domingo, 14 de diciembre de 2014

SAMCRO

No es la primera vez que hablo de esta serie televisiva.
Emitida irregularmente por algún canal que nunca fui capaz de encontrar, en cambio si fue sencillo hallar la manera de verla en versión original subtitulada con una calidad aceptable desde la pantalla de mi laptop. Lo reconozco, pero es que, sencillamente, no me ha quedado más opción.

Supongo que el perfil del telespectador interesado en una serie basada en las tropelías cometidas por una banda motoristas dedicados al trapicheo de armas, y sus relaciones con otras terribles bandas igualmente sangrientas de mejicanos, negros y chinos, así como las interpolaciones interesadas por la CIA, FBI, el IRA, la fiscalía del Estado de California, y la policía local, amén de las aventuras y desventuras amorosas de los protagonistas, algunas bastante escabrosas, ese perfil, como iba diciendo, no es el que busca como feudo de negocio el programador que debe tener en cuenta los gustos de la generalidad de la población de esta nuestra querida Hispanistán.

Sea como fuere, la vi. Desde el primer episodio de la temporada Uno, hasta el episodio trece de la temporada Siete. Siete temporadas, siete, unas mejores que otras. Esta serie, para algunos catalogada como la mejor (yo no pienso así, ni mucho menos creo que esté entre las cinco mejores, aunque sí es posible que en figure en los últimos puestos del top ten), tiene muchos altibajos para poder catalogarla así.
Tiene un argumento demasiado increíble, en exceso fantasioso, que me traslada inmediatamente a los primeros años de la conquista del Oeste americano, cuando hoy día, las cosas que pasan en la serie de marras acabarían con todos los miembros del motoclub entre rejas en cero coma. Así de claro.

Pero como de lo que se trata es de entretener, de pasar un buen rato, uno la ve con complacencia, incluso disfrutando a ratos.



Y se acabó. El final no podía ser otro. Un episodio que lleva el número trece, por cierto, lleno de simbolismo y llamadas alegóricas, que cierra todos los círculos abiertos y da solución, se supone, a la tremenda senda llena de problemas y cadáveres, de injusticias y barrabasadas de las que hemos podido ser testigos durante años.

Tras un brutal episodio doce, uno de los mejores de toda la serie, el trece se antoja un poco light y predecible en grado sumo. Pero es que no podía ser de otro modo. Para mí acabó en el doce, y me tomo el trece como una bola extra, como el bis de un concierto.
Recomiendo la serie, la verdad, y le puedo dar hasta un 7 sobre diez. Algunos episodios tienen un 9, otros un 5 raspado. Esa irregularidad es lo que no permite meterla en los altos puestos del ranking.

Ahora me enfrento a la dura tarea de encontrar otra serie que me llene y me haga emocionarme. Espero encontrarla. Después de disfrutar de cosas como Lost, o Breaking Bad, y de la ahora tratada SOA, la tarea no va a ser fácil, no crean. Se admiten sugerencias, por supuesto.