jueves, 21 de mayo de 2015

Quiero volar

Lo recordaré como el día que los tres navegamos. 
Segunda tarde seguida que voy con mi pequeño Pepe a la playa, para recordar las sensaciones del vuelo de un kite en sus manos. Enganchado a su pequeño arnes para niño, una Convert de 5 metros evoluciona libremente en el aire. Pepe la domina con pericia inusitada dada su poca experiencia.
Todavía no le he visto estrellarla contra la arena, ni hundirla en el agua.

Cierto es que las condiciones para aprender en la playa de La Canaleta, en Punta Umbría, no son las más adecuadas, sobre todo si no pesas más de 35 kg: es habitual una molesta ola orillera y corrientes a tener en cuenta cuando baja la marea. Aún así, el pequeño pero valiente Pepe se bregó. Se metió en el agua sin dudarlo, acompañado por mí, y en tres o cuatro sesiones ya le puse la tabla en los pies y acometió con éxito sus primeros water-start, logrando navegar entre un metro y medio y dos metros seguidos.
¡Qué gran subidón! ¡Qué maravillosa alegría!
No era capaz de borrar la sonrisa de su cara, y fue perdiendo el miedo a las olas que pasaban por encima de su cabeza repetidamente.
Me sorprendió, la verdad.
Les dejo algunas instantáneas a color, perdonen la calidad (tomadas con un dispositivo de telefonía portátil) del evento.

Manu a toda velocidad con mi tabla

El sol iba bajando. A la izquierda Manu ciñendo al máximo. A la derecha, Elena bregándose.

Pepe preparándose para lanzar la cometa y salir deslizando maravillosamente
Una tarde para el recuerdo, sin duda. Lo pasé muy bien, aunque no navegara mucho. Hacerlo con el sunset en ciernes, en estos días pre-estivales no tiene precio. El placer de navegar en casa.

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