lunes, 25 de marzo de 2013

Tardes que sorprenden

Oh, ah, uy.
El cielo se cubre, el tono gris lo invade todo.
El anemómetro marca 18, 19, 17... más tarde baja a 12, 11, 9.
Tomo unos ravioli, como los de hace un par de días, pero les he añadido un poco de Pimienta y el plato ha cambiado como de la noche al día.
Miro un par de páginas en internet que me cuenta en tiempo real las condiciones de mis spots más cercanos. Nadie parece ir a la Canaleta hoy. ¿Qué hacer? Ninguno de mis compañeros habituales decide tirar.

No obstante, mis ganas, mi soledad en casa, y la previsión de no poder navegar en los días venideros, pueden más que la lógica que quiere imponer el conjunto de los elementos que me rodean. Pero yo soy el que decido. Ayer escuché un dicho: el que no va, no navega. Eso es así.

Cojo mi Cabrinha de 12 y todos los demás avíos, y me planto directamente en El Portil. El viento está un poco perezoso, y echo un buen rato charlando con algunos habituales del lugar. Hay una inmensa nube que se desplaza hacia nuestra posición, y decidimos esperar a que pase. Normalmente, cuando un nubarrón se acerca o se aleja, se produce un cambio en el viento, que puede afectar no sólo a su fuerza, sino también a su orientación. He sido testigo de ello en varias ocasiones ya.
La nube está encima, no llueve ni parece que lo vaya hacer. Pasa lo feo, y se queda un sol radiante: es el momento, el viento ronda los 15 nudos a ojo de buen cubero, así que no me lo pienso y monto el aparataje. En diez minutos estoy metido en el agua planeando cómodamente.



Hoy me vino mejor el agua plana del Caño de la Culata, y me dediqué a jugar con la cometa, colocándola en distintas alturas, y a perfeccionar los cambios de dirección. Mis abdominales me lo han agradecido después de la paliza de los dos últimos días... llegando a tener ayer una dolorosa contractura. Hay que ponerse fuerte, está claro. Este no es deporte para viejos.
Después de navegar entre las 17:15 y las 19 casi ininterrumpidamente, con una media de 16 nudos y rachas de 21, se me quedó una sonrisa en la cara que pude durarme varias horas, por no decir días, dando lugar a cierta cara de tonto:


Acabando de recoger la cometa, después de cambiarme. Cielo despejado, buena temperatura y viento.
Aquí en esta otra pictografía informática, se me ve hidratándome un poco justo recién quitado el neopreno:


No es lo más cómodo cambiarse en un SLK, pero es lo que hay. Al menos tengo un vehículo para ir a la playa y no depender de nadie. Siempre dije que el mercedito es un coche muy deportivo, no ya en su propio concepto, sino que su ámbito lúdico es extrapolable al kitesurf y al ciclismo, pues he metido en su interior hasta una bici de descenso... varias veces.