lunes, 3 de septiembre de 2018

Seveneves

Publicada en el año 2015 de nuestra era, esta es una novela de ciencia ficción dura, durísima, de Neal Stephenson.
Otra de sus obras ya fue comentada por aquí, Anatema, que me pareció más original y una apuesta argumental más arriesgada.

Seveneves, mucho más reciente que aquélla, y por supuesto muy diferentes ambas en estilo y temática a Snowcrash (que supongo nunca leeré, ya me harté este tipo), y la magnífica La era del diamante (en cuya lectura estoy actualmente embarcado), puede presumir de adolecer de los mismo graves defectos, en mi opinión, que aunque modesta, creo que después de la lectura de cientos de libros durante toda mi vida, algunos criterios mínimos para evaluar la calidad de las obras he ido aprendiendo. Sé lo que me gusta y lo que no, y lo que es más importante, el porqué.

Este señor con aire de filósofo soberbio, es Neal:


Pero primero esbozaré una sucinta sinopsis: la luna estalla en varios pedazos, y como consecuencia, se produce una lluvia de meteoros sobre la Tierra tan grande que provocará que sea impracticable la vida sobre ella durante cinco mil años. Como única manera de salvar a la especie, se envía al espacio a un selecto grupo de ejemplares, que por causa de ciertos hechos que no debo relatar, queda dividido en siete subgrupos. Durante los cinco mil años siguientes, cada grupo descendiente de una mujer diferente evoluciona con ciertos rasgos diferenciales. Al final vuelven a bajar a la Tierra, donde encuentran otros seres humanos que sobrevivieron, y son acogidos con desigual suerte. Fin.

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El título es el original en inglés, que resulta ser un palíndromo, causa suficiente para no ser traducido al más español "Siete Evas", aludiendo a las siete mujeres referenciadas.

El libro, para empezar, el largo en demasía. El proceso de contar las consecuencias de la fractura de la Luna, sin aclarar, por cierto, en ningún momento cuál fuere la causa, el lanzamiento de diversas "naves" y contenedores al espacio para formar un enjambre alrededor de la ISS, la manera en que se organizan y prevén el futuro, así como el acaecimiento del momento en que se pierda finalmente el contacto con un planeta asolado por una lluvia de fuego, se lleva más de tres cuartas partes del libro de manera tediosa, llena de casi tecnicismos, palabras inventadas, datos técnicos sobre órbitas, sistemas de propulsión, robótica, y también deja la sensación, a pesar de gastar tantas páginas y miles de palabras, de pasar demasiado a la ligera por la cuestión de desavenencias políticas y revueltas sociales... aunque eso puede ser el germen de otro libro quizá más adelante (oh, horror). 
De repente, el hilo de la historia salta cinco mil años, y tenemos un enrevesadísimo conjunto de hábitats a modo de satélites artificiales enlazados con mecanismos mecánicos increíbles, con una población bastante repuesta de casi dos mil millones de personas, divididos en bandos políticos llamados "rojo" y "azul" (original a tope), y con siete subespecies de homo sapiens evolucionados, y algunas de éstas, a su vez, con distintas subevoluciones, todo merced a manipulación genética y con unos objetivos claros...

El tramo final del libro, la definitiva bajada y toma de contacto con los humanos descendientes de los resistentes y supervivientes de la hecatombe, se hace más llevadero porque simplemente tiene algo de acción, entre militar fetén y lucha de guerrilla, pero es tan insustancial y anodino como el resto, sólo que aparecen un montón de nuevos personajes a unir al ciento y la madre ya existentes en el hilo argumental que no es tal, porque realmente no se puede llamar a eso "argumento". Será otra cosa, pero no "argumento". Es decir, hay una idea que da origen a todo esto. Pero una idea, per se, no es un libro, es necesario un argumento, un planteamiento-nudo-desenlace en base aquél, que es precisamente lo que se echa en falta. Stephenson se recrea en la descripción del enjambre, de la llegada y organización de los "arquetes"; por ejemplo, describe minuciosamente el proceso aburrido y tedioso de interceptar un cometa formado por agua, un enormísimo iceberg galáctico, para llevarlo a la ISS y poder usarlo de combustible para moverse por las órbitas; por no hablar de los múltiples tipos de robots, alguna clase de genética avanzada, no se sabe si imaginada, inventada o ajustada a la realidad; y así sucesivamente. 

Es que lo pienso ahora y no sé como he podido terminarlo. Supongo que cuando uno se da cuenta de que es un bodrio, lleva ya tantas páginas leídas que sólo piensa en terminarlo para poder hablar con conocimiento de causa.

Y el final es realmente mojonero. No se aclara nada sobre la supervivencia de una de las ramas que sobreviven a la lluvia de fuego, unos humanos que vivieron cinco mil años bajo el agua del mar y han desarrollado mutaciones para poder hacerlo. Este asunto se despacha lamentablemente con un par de líneas, deprisa y corriendo, en la penúltima página. 

En definitiva, es un libro decepcionante. El peor que he leído en mucho tiempo. ¿Cómo un autor se puede separar tanto de la genialidad y buen hacer de otras obras que lo han elevado a cumbres del nicho de la ciencia ficción? Ya les avancé que estoy a punto de finalizar la lectura de quizá su mejor trabajo, escrito allá por 1996. En este lapso de tiempo parece que se ha dedicado a escribir tochos sin mucho sentido, y venderlos viviendo de la renta y el crédito que Snowcrash y La era del diamente le otorgaron.

Una pena.

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