miércoles, 21 de octubre de 2015

La Luna es una amante cruel

Robert A. Heinleim escribió, entre otras notables creaciones de ficción literaria, La Luna es una cruel amante.
No tan elaborada como Forastero en tierra extraña, de la que hablé hace unas semanas, pero igualmente o más entretenida, La luna es una cruel amante se constituye, por méritos propios, como una gran novela del género que tanto me gusta. Y encumbra aún más a Heinleim en el Olimpo de los imprescindibles en la biblioteca de todo aficionado.

Ante la situación política que nos ha tocado vivir en los últimos años, recrudecida más que nunca hoy por hoy, y me refiero al ansia separatista de parte de la población de Cataluña, la lectura de un libro como La Luna... puede ser visto como algo revolucionario, tendencioso, o inadecuado. No obstante, así lo he hecho, lo he leído, le tenía ganas hace tiempo, y lo de Artur Mas ha sido todo pura coincidencia. Las cosas ocurren, y a menudo la gente se pregunta porqué y trata de buscar causas y efectos, cuando simplemente son meras coincidencias espacio-temporales y ya. No hay que darle más vueltas. Yo no se las doy, al menos.




Sea como fuere, la acción de la historia se sitúa en el satélite natural de nuestro planeta, en un futuro no tan lejano, en el que habita una extensa colonia repartida en pequeñas ciudades subterráneas, gobernadas por una Autoridad impuesta desde una Federación de Naciones terrestres. En un momento dado, surge un movimiento independentista, y es muy interesante ir leyendo las argucias políticas, dirigidas por un veterano profesor, un técnico informático, y un ordenador extremadamente potente que ha adquirido una suerte de autoconciencia llegando a convertirse en una inteligencia artificial con capacidades enormes.

Los habitantes lunáticos quieren ser autogobernados, en un sistema un poco una mezcla entre democracia representativa y anarquía racional, y en un juego de amenazas, discursos, faroles y órdagos, se llega al desenlace final.

Heinleim nos regala una vez más algunos diálogos elaborados, interesantes, no tan extensos y cansinos como a veces podemos encontrar en Forastero. Se inventa un modo de vida subterráneo, organizado en conejeras y con ciertas peculiaridades morales y de organización, y también un entramado político en la Tierra un poco distinto al actual. Pero todo casa a la perfección. Los personajes cumplen cada uno su función, y el protagonista, Manuel el informático, queda bien planteado en cuanto a su perfil sicológico. Es notable el modo de plasmar la evolución de Mike, la computadora, y la influencia y manejo en todo el proceso que tiene el señor profesor, un tal Bernardo de la Paz. 


Bandera de la Luna como nación independiente, con el lema TANSTAAFL, "there ain't such thing as a free lunch"

La novela no es larga, y es una prueba más de que no hay que elaborar ladrillos de mil páginas para entretener o hacer una obra maestra. Una pena que más autores contemporáneos no se fijen en estos clásicos en ese y otros muchos aspectos. Por algo el señor Heinleim es uno de los grandes. Por algo se llama a su época la Edad de Oro de la Ciencia Ficción.

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