jueves, 21 de abril de 2022

Iron Pirate Garaje

 ¿Qué pasa por las meninges de unos señores que son capaces de mostrar orgullosamente el resultado del cruce de una 600SS con una Fat Boy? Porque eso, amigos, es lo que tenemos aquí hoy y ahora:




Aún así, hay más detalles que, si no aberrantes, sí chocan con dogmas establecidos por décadas sobre lo que tiene que ser una ton-bike, una moto de café. Cosas como mejorar lo que hay, mantener unas líneas estéticas dignas. Básicamente es eso. No se trata de hacer lo extravagante.
Durante años hemos sufrido a preparadores que, seguramente afectados de manera seria por la ingesta de alcohol y el exceso de tetrahidrocannabidol en sangre, hacían todo tipo de engendros con las HD y sus derivadas japonesas.
Parece que han llegado al mundo de las motos clásicas deportivas, o mejor dicho, las que deberían destilar una deportividad clásica.

Tenemos en este ejemplo de Iron Pirate Garage un vivo desarrollo del concepto del que les hablo.



¿Qué podemos hacer para empeorar a la quizá más débil, dinámicamente hablando, de una saga legendaria de motocicletas sport (quitando el modelo de 400cc creado en exclusiva para el mercado nipón)?
Las ruedas y el faro de una HD de cerca de 400 kg, en medidas extrañas; un refuerzo ineficaz e inserviblemente innecesario en el basculante, un asiento con caída hacia atrás, rematado por un minicolín que parece de coña, y el depósito adaptado de forma grotesca.... son algunas de las lindezas con que nos daña la vista esta cosa.



Aún así, habrá a quien le guste, por supuesto. Y es que en esto del arte pasa como con todas sus otras variantes: hay que educarse un poco, hay que leer, hay que estudiar, investigar, viajar, y ver muchas motos. Extraer conclusiones, estudiar la relación entre las proporciones y la belleza, encontrar los porqués. Sobre todo porqué unas cosas funcionan, objetivamente, y otras son meras falacias sobre ruedas.
Es fácil caer en lo extravagante, y de ahí en lo obscenamente horrible, lo deforme, el sinsentido y el horror.

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