lunes, 30 de marzo de 2015

Mentiras, confesiones y dinero.

Hoy he leído este artículo:

""Las estadísticas de la propia DGT aseguran que,de los 62.933 conductores implicados en accidentes con víctimas en carretera, en solo 570 casos se pudo constatar que circulaban a una velocidad por encima de la establecida. Es decir, ni siquiera un 1%. Y, considerando el concepto de "velocidad inadecuada para las condiciones existentes" (añado en rojo puntualizaciones y comentarios de mi cosecha, en este caso que el concepto de velocidad inadecuada es absolutamente subjetivo y por tanto poco válido para hacer una estadística de este tipo, pero es lo que hay con el asunto de las estadísticas...), tampoco resulta ser un grupo mayoritario: 6.986 conductores, algo más de un 11%.
Esas mismas estadísticas dicen que en 11.460 casos se ignora si se había cometido una infracción referida a la velocidad excesiva o inadecuada, y los porcentajes son incluso más pequeños cuando se considera la siniestralidad urbana. Pero luego, la misma DGT insiste machaconamente que la velocidad (se entiende que como factor recurrente) está presente en uno de cada cuatro siniestros con muertos o heridos y que, si se respetasen los límites, "se podría evitar la muerte de 400 personas al año en accidentes de carretera". Entonces, ¿en qué quedamos?
Aquel año, el organismo que hoy dirige María Seguí (entonces lo hacía Pere Navarro) ingresó 466 millones de euros y en 2013 el monto por todo tipo de multas se había reducido un 20%, hasta los 369 millones. Y para este año, espera que el dinero de esas multas suponga ya solo el 41% del presupuesto estimado para el ejercicio, lo que supondría 356 millones de euros (pero vamos a ver, ¿se hacen estimaciones de lo que la gente va a cumplir los límites de velocidad? ¿Y de lo que se va a poder multar? Me lo expliquen). El caso es que, con la actual DGT y con la anterior (y la que le precedió, y la otra, y la demás allá...), la persecución de este tipo de infracciones ha sido una constante hasta convertirse en la "principal fuente de ingresos por sanciones". Por ejemplo, de los aproximadamente cuatro millones de multas que impuso Tráfico el pasado año, cerca de la mitad lo fueron a causa de la velocidad, aunque también es cierto que la cifra absoluta ha ido disminuyendo desde el máximo de 2009.
Según la directora de Tráfico, las políticas de ajuste llevadas a cabo los tres años previos les han permitido reducir "el dinero que necesitamos para sobrevivir" y esto también hace posible el reciente giro dado en la política de control de la velocidad !!!. No solo porque nunca se comprometieron a cumplir con los planes de la DGT de Navarro (quería llegar a los 2.000 radares) sino porque "ahora todos los radares (incluso los móviles) estarán visibles y más o menos avisados, apostando por su vertiente educativa antes que la puramente recaudadora. Aparte de trasladar la mayoría de ellos a las carreteras secundarias, que este año se han vuelto incluso más peligrosas y concentran nueve de cada 10 fallecidos en accidentes.""


Fuente: El Mundo.


¿Cómo se puede tener tanta cara dura, tan poquísima vergüenza? ¿Acaso creen que somos tontos? 

Cada día que pasa me queda más claro que la mentira es el modo de vida del político, para lo cual estoy preparando una entrada que tendrán la suerte de poder leer (si es que tal actividad no les cuesta mucho trabajo) muy próximamente.

Volviendo al artículo de referencia, con citas textuales de lo dicho por la señora Segui, no le duelen prendas en reconocer, pues, que es cierto, es verdad lo tantas veces denunciado por colectivos de conductores, miles de bloggers y los aficionados al motor de toda España: que el fin de las multas de velocidad es puramente recaudatorio. Y punto. 

Ya lo saben. Cuando las cosas vengan mal dadas por los presupuestos, endurecimiento de persecución y subida de multas. Si hay suficiente pasta para repartir, relax total. Y además, vemos que tales variaciones en la actividad de la DGT no varía en términos significativos ni la siniestralidad ni, por ende, la mortalidad.

Y ahora ¿qué hacemos? ¿cómo le ponemos al niño? 

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