domingo, 14 de abril de 2013

Picolo



¿Se esconde, de verdad, tras la abrumadora persecución a los motociclistas en la carretera, un motivo altruista, una vigilancia por nuestro bien? O, más bien, puede, y sólo puede, que estemos ante un afán recaudatorio que raya en lo sangrante.
Y es que ese es el sentir del aficionado a pasear en moto por el mero placer de pasear.
Y podríamos entrar en la catadura moral de esos que, ataviados con un uniforme verde, asalariados con nuestros propios impuestos (robados sin pudor, a pesar de haber ganado nuestro dinero honradamente), parapetados tras gafas de sol, bigotes, y variopintos gorros, con pistola al cinto, esos mismos que coartan nuestra libertad, esos que atemorizan, insinúan, actúan con prepotencia y con cada vez menos educación (ya no dan ni los buenos días..., aunque claro, son consecuentes: saben que desde que te dan el alto, el día que era bueno se ha torcido), esos mismos incumplen las mismas normas que, por estúpidas e incoherentes, son difícilmente asumibles. Pero no se puede exigir a los demás y no cumplir tú.
Doble moral se llama tal. Cara dura y poca o ninguna vergüenza.
Y ese cuerpo, o esa agrupación, que en su inicio se creó para ayudar al conductor, para socorrer, para orientar, para regular las situaciones que se salgan de lo normal, se convierte en un arma para el expolio de Juan Español. Y por lo general contra el Juan Español que paga sus impuestos y lleva una vida ordenada, productiva, que se puede permitir un lujo como es tener una moto para dar un paseo dominical.
Porque, claro, no va a dar el alto a la fragoneta de los malocotones. No, a esos no, manque no lleven seguro, ni cinturón, ni carné. Porque, ¿qué multa va a pagar ese?
No, el target, el objetivo lógico es Juan Español Pagano, el que paga, el que tiene un currito, cuenta corriente aunque sea ínfima o en números rojos. A ese sí.

¿Por qué?