lunes, 1 de junio de 2020

Singletrack fury: enduro de Cartaya

En un día planificado, con el track en la cabeza, tuve suerte que la mañana salió fresca además. 
El enduro de Cartaya para bici todo terreno se compone de diversos tramos con algunas variantes, y se puede hacer en un sentido u otro, pero no es igual, hay que conocerlo para disfrutarlo.
Empecé a rodarlo hace muchos años, y lo he hecho con varias bicicletas distintas, rígidas y de doble suspensión, en invierno y en verano, sólo y acompañado. Pero casi siempre solo.

En esta ocasión, saliendo desde la Venta Consolación donde dejé aparcado el coche, hay que hacer un ratito de vía verde hasta el Puente de la Tavirona que cruza sobre el río Piedras, donde me desvió a la derecha por un caminito que transcurre paralelo en sus inicios a dicho río. Pero pronto se separa y se pierde en vericuetos, sube-bajas, piedras por miles, algo de arenilla, y pinares infinitos. Pronto se llega a la Presa de los Machos, y ahí buscaremos el sendero que la va rodeando, un camino estrecho que tiene alguna que otra variante, mucho tramo técnico, bajadas con rocas sueltas, maleza que se estrecha, y repechos casi imposibles (alguno directamente inciclable en un sentido, y trialera de descenso en el otro, todo tiene sus pros y sus contras). En un momento dado hay que cruzar el canal de abastecimiento que se nutre de la referida presa,  y seguir más hacia el Norte hasta acabar este tramo unos kilómetros más adelante. Con suerte podremos ver aves rapaces, incluso ciervos.

De repente el terreno cambia, se vuelve más arenoso, y aprovechamos una pista ancha para escapar del influjo de las arenas que en época seca y calurosa, como ahora, resulta inviable para ir en bici sobre un terreno que, además, se suele encontrar removido y ablandado por el paso de las motos de enduro. 
Siguiendo brevemente esta pista hacia el Norte, que se convierte poco a poco en otro singletrack rápido y bonito entre pinos altos y mucha sombra, llegaremos a la carretera que lleva al embalse. En esta carretera tomaremos hacia el Este, a la derecha, buscando adentrarnos un poco más adelante en otra pista muy ancha que nos llevará a coger la segunda parte del enduro, que discurre por el denominado Arroyo Gordo. 
Este arroyo, cuyo cauce nunca es demasiado y en esta ocasión iba completamente seco, nos va presentando variantes paralelas a uno u otro margen, que facilitan mucho el flow y disminuyen la dificultad de transitar por un firme que es de todo menos firme: piedras, lascas, raíces, arena... todo ello normalmente removido por el paso de motos de campo. Es muy chulo, y más divertido y fluido si lo hacemos de Norte a Sur, que si lo intentamos al revés. Yo lo he hecho siempre de abajo hacia arriba, pues así fue como lo descubrí en su día, mucho antes del nacimiento de los foros y las redes sociales, y como uno es animal de costumbres, así se me quedó grabado en mi mapa mental de itinerarios.


Cuidado con las lajas si te caes ahí:


Allá abajo me espera cruzar un arroyuelo de los muchos que me encontraría:


No todo son piedras:


Imposible subir, es difícil plasmar la inclinación en foto bidimensional:


Otra perspectiva:


La bici escogida fue mi actual endurera, un viejo y pesado cuadro Da Bomb de solo 5 pulgadas de recorrido, acomopañado de la robusta horquilla RS Pike de 140 mm; frenos básicos, grupo acorde al low cost, todo piezas recicladas y sacadas del cajón de sastre para darle uso a este cuadro de geometría que hoy se consideraría como trasnochada e ineficiente... pues menos mal. Uno se adapta a lo que tiene, y si esta Cherry Bomb era buena bici en 2005, ¿por qué no iba a serlo ahora?

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