jueves, 25 de septiembre de 2014

Los perros

Bien saben los pocos que me conocen que soy un amante de la naturaleza. Eso incluye no sólo a plantas, lagos, ríos y mares, sino a los animales.
Me tengo por un ecologista activo, a diario practico elementales procedimientos atinentes a resolver un poco, en la medida de mis humildes posibilidades, las barbaridades que veo a diestro y siniestro, los hechos perpetrados por mis congéneres insensatos e irrespetuosos con el medio en el que nacemos, nos desarrollamos y queremos que nuestros descendientes sigan habitando. 
Amo a los perros. Entre otros. 

Y me quedo perplejo cuando me ha llegado por email una petición de change.org
Es una especie de fundación o asociación, espero que sin ánimo de lucro, que se dedica a luchar por pequeñas cosas, y lo hace mediante la recogida de firmas por internet. Regularmente me llegan peticiones en las que cuentan una situación y a continuación te piden que les apoyes mediante la firma de una propuesta. 
La mayoría de las veces no son cuestiones que me interesen, bien por lejanía, bien por no estar de acuerdo ideológicamente. Otras veces, las menos, raramente, firmo.

Hoy me ha llegado esto:
Pedro :
Hay una nueva petición que está cogiendo fuerza en Change.org, y creemos que podría interesarte firmarla:

Investigación y medidas para acabar con los envenenamientos de perros en Gijón

francisco otero cima 
Gijón, España
Desde hace varios años, en Gijón, una o varias "personas" se dedican a envenenar con trozos de carne con veneno y alfileres o clavos a los perros que andan por las calles de la ciudad y sus zonas ajardinadas. Han llegado a echar esas trampas en áreas para perros sueltos, buscando con ello que fuera más fácil hacer caer en ella a los animales. Esta petición pide al Ayto. de Gijón que inicie una investigación y tome las medidas preventivas adecuadas para evitar que prosigan los envenenamientos de perros en la ciudad
Gijón es una ciudad pionera en los derechos para los perros, contando con zonas específicas para poder pasearlos sueltos, y con ello haciendose eco del gran número de perros existente en la ciudad, que precisan disponer de unos derechos y atenciones específicos.
Esas "personas" que envenenan a los animales y otras que los apoyan, están vulnerando la ley constantemente, al negar a los perros el claro derecho regulado por Ley y auspiciado por las Ordenanzas municipales a convivir en la ciudad. Alguno de ellos ha llegado no sólo a envenenar, si no a usar tambien un arma de fuego.
Esos envenenamientos, además de ser el reflejo de una sociedad enferma, perjudican la imagen de la ciudad, ejemplo de tolerancia y modernidad, en todo el país y en Europa hasta donde transcienden estos hechos.
Por todo ello el Ayuntamiento de Gijón, ante la gravedad de los hechos, debe poner todos los medios a su alcance, incluida la investigación de la policía municipal debidamente coordinada con el resto de fuerzas policiales, para erradicar estas conductas persiguiendo implacablemente a los autores, promotores y demás "personas" que transforman su odio a los animales en violencia gratuita. Violencia además generadora no sólo de un daño psicológico para los propietarios de las mascotas si no tambien económico en elevadas cuantías por cuanto los perros afectados precisan de caros tratamientos que no siempre sus dueños pueden asumir.
La Ley y las normas de convivencia contemplan la presencia del perro entre nosotros, y las acciones tendentes a impedirlo son una vulneración de la Ley. Por eso pedimos a la Alcaldesa del Ayuntamiento de Gijón que ponga en marcha un dispositivo especial dedicado a investigar y erradicar estos gravisimos hechos, de una vez por todas.

Bueno, obviamente los cánidos no tienen la culpa de nada. Alguien los separó del acogedor calor materno y los metió de llenó en el seno de una familia humana, habitualmente confundiéndolo respecto a sus costumbres, etología, prioridades y necesidades físicas.
Estoy convencido, y así lo he dicho por aquí más de una vez, de que el uso lleva al abuso, y el abuso lleva a la prohibición. Lo veo a diario en muchos aspectos de la conducta humana.
Como quiera que está de moda tener perro, incluso en las ciudades (que obviamente no es el entorno más adecuado para que ningún animal viva, salvo el ser humano), cada vez hay más y más perros. Y no a todo el mundo le gusta eso.
Los dueños de los perros tienen que comprender que a tu vecino puede que no sólo no le gusten los perros (ni los gatos, ni los canarios, ni los ruidosos loros, ni...), sino que puede que le den miedo. Sí, es curioso, hay gente que tiene miedo de ese pastor alemán, el bóxer, el staffordshire, el dogo. Sobre todo si van sueltos y sin bozal. Un niño pequeño puede asustarse, y no querer salir a jugar al parque que tiene frente a su casa porque es frecuentado por dueños que dejan a los perros sueltos, defecando y orinando a sus anchas. Los padres del niño también pueden tener miedo.
Llegamos a ver, en ocasiones, verdaderos casos de salud pública. Yo mismo, que vivo en el centro de mi ciudad, a menudo bajo por mi calle esquivando mierdas de perro en lo que se ha llegado a convertir en un campo minado de heces, con total abuso, desprecio, y en un absoluto sinsentido por parte de los dueños de estos animales. Claro, no sé quién es más animal.
Llámenme raro, pero no me gusta esto. No me gusta tener que vigilar constantemente dónde piso, no me gusta que el solar que tengo frente a mi casa sea el cagadero del barrio, no me gustan los ladridos a deshora, no me gustan los dueños que defienden la libertad y los derechos de su perro por encima del de sus vecinos, sus congéneres humanos. No me gusta que el Ayuntamiento que yo alimento con mis numerosos impuestos haga oídos sordos a estas quejas, y tenga una indolencia absoluta frente a este asunto. No me gusta tener que quejarme. Nunca. Pero la situación es la que es.
Por eso, puedo comprender a una persona que, harta de todas las cosas que no le gustan sobre los perros, o más bien de sus dueños exentos de la más elemental educación, ausentes del respeto a las más simples normas de urbanidad, haya decidido tomarse la justicia por su mano, poner una solución. Muerto el perro se acabó la rabia, dice el refrán. Refrán muy antiguo en esta nuestra Hispanistán querida, cada vez menos querida.
Ahora vendrán los lamentos, los lloros. Era tan bueno, tan bonito, me hacía tanta compañía... ¡Sólo le faltaba hablar! Suspiran ahora, tristes y enrabietados los viudos perrunos.
Que se jodan.
Que hubieran limpiado las cagadas, llevado amarrado al perro, educado convenientemente, silenciado de madrugada, lavado y desparasitado. Y otro gallo les hubiera cantado.
Amén.