martes, 31 de octubre de 2017

Estación Hawksbill

Maravillado me he quedado con la lectura de esta novela de ciencia ficción de Robert Silverberg, publicada en 1967.
La vieja escuela es siempre reconfortante, demostrando una y otra vez que no hace falta una trilogía para enganchar con una buena historia, sucedida por otra trilogía posterior, y aumentado todo ello con una trilogía a modo de precuela.
Muy al contrario, Silverberg, cuya obra es interesante y más extensa de lo que pudiera parecer según he podido investigar, nos deleita con esta obra basada en un par de presupuestos que no son nuevos per se, pero que juntos me han transportado a un universo de placer lector.

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Se narra la vida de Jim Barrett, un joven adolescente que pasa a formar parte de un grupo revolucionario político afín a la izquierda, como consecuencia de su amistad con Jack Berstein, motivado por la posibilidad de ligar con chicas revolucionarias. Pero la cosa se termina liando más allá, y poco a poco llega a ser un personaje importante en el organigrama, en el seno de un intento (que parece que nunca llega a materializarse) de derrocar a un gobierno totalitario.
Este presupuesto político iluminará toda la novela, y es la base y condición de la existencia de la estación Hawksbill: unas instalaciones situadas a mil millones de años de distancia hacia el pasado, en pleno periodo Cámbrico, a donde son enviados los presos políticos a modo de cadena perpetua. Allí se encuentran con un planeta muy distinto al que conocemos hoy día, absolutamente desolador, en el que no hay vida terrestre, apenas unos musgos o líquenes al borde un mar plagado de crustáceos primitivos. No hay vida vegetal, ni montañas, ni ríos... sólo dura roca plana. La vida allí es monótona, y muchos caen en la locura, la depresión, el suicidio. Barrett se erige como director principal de la estación, desde la que no hay posibilidad de volver al presente. Una condena terrible, sin duda.

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La novela va del presente al pasado (¿o era al futuro?) a modo de flashbacks, contando a ratos la vida en la estación Hawksbill, y a ratos la trayectoria política de resistencia del grupo, sus relaciones amorosas y de amistad, etc.

Muy entretenida, bien escrita, bien configuradas las caracterizaciones de los personajes, maravillosamente planteada y resuelta. Se me ha revelado un autor muy a tener en cuenta, no cabe duda, y les animo encarecidamente a que pasen un par de tardes leyendo este fantástico libro.

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