domingo, 23 de enero de 2022

Bye bye Chenry Bomb

 Fue en 2005 ó 2006 cuando compré este cuadro en una tienda de Málaga. Fue una buena oferta, supongo que por ser una marca un poco desconocida, además de sus especiales características: es pesado para los estándares habituales, porque está reforzado a conciencia, y su sistema de suspensión no es el mejor para aprovechar el pedaleo. Aunque tiene mucho squat (tiende a hundirse cuando metes potencia en el pedal), cosa que se agrava sobre todo en el plato mediano, en cambio es muy sensible y tragona, parece tener mucho más que las cinco pulgadas de recorrido que ofrece (unos 127 mm), y se siente con más recorrido que una Kona Coiler que tuve (150 mm) por ejemplo. Asimismo, la interferencia de la frenada en su funcionamiento es mínima o nula. Sus pegas, como digo, el peso, una altura de pedalier quizá un poco elevada, y la contaminación en el pedaleo. Eso sí, tras años y muchísimos km de tralla endurera en Cartaya y en la sierra, ni una holgura en rodamientos, ningún bollo, fisura o rotura, ni el más mínimo problema mecánico. 




  
Lamentablemente, la bici tal cual está montada se va a unos 14'75 kg, que es bastante para ese segmento, pero no me quejo, pues no es mi objetivo competir con ella (ni con ninguna otra), y el enduro trata de subir tranquilo y disfrutar bajando sin matarse.
Como ya tengo en mi poder un nuevo cuadro de segunda zarpa (contradicción) que pronto verá la luz, a falta de la llegada de un par de componentes especiales como un desviador delantero de montaje directo al cuadro, y unas bielas compatibles para su exclusivo sitema de pedalier de 92 mm y rodamientos ajustados a presión, la salida de hoy ha sido un punto final en el disfrute de este velocípedo que tantas alegrías me dio, y que ha pasado por varios montajes diferentes. Veremos si la nueva me da tantas alegrías, pues yo tengo depositadas muchas expectativas en ella.

Mientras tanto, no puedo dejar de denunciar el mal uso de nuestros campos comunes, pertenecientes a todos, y no sólo de unos que piensan que es su cortijo particular. Lamentabilísima sorpresa me llevé al toparme con este montón de cientos de cartuchos abandonados como si tal cosa, bien acompañados de botellines y cajetillas de tabajo. Llevan allí mucho tiempo, dado el estado de oxidación de las partes metálicas. Tristísimo, y más porque viene de un colectivo tan agresivo con los demás usuarios del monte, quienes se arrogan derechos ancestrales y estar en la posesión de la superioridad moral de su suspuesto amor a la naturaleza. Ridículo, vomitivo. Odioso.


 ¡Qué assssco!

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