domingo, 12 de marzo de 2017

Mi vida con

Mi vida con una Ducati 749 se ha convertido en algo especial.
Desde pequeño vivo entre motos, y como bien saben, han constituido fuente de placer y dolor, como las mujeres que merecen la pena.

Ahora tengo una vida motociclista muy plena, con la 690 y la 749. Pero esta última me ha abierto las puertas a disfrutar de la carretera de verdad, de un modo que hacía mucho que no lo hacía.

Una Ducati es una máquina especial, incluso hoy en día, aunque es cierto que los modelos actuales distan mucho de ser lo exclusivo y diferente que fueron en su día otros.
Mi 749 no es una moto especialmente potente, ni falta que le hace. Juega con otros atractivos que a veces son difíciles de comprender para quien no ha disfrutado nunca de una máquina así.

Por ejemplo, el miércoles fui a recoger a mi hijo a la salida de la academia de inglés, porque le había prometido darle un paseo. Estaba parado en un semáforo, y a mi lado, un señor con un scooter de esos enormes y lujosos me dijo "es el nuevo modelo deportivo de Ducati, ¿no?". Jajjajajjajajjaja, reí para mis adentros. Sin duda, el tipo no sabía mucho de motos, pero su percepción de la belleza y lo moderno no le traicionaron en realidad.
Sin duda, aunque denostado por la grey, ignorante y zafia (y con poca formación y criterio, como es habitual), Pierre Terblanche hizo un diseño que ha superado con creces la prueba del paso del tiempo, y cuanto más años pasan, más gusta. Eso es loable. Es lo que ocurre cuando el arte triunfa, es lo que califica a lo bien hecho.
Cuando la saga 916-996-998 llegó a su fin, con la creación de la 999 (y 749) se dio un paso de gigante no sólo en el apartado estético, sino también en el técnico. La implantación de la electrónica por línea BUS por primera vez en una motocicleta, ergonomía regulable en una deportiva, inyectores por ducha, numerosas innovaciones en sus culatas para facilitar la combustión y el mantenimiento, y un sin fin de soluciones nunca vistas antes, hacen de ésta una motocicleta muy especial. Y ahora, catorce años después de su lanzamiento, estoy más convencido que nunca de su especial carácter, su único glamour, su diferente personalidad. Porque si algo tiene esta Ducati es que no sólo es diferente a cualquier otra deportiva, sino a cualquier otra Ducati, característica que, por cierto, es común con todos los demás diseños de Terblanche, que salvo el fiasco de las ST  (un jardín en el que Ducati nunca debió entrar, pero no me extenderé ahora sobre ese peliagudo asunto, que ya traté tiempo ha), sus otras creaciones fueron, y siguen siendo especiales y queridas, y en algún caso hasta soñadas, desde la MHe hasta las Sportclasic, pasando por Hypermotard, o aquella lejana y espectacular Supermono.
Pero la muchedumbre ducatista, reaccionaria como todo fanático marquista, no acogió con buenos ojos a un diseño tan rupturista, no fue capaz de comprender, de absorber, de asimilar lo que tenía delante. Sota, caballo y rey. No había más ojos que para la 998, cuya imagen llevaba casi doce años en boga, con sus aciertos, sí, pero también con graves deficiencias que pocos nombran, pero que a mí no me importa señalar: pillarte los pulgares al girar el manillar a tope, su insufrible postura de conducción, la desproporción entre el colín y el resto de la moto, su horrible accesibilidad mecánica para la más mínima tarea de manteniento, la fragilidad ante caídas, problemas de refrigeración, una fiabilidad en entredicho hasta el último modelo de 2001... Pero es cierto que en el mundo de la moto hubo un antes y un después de la 916 de Tamburini, no se puede negar, y le aplaudo por ello. Sencillamente es que la 999 es mejor. En todo.

Lo que vino después... bueno, Ducati se dejó influir por el surgimiento de un nuevo mundo de redes sociales y foros de opinión en internet. La sustituta de la saga XX9, en 2007, fue una vuelta atrás, un paso retrocediendo a lo que los ignorantes continuistas, lo que los conformistas, los aburridos seguidores del "que siga todo igual", quisieron que hubiera ocurrido en 2003. Claro, el problema no es que la 1098 fuera un diseño que naciera viejo de partida, sino que lo hiciera, además, con cinco años de retraso. Una máquina cuya única pieza realmente valiosa era el magnífico basculante, el mejor de toda la saga de deportivas de Ducati en toda su historia, el más bello... y el peor diseñado para montarlo y desmontarlo, como toda la moto. Fue un verdadero desastre en cuanto a diseño industrial, pero esas cosas el motociclista de a pie, el aficionado a pasear por las terrazas de la ciudad con su flamante mono Dainese y casco Arai, ni siquiera se plantea. Su ignorancia es total. Sólo aparecen quejas cuando la mano de obra aumenta abusivamente por cualquier reparación, derivado del tiempo perdido en ella.
Este retroceso, unido a una política caótica de precios y ofertas, promociones extrañas, motos que no rendían como debieran (sobre todo las 848), cansó a los aficionados.
Tuvo su contraparte con su sucesora, la 1199, AKA la Panigale. Una moto espectacular, con algunas soluciones técnicas curiosas, como la situación del amortiguador, o su culata Superquadro. Con un motor totalmente nuevo y no una mera evolución de lo que había antes (como viniera sucediendo desde 1988), la Panigale fue una revolución no sólo mecánica, sino estética, ajustándose a parámetros más convencionales, queriendo llegar a un público mayor, y sobre todo más juvenil. Aunque su ajaponesización fue criticada por muchos, lo cierto es que fue acogida con agrado. Para mí, la Ducati superbike menos Ducati de los últimos tiempos. Demasiados cambios, demasiadas renuncias a todo lo que Ducati siempre había sido desde su participación en campeonatos de superbikes, un gran varapalo al espíritu de lo que la hacía diferente, lo que daba su espíritu a estas deportivas únicas. Y todo ello coincidiendo con la venta de la marca a Audi.
Si hay algo que sabe hacer el grupo VAG es vender. Y si hay que darle la vuelta a un concepto en busca de mayores ventas, se le da. Si hay que hacer un bodrio como la Scrambler, se hace. Si hay que poner sobre la mesa cosas incomprensibles como una Multistrada Enduro, se pone; si queremos hacer una Monster que traicione todos los valores que iluminaron la idea de su creación, pues se tira por la borda todo lo hecho desde 1993. Al carajo. Quédense con sus modernos y plasticosos juguetes de finales de la década. Algunos, un pequeño reducto, amamos lo bien hecho.

Un par de paseos más largos con ella. Y hoy otro más, el tercero. Conociéndonos, aprendiendo a tratarnos. Ya no recuerdo cómo era mi vida con la 999. Pero es curioso que ya no me duele el cuello, ni la espalda, y las piernas se han acostumbrado a la postura encogida y retrasada, tan insufrible en recta a ritmo tranquilo, como adecuado y eficaz cuando se trata de trazar curvas.
Cuando hice mi primera ruta de más de 100 km me asusté un poco. Esta moto puede parecer muy extrema al principio (no deja de ser una superdeportiva) por postura y exigencia, pero la memoria muscular ha aflorado y la adaptación me ha costado menos de lo que esperaba.
El nuevo amortiguador es espectacular en su funcionamiento, los frenos tienen potencia de sobra y con un dedo me basta para detener y colocar la moto donde quiero; la potencia no asusta y es dócil aunque seria, y así sucesivamente con todo.

Un domingo soleado por la mañana es garantía de aglomeración en la Venta del Cruce de Santa Ana:


Muchas motos de diversa procedencia. Esta vez he visto más deportivas que en otras ocasiones, y también algunas caras conocidas, es inevitable tras tantos años visitando el lugar.
Las trazadas, las curvas mil veces repasadas, los puntos conflictivos, todos los secretos de esa carretera... todo eso me trae recuerdos fantásticos de mucho tiempo atrás. Y me gusta ver que sigo aquí, o ahí, según se mire. Disfrutando, viviéndolo, y contándolo.

A la vuelta, pasada Zalamea la Real, tiro por la carretera de Berrocal y enlazo hacia La Palma del Condado por una vía llena de mil curvas lentas y muy lentas, mientras recorro tramos con el río Tinto a la vista, un interesante puerto de montaña y mucho paisaje bonito. Es una carretera generalmente frecuentada por ciclistas, pero no por muchos motoristas, supongo que ahuyentados porque hay que trabajar: hay que moverse de un lado a otro, estar atento a los garrotes, a algunas trazadas que se cierran, a los frenos y al acelerador. Tenía, de hecho mis dudas sobre la eficacia o idoneidad de la 749 en ese ambiente de curvas de 3ª y 4ª a medio gas, y alguna de 2ª, porque estas Ducati están en su salsa en un terreno más abierto, donde dejarla correr en curvas amplias es parte de su ventaja y su especial modo de conducirlas. Pero me equivoqué. Como pez en el agua. No deja de sorprenderme esta rubia a la que estoy cogiendo mucho mucho mucho cariño.

Se hace querer. Le gusta gustar, y a mí que me guste. Jamás lo hubiera dicho, pero está superando con creces todo lo que yo había esperado de ella, ¡¡¡y lo mejor es que sólo estoy empezando a vislumbrar lo que tiene que ofrecerme!!!

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