jueves, 7 de julio de 2011

El Cascajo

A finales de Diciembre estuve probando un Nissan Cascajo. Fue una prueba de campo, o sea, campestre. Empezó con un facilón carril cualquiera, de esos que unen fincas. El carril se fue complicando, y lo que antaño fuera una pista casi llana, ahora era una continuidad de regueros profundos –bastante profundos, la verdad-. Grandes agujeros se habían abierto por las últimas lluvias que habían sido, además, bastante torrenciales. Incluso nos encontramos con varios escalones peliagudos. Yo jamás pude imaginar que un Cascajo pudiera sortear victoriosamente tales obstáculos, la verdad. Pero lo hizo, y con nota. Tiene una ruedita junto a la palanca de cambios para cambiar de 2WD a 4WD, y aparte un modo Auto en el que es la centralita quien decide.
Exactamente igual al probado, oiga, hasta las llantas

El coche probado escarvaba hábilmente, y sus no desmesuradas dimensiones le daban un plus de agilidad y eficacia “manejadora” en los pasos complicados. He de añadir que el barro abundaba, y que el Nissan probado montaba unas llantas de aleación de 17 pulgadas y gomas de carretera. Nada de neumáticos mixtos de esos que no sirven para nada, ni de campo –totalmente inútiles en el ámbito on road-. Es cierto que el auto deslizaba a un lado y a otro, pero nunca dejaba de avanzar, que es lo importante. ¿Qué no será capaz de acometer este SUV si tuviera las ruedas adecuadas y una reductora? Mi favorito de este segmento tan de moda ha sido siempre, desde el día que se puso a la venta, el Freelander de Land Rover. Ahora no lo tengo tan claro. Vale, el Cascajo da el pego por fuera, pero cuando uno toma asiento el panorama empieza a cambiar un poco.
Ni fú ni fá. Anodino, no aporta nada, vulgar.

Es un Nissan, no se le pueden pedir peras al olmo, como tampoco se puede pedir el acabado y la calidad de un Mercedes a un Nissan. Una vez sentada esta premisa, y teniendo claro lo que tenemos entre manos, mejor no juzgar la calidad de los plásticos, los ajustes entre ellos, las franquicias, las diferencias entre acabado y calidad de la parte vista y la no vista, y así sucesivamente. Y eso teniendo en cuenta que estoy ante el tope de gama, máximo equipamiento y lujo, entre comillas por supuesto. No falta navegador, cámara trasera, todos los gadgets propios de multimedia, un montón de botones en el volante –de un tamaño muy correcto y cómodo-, techo solar, y tal y tal. El auto es cómodo, la verdad, tanto para el conductor como para el pasajero, que se encontrará a sus anchas sin que nada estorbe, y todo a mano. Luego viene la parte carreteril, on road. Su estabilidad la he encontrado bastante aceptable. Esto es propiciado por dos factores fundamentalmente: su altura no es muy elevada, se trata de un híbrido entre un turismo y un SUV, más que de un SUV propiamente dicho; y tiene unas suspensiones bastante duritas que hacen que el coche no balancee en exceso y vaya bien sujeto en las curvas. En asfalto seco es muy difícil, en condiciones normales, hacer que entre el 4WD, a menos que lo forcemos a lo bestia expresamente. Su único defecto, dinámicamente, es el peso, algo inherente a este tipo de vehículos. Pero ya digo que no se maneja nada mal, como si fuera un Altea 4track o un monovolumen de tamaño medio –un SMax-. Entiendo el éxito del Cascajo, pues es un auto fácil de conducir, agradable a la vista, y con una fiabilidad digna de un japonés, aunque la mecánica sea Renault. Precisamente, lo que más decepcionado me ha dejado ha sido la potencia. El auto probado era un Dci de 150 cv, pero comparado con mi Altea de 140, corre mucho menos, y acelera la mitad. ¿Se puede achacar al peso? ¿A la transmisión? ¿A que los motores de Renault no tienen la patada de los VW? Qué se yo, pero aunque para campo va sobrado, para carretera se queda corto, a menos que sea usted una abuelita que coja el vehículo para comprar el pan los domingos.

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