miércoles, 7 de enero de 2015

¿Es Somalia anarquista?

Somalia, como nación, tiene un lema: "patria o muerte".

Hace ya un tiempo, un querido amigo que hizo un largo viaje en barco de vela recorriendo medio mundo, me contaba cosas incréibles de aquella zona, de sus peligros, de sus maravillas naturales, de que allí estaban las mujeres más hermosas del planeta.
También me contó la forma de entender la vida de sus habitantes, que se resume en el siguiente enunciado: "Yo contra mi hermano. Mi hermano y yo contra mi familia. Mi familia y yo contra mi pueblo. Mi pueblo y yo contra mi país. Mi país y yo contra el Mundo." Impresinante declaración. Lo llevan, por lo visto, grabado a fuego en sus mentes castigadas por las constantes luchas tribales y la dominación intermitente y sucesiva de los caciques de turno. Pero la historia es la que es, y es verdadera.

Flag of Somalia.svg
Banderita de Somalia


Alguno me ha preguntado alguna vez si yo me siento andaluz, sevillano, onubense o qué, dado que nací en Tarragona; con poco más de un mes de vida me trasladaron a Almería, donde viví hasta que con tres añitos fuimos a Pamplona; de allí a Sevilla un año más tarde, donde luego llegué a Dos Hermanas a los once años de edad; y finalmente, entre los veinticinco y los veintisiete, establecí mi residencia en Huelva. Todo esto teniendo en cuenta que mi sangre y ascendencia por muchas muchas generaciones es extremeña al cien por cien. Menudo cacao. La verdad es que en cómputo total, donde más tiempo seguido he pasado ha sido en mi actual hogar, pero eso, la verdad, no dice mucho acerca de lo que siento.

¿Acaso soy un desarraigado? No creo. Yo me siento, transcurrido un tiempo prudencial, del lugar donde me hallo, y soy consciente de que esto es así por motivos que quizá trascienden mi voluntad: de pequeño porque los traslados eran consecuencia del voraz apetito opositor de mi padre, que le hacía cambiar de destino y ocupación cada vez que aprobaba un nuevo examen. Y de mayor porque ya no quise estudiar más y comencé a trabajar nada más terminar los estudios universitarios. El trabajo estaba en Huelva. Aquí estoy yo. No hay otro motivo. Huelva no es especial, al menos no para mí. Al menos no en ese sentido.
Con el tiempo, y eso es cierto, he ido descubriendo las cosas que son bonitas de aquí, me he adaptado, y llevo una vida agradable, aceptable. Soy incluso feliz. ¿Cuánto se debe a Huelva y cuánto a mí? ¿Qué papel juega en esta situación mi limitador de velocidad, mis hijos?
Bueno, no merece la pena agobiarse, ni si quiera molestarse, con estas cuestiones.

En mi adolescencia aprendí, y no se me ha olvidado, una cita de Arthur Schopenhauer, que venía a decir algo así: "todo execrable imbécil que no tiene otra cosa de la que vanagloriarse, lo hace del sitio donde nació por pura casualidad".

Pero una vez que estoy aquí, en esta localización geográfica, y es lo que tengo, lo que hay y lo que soy, hay que intentar hacer las cosas bien. Por ello, empezaré explicando algo que se ha olvidado, porque el pueblo es dado a olvidar, curiosamente, unas cosas, y en cambio guarda recuerdo constante de otras. A veces me pregunto los porqués de la selectividad de la memoria. En fin, ese es otro tema.

Nuestra sociedad tiene un problema (entre muchos otros, claro), y es la falta de rigor, la ausencia de expresar con propiedad las ideas, los pensamientos. Es muy duro reconocer esto, porque son conceptos que todos hemos estudiado, pero por culpa de la manipulación de los medios, y sobre todo por la utilización torticera e interesada de los poderes fácticos y políticos dominantes, sus significados se pierden, se tergiversan, se adulteran, se utilizan con fines inapropiados. Pero otra parte de culpa la tenemos todos. Somos débiles, acomodados, dados a lo fácil. En contra de lo que muchos creen, el trabajo intelectual es mucho más tedioso, costoso, difícil e intenso, que el trabajo manual. Leer cuesta. Leer prestando atención, comprendiendo, cuesta más. Estudiar, eso es lo más, sobre todo si se ha perdido el hábito... o incluso si nunca se tuvo, que es lo que le ha pasado a la mayoría de los actuales habitantes.

¿Qué entiende la mayoría por anarquismo? Uno oye esa palabra, y enseguida se asocia a punkis, okupas, la ultraizquierda, y toda una ralea de vagos y maleantes cuya meta fundamental es no hacer nada, vivir en casas de otros, pintarrajear fachadas y pasar el día bebiendo calimocho y escuchando música hardcore. Sin dios ni amo, junto a una A rodeada por un círculo, era una pintada habitual en los años 80 y 90. ¿Eso es anarquía? Definitivamente no.

La anarquía no es, per se, una ideología de izquierdas. Hay corrientes socialistas o colectivistas, y corrientes liberales. De hecho, la verdadera anarquía que se ha llegado a poner en práctica con éxito ha sido la liberal. Lo otro, lo socialista, antes o después ha quebrado por su propio concepto fundamentado en una utopía que ningún izquierdista es capaz de reconocer: que todos no somos iguales.

La anarquía supone que no puede existir un ente superior, entendido como un sistema político más allá de lo local, que regule mi forma de vida. Toda mi ordenación legal debe venir de mi relación con los que me rodean, y no más allá. O sea, da igual quién tenga los medios de producción, quién sea patrón o empleado, alcalde, policía o maestro. La Ley, con mayúsculas se pacta entre iguales, de tú a tú, de persona a persona. Al carajo la existencia de un Estado. La cosa, idealmente, sería algo así: en la Comunidad de Vecinos se crean unas reglas de convivencia, cosas como pagar unas cuotas para el sostenimiento y mantenimiento esencial de dicha comunidad. Previamente tendremos que establecer unas normas dentro de nuestras propias casas, en nuestra familia. Cuando todo eso esté perfectamente a punto, pasamos al barrio, y del barrio a la ciudad. La implicación en la creación de normas, la regulación de la convivencia, debe ser completa y total entre todos los ciudadanos. Se atajarán los problemas, solucionarán los dilemas, y se presentarán soluciones a las demandas de los ciudadanos, todo ello en función de los recursos de los mismos ciudadanos y sus peticiones. Por ello, no se gobernará igual la sociedad de Huelva que la de Almería, ni mucho menos la de Bilbao, Barcelona o Arroyo de San Serván, porque cada una tendrá unas querencias, un desarrollo más o menos industrial, de servicios o agrícola, y habrá más o menos habitantes que se dediquen y/o quieran unas cosas u otras.
A posteriori se establecerían, si ha lugar, una forma para relacionar unas localidades con otras. Estas relaciones pueden ser necesarias, convenientes, o totalmente indiferentes. O sea, yo, que vivo en Huelva, y estoy contento con su organización y esquema normativo y social, a lo mejor jamás me relaciono con Aljaraque o Gibraleón o Sevilla. Entonces, ¿por qué tengo que compartir algo mío con ellos, o ellos conmigo? ¿Y por qué tiene que venir uno de Sevilla en forma de Junta de Andalucía para imponer normas que ni nos vienen ni nos van? Lo mismo con el Estado Central, que gobierna y legisla lo mismo para Ceuta, Tenerife, Logroño, o Cáceres. No tiene mucho sentido.
Me preguntan si me siento andaluz. No, definitivamente no me siento andaluz. porque, ¿qué es ser andaluz? ¿vivir dentro de una demarcación geográfica determinada? ¿determinada por quién y por qué, y con qué consecuencias? ¿qué tiene que ver un Ayamontino con un inmigrante de segunda generación en El Ejido, Almería? Esas dos personas no tienen nada, absolutamente nada, en común, y siguen siendo andaluzas. Los anhelos de un jienense, los problemas de un jerezano, las preocupaciones del que vive en el centro de Granada... poco tienen que ver. Sin embargo se regulan como si fueran un todo simétrico, análogo.
Craso error.

Pues señores, eso es la anarquía, organizar la vida en comunidad desde abajo hacia arriba, y no al revés. Descentralizar para que el ciudadano final viva mejor. Anarquía no es desorden, sino al contrario, todo bien ordenado, pero por quien lo tiene que ordenar, no por alguien a 500 km de distancia que en su vida a puesto un pie aquí, ni lo va a poner. Y eso no tiene nada que ver ni con derechas ni con izquierdas. Eso es el daño de la propaganda, sin más.

Por eso digo que Somalia es anarquista. Primero yo, luego la familia, después la tribu, el pueblo, la comarca, el país, el mundo.