jueves, 6 de febrero de 2020

No es sierra para viejos

No mountain for old men se hubiera llamada la peli si la hubiesen rodado los hermanos Coen. Quitando aparte un par de días que hice enduro en la zona del río Piedras (Cartaya), el resto de la práctica que llevo haciendo desde que he retomado más en serio el ciclismo ha sido algo de carretera, poco, y el resto a base de senderos en los pinares de Aljaraque, El Portil y Cartaya, rutas fáciles de entre 25 y 35 km y poco ascenso acumulado. Pero no considero a eso verdadero ciclismo de montaña. El mtb, btt, vtt, llámenlo como quieran, es algo más que eso, y requiere, como su propio nombre indica, una montaña como mínimo.


Aprovechando el último día de vacaciones que me quedaba pendiente de 2019, y que gracias a la gestión de Cien X Cien Bici (anteriormente “concept store“ de Trek, y hoy día abierta a vender otras marcas de la competencia), que nos cede dos increíbles velocípedos para probarlos a nuestras anchas, mi Julio y yo decidimos subir a Aracena para acometer una ruta que a la postre, y sin pretenderlo, se tornaría como una experiencia casi épica, teniendo en cuenta las circunstancias de los ciclistas involucrados...

Las máquinas:
- Trek Supercaliber 9.8, con un PVP que oscila entre 5.999 y 6.599 € según el montaje elegido en el momento del encargo. La bici cedida monta transmisión Shimano, en vez de la SRAM original, y desconozco el motivo. Peso según web 10'46 kg.


Orbea Oiz M10, con PVP base de 4.699 €. Pero el elemento de la prueba llevaba algunos upgrades, como transmisión SRAM XX1 (en vez de la original Shimano XT8100), conjunto de manillar-potencia-tija FSA-K Force (carbono), y más importante, ruedas en fibra de carbono Mavic Xmax Procarbon. Todo ello sube a unos nada despreciables 5.897 €, más la diferencia de precio entre el XT y el XX1, total unos 6.000€.



Hablamos de precios exhorbitantes, aunque mucho ojo, porque no son tope de gama, y existe una Supercaliber 9.9 por encima de la 9.8, así como versiones de la Oiz llamadas M-Team y M-Ltd que se sitúan sobre la M10. Ambas son de suspensión doble, con 100 mm de recorrido de horquilla, y 60 mm detrás la Trek, por 100 mm la Orbea. Esta es una diferencia importante, y a la postre puede ser lo que a priori debería definir la mayor diferencia entre ambas, dado que el sistema de suspensión es prácticamente idéntico: un pivotless o softail en la puntera trasera, con el amortiguador guiado en posición horizontal con una bieleta para aportar la rigidez adecuada al conjunto. Pocas diferencias sobre el papel en cuanto a ángulos y medidas, medio grado más o menos en la dirección o la tija, las pertinentes peculiaridades estéticas de cada fabricante, llantas más anchas en la americana (que determinan un balón mayor y más redondeado de sus gomas Bontrager XR2), y poco más. 
Pero en la práctica, las diferencias entre las bicis pronto se hacen notar.

Piedras, pedruscos
Inicio del sendero de bajada de El Chorrito, que nos lleva a Linares

Sendero de seria inclinación repleto de piedras
Al turrón. Salimos de Aracena, felices y motivados, tras ajustar altura de sillín y tal. Debíamos dirigirnos a Los Marines, rodearlo por el Norte, y bajar a Linares por El Chorrito. De Linares tiramos hacia Alájar por Madroñeros y a través del sendero del Caracol, y comenzaríamos la vuelta por el sendero que va más pegado a la carretera hacia Linares de nuevo, con la bajada larguísima que acompaña en gran parte de su recorrido a un riachuelo que llevaba bastante agua. De Linares hasta Aracena cogeríamos una ruta en la que prima sobre todo la subida, a ratos bastante empinada (o así nos lo pareció, supongo que debido a lo cargados que ya íbamos entonces...).

Repostando agua fresca en la fuente de Linares de la Sierra.
Pero pronto el que escribe metería la pata, seleccionando en el navegador un track que no era el que correspondía, de lo que no me di cuenta hasta que casi estábamos ya en Galaroza. Facepalm tremendo, horror, pasmo y vergüenza de mi persona. No sabíamos cuántos km de más supondría la cosa, pero como aún íbamos frescos y contentos, y hasta ese momento casi todo había sido pisteo facilón, decidimos retroceder para incorporarnos al track justo antes de Los Marines. A la postre, el error supondría 16 km de más, que nos pasarían bastante factura ya que la sierra es cruel, dura, y poco amiga de los débiles.
En fin, a lo hecho, pecho, y comenzamos la bajada del Chorrito con alegría y emoción. Por fin veríamos si esas monturas teóricamente fabricadas con un programa XC casi de competición eran capaces de mostrar cierta dignidad en las bajadas peliagudas. Yo iba con la Supercaliber, Julio con la Oiz. Y bajamos y bajamos y bajamos, y las bicis no rechistaban. Ni escalones, piedras grandes o pequeñas, palos, jaras, zarzas, pudieron con ellas. Manejables ambas, frenos medio decentes, teniendo en cuenta que no están pensados para esas inacabables bajadas de importante inclinación, horquillas que sujetan y absorben (yo no noté diferencia entre la que tenía recubrimiento Kashima y la que no, e incluso me gustó un poco más la que no, fíjense qué curioso). 
En Linares, aprovechando que paramos para repostar los Camelback en la fuente del pueblo, cambiamos las bicis. Cojo la Oiz, y enseguida noto claras diferencias: se nota una bici más larga, más caballo, vas sentado más alto, supongo que achacable al mayor recorrido de la suspensión trasera. Se mueve más pedaleando, y sinceramente no he notado que filtre o absorba más las piedras o raíces comparada con la Trek. Es decir, la Supercaliber me ha parecido más corta y un pelo más manejable, con un sistema de suspensión trasera mejor resuelto, pero también le he encontrado un inconveniente claro, y es que es fácil rozar los pedales con las piedras o raíces, le he encontrado la altura del pedalier un poco baja. También me ha dado la sensación de que la americana es algo más ligera que la española.


Entiéndaseme, joder, no es que quiera yo sacarle pegas a estas creaciones colosales, válgame el cielo. No. No creo que se pueda decir que una es mejor que la otra, pero sí que se puede decir que una te gustará más que la otra, y ya se sabe lo que pasa: tus aptitudes, prejuicios, sensibilidad y otro montón de factores harán que te decantes por una u otra. Sin duda, acertarás aunque cojas la que te va peor, pero una cosa sí voy a decir: mientras que la Orbea Oiz es una bicicleta más "convencional", tanto estética como funcionalmente, y da lo que un aparato de esa gama de precio debe ofrecer (calidad, seguridad, comodidad y polivalencia (porque me ha parecido más una bici de tipo trail que una verdadera XC), la Trek Supercaliber se presenta como un producto quizá más redondo, con soluciones curiosas como la suspensión trasera, los topes de la dirección para que el manillar no dañe el cuadro si gira en exceso, los acabados y pintura, los componentes accesorios built in house (Bontrager) de calidad contrastada, y un manejo espectacular. 

Desorinando entre encinas.
El track fue trazado en casa, pegando uno que saqué de Wikiloc y otro que tenía yo guardado de mi etapa endurera hace más de diez años. Pero en ese lapso de tiempo todo ha cambiado un poco, sobre todo yo, claro. De este modo, nos encontramos con un buen tramo del sendero de El Caracol que une Linares y Madroñeros, de fuetre subida con grandes escalones y constantes regueros, que es inciclable en sentido ascendente. Nada que un buen pateo no solucione. 
Justo después de atravesar la pequeña aldea, se inicia una subida agónica de kilómetro y medio hasta Alájar, tan pendiente que está hormigonada entera y con piedras incrustadas para aumentar el agarre y reducir el desgaste. A media altura hay un banco para sentarse con unas vistas espectaculares (que sería la tónica habitual de todo el día, dicho sea de paso), que aproveché para descansar unos minutos mientras me tomaba una dosis de frutos secos que me regaló Julio al inicio. ¿Serviría de algo? No lo sé, pero qué más da. 
En el tramo de vuelta de Alájar hasta la parada a la altura de la finca La Fronda tuvimos que echar pie a tierra para superar una cuesta que ya se nos estaba haciendo dura y eterna. Por no hablar de la larga etapa de subida de Linares a Aracena, último tramo de la ruta, que hicimos a pata también en su mayor parte, ya reventados, deshidratados, faltos de glucosa, y un poco desanimados por nuestro bajo estado de forma... o quizá no tan bajo. Menos mal que en Linares decidimos hacer un alto para tomar un zumo y unos frutos secos y alejar así el fantasma de la pájara que empezaba a sobrevolarme. 
 Es que no estamos acostumbrados a esta sierra, a la montaña de verdad, a la verdadera y auténtica bicicleta de montaña. No es sierra para viejos, y nosotros, aunque no queramos (nos resistimos, y es porque seguimos teniendo mentalidad de Peter Pan), nos acercamos peligrosamente a la cincuentena, y se nota. Aún así, miren lo felices que se nos ve en la siguiente instantánea:


Se nos hizo muy tarde, lógicamente, y ya no servían comida caliente en los bares y restaurantes de Aracena a nuestra vuelta. Tuvimos que conformarnos con sendos bocatas de caña de lomo y de jamón de la pata, y un par de cafés para mantenernos vivos en el viaje de vuelta en coche hasta nuestros hogares.




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