martes, 28 de enero de 2014

la nube, el surf, el éxtasis, el goce

Aún en una nube.
En una tarde que se preveía marcha, la verdad es que no esperaba tanta. La mar estaba más movida de la cuenta, y cuando esto ocurre, en Punta Umbría se forman a veces olas interesantes, olas que no rompen idealmente desde un pico definido hacia la derecha o la izquierda, como fuera lo ideal quizá, sino pequeñas montañas que se levantan desde un metro y medio (y más) de altura a unos cien metros más o menos de la orilla, y van empujando, levantadas, hasta que rompen a treinta metros de la arena.
Si hay temporal o mar de fondo, la altura puede duplicarse, yo lo he visto y vivido, y es un espectáculo impresionante estar metido ahí, sintiendo toda esa energía que a veces te frena, otras te propulsa, siempre envuelto y acompañado por viento generalmente borrascoso y fuerte. Son los "dragones", a los que hay que enfrentarse con precaución y pericia.
En esas ocasiones, que son pocas por desgracia, tres o cuatro por temporada, el hombre se hace uno con el entorno, no hay otra manera. No puedes luchar contra él, contra el mar, contra el viento. Tienes que colaborar, hacerte amigo, camuflarte, en una simbiosis casi mística.
Y todo fluye, y todo es genial.

Punta Umbría, el paraíso en casa. Sin duda.
En el pasado me he encontrado en esas condiciones con una nivel de habilidad casi de aprendiz. Pero el tiempo pasa e incluso yo puedo aprender a manejar con soltura condiciones como esas. Se lo digo a los más novatos últimamente: si yo he aprendido, tan dfícil no puede ser. Y les animo a no desfallecer de ese modo, porque yo no soy de esas personas talentosas para el deporte, sino que logro las cosas por la constancia, por cabezonería, por estudiar la física, analizar, pensar, ensayo y error.
Me he empeñado durante meses a perfeccionar la técnica de navegar apoyando el canto de los dedos, en vez del canto de los talones (que es el natural). Es una postura que al principio resulta extraña, forzada, pero con el tiempo acabas por disfrutar de ella, y su dominio abre un amplio abanico de posibilidades de maniobras, sobre todo en cuanto al surf se refiere. Porque a pesar de la polémica que se podía intuir acerca de si era más propio surfear frontside o backside en una entrada de hace varios días, mi breve experiencia me dirige hacia lo primero, surfear frontside, de cara a la ola, y para ello, la mayoría de las veces, como el viento viene del mar, hay que ir sobre el canto de los dedos, toeside.
Así, en Tarifa hace unas semanas, o en Isla Canela el fin de semana pasado, puede disfrutar muchísimo surfeando, aunque fuera con mi stance débil porque así lo exigían la dirección del viento y de las olas. Ayer no obstante, puede hartarme, pude surfear hasta desfallecer, en mi postura natural que es con el pie izquierdo detrás y el derecho delante (a esa postura se le llama "goofy"), y el éxtasis fue en mi.

Laura, el Hombre que Susurra a los Kites, y yo, saludamos desde la distancia, mientras Diego gasta los últimos cartuchos en el fondo con esa cometa para señoritas...

Fueron varias las ocasiones en que bajaba por la ola a gran velocidad, únicamente empujado por la fuerza de la misma, y no de la cometa (que iba situada delante de mí, baja, con las líneas sin tensión). Esa misma gran velocidad permitía un planeo silencioso, sonido únicamente roto cada vez que hacía un recorte y úna cortina de agua salía despedida a modo de spray salpicando.
La sensación de velocidad, unida a la visión de la ola que avanza, entrar y salir de su curva que se eleva, que adquiere verticalidad justo enfrente de mí, calcular distancias y espacios, modular aceleraciones... hasta casi la misma orilla, viniendo de cien metros atrás, ha sido algo increíble, una de las cosas más alucinantes que he hecho en mi vida. Y eso con el twintip.
Las Cabrinha Drifter, perfectas en su cometido. Es alucinante ver cómo se destensan las cuatro líneas mientras la ola te empuja en la misma dirección que el viento, y la cometa no se cae sino que sigue avanzando hacia atrás (si es que tal paradoja es comprensible), y de un tirón o movimiento de la barra caza de nuevo y te saca con la potencia requerida. No quiero entrar en más detalles técnicos que me llevarían muchas líneas y que, con total seguridad, les importa poco a ustedes, oh mis muy queridos y poco deportistas lectores.

No me atreví a meterme con el Fish sin footstraps. Pero Julio me ha dado la idea de ponérselos para estos días más salvajes, y así poder experimentar la sensación de una tabla más surfera con quillas y volumen que me permita mejor direccionabilidad y flotación.

En ello estamos, amigo, hermano, oh Julen.

Para finalizar, esta curiosa toma en la que se aprecia la bella puesta de sol típica de Punta, enfundado en un poncho mientras me cambio el neopreno: