lunes, 26 de agosto de 2019

Conversaciones (VII)

"Y teniendo en cuenta que el tiempo tal y como lo entendemos es una pura ficción de nuestra mente, y que, aun siendo algo creado por nosotros mismos (aunque de manera inconsciente) carecemos de control alguno sobre su naturaleza, ¿qué sentido tiene preocuparnos por lo que ocurrió? O peor aún, ¿merece la pena prestar atención a lo que puede o no ocurrir mañana?"

Acuclillado, hecho una bola, perfectamente estable sobre la inestabilidad estática de una gran piedra con forma casi esférica, el maestro nos soltaba estas palabras y callaba a continuación. Sus silencios siempre tienen sentido: en esta ocasión nos estaba dejando digerir la idea, sin duda. A continuación citó a uno de sus clásicos favoritos: 

"Como Séneca nos dejara escrito en una de sus cartas morales, es malo para el alma sentirse ansioso por el futuro y miserable antes de algo suceda, sentirse raptado por la ansiedad de desear que las cosas nos pertenezcan hasta el final. Un alma así jamás tendrá descanso por estar ansiando las cosas por venir, perderá la habilidad de gozar las cosas presentes." 

Silencio. 
Silencio.
Más silencio.

Y pienso que quizá el modo en que me preocupo por las noticias de que algo malo se avecina puede ser algo muy muy extraño. Mientras el templo está en tenso silencio, y el maestro con los ojos cerrados parece que ha dejado de respirar, caigo en la cuenta de que, por definición, esperar algo lleva implícito que aún no ha ocurrido y que, por tanto, sentirse mal por adelantado es algo total, completa, plenamente voluntario. ¿Una elección como otra cualquiera!

De repente, con voz grave, profunda, pero tremendamente fuerte, como salida de una película de terror y pronunciada por un monstruo de ultratumba, el maestro nos sorprende de nuevo: 
"El práctico, la persona de acción, está demasiado ocupado para perder tiempo en tanta tontería. El pragmático no puede estar preocupándose por cada posible futuro resultado por adelantado. Piensen ustedes, pequeños cerdos en las sucias zahurdas en que se han convertido sus miserables vidas: en el mejor de los escenarios, si las noticias finalmente resultan ser mejores de lo esperado, todo ese tiempo preocupándose y lamentándose ha sido en vano. En el caso contrario, hemos sido miserables por tiempo extra, ¡¡¡y además por propia elección!!!!"

Añade, ya un poco más calmado, "¿Y qué mejor uso podrían hacer de ese tiempo? Un día que podría ser su último día... ¿y quieren pasarlo preocupándose? 

Joder, pienso yo, y todo es tan lógico que resulta cuanto menos bastante curioso que hayamos sido educados estérilmente en la actitud contraria. ¿Por qué? 
Me rasco la cabeza rasurada, me ajusto mi túnica anaranjada. 

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