viernes, 16 de octubre de 2020

La montaña

 Por primera vez, me interno en la experiencia de una ruta con la flaca por carretera de montaña. El día se presentaba propicio en cuanto a clima: temperaturas óptimas y ausencia de viento palpable. Mejor así, no quería interferencias en este experimento.

Mis rutas de carretera son más o menos llanas y de no mucho kilometraje, creo que debe ser un proceso de adaptación de mi cuerpo a estos esfuerzos desconocidos, y aunque mi físico responde adecuadamente a pesar de mi edad, he empezado un poco tarde con esta actividad. Sí, es ciclismo, pero cada disciplina tiene sus requerimientos, y avanzar es más una cuestión de oportunidad y arrojo, quizá, que de viejitud. Aún así, tengo un amplísimo margen de mejora, soy consciente, pero no quiero batir récords, participar en carreras, ni siquiera en marchas multitudinarias (oh, horror, gente acumulada!!!).

Sólo quiero disfrutar.


Para no hacer mella en mi cuerpecito, decidí salir desde la explanada-parking que hay a la altura de la presa del Corumbel, lugar propicio y habitual de aparcamiento para ciclistas, senderistas y pescadores. Y tomé dirección Norte hacia Berrocal, por una carretera llena de curvas y cuestas, auténtica carretera típica de montaña, que a la postre me enseñaría en qué consiste la belleza, gloria y épica del ciclismo de ruta.


Y a fe que lo conseguí. Reservándome las fuerzas en la ida, que era en su mayoría ascendente, pues no sabía lo que me iba a encontrar, partí con no pocas incertidumbres y dudas. La carretera elegida la conozco porque he pasado con la moto y con coche cienes de veces, y recuerdo incluso cuando se trataba de una pista forestal de gravilla... Pero uno en un vehículo a motor no se fija en muchas cosas, va pendiente de la conducción. En bicicleta es todo muy distinto, la velocidad no es la misma, y da tiempo a observar el paisaje y a pensar. Sí, el ciclismo es uno de los deportes que permite meditar, liberar la mente, concentrarte únicamente en seguir y seguir, dejar la mente en blanco... bueno, supongo que cada cual tendrá su método y técnica para vencer las barreras mentales, evitar la procastinación, vencer a la pereza.
Por fin llegué a la cima que buscaba, un mirador justo antes de llegar a Berrocal. Tras beber un poco e inmortalizar el momento, partí de vuelta para no dejar que las piernas se enfriaran mucho: tocaba una corta pero empinadísima bajada y luego acometer el puerto que, si soy sincero, jamás pensé que pudiera superarlo con la "facilidad" con que lo hice.

He pasado calor, frío en las bajadas, alucinado con las vistas, asombrado con el nivel de otros ciclistas que me superaban sentados y silbando mientras yo iba de pie en la marcha más corta, he pasado miedo, incertidumbre... y la satisfacción de superar este minúsculo reto. Es fácil ser tan feliz a veces.

En definitiva, una experiencia que repetiré, pero saliendo desde La Palma y no del pantano, para añadir unos kilómetros, visto que he podido con el reto en primera instancia con cierta solvencia.

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