lunes, 1 de abril de 2013

Bolonia

Y a pesar de tenerme por amante de las bellas máquinas italianas de Borgo Panigale, no, no me refiero a esa productiva zona de la Italia septentrional. No.

He pasado unos días, aprovechando la soledad en que me dejó mi muy querido limitador y adoradora de la Semana Santa sevillana, y me largué con unos amigos a esta localización que pertenece al término de Tarifa, en la punta más al Sur de Europa (eso sin contar las Islas Canarias, claro).

Ah, Bolonia, ese sitio soñado por muchos, idolatrados por otros, entusiásticamente amado por miles de perroflautas y hipijos de diversa índole.

Tiene su encanto, no cabe duda, pero lo tiene ahora, en estas fechas, y no en verano. Porque ahora sólo nos encontraremos a sus pocos habitantes (que no tengo muy claro de qué viven, la verdad), numerosos animales que rondan sueltos por aquí y por allá y son respetados por todos, y algún que otro turista extranjero que haya llegado en autocaravana.

Es habitual ver vacas en la playa. Habitual y llamativo, compartiendo arena con paseantes a caballo, kitesurferos, o alguna titi en bikini-less.

Allí nos plantamos unos cuantos, alquilamos un par de bungalows, y montamos la de Dios es Cristo.

De izquierda a derecha: Guille, yo, Julen y Jesús.
Provisto de todo tipo de viandas y bebidas, una paellera, la correspondiente rosca, dos tablas de surf, dos equipos de kite, una mesa de mezclas con amplificador, un Risk, un Trivial en la versión más difícil que jamás pude ver, y un juego de tapete y fichas para poker, estos cuatro días y medio han sido poco menos que fantásticos. Y eso que el tiempo ha estado siempre amenazando lluvia, aunque al final y a la postre nos ha respetado mínimamente.

Aproveché la circunstancia para intentar navegar, aunque un viento medio tirando a flojo y de Poniente no puso las cosas fáciles:

Caminando hacia el lugar adecuado para entrar al agua. Al fondo, la famosa duna.
Vamos que nos vamos!!
Al principio parecía que había power...
Un par de olas me frenaron, y ya no hubo manera de encarrilar la situación.
En fin, que nos dedicamos a tontear con la cometa pequeña en tierra para que Jesús catara la sensación de tirón:


Y tambíen me metí un poco en la orilla con Julen para que se animara a hacer un poco de water start:


Tanteando un poco... cuidao, no la lleves tanto al otro lado para coger potencia, cuidaoooooo

En mi cara se ve venir el desastre...
Vooooolaaaareee, uo oh, volare, oh oh oh ooooo...
Menos mal que cayó en agua, menos mal. Aún así, felicito desde aquí al aprendiz por su arrojo y valor.

Después de eso dimos por terminada la sesión. Almorzamos un arroz con carne y morcilla que estuvo bastante bien, y luego, la sobremesa, a Tarifa, a la playa. Encontramos un hueco para aparcar en Artevida, el popular chiringuito, de milagro. Increíble la de gente que había por allí, pero el viento yo no lo veía fuerte, habría 14 nudos como máximo.
Me animé a entrar entre una marabunta de kiters en un mar bastante encrespado por tres semanas seguidas de poniente. La playa de Los Lances es bastante estrecha en ese punto, y hay que armar todo en medio del campo, entre ramas, jaras, grama y unos estrechos caminos que van y vienen desde y hacia todas direcciones. Como es obvio, donde hay perroflautas hay perros, y donde hay perros hay caquitas de perros... pero tuve cuidado de vigilar bien dónde posaba mi estimada Switchblade, por supuesto. Juli me ayudó a levantarla y ¡al agua! Por fin iba a navegar en Tarifa, aunque no en condiciones idóneas. No me amedrenté con las olas, algunas un poco feas, y sorteando espumas y surfistas que remaban por aquí y por allá en busca de un pico idóneo que, en realidad, no existía, logré adentrarme bastante y volver. Hice cuatro o cinco largos, pero el viento no empujaba suficiente para poder ganar barlovento, o si quiera mantener la posición de entrada al agua. De modo que viendo que bajaba un poco la potencia decidí salirme.
Hice bien, pues el viento bajó más de lo debido, y al momento el agua se vació de pandorguistas.

Saludé a Elena Bautista, que vive en Tarifa: llegó de vacaciones, le enganchó la cometa, busco un curro allí, y ya lleva tres años viviendo en la Meca del Viento. La foto es después de salirme y cambiar el neopreno por ropa casual wear.
Nos tomamos un par de copas en el chiringuito, que estaba a tope. También paseamos por las calles preciosas del casco antiguo de Tarifa, montamos algunas fiesta rave particular, celebramos el cumpleaños de Guille, hicimos barbacoa, tortilla de patatas con huevos espectacularmente ricos, y desayuné yo solo un par de días porque siempre me levanto más temprano que nadie.
Algunas instantáneas que resumen muy mucho algunos de esos momentos:

Cumple de Guille en el chiringuito Los Vientos, donde estuvimos muy a gustito.
Trasteando con la electrónica sin tener ni idea, jajajjaja
Desayuno solitario, paz y armonía, buen rollo y mejor karma.
Este espigón separa los dos mares:  a la izqueirda el mediterranio en calma, a la derecha el atlántico encabritado.
Con la estupendísima Inés y Jesús recién llegados a Varadero, en el puerto de Tarifa. Almorzamos a base de frituras que en ningún momento se hicieron pesadas para el estómago, lo que dice bastante de la calidad. Chapó.
En resumidas cuentas, el viaje ha sido muy enriquecedor, ha habido casi de todo, y sólo me han faltado los cuervitos y el limitador junto a mí para que hubiera sido perfecto. Todo no se puede tener, está claro, pero tampoco me puedo quejar porque me lo he pasado, nos lo hemos pasado, de fábula.
Me dejo miles de detalles y vivencias en el tintero, es imposible ponerlo todo aquí y podría escribir un libro sólo con lo vivido estos cuatro días. Pero esto es un blog y no una enciclopedia. Es lo que hay.
Y punto.