martes, 28 de abril de 2020

Confinado, 16: el inconfinable

Llevo varios días sin publicar nada, y es que he estado pensando. Me estrujo las ideas, veo cosas, siento que... bueno, hay sensaciones que son demasiado íntimas, pero ocurren historias que me revuelven las tripas. La Libertad, mi libertad y la de los míos, se ve conculcada en este confinamiento, hasta un punto que se vuelve prácticamente insoportable para alguien de mi línea de pensamiento, de mi ideología vital, de mis convicciones. La Libertad es lo primero. Sin ella, ¿qué somos?


Muchos se quejan de que el Gobierno es una mierda, y están deseando salir de casa, pero obedecen a rajatabla al Gobierno que odian, y ese odio lo proyectan hacia la gente que quiere ser libre.

“Volveremos a la normalidad muy tarde”, dice la gente criticando a los que han sacado a sus chavales. La normalidad la crearemos nosotros de nuevo cuando perdamos el miedo a vivir. El ser humano ha convivido durante miles de años con virus y no se ha parado el mundo, ¿vale?

Nacemos, nos reproducimos, observando como el telediario reproduce la muerte en nuestras mentes. Mediante la sobreinformación en los telediarios, redes sociales, de que ahí fuera hay algo que nos va a matar si no salimos ultraprotegidos… y ese miedo, el hambre y la falta de ingresos mínimos, acabará matando más que el propio virus. Suicidios, falta de ayudas… es peor el puto remedio de quedarse en casa y paralizar el país, que la puta enfermedad, joder.

Pero aquí parece que la gente está dispuesta a sacrificar meses de su vida encerrada, pensando que al salir el virus habrá desaparecido… El virus ha venido para quedarse, y cuanto antes lo pasemos, mejor. Seguir ahí encerrados debilitará nuestro sistema inmune, por mucho que hagamos areobic mientras grabamos videos chorras para subirlos a Tik Tok. Nos hemos acostumbrados a estar tan metidos en casa que ya está mal visto cualquiera que sale.

Acostumbrados a vivir con miedo, pan y circo, todos los putos días desde la tele: estar encerrado mola, puedes ver series, aplaudir a las ocho mientras pones música a tope; y se ha normalizado tanto, que salir a la calle es una locura o una aventura con demasiados protocolos a seguir.

Otros temen al virus pero quieren salir a trabajar, mientras se quejan del que pasea a sus niños o sale a correr solo. ¿Qué piensan, que el virus sólo les perdonará a ellos? A ver si empezamos a abrirnos cuentas como usuarios de la vida propia, y dejamos a los demás vivir la suya con los riesgos que eso conlleve. Pero aquí lo que mola es imponer a los demás, jugar a ser policías, marujas envidiosas de balcón: quédate en casa, descárgate el logo y ponlo en tu perfil y siéntete buen ciudadano, múerete en casa esperando las soluciones, no salgas a la calle vaya a ser que te mueras… pero ten cuidado no vayas a morirte en tu casa por quedarte más tiempo del que puedas.

Creo que si seguimos así, y el tiempo pasa y no espabilamos, muy posiblemente habrá que cambiar el hashtag “yomequedoencasa”. Cogeremos el puto móvil por última vez en nuestra vida  para abrir nuestra red social preferida y postear “se acabaron las provisiones, yo me muero en casa”. Sin que sea el virus el que te mate.

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