viernes, 7 de julio de 2017

ITV

Por fin, tras algunos avatares y penurias, salí con una mezcla de sensaciones (asombro, felicidad, satisfacción) de la estación de ITV con mi flamante pegatina que me permite seguir circulando con la rubia hasta julio de 2019. Un par de años de relax administrativo, que no es poco.

El proceso me ha llevado tres tardes o cuatro, y ha consistido en cambiar subchasis para poner el biplaza, y acoplar unos matadecibelios (db-killers en la lengua de la pérfida Albión) que, aunque fabricados y vendidos expresamente para los Termignoni, necesitaron recortar y limar, y después practicar un par de pequeños agujeritos en el silenciador para sujetarlos.

En una máquina de esta antigüedad, siempre a uno le asalta la angustia, el temor a esos dioses malignos en que se han ido convirtiendo con el paso de los años los técnicos que revisan periódicamente el estado legal de los vehículos. Muchos, entre los que me encuentro, piensan que estas revisiones son una mera clavada más, y los escándalos de precios inflados, corruptelas en las adjudicaciones del servicio, y la mayor o menor tolerancia a defectos menores, han terminado por hacer que el grueso de conductores odien y teman a partes iguales estas comparecencias periódicas.

Allí fui, como reo que se acercaba a escuchar la sentencia del juez, como si me estuviera esperando el patíbulo. 

Quizá el problema del ruido lo tuviera más o menos encauzado, quizá. Pero quedaba el espinoso asunto del CO (monóxido de carbono), que en mi moto, con el catalizador eliminado y vaya usted a saber qué regulación se le hizo la última vez que fue enchufada al Mathesis, podía salir cualquier cosa...

Pero no fue así. El escape exhaló 95 db de media en las tres mediciones preceptivas (lo máximo para la 749 es 94 db, más un margen de 4db), con lo que estaba salvado por ahí. Fue lo primero que se miró. A continuación siguió una serie de comprobaciones de luces, cláxon, sensor de la pata de cabra, frenos, medidas de neumáticos, y finalmente los gases. La taquicardia era en mí, el sudor comenzaba a correr por mi espalda. Un "desfavorable" por esta causa me llevaría irremediablemente a un taller especializado en el que toquetearan la centralita, y posteriormente, una vez pasada la prueba, volver a llevarla para que la dejaran como estaba (porque la moto, tenga ahora el CO como lo tenga, funciona de coña, y variar ese parámetro cambiará inevitablemente ese fantástico funcionamiento), lo que supondría molestias, tiempo y, por supuesto, dinero.
Pero no, marcó 0'80 a ralentí, que, según me dijo el operario, era un valor muy correcto. 
¡Albricias! ¡Aleluya! ¡Osanna!

Para rematar, al final de toda la operación se arrimó otro operario, y hubo una pequeña charla alabando lo bonita que era la moto, lo bien que sonaba (toma ya, es para mondarse que te digan eso en la ITV), etc, etc.

Acto seguido fui a la playa a estar un rato con los míos, y a la vuelta, todavía con la sonrisa en la cara, me tomaron esta instantánea mientras me adelantaban por la autovía:


Bueno, ahora toca volver al modo monoposto, quitar matadecibelios, y limpieza general que falta le hace.

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