmó todas las sospechas, sino que el mazazo fue brutal, al confirmar todas, absolutamente todas las sospechas acumuladas durante meses en mi subconsciente. Si el Ktulú tuviera forma de motocicleta, sin duda sería una Diavel. ¿Es la moto diseñada por Edgar Allan Poe? ¿Acaso contrataron a Paul Teutul para hacer una versión quasimoda de la Monster?
Adjetivos como: incongruente, incomprensible, abultada, bulbosa, culo gordo, feorra, vacaburra, estúpida, et céterae, acuden a mi boca si alguien me pregunta mi opinión. Puedo ser más crudo, más borde, pero no serviría de nada. Por mucho que la critique no va a mejorar.
Muchos peros se pueden poner al diseño en sí, como que parece una amalgama de piezas sacadas de aquí y de allá, de algún cajón de sastre, para vaciar un stock del fondo del almacén, que se han ido colocando como en un puzle sin sentido alguno del orden, la forma, o la función. Como consecuencia tenemos una postura de conducción absurda, a medio camino entre una naked al uso y una cruiser norteamericana.
Una “macho bike”, dicen. Una “muscle bike”, “street-dragger”, y otras lindezas. Bien se puede decir que han plagiado con total descaro a Yamaha –creadora del concepto en los ochenta- y a Harley, que reventó el mercado con su V-Rod. Tanto una como otra tienen más mérito estético que la Diavel, aunque sean igualmente unos artefactos inútiles para el desplazamiento útil y seguro en busca del disfrute y la libertad.
No sé cómo cojones se ha dado el visto bueno a esa remezcla de líneas rectas mezcladas con otras curvas; superficies planas con bultos sin ton ni son; un basculante heredado para cargarse la estética de la rueda libre por la derecha con esos dos puros que en verdad son uno, acojonantemente mal colocados, rematando un conjunto de colectores peligrosamente ardientes al alcance de la mano de cualquier confiado niño que se acerque a la moto recién aparcada. Y así sucesivamente.
El colín es esencialmente feo, gordo, sobredimensionado, pegando un codazo en la cara de las últimas tendencias de afilados y ligeros elementos ornamentales. Y las luces leds en dos filas verticales, y el portamatrícula tapando la rueda trasera, y la rueda trasera de 240 de anchuraaaaa para qué, ein?
Y el motoraco de 1198, y la potencia desmedida de una moto para ciudad, y recursos como curvas de potencia, control de tracción, equipamiento de moto superdeportiva…
La lista de incongruencias, incompatibilidades, estulticias, aberraciones y cagadas varias es muy larga. El dolor es grande cuando veo lo que está haciendo una de las marcas más laureadas y famosa por sus bellas y efectivas creaciones.
¿Encontrarán el Norte? ¿O ya es demasiado tarde?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente, quédese a gusto, pero si firma como anónimo nadie lo verá.