lunes, 23 de enero de 2017

La rubia

Bueno, cuarenta y ocho horas más tarde, dos días de dar vueltas al coco, de reprimir sentimientos que afloraban, de pensar pros y contras...

No citaré a los clásicos, cosa que se suele hacer en estos casos. No hace falta. De hecho, sería una redundancia cuando hablamos de una clásica también, o de una futura, aunque yo creo que ya lo es pese a que ella no lo sepa. 

Sí, doce años más tarde (¡cuantísimas veces he recordado triste aquel aciago día en que se llevaron a mi amada 999 hacia Asturias!), una italiana viene a mi casa, esta vez rubia:


Han sido años de dudas, de búsqueda, de un par de oportunidades que pasaron y las perdí por no decidirme a tiempo. Miré, lo reconozco, otras opciones, siempre dentro del ámbito de motos europeas y bicilíndricas. Motos más modernas y potentes, pero quizá no tan carismáticas como la obra de Terblanche, ese sudafricano que tuvo que salir de Bolonia absolutamente incomprendido, a pesar de los magníficos diseños que han salido de sus lápices. 

Cuando uno llega a una edad, a unos kilómetros y, porqué no, a otra manera de ver la vida y la moto, los caballos importan, pero menos. De ahí la elección de esta 749 MY2005, máquina de potencia más que suficiente para divertirse, y con todo el buen hacer en chasis, suspensiones y frenos, amén de la estética, de la gama superbike de Ducati.

Ahora ando con tareas de entretenimiento y mantenimiento, cosa que siempre hay que hacer cuando se compra algo de segunda mano, y más si es una Ducati. Ya tengo el manual de taller, y esperando me hallo a que me llegue el pedido de consumibles específicos para estos motores tan especiales: correas de distribución, filtros, bujías... Todo se lo voy a hacer yo, es otra forma de conocernos mejor, de disfrutarla, de vivirla. 

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