jueves, 15 de diciembre de 2016

impacto

Impactado. Así me quedé cuando por fin la vi en persona. En vivo. En directo.

Y me pareció tan increíble que no me atreví ni a montarme. Cosas raras.



La Triumph Thruxton R, modelo 2016, versión de un clásico que ha sido absoluta y totalmente renovado, me dejó cariacontecido. Una mezcla entre triste y emocionado con toda seguridad, pero sin duda sorprendido. Y es que tengo que reconocer que las instantáneas de catálogo no le pueden hacer justicia: en vivo es un juego de volúmenes y distancias, acabados perfectos y mucha calidad la mires por donde la mires.



Aunque sigo sin comprender la obsesión de la marca inglesa de imitar la forma de los carburadores en una moto alimentada por inyección... No van a engañar a nadie, y deja una sensación de engaño, de juguete para niños o algo así, y lo llevan haciendo desde las primeras Bonnies de la nueva era. Bueno, es un detalle, ahí queda, pero quizá el único defecto que se le puede achacar a un diseño que en todo lo demás resulta impecable.



Su motor, que antaño no llegaba a los 900 cc, ha sido aumentado con muchos anabolizantes, y sube hasta 1200, rindiendo 97 cv a 6750 rpm, y un par de 112 Nm a sólo 4950 rpm. Cifras nunca vistas en una máquina de este porte, y que la meten directamente en la liga de la tristemente descatalogada gama Ducati Sportclasic, que inició esos patrones de estética deportiva retro y prestaciones dignas.
Con unas medidas de 97'6 x 80 mm en cuanto a diámetro por carrera, comprendemos que es un motor de carrera larga, que busca par a bajo régimen, y que por construcción no puede subir hasta niveles estratosféricos de revoluciones que una moto moderna alcanzaría con facilidad. Así, por ejemplo, una Ducati 1198, de igual cilindrada y número de cilindros, tiene unas medidas de 106 x 67'9, y es capaz de dar su potencia máxima de 170 cv a 9750 rpm, con un par de 131'4 Nm a 8000 rpm.
A cambio de sus limitaciones (que sin duda son buscadas expresamente en la mesa de diseño del ingeniero de turno) en prestaciones puras, la Thruxton ofrece suavidad, sensación de motor lleno, una conducción sin estrés, un tacto característico, sonido precioso y una longevidad superior.



Su equipamiento es de máximo nivel, sólo hay que ver la horquilla, o los frenos. En esta última imagen destaca la ruleta de regulación del rebote, pinza monobloque con anclaje radial, discos flotantes, y llantas de radios. Todo esto junto es algo que hoy nadie ofrece en el mercado. La horquilla es una Showa que no tiene nada que envidiar a la de las mejores superdeportivas, con regulación de compresión en alta y baja velocidad. La leche.
Por supuesto, tiene todos los gadgets electrónicos que una moto moderna puede desear, y que hasta hace poco sólo incorporaban las motos R más extremas: ABS desconectable, control de tracción, varios modos de potencia...



El motor. El típico motor Triumph, bicilíndrico en línea, que aporta la máxima tecnología que la marca ha incorporado jamás a su clásica creación. Así, culatas de cuatro válvulas por cilindro, refrigeración líquida (por primera vez), embrague antirrebote, calado a 270º... Ya saben lo que esto significa gracias a la última entrada explicativa sobre la importancia del calado para las sensaciones, sonido y capacidad de tracción, supongo. Les recuerdo que esta maniobra en el cigüeñal asimila sus características a las producidas por un motor en uve a 90º. ¡Magnífico!

La máquina es impresionante, estuve varios minutos mirándola, como niño pequeño que babea frente a escaparate de tienda de juquetes. Al fin y al cabo, es un juguete, pues su tamaño contenido así ayuda a considerarla: parece pequeña, y supongo que lo es. La que contemplé era de color rojo, un rojo cereza claro metalizado impresionante, con su colín monoplaza y todo. Espectacular. Como lo es su precio de 15.300 euros, más cara que la Speedtriple que había al lado, digamos que la versión del siglo XXI de este mismo concepto. Algo increíble e incomprensible, pues las separan décadas de tecnología. Supongo que el marketing manda, y si uno quiere ir a la moda... hay que rascarse bien el bolsillo. Hay otra versión de Thruxton, sin la R, pero es más "vulgar", aunque su motor es el mismo, y lleva todos los aditivos electrónicos citados, pero adolece de suspensiones y frenos del montón, lo que le permite bajar 3.000 euros el precio...

No creo que vea muchas por la calle, y mucho menos en Huelva. Es un concepto no para todo el mundo, aunque reconozco que a mí me entusiasma. Veremos si resiste el momento del paso de la moda hipster, y las scramblers y caferacers se vean como lo que son, verdaderas cosas del pasado.

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