domingo, 2 de julio de 2017

Ladrillos

No, esto no va de tochos de letras que forman palabras que componen párrafos que llenan páginas y páginas sin fin. No ese tipo de ladrillo.

Ladrillo es un término que se presta a la metáfora, y volveré a usar tan digno recurso literario. La confianza se construye. Se tarda bastante, quizá años. Pero es fácil destruirla.

Así, uno va colocando ladrillo tras ladrillo. Primero un pequeño muro, una pared. Poco a poco se va elevando y pronto tendremos una habitación, luego dos, luego una casa. A poco que seamos constantes, llegaremos a tener un castillo, más o menos fuerte, más o menos inexpugnable. Hay castillos difíciles de asaltar. Y otros más blanditos. Pero todos cuesta construirlos, y un buen cañonazo en algún punto débil de la estructura puede ocasionar el desastre, como que te caigas en la rápida de entrada en meta de Portimao y te rompas el fémur en cuatro trozos...

La reconstrucción mental puede costar más que la física. Pero pronto uno comienza a hacer la mezcla de cemento y va poniendo pequeños ladrillitos. Poco a poco se va levantando el murito que va llenando de seguridad y confianza mi vida.

Y un buen día, soy consciente de que se queman etapas, consiguen metas, alcanzas hitos.

Y voy por esa retorcidísima carretera que he aprendido a amar y también a respetar, haciendo una de las muchas sucesiones de curvas enlazadas de tercera velocidad, o cuarta, o segunda, y tumbo la moto de un lado a otro y vuelta a atrás. Puede ser agotador, uno ya tiene una edad y se nota. Estos días pasados de vientos fuertes me pasan factura y la espalda se queja. Esos lumbares no se llevan bien con el cansancio acumulado y la radical postura de la 749.

Cuando acabo la serie de 137 curvas que al final uno terminará por memorizar a base de pasar una y otra y otra y otra vez por ellas, paro en una explanada junto al pantano del Corumbel. Paro a descansar. Comienza a apretar el calor. Poner ladrillos cuesta, y se paga en la carretera en este caso. Sudor. Sangre. Alguna lágrima. Pero los malos ratos se olvidan, menos mal, gracias a los mecanismos de defensa que la psique humana ha ido perfeccionando durante miles y miles de años.

Me tengo que quitar el casco, guantes, y abrir el mono de cuero. Respirar. Echar una meada. Si yo fumara, sería el momento perfecto, más que perfecto para ello.


Le tuve que colocar el colín biplaza para pasar la ITV la semana próxima... cosas de homologaciones. Veremos si no hay problemas con decibelios y emisiones. Mientras tanto, noto que el muro levantado va tomando forma. Quizá no llegue a la categoría de castillo, pero a mí me vale así, poco a poco, pretensiones meramente lúdicas, algún pastillazo con la rodilla, un cafelito en venta de carretera comentando batallitas y la última carrera de motoGP o de SBK. Simplemente pasear con un poco de estilo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comente, quédese a gusto, pero si firma como anónimo nadie lo verá.