lunes, 17 de mayo de 2010

Meritocracia

Hoy toca leer, amigos. Ilústrense un poco, que no les viene mal:

Meritocracia (del latín mereo, merecer, obtener) es una forma de gobierno basada en el mérito. Las posiciones jerárquicas son conquistadas en base al mérito, y hay una predominancia de valores asociados a la capacidad individual o espiritu competitivo tales como, por ejemplo, la excelencia en educación o deportes.
La meritocracia está asociada, por ejemplo, al estado burocrático, siendo la forma por la cual los funcionarios estatales son seleccionados para sus puestos de acuerdo con su capacidad (a través de concursos, por ejemplo). O también más comúnmente asociado a los exámenes de ingreso o evaluación en las escuelas, en las cuales no hay discriminación entre los alumnos en cuanto a las preguntas o temas propuestos. Así, la meritocracia también indica posiciones conseguidas por mérito personal.
Aunque la mayoría de los gobiernos están basados en parte en la meritocracia, esta no se expresa de forma pura en ningún lugar. Gobiernos como el de Singapur o Finlandia utilizan estándares meritocráticos para la elección de autoridades, aunque mezclados con otros. Un modelo próximo a la meritocracia puede ser la jerarquía militar en la cual teóricamente los puestos se obtienen por adecuación a ciertos valores.
El principal argumento a favor de la meritocracia es que proporciona mayor eficiencia que otros sistemas jerárquicos, dado que las distinciones no se hacen por sexo o raza, ni por riqueza o posición social, entre otros factores biológicos o culturales. Aunque existen clases sociales y los defensores de la meritocracia no pretenden acabar con ellas, el esfuerzo individual -entendido como mérito- es -se alega- un criterio más justo que otros para la distribución de los premios y ventajas sociales asociadas.
Conforme a lo que el sufijo "cracia" indica, la meritocracia es, estrictamente hablando, un sistema de gobierno basado en la habilidad (mérito) en vez de la riqueza o posición social. En este contexto, "mérito" significa básicamente inteligencia y esfuerzo. Mientras que la palabra "meritocracia" es ahora frecuentemente usada para describir un tipo de sociedad donde la riqueza, ingresos y clase social son designados por competición, asumiéndose que los vencedores; de hecho, merecen tales ventajas. Consecuentemente, la palabra adquirió una connotación de "Darwinismo social" y es usada para describir sociedades agresivamente competitivas, con grandes diferencias de ingresos y riqueza, en contraste con las sociedades igualitarias.
Gobiernos y organismos meritocráticos enfatizan el talento, educación formal y competencia en lugar de las diferencias existentes como clase social, etnia o sexo. En la práctica, las investigaciones sobre movilidad social indican que todos estos criterios supuestamente neutros favorecen a los hijos de los que ya son privilegiados de algún modo.
En una democracia representativa, donde el poder está, teóricamente, en las manos de los representantes electos, los elementos meritocráticos se incluyen en el uso de consultores especializados para ayudar a la formulación de políticas y en un servicio civil meritocrático para implementar dichas consultorías. El problema perenne de la defensa meritocrática es definir, exactamente, que se entiende por "mérito".

Orígenes e Historia

La palabra meritocracia probablemente aparece por primera vez en el libro Rise of the Meritocracy de Michael Young (1958). En el libro se la cargaba de contenido negativo, ya que la historia trataba de una sociedad futura en la cual la posición social de una persona era determinada por el coeficiente intelectual y el esfuerzo. Young utilizó la palabra mérito en un sentido peyorativo, diferente al común o aquel usado por los defensores de la meritocracia. Para estos, mérito significa, aproximadamente, habilidad, inteligencia y esfuerzo (Una crítica comúnmente hecha a la meritocracia es la ausencia de una medida especifica de esos valores, y la arbitrariedad de las elecciones).

Los primeros indicios de este mecanismo se remontan a la antigüedad, en China. Confucio y Han Fei son dos pensadores que propusieron un sistema próximo al meritocrático. También pueden ser citados Gengis Kan y Napoleón Bonaparte, cada cual utilizó en su vida y en la política de sus Estados elementos de la meritocracia

Fuente: wiki


¡ Abajo la meritocracia !


Michael Young
Escribo en letra de color azul algunas aportaciones y comentarios propios a las afirmaciones que hoy, cincuenta años más tarde, expresa este señor.
El hombre que creó este neologismo hace más de cuatro décadas, pide a Tony Blair que deje de utilizarlo:

"Estoy tristemente decepcionado por el libro que escribí en 1958, "La ascensión de la meritocracia"(Rise of the Meritocracy). Este neologismo que yo mismo creé es ahora comúnmente utilizado, especialmente en los Estados Unidos, y más recientemente se encuentra en lugar destacado en los discursos de Tony Blair.

El libro era una sátira que pretendía alertar (cosa que obviamente no ha conseguido) contra lo que ocurriría en Gran Bretaña entre 1958 y la imaginaria revuelta contra el poder meritocrático en el 2033.
O sea, que el libro sigue el esquema de una novela de ciencia ficción...

Gran parte de lo que predije en ese libro se ha hecho realidad. Es del todo improbable que el Primer Ministro se haya leído el libro, pero ha popularizado el término sin ser consciente de los peligros que entraña su puesta en práctica.

Mi argumentación se basaba en un análisis histórico indiscutible de lo que había estado sucediendo a la sociedad durante más de un siglo antes de 1958, y más marcadamente desde la década de los 1870, cuando la escolarización se hizo obligatoria y el acceso a la administración pública se convirtió en algo competitivo por norma.
Vaya, ahora resulta que la educación, el derecho a recibir una educación digna, y todas sus consecuencias de tener un pueblo más sabio y preparado es algo pernicioso.

Hasta entonces, el status estaba adscrito al nacimiento. Pero independientemente del nacimiento, el status se ha ido convirtiendo en algo más accesible.
Eso es bueno, ¿no?

Tiene todo el sentido nombrar a personas concretas para realizar trabajos en función de sus méritos. No podemos decir lo mismo cuando quienes son juzgados por sus méritos del tipo que sea ascienden a una Nueva Clase social sin dejar sitio para otros.

Las habilidades de tipo convencional, que solían estar distribuidas entre clases de forma más o menos aleatoria, se han venido concentrado en una sola clase gracias a la maquinaria educativa.
Pero los "habilidosos" vienen de las diversas clases sociales, que es lo que importa, la no discriminación por procedencia, sexo o raza.

Una revolución social silenciosa se ha realizado en las escuelas y universidades que se han orientado a la labor de cribar a los jóvenes de acuerdo con los estrechos límites de los valores educacionales.

Con una increíble batería de certificados y titulaciones a su disposición, el sistema educativo ha dictado aprobación para una minoría, y un suspenso para una mayoría que no consigue brillar desde el momento en que son relegados al fondo del sistema de graduación a la edad de siete años o antes.
A ver: es un simple y sencillo sistema de selección de los mejores, ¿no?, o acaso queremos que nos gobiernen o dirijan unos memos incapaces? Debe usted ponerse de acuerdo, señor.

Esta Nueva Clase tiene todos los medios a su alcance, y en gran parte bajo su control, por la que se reproduce a si misma.
Yo creo que si el producto de su reproducción no es capaz, caerá sin remedio. Si es capaz, se mantendrá, pero, al fin y al cabo, ¿no estamos hablando de mantener a los más capaces al frente?

Mis predicciones más controvertidas y la subsiguiente advertencia se fundaba en un análisis histórico. Pensé que las clases más pobres y los más desaventajados serían doblemente marginalizados, lo que de hecho ha ocurrido. Al ser marcados desde la escuela son más vulnerables para más tarde formar parte del "ejército de reserva" que es el desempleo.
Yo no veo que las clases más pobres estén doblemente marginalizados. Y lo de fundar una predicción en un análisis histórico me suena a los expertos en psicohistoria de la novela "Fundación" de Isaac Asimov. O sea, pura ciencia ficción.

Son fácilmente desmoralizados al ser mirados con desprecio de forma tan hiriente por personas que se han ganado su status por si mismas.
Usted está generalizando, me parece, la posible actitud personal de algún individuo concreto. No se puede juzgar así a toda una sociedad. Del mismo modo, se podría decir que los que no se han podido ganar su status por si mismas miran con rencor y recelo, con odio y envidia, a los que les han superado en la escalada del mérito. Eso siempre ha ocurrido, y siempre ocurrirá, no tenemos remedio.

Es muy duro en una sociedad que valora tanto los méritos ser juzgado por no tener ninguno. Jamás antes las clases bajas habían quedado tan moralmente desarmadas como ahora.
Pero, ¿qué dice usted, hombre? Jamás las clases bajas han tenido las poderosas armas de la información y posibilidades de formación que hay ahora. Me pregunto en qué sociedad vive usted, señor Young, y si está al cabo de lo que se cuece en la calle, en los colegios, en los parques... en todas partes!!!

Mediante la selección que opera el sistema educativo las clases bajas han perdido a muchos de los que debieran haber sido sus líderes naturales, sus portavoces de la clase trabajadora que se continuaran identificando con la clase de la que procedían.
Estos líderes realizaron una feroz oposición a las clases más ricas y poderosas en interminables disputas tanto en el parlamento como a pie de fábrica, entre los pudientes y los no-pudientes.
Una oposición basada en qué, y para qué. ¿Acaso la oposición es buena per se? Oposición sistemática por la simple pertenencia a una clase... eso está muy pasado ya, oiga.
Parece que el autor echa de menos el marxismo y su cacareada lucha de clases, a pesar de las derrotas sociales y tremendas injusticias cometidas en los países socialistas, un bloque del Este que se cayó por su propio peso.

Con la ascensión de la meritocracia, las masas "descabezadas" de líderes han sido desarticuladas; según pasa el tiempo, vemos como se vuelven más y más pasivas, y desmoralizadas hasta el punto de no preocuparse ni por ir a votar. Ya no tienen a nadie de los suyos que los represente.
Pero, ¿qué dice usted, por favor? Uno no puede abandonar así a su familia, a sus amigos, a su entorno. No tiene nada que ver llegar a un puesto político dirigente con abandonar un barrio, o un status social. Puede ocurrir, sin duda, pero no necesariamente. Eso es una opción personal, sin más. Al menos aquí, en España, siguen existiendo líderes sindicales y políticos que se deben a sus bases honradamente. Eso sí, ojalá fueran así la mayoría...

Para ver la diferencia, solo tenemos que comparar los gabinetes de gobierno de Atlee y Blair. Los dos más influyentes miembros del gabinete laborista de 1945 fueron Ernest Bevin, para la cartera de Exteriores, y Herbert Morrison, elegido líder de la Cámara de los Comunes y Vice Primer Ministro.
Bevin dejó la escuela a los 11 años para subsistir como ayudante de granjero, pasando después a pinche cocina, chico de los recados, conductor de furgonetas, de tranvías, hasta que a la edad de 29, se hizo activista del sindicato local de Bristol, en la General Labourers' Union de Dock Wharf, donde alcanzó gran popularidad al obtener, en un célebre enfrentamiento con uno de los más destacados abogados del momento, casi todas las reivindicaciones del sindicato.

Herbert Morrison fue en muchos aspectos una figura aun más significantiva, que se hizo notable no tanto a través del sindicalismo sino a través de su experiencia en el gobierno local.
Su primer trabajo fue también como chico de los recados y dependiente en una tienda de verduras, de donde se trasladó para hacerse dependiente de un supermercado y uno de lo primeros operarios de centralitas telefónicas. Llegó hasta Ministro de Transportes gracias al éxito previo obtenido en su labor en el Ayuntamiento de Londres.
Tuvo éxito en la forma que Livingstone y Kiley se esperaría que lo hicieran ahora, unificando el servicio metropolitano de metro de Londres, autobuses y tranvías en un solo mando y propiedad dentro de una compañía única y pública de transportes metropolitanos. Hizo del transporte público londinense el mejor del mundo durante los siguiente 30-40 años, siendo modelo para todas las industrias nacionalizadas después de 1945.

Otros cuantos miembros del gabinete laborista de ministros de Attlee, como Bevan y Griffiths (ambos mineros), tenían similares orígenes de la clase obrera más baja y fueron una razón de orgullo para mucha gente corriente que se identificaba con ellos.

Es un fuerte contraste el que se da hoy en dia en el gabinete de Blair, compuesto mayoritariamente por miembros de la meritocracia.
Pero, a ver, ¿no se trataba de eso? Si tiene mérito, si tiene capacidad, inteligencia, formación adecuada, si lo merece -en una palabra-, no importa de donde venga, siempre que cumpla las premisas del mérito.

En este nuevo ambiente social, a los más ricos y poderosos les está yendo bastante bien para si mismos. Ya se han librado de las incómodas críticas por parte de este tipo de gente a la que se tenía que escuchar. Esto ayudó en su dia a mantenerlos controlados, lo contrario de lo que está sucediendo bajo el gobierno Blair.
La meritocracia de los negocios está de moda. Tal y como los meritócratas creen, e incluso como se les hace creer, que su ascensión viene de sus propios méritos, se sienten merecedores de todo aquello que se propongan.
Llegan a ser insoportablemente presumidos, mucho más incluso que aquellos que se sabía habían alcanzado el poder no por sus propios méritos, sino por ser "hijo o hija de", es decir, unos beneficiarios del nepotismo. Las nuevas élites pueden llegar a creer que están moralmente legitimadas.
Tan segura se siente esta nueva élite que no dejan un resquicio en la captación de nuevos beneficios para si mismos. Las viejas restricciones que el mundo de los negocios se había impuesto, todas han sido eliminadas y, tal y como se predijo en mi libro, todas las formas de "dar el pelotazo" han sido ya ideadas y explotadas.
Sus salarios y primas se han disparado. Stock options en condiciones más que ventajosas, bonos de oro, paracaídas de oro se han multiplicado también para esta minoría.

Ah, ya veo a donde quiere llegar, señor Young: usted quiere una meritocracia, sí, pero no una igual para todos, sino una meritocracia que excluya a determinadas clases sociales en favor de otras. O sea, que primero promulga la igualdad de acceso a los cargos, propugnando como criterio objetivo el mérito personal basado en criterios objetivos de capacidad, inteligencia, desarrollo, educación y habilidad, sin importar de donde venga o proceda el individuo, y al final, pasados cincuenta años -en los que usted esperaba sin duda una revuelta social bolchevique, una revolución cultural maoista, o una derrocamiento castrista a partes iguales-, se da cuenta de que no, de que al final sigue existiendo una lucha de clases, una separación en estratos sociales, una injusticia social galopante...
El resultado ha sido que la desigualdad se ha extendido como norma y se hace cada vez más escandalosa cada año que transcurre, y sin que rechisten los líderes del partido que una vez fuera el portavoz tan vociferante y carismático por una mayor igualdad.

¿Qué se puede hacer en esta cada vez más polarizada sociedad meritocrática? Algo avanzaríamos si el señor Blair retirara esta palabra de su discurso habitual, o al menos admitiera los inconvenientes de su puesta en práctica. Todavía avanzaríamos más si él y el señor Brown marcaran distancias con la nueva meritocracia incrementando los impuestos sobre las rentas de los más ricos, y también fortaleciendo el poder local como una forma de que el pueblo se involucre y tenga su oportunidad en la política nacional.
Señor Michael, la desigualdad siempre ha existido. ¿Qué importa acuñar o utilizar un término? Llámelo "meritocracia" o no. Siempre ha estado ahí. Entre hermanos de sangre hay diferencias, entre los niños de un aula de veinticinco alumnos hay claras diferencias de aptitud y de actitud. En una sola ciudad de 50.000 habitantes ya se ven claramente barrios marginales y zonas prósperas y ricas, al igual que una gran amplitud de clase media.
Eso es así simplemente porque las personas no son iguales unas a otras. No somos robots, oiga. Eso es muy viejo, y no se puede cambiar, porque entonces ¿qué hacemos, por qué esforzarnos, por qué luchar por lo que queremos o nos gusta? Sus tesis comunistas empiezan a aburrir un poco ya. Sí.
Hice otra predicción en mi libro relativa a que la sistemática seleccion educativa en la escuela se vería reforzada, yendo más allá de lo que ya teníamos. Mi autor imaginario, un ardiente apóstol de la meritocracia, dijo poco antes de la revolución, que "ya no sería por más tiempo necesario seguir rebajando los niveles para intentar extender nuestra elevada civilización a los niños de las clases más bajas".

Al menos todavía estamos a tiempo de que esto no tenga que ocurrir. ¿O no?"

EPÍLOGO:
Yo veo sólo algunas pegas a esto de la meritocracia basada en la educación, la capacidad, y la inteligencia. La más importante es la diferencia de oportunidades a la hora de acceder a la educación adecuada de los niños. Todos sabemos que hay colegios y colegios, institutos e institutos, universidades y universidades. A veces, las clases desfavorecidas no se pueden permitir que los jóvenes estudien fuera, simplemente pagar una cara matrícula universitaria, o tienen que compaginar estudios y trabajo para salir adelante. Todo esto no pasaría si hubiera un correcto sistema de subsidio para el estudio -becas- bien llevado y administrado, no lo que ocurre en nuestra sociedad, que es una fuente más de corrupción, engaños y trampas por parte de muchos, que al final ha acabado por perjudicar a los que verdaderamente quieren estudiar y medrar dignamente.

La meritocracia, como término, como palabra o neologismo, es posible que se le ocurriera a Michael Young en 1958, pero simplemente es lo que ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad desde que el hombre es hombre. De hecho, se aplica al reino natural de forma impepinable y definitiva. Se llama "selección natural", en la que gana el más fuerte, el más rápido, el más hábil o el que resiste más.
Yo pienso que la meritocracia siempre ha estado ahí, por los siglos de los siglos, y que no por categorizarlo ahora en forma de corriente educacional o política resulta que se ha inventado ahora. No.

En la Edad Media, y hablo de hace ocho o nueve siglos, el que iba a la guerra a defender un reino, y lo hacía bien, era premiado con prebendas y derechos que se le negaban al que no quería ir a jugarse el pellejo. Un buen militar ascendía, y cuanto más ascendía y más demostraba su valía, más derechos y prebendas recibía: tierras, dinero, títulos nobiliarios... que luego se iban entrelazando con otros de su misma "categoría meritoria", se formaban alianzas, pactos, más luchas por el poder, asesinatos, matrimonios de conveniencia -siempre entre los que tenían el mérito, por supuesto-, y de ahí vienen las diferencias y desigualdades sociales. Está claro que esto es un burdo ejemplo, pero tan burdo como clarificador de lo que puede ser la meritocracia. La gran pega del sistema medieval es que era tan difícil ascender en la jerarquía social, por no decir casi imposible, que muy pocos de las clases bajas llegaban a destacar. Y como contrapartida, los favorecidos por los méritos de sus padres, abuelos y bisabuelos, aunque fueran unos memos y pardillos, inútiles, puteros y pródigos, podían seguir disfrutando de la posición social adquirida por sus progenitores, aún sin merecerlos según las consignas que se están plasmando aquí y ahora.

En este sentido, la meritocracia actual, más basada en la educación y la inteligencia, la capacidad de trabajo, y tal y tal, como se ha expuesto al principio, es mucho más asequible para todos. Es más fácil acceder a una vida gustosa, generosa y buena vida al fin y al cabo, y sigue siendo extremadamente difícil llegar a la cúspide de la pirámide del mando -pero siempre lo ha sido-, donde uno nada rodeado de tiburones.

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