sábado, 3 de abril de 2021

Cerrando un ciclo

Son muchos años, y aunque le he dado una buena vida con uso suave y espaciado en el tiempo, en el último año le he dado bastante caña. 

Esta máquina de casi treinta años se merece un descanso, o al menos un cambio de aires. Volverá a los brazos del heredero de su anterior dueño, que de modo sorpresivo la recibirá, y espero que le sepa sacar algo de jugo. Yo así lo hice y me alegro mucho, pues aunque es de una talla desmesurada para mí, me ha proporcionado no pocas satisfacciones y buenos momentos. 

Una ruta de despedida, no muy larga, y tranquila, con buen tiempo y ritmo pausado, disfrutando de sus bondades: absorción, comodidad, agilidad, estabilidad. Pero también con unos frenos de dudosa eficacia a pesar de ser tan bellos, y unos cambios por fricción que están lejos de ser prestacionales a pesar de mi tuneo para pasar de cassette de 6 a 9 velocidades con piñonera personalizada. Y aunque le cambié la potencia por otra más corta, y mi vecino Gerardo me regaló una tija (previamente torneada a la medida adecuada) que me permitía bajar el sillín unos centímetros que la original Campagnolo no me permitía, nunca fue perfecta en su ergonomía.



La Otero Pentax fue, y es, una gran bicicleta. En cuanto a la marca, Otero, tiene su historia, surgió en una pequeña tienda en Madrid, en 1927. 

Federico Martín Bahamontes disfrutó sobre muchas de ellas. Marco Giovannetti ganó la Vuelta con ellas. Los históricos equipos de la ONCE y Seur corrieron con ellas. También Anselmo Fuerte, Eduardo Chozas... Y cada bici tenía la firma de Otero, no solo con el emblema de la compañía, sino también con las horquillas. Una pluma de escribir adornaba cada horquilla, porque Otero creía que el ciclismo era cultura. Y así lo creía otra mucha gente. De hecho, era habitual que en ciertos países algunos empresarios les pidieran bicicletas para untar a los políticos.

El padre era la mente pensante sobre la parte técnica, el hijo era la mente pensante sobre la parte comercial. Fue Enrique Otero hijo el que popularizó las bicicletas Otero. Él fue quien diseñó campañas de 'marketing' en una época en la que a esa modalidad se la conocería, como mucho, como mercadotecnia, organizó la distribución de las máquinas, concibió anuncios... España entera conocía Ciclos Otero. Hasta el rey Juan Carlos se interesó por ellas. Surgieron innumerables ideas, como un tándem diseñado específicamente para ciegos (lo que originó la posterior colaboración durante muchos años con la ONCE y su equipo ciclista), la popularización de la bicicleta de montaña en nuestro país, o una de las primeras bicicletas de competición creada exclusivamente para mujeres o una bicicleta con un potenciador en el manillar perfecta para los velódromos.

Años después, el Comité Olímpico Español alabó la labor en este campo y José Manuel Moreno, oro en el kilómetro contrarreloj en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, así como todo el equipo español de ciclismo en pista, montaba bicicletas Otero. Fue un premio a un año muy duro para Ciclos Otero. Un atentado de la banda terrorista ETA contra la Capitanía General de Madrid destrozó buena parte de la tienda y tuvieron que mantenerla cerrada durante tres años, trasladándose temporalmente al centro comercial La Vaguada. Las pérdidas fueron incontables. Desde bicicletas hasta el taller, incluso el archivo fotográfico se quedó en el olvido por culpa de la bomba que mató a cinco personas el 7 de febrero de 1992. Por suerte, los Otero no tuvieron que lamentar daños personales, más allá del imborrable trauma.




Aquí vemos Induráin y en segundo plano a Marco Giovanetti, con el maillot amarillo de líder de la Vuelta a España, sobre su Otero Pentax:

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