jueves, 16 de noviembre de 2006

La Julia no se lo creía, pero ahí va eso:

Mi espíritu aterido
se resiente, se enfría,
pierde la calidez
que le cararcteriza.
Está casi muerto, herido,
no le presto atención,
no lo cuido, lo descuido,
y como de él me olvido
su vigor desaparece,
y se esfuma.
Y se desperdicia.
¡Qué gran error!
Increible estulticia.


Lo escribí hace quince años, en un arrebato nihilista. Una época de bajón que me dio en mi adolescencia. Hay más, por lo menos veinte de ellos, ya los iré poniendo si ha lugar.

Por lo demás, aquí os dejo una foto cachonda de este verano en Tavira con mis vástagos:

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